La siguiente historia tiene lugar entre el año 1717 y el 1808 d.C.
En este capítulo voy a centrarme en explicar la historia de los dos nuevos virreinatos que surgieron tras el desmembramiento del Virreinato del Perú durante el periodo de las Reformas Borbónicas: El Virreinato de Nueva Granada y el Virreinato del Río de la Plata.
Ya hemos visto que, en varias ocasiones, las Reformas Borbónicas tuvieron efectos negativos, sobre todo a nivel social y económico, lo que no quita que algunas de ellas fueran necesarias para modernizar las instituciones.
Las divisiones del virreinato del Perú tuvieron sus motivos: para empezar, dar protagonismo a la vertiente atlántica simplificaba las comunicaciones con Europa. También había un motivo defensivo. Nueva Granada y el Río de la Plata necesitaban un mando in situ, que tomara las decisiones rápidas allí, y no tener que esperar órdenes desde la lejana Lima.
El sistema de intendencias mejoró el gobierno de las provincias, hizo más eficaz la recaudación de impuestos y fomentó el desarrollo económico regional, potenciando la agricultura y la minería, sobre todo. Pero, por otro lado, también impulsó el regionalismo, haciendo que los nuevos funcionarios rompieran lazos políticos con otras élites de otras capitales virreinales.
Dicho esto, empecemos con la historia de estos dos nuevos virreinatos.
Como ya conté anteriormente, el Virreinato de Nueva Granada nació en 1717, y agrupó los territorios que hoy son Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá.
El 1º virrey fue Antonio Ignacio de la Pedrosa y Guerrero y el 2º fue Jorge de Villalonga. Durante estos años, por orden del rey de España, se reforzaron los puertos costeros, especialmente las fortificaciones de Cartagena de Indias, el puerto más importante del virreinato. Eso sí, la capital estaría en Santa Fe de Bogotá. Como Palacio Virreinal se acondicionó la mansión de los marqueses de Santiago.
De esta época destaca un personaje indígena de nombre Antonio Calaimi, cacique de los Jirara. Este se reunió con jefes indígenas de la zona amazónica para que fueran una temporada a vivir en el poblado de Tame con los españoles, para que juzgaran por sí mismos las ventajas o desventajas de la civilización. Y el experimento fue un éxito, y Calaimi se convirtió en cacique de esta colonia de nativos en Tame, en lo que hoy es Colombia. También destaca el padre José Gumilla, un jesuita que exploró el Orinoco y, junto con Calaimi, creó la Misión de Tame.
En 1724, este Virreinato de Nueva Granada fue suprimido por falta de fondos. Sin embargo, 15 años después, en 1739, resucitó. ¿Por qué? Porque justo ese año comenzó la Guerra del Asiento contra Inglaterra, y esa región, al igual que el Caribe, iba a estar bajo constante ataque. Y es que, la pujante nación inglesa veía injusto el monopolio de los españoles y portugueses en América, dificultando el libre comercio al que aspiraban las manufacturas británicas. Así pues, los ingleses prepararon un plan para tomar los principales puertos hispanoamericanos y estrangular el comercio con España.
Ante estos ataques, el lugar necesitaba tener su propio virrey, capaz de tomar decisiones rápidas en lo relativo a la defensa, y el elegido fue Sebastián de Eslava, quien gobernó 9 años.
Durante esta guerra, en 1739, el comandante en jefe de las fuerzas navales británicas, Edward Vernon, saqueó Portobelo, pero el hecho más significativo de este virreinato fue el Sitio de Cartagena de Indias de 1741, población que fue defendida por un militar guipuzcoano llamado Blas de Lezo.
Vamos a hablar un poco de la carrera de este tipo, que tiene una historia interesantísima.
Blas de Lezo y Olavarrieta nació en 1689 dentro de una familia de la pequeña nobleza en la villa de Pasajes, o Pasaia, situada en lo que hoy es Guipúzcoa.
El chaval creció toda su vida rodeado de barcos, y en 1702, con solo 12 años, decidió meterse en la Marina francesa, ya que Francia, en aquel tiempo, estaba aliada con España en la Guerra de Sucesión Española.
Blas acabaría enrolándose en el Foudroyant, el buque de Luis Alejandro de Borbón, conde de Toulouse e hijo bastardo del rey francés Luis XIV.
Como ya conté, la Guerra de Sucesión Española había empezado porque Carlos II, el último Habsburgo de España, había muerto sin hijos, y como nuevo rey de España fue nombrado Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV. Los Habsburgo austriacos, primero Leopoldo y luego Carlos VI, dijeron que ellos tenían también derecho al trono español, y se aliaron con Inglaterra y Países Bajos.
En 1704 tuvo lugar la Batalla de Vélez-Málaga, la mayor batalla naval de esta guerra. Durante la batalla, el joven Blas recibió un cañonazo que le destrozó la pierna izquierda, y se la tuvieron que amputar por debajo de la rodilla sin anestesia. Gracias al valor demostrado durante el combate, Luis XIV le nombró alférez.
Cuando se recuperó, Lezo siguió su servicio a bordo de diferentes buques. Socorrió Peñíscola y Palermo y logró abatir a un navío inglés de nombre Resolution.
En 1706 fue con su nave a Barcelona a ayudar a abastecer a los sitiadores franceses que intentaban tomar el control de la ciudad. Cumplió con su labor de forma magnífica, escapando de las naves enemigas constantemente y usando un truco bastante original: creando un denso humo dejando flotar paja ardiendo. Aparte, cargó sus cañones con material incendiario que hizo prender fuego a varias naves británicas.
Su siguiente labor fue la defensa de la Fortaleza de Santa Catalina de Tolón, en Francia, en 1707. Durante este combate, un cañonazo en la fortificación hizo que una esquirla perdida le reventase el ojo izquierdo.
Blas también se recuperó de esto y fue destinado al puerto de Rochefort, en la costa atlántica francesa, donde acabó ascendido a capitán de fragata.
En 1712 pasó a la Armada Española, al mando de Andrés de Pes. Participó en varias acciones y ascendió a capitán de navío.
Al año siguiente volvió a participar en un asedio a Barcelona, y fue en este combate donde recibió un balazo en el antebrazo derecho, el cual quedó sin movilidad el resto de sus días. El pobre Blas, de tan solo 26 años, ya era tuerto, manco y cojo, pero seguía a tope.
En 1716 comienza su etapa en el Caribe y en el Pacífico, y se dedicó a escoltar barcos mercantes que viajaban a América. Luego se integró en una escuadra para limpiar de piratas franceses las costas del Perú.
En 1725 se casó con una limeña de la alta sociedad, Josefa Pacheco, y su boda fue presidida por Diego Morcillo, arzobispo de Lima y anterior virrey del Perú. Ambos tuvieron 7 hijos.
En 1730, Lezo volvió a España por desavenencias con el virrey peruano José de Armendáriz, quien quería desmantelar la flota para ahorrar gastos.
En Cádiz fue nombrado jefe de la escuadra naval del Mediterráneo, y realizó algunas misiones en Italia. Escoltó al infante Carlos, luego rey Carlos III, para tomar los ducados de Parma, Toscana y Plasencia.
Finalmente, en 1732, participó en la Expedición española a Orán, una plaza española en el norte de Argelia que habían perdido años antes por parte de los otomanos. La campaña fue todo un éxito. Recuperaron la ciudad, y Lezo también persiguió una flota argelina hasta la Bahía de Mostagán, donde se lio a cañonazos y pudo destruir algunas galeras y algunos castillos.
En 1737, Blas de Lezo acabó destinado en Cartagena de Indias como comandante general, en el recientemente creado Virreinato de Nueva Granada, cuyo virrey era Sebastián de Eslava.
Aquí, en 1741, en el contexto de la Guerra del Asiento, tuvo lugar el famoso Sitio de Cartagena. En este asedio, una gigantesca flota británica, liderada por Edward Vernon, buscaban tomar el control de este importante puerto en la costa colombiana.
Los británicos tenían 2000 cañones repartidos en 180 barcos, y 30.000 combatientes. Los españoles de Cartagena solo tenían 6 barcos y unos 3000 o 4000 soldados. Y, aun así, lograron ganar.
El plan de Eslava y Lezo consistía sobre todo en resistir de la forma más prolongada posible en el Castillo de San Luis de Bocachica, situado en la entrada de la bahía. Cuanto más tiempo contuvieran a los ingleses mejor, ya que sabían que cuanto más largo fuera el asedio, más estragos causaría el escorbuto entre los británicos. Había que hostigarles para que no pudieran pillar víveres. Y eso fue clave, ya que la falta de comida y las enfermedades hizo mella en las tropas enemigas.
Aun así, los británicos de Vernon lograron penetrar en la bahía, lo que hizo a los españoles atrincherarse en la Fortaleza de San Felipe de Barajas, llamado de San Lázaro en aquella época. Vernon decidió atacar esta fortaleza con todo lo que tenía, tanto por mar como por tierra.
Lezo decidió rodear la fortaleza y atacar a las tropas terrestres por la retaguardia, haciendo que estos se tuvieran que adentrar en la selva. Algunos ingleses pillaron malaria y la expandieron a gran parte de sus tropas.
Aquí ya Vernon empezó a desesperarse, y decidió asaltar la fortaleza con escalas. Sin embargo, Lezo ya había previsto esto y había ordenado cavar fosos en torno a la muralla, lo que hizo que las escalas quedaran cortas. Los ingleses quedaron desprotegidos y acabaron masacraos.
Los ingleses siguieron varios meses más lanzando cañonazos, y también trataron de tomar el Fuerte Manzanillo, pero finalmente decidieron retirarse, debido a todas las bajas que habían tenido. Unas 10.000, y 7500 heridos.
Tal fue la derrota, que el rey inglés Jorge II prohibió que se hablara de aquel hecho en los libros de historia.
A pesar de la victoria y de la retirada inglesa, Lezo tuvo muchas discusiones con el virrey Eslava durante todo el asedio. Eslava denunció que desobedecía sus órdenes de forma continuada, y ante esto, el rey Felipe V acabó desposeyendo a Lezo de su rango de comandante.
Poco después, el pobre Blas murió debido a sus heridas durante la batalla. Tendrían que pasar 20 años para que Felipe V restituyera el honor de este marinero vasco.
De todas formas, la guerra no acabó ahí. En 1743, el gobernador de Venezuela Gabriel de Zuloaga y Moyúa venció a los británicos en la Batalla de la Guaira y en Puerto Cabello. El fin de la guerra no llegaría hasta 1748, con la firma del Tratado de Aquisgrán, y se volvió al statu quo anterior a la guerra.
Ahora sigamos con la historia del Virreinato de Nueva Granada.
Por el gobierno virreinal pasaron virreyes como José Alfonso Pizarro o José Solís Folch. Durante el mandato de este último destaca la rebelión del comerciante canario Juan Francisco de León contra la Compañía Guipuzcoana de Caracas y contra el control comercial de los vascos en la zona, y buscó acabar con su monopolio comercial. Fracasó, aunque sí que se dieron beneficios a diferentes hacendados criollos.
Tras esto llegó a virrey Pedro Mesía de la Cerda, quien gobernó entre 1761 y 1772. Este realizó un montón de obras en pro de progreso del virreinato. Abrió nuevos caminos, construyó puentes, fundó misiones nuevas, creó un gran acueducto en Bogotá, fortaleció la Casa de la Moneda, organizó mejor la Real Hacienda, estableció una cátedra en medicina…
Sobre este tema tenemos que saber que Mesía tuvo como médico personal al célebre José Celestino Mutis, uno de los más destacados científicos españoles durante la Ilustración y que fue docente en la Universidad del Rosario, en Santafé.
De él destaca la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, en la que, este tipo, durante 30 años, se recorrió todos los rincones de este virreinato estudiando la flora y fauna. Sus objetivos científicos dieron como resultado la herborización y clasificación de 20.000 especies vegetales y de 7000 animales diferentes en esta parte del mundo.
A Mutis también se le atribuye la fundación del observatorio astronómico de Santa Fe de Bogotá, uno de los primeros construidos en América del Sur.
Uno de sus colaboradores, Francisco José de Caldas, redactó un extensísimo herbario.
Otro de los protegidos del virrey fue Francisco Antonio Moreno y Escandón, fiscal de la Real Audiencia de Nueva Granada. El virrey le eligió para llevar a cabo la delicada misión de organizar la expulsión de los jesuitas, con rapidez y discreción. Requisó las bibliotecas jesuitas y con ella creó la Biblioteca Nacional de Colombia, la primera biblioteca pública del territorio.
Y también se inauguró la Imprenta Real de Nueva Granada, dirigida por Antonio Espinosa de los Monteros.
Escandón también fue Protector de Indios, y le tocó resolver un asunto peliagudo. Resulta que los indios de la zona habían podido conservar las tierras de sus antepasados, los llamados resguardos, tierras reservadas a los descendientes de los indios y que nadie podía comprar ni compartir entre ellos. Lógicamente, los nativos tenían las mejores parcelas y eso perjudicaba a los mestizos, que empezaban a ser mayoría, y no podían acceder a aquellas tierras.
Escandón decidió recortar los límites de algunos resguardos para aliviar la situación, pero se encontró bastantes trabas burocráticas, y el visitador Gutiérrez de Piñeres le dijo que las tierras no se tocaban.
Este virrey Mesía también patrocinó la idea de una rica dama de Bogotá llamada María Clemencia Caicedo para crear un colegio femenino: El Colegio de La Enseñanza. Habría dos plantas, una de matrícula gratuita y otra para alumnas de pago.
También buscó potenciar el trabajo en las minas. Recordemos que para esta época ya no existía la mita, y la mano de obra fue suplida con esclavos negros.
El principal yacimiento que apoyó fue el de Mariquita, a cargo de los hermanos Fausto y Juan José Delhuyar, quienes son famosos por haber descubierto el elemento químico del wolframio, o tugsteno.
Pero no todo fue sencillo, porque en 1765 ocurrió la Revolución de los Estancos, en Quito, o Revolución de los Barrios de Quito, una rebelión de la aristocracia criolla y comerciantes urbanos contra el establecimiento del estanco de aguardiente, y también del tabaco, y una subida de impuestos. Básicamente, los poderosos hacendados y terratenientes que se vieron afectados empezaron a extender rumores de que el nuevo aguardiente del virrey tenía veneno y mierdas así, para que la población protestase.
Como ya conté en el vídeo anterior, este tipo de revueltas van a ser habituales durante la segunda mitad de este siglo 18, debido principalmente a las reformas borbónicas.
En el año 1772 llegó al poder del virreinato el navarro Manuel Guirior.
Este virrey analizó los problemas del virreinato. Según su informe, Nueva Granada tenía muchas riquezas muy poco explotadas, y la culpa era del contrabando. Este contrabando se daba porque escaseaban productos de la tierra, y estos no crecían por lo caros que eran los impuestos. Y es que para algunos no valía la pena dedicarse a la agricultura o a las hilaturas porque todo el beneficio acababa en aduanas o en los bolsillos de los corregidores.
Debido a esto, este virrey decidió tirar por el proteccionismo: quitar impuestos innecesarios a los neogranadinos y aplicarlos a los productos venidos de fuera, para que se compensaran.
Además, favoreció la libertad de tránsito, eliminó trabas al comercio interno y mejoró la seguridad de los caminos. Subvencionó la agricultura local, la artesanía, y puso facilidades a la explotación del lino y del tabaco.
Y finalmente llegó a acuerdos pacíficos con los indios motilones y entabló con ellos relaciones comerciales.
Hemos llegado al año 1776, y en ese año, el Virreinato del Perú volvió a fragmentarse. Así nació el Virreinato del Río de la Plata, que comprendía las actuales Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Y también la zona de Cuyo de Chile. Como curiosidad, los territorios españoles en el Golfo de Guinea también dependían administrativamente de este virreinato.
Su primer virrey, el otrora gobernador de Buenos Aires Pedro Antonio de Cevallos, fue famoso por su 1ª expedición a Río Grande, en la que conquistó lo que hoy es Uruguay y parte del sur brasileño. Aunque en el tratado de paz tuvo que devolver la Colonia de Sacramento a Portugal.
Por cierto, poco después, en 1764, los franceses establecieron una colonia en las islas Malvinas de forma oculta, sin pedir permiso a España, lo cual era ilegal según el Pacto de Familia. Esa colonia se llamó Puerto Luis, o Puerto Soledad. Cuando se descubrió, el rey español Carlos III exigió que las Malvinas pasaran a ser españolas, y los franceses tuvieron que aceptar. Y se integraron en el virreinato del Río de la Plata.
15 años después de la primera expedición, justo cuando Cevallos llegó al gobierno virreinal, estalló la Guerra Hispano-Portuguesa de 1776 a 1777, también conocida como la 2º Expedición de Cevallos a Río Grande.
Los portugueses trataron de reconquistar la Banda Oriental, pero Cevallos llegó con una flota de la leche y les echó de allí, conquistando incluso la Colonia del Sacramento.
Eso sí, Cevallos tuvo que renunciar a la zona brasileña de Río Grande en el Tratado de San Ildefonso de 1777, aunque recuperó la región de las 7 misiones.
Con esto, las fronteras con Brasil quedaron prácticamente como están a día de hoy. Y también España recibió las islas de Fernando Poo y Annobón.
Este virrey es importante porque sancionó el Reglamento de Libre Comercio de 1778, creándose las aduanas de Buenos Aires y Montevideo, que por un lado favoreció el desarrollo de estas ciudades, pero por otro empobreció bastante al Perú, pues ahora la plata del Potosí pasaba a embarcarse en Buenos Aires camino a España. Sin lugar a dudas, la gran beneficiada de las reformas borbónicas fue el Río de la Plata, que se hizo bastante rica.
El siguiente virrey fue Juan José de Vértiz, un virrey nacido en Mérida de Yucatán. Este se dedicó a desarrollar la economía de la zona y a colonizar las tierras deshabitadas.
Fundó la Real Audiencia de Buenos Aires, y el Hospital de Niños Expósitos, el hospital pediátrico más antiguo de América, y que acogía a niños abandonados. Proporcionó a Buenos Aires lo que hoy podríamos llamar una seguridad social con hospitales y asilos, y también mejoró la higiene pública y el aspecto de la ciudad, dando comienzo al empedrado de calles y alumbrado público nocturno.
El Real Colegio de San Carlos, o Colegio Nacional de Buenos Aires, también fue fundado por Vértiz, así como el primer teatro de la ciudad, La Ranchería.
Vértiz rechazó colonizar la Patagonia o las Maldivas, porque realizó el primer censo del lugar y vio que la población del virreinato era muy escasa. No valía la pena crear más poblaciones. Eso sí, algunas villas de Uruguay fueron habitadas por pobladores asturianos y gallegos que vinieron en esta época.
El sistema de los repartimientos seguía existiendo en este virreinato, pero los economistas borbónicos lo consideraban un sistema atrasado y perjudicial. Restringía el libre comercio en unidades estancas y había demasiados intermediarios innecesarios. Y corruptos en ocasiones. Por ello, el ministro José de Gálvez fue instalando las Intendencias de Hacienda, y promovió más la esclavitud africana que el trabajo indígena, siendo este tráfico de esclavos, el único comercio autorizado a los ingleses.
Finalmente, durante su gobierno, en 1780, comenzó la rebelión de Túpac Amaru II en el Perú. El virrey Vertiz se limitó a mandar tropas para ayudar al virrey peruano, pero también se tuvo que enfrentar a otras rebeliones similares, como la de Túpac Katari en la zona boliviana. De estos temas ya hablé anteriormente, así que no me detendré en ello. Continuemos con el siguiente virrey.
En 1784 comenzó a gobernar Nicolás del Campo, apodado Bicho Colorado por ser pelirrojo… y a este le siguió el cántabro Nicolás de Arredondo.
El virrey Arredondo es famoso por terminar de empedrar gran parte de las calles de Buenos Aires, por mejorar el puerto y las canalizaciones de agua, y por levantar las fortificaciones de Montevideo, además de crear consejos vecinales y varios cuerpos de policía.
En 1794 fundó el Consulado de Comercio de Buenos Aires, que funcionaba como un tribunal de comercio, y también protegió la industria ganadera local. El cuero, el sebo y la carne en salazón eran los productos que movían los resortes financieros del virreinato.
En estos años hubo algunos movimientos colonizadores en la Patagonia, creándose poblados como Carmen de Patagones, Candelaria, Puerto Deseado o Floridablanca, dedicados a la ganadería y a la pesca de ballenas y lobos marinos. El aceite y la piel de estos animales se convirtió en un buen negocio.
El siguiente virrey rioplatense fue Pedro Melo de Portugal, quien, a pesar de ser un noble de origen portugués, combatió el avance de Portugal por sus fronteras. La delimitación definitiva de las fronteras con Brasil fue encargada a Félix de Azara.
Azara fue un naturalista, cartógrafo y antropólogo nacido en Huesca que estudió también la flora, la fauna y las costumbres de las tribus del virreinato. Dicen que este tipo ya planteó el tema de la evolución de las especies antes que Darwin. De hecho, Azara aparece citado muchas veces en las obras del naturalista inglés.
En 1797, el virrey Melo estaba revisando las fortificaciones de Montevideo, se cayó del caballo y se partió el cráneo.
Volvemos al Virreinato de Nueva Granada, donde se volvió a liar parda. El virrey Manuel Antonio Flórez llegó al poder neogranadino, y le tocó gobernar en una época complicada.
¿Recordáis que vimos que, ante las protestas, se decidió reformar y bajar los impuestos? Pues bueno, debido a todo el tema de las guerras contra Inglaterra, llegó el Visitador Gutiérrez de Piñeres y ale, otra vez a recaudar. Subida de impuestos y monopolio de tabaco.
Esto provocó la Insurrección de los Comuneros de 1781, iniciada en la localidad de El Socorro, en Colombia. Parece ser que fue una anciana, que tenía una tienda de tabaco, la que agarró el edicto del gobierno y lo hizo trizas en una plaza. La gente se echó a la calle dirigidos por el regidor Francisco Berbeo, y la revolución se fue expandiendo por varias villas de la zona. Al final se reunieron como 20.000 tipos armados y pusieron rumbo a Bogotá.
Los comuneros impusieron 34 exigencias para su rendición, las Capitulaciones de Zipaquirá, y las autoridades aceptaron. Tras esto, los rebeldes se retiraron a sus casas. Al final algunos puntos se cumplieron y otros no, pero la cosa quedó en calma.
El único que no se rindió fue José Antonio Galán, y comenzó a arrasar las haciendas por las que pasaban él y su pequeño grupo compuesto por indígenas y negros. Permitió el botín y no vaciló en fusilar a los propietarios y a sus familias de las haciendas que asaltaba. Al final acabó traicionado, y él y muchos comuneros fueron perseguidos y ejecutados.
El Virrey Juan de Torrezar Díaz Pimienta no duró nada… y llegamos al cordobés Antonio Caballero y Góngora, nombrado en 1782, y gobernó 7 años.
Este era arzobispo en Santa Fe de Bogotá, y se le conoce como el arzobispo ilustrado, pues se interesó por el desarrollo de las ciencias y la creación de estudios generales científicos. Por supuesto, fue muy amigo de Celestino Mutis.
Reestructuró Hacienda, mejoró la red de hospitales públicos, creó una clínica para leprosos en Cartagena, y también una residencia para huérfanas, así como numerosas misiones religiosas de capuchinos, franciscanos y dominicos. Y llegó a la paz con la tribu de los miskito, en la zona de Nicaragua, y los ingleses que vivían por la zona se tuvieron que largar.
También vendió muchas de sus joyas y objetos de valor para atender a las víctimas del terremoto ocurrido en Cartagena de Indias en 1785.
En esta época vivió Antonio de la Torre y Miranda, conocido en Colombia como el “refundador de pueblos”, ya que creó mazo de villas en la provincia de Cartagena.
Desde el reinado de Carlos III en España, las ideas de la Ilustración fueron calando poco a poco en la población. Era un movimiento que buscaba mejorar la sociedad a través de la razón. Así nacieron ideales como la libertad, la igualdad, el progreso científico.
Muchos monarcas europeos apoyaron estas ideas, y todo parecía genial… hasta que cortaron la cabeza a uno de ellos. Ya sabéis, la revolución francesa, ocurrida en 1789. A partir de entonces los reyes se cerraron en banda e intentaron acabar con muchos de estos ideales.
Pero bueno, lo importante es saber que las ideas ilustradas no fueron un ente homogéneo, sino que variaban muchísimo. En el virreinato podríamos hablar de algunos personajes ilustrados.
Destaca Eugenio Espejo, un médico, abogado y escritor de origen mestizo, quien creó el primer periódico de Quito, y gracias a él, ayudó a difundir estos ideales. De todas formas, parece que el primer periódico del virreinato fue el Papel Periódico de Bogotá, dirigido por Manuel del Socorro Rodríguez.
Otro intelectual famoso es José Mejía Lequerica, nacido en Quito y quien acabó de diputado en las Cortes de Cádiz.
En 1789, el mismo año de la Revolución Francesa, fue nombrado virrey Francisco Gil de Taboada, que apenas duró unos meses en el gobierno neogranadino. Le sustituyó José Manuel de Ezpeleta, quien gobernó 8 años.
Este tipo fue amigo de Bernardo de Gálvez, del que ya hablé anteriormente, y los dos lucharon codo con codo en Norteamérica contra los británicos. Luego fue gobernador de Cuba, y en la Habana mandó construir el Palacio de los Capitanes Generales, hoy el museo de la ciudad.
Durante su mandato como virrey neogranadino se fundó el primer teatro de Bogotá, ubicado donde hoy está el Teatro Colón. Y también se instaló el palacio virreinal en una mansión del barrio de La Candelaria donde decían que había fantasmas.
El alcalde de la ciudad en aquel tiempo era un tipo llamado Antonio Nariño, y él y el virrey se llevaron bastante bien. Incluso animó a Nariño a participar en el incipiente periodismo colaborando en El Papel Periódico de Bogotá. El director de este periódico fue Manuel del Socorro, como ya dije, y también dirigió la Biblioteca Nacional y fue fundador de la primera tertulia ilustrada, la Tertulia Eutropélica. Pronto comenzaron a aparecer más de estas tertulias por todo el virreinato, y en ellas se hablaba de política internacional, cultura, ciencia… y asistían casi tantas damas como caballeros.
En 1793, Antonio Nariño realizó la primera traducción para América de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, una de las obras más importantes del movimiento ilustrado y revolucionario francés.
Esto le valió una condena en prisión que duró varios años, y luego será un personaje importante en la independencia de Colombia, pero eso ya lo veremos más adelante.
Tras Ezpeleta, en 1797, llegó el navarro Pedro Mendinueta, un tipo muy interesado en las investigaciones científicas del momento. Por ejemplo, recibió a los botánicos Alexander von Humboldt y a Aimé Bonpland, quienes estaban estudiando la flora y fauna de los virreinatos con permiso de la Corona.
Mendinueta también fundó la Sociedad Económica de Amigos del País (donde la élite criolla abogaba por libertad económica y comercial), y el periódico El Correo Curioso, que acercaba a todos los ciudadanos las novedades tecnológicas, informaciones económicas y también nuevas ideas políticas, sobre todo de rollo Ilustrado.
El problema es que, tras el estallido de la revolución francesa, todas estas ideas se empezaron a poner en el punto de mira, debido a la reacción absolutista.
Para acabar con el virreinato de Nueva Granada toca hablar del virrey Antonio José Amar y Borbón, nombrado en 1803, y duró en el cargo hasta 1810.
La Catedral de Santafé de Bogotá fue reconstruida durante los primeros años de su gobierno, ya que un terremoto la había dejado un poco en mal estado.
Este virrey tuvo que enfrentarse a los primeros movimientos de independencia, pero eso ya lo veremos en el siguiente capítulo.
Ahora pasemos a comentar uno de los hechos más importantes de estos años: la Expedición Balmis, o Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela, considerada la primera expedición sanitaria internacional de la historia, que ocurrió de 1803 a 1806.
Esta expedición, liderada por el médico alicantino Francisco Javier Balmis, tenía como objetivo que la vacuna de la viruela alcanzase todos los rincones del Imperio Español, ya que la alta letalidad de esta enfermedad, todos los años se cobraba la vida de muchos niños.
El rey Carlos IV, quien había perdido una hija a causa de esta enfermedad, aprobó y financió la expedición.
Llevar la vacuna a América y Filipinas suena muy fácil, pero no lo era en absoluto. La vacuna en sí no aguantaba más de 10 días. ¿Cómo iba a cruzar el mar, siendo éste un trayecto de más de un mes? Pues a Balmis se le ocurrió una idea muy loca, que funcionó.
A bordo del barco iría un grupo de 22 niños huérfanos no vacunados, y a dos de ellas se les inocularía el virus y se les separaría del resto. Tras unos días infectados, se les extraería líquido de sus pústulas para inoculárselo a los dos siguientes niños. Y así sucesivamente hasta llegar hasta Nueva Granada.
Los niños no morían de esta enfermedad porque esta infección se hacía de forma controlada.
Aunque bueno, uno de los 22 huérfanos murió durante el viaje por complicaciones.
Esta idea de la vacuna surgió del médico Edward Jenner, quien años antes se dio cuenta de que las ordeñadoras de un pueblo de Inglaterra eran inmunes a la viruela debido a que, por su trabajo, entraban en contacto con la viruela de la vaca, que era una variante menos letal. Jenner probó a inocularle las pústulas a un niño, y pasó la enfermedad de forma más leve. Llegó a la conclusión de que era capaz de inmunizar a la gente de esta enfermedad metiéndoles en el cuerpo una cantidad pequeña del virus. Por el tema de las vacas, a este procedimiento se le llamó “vacuna”.
De esta expedición también es famosa Isabel Zendal Gómez, rectora de un orfanato de La Coruña, que fue de donde partió la corbeta María Pita.
Y es considerada por la OMS como la primera enfermera de la historia en una misión internacional.
Finalmente destaca José Salvany y Lleopart, un médico cirujano que ayudó a Balmis.
Tras un mes de viaje, llegaron a Venezuela en mayo de 1804. Balmis entonces se dirigió hacia La Habana, Yucatán y Nueva España en general, siendo México donde se quedaron a vivir los huérfanos de la expedición.
Mientras tanto, Salvany se dedicó a vacunar a gente en Colombia, luego a Ecuador y Perú, donde se vacunaron miles de personas. Eso sí, esta expedición fue durísima y por el camino el propio Salvany acabó perdiendo un ojo y luego murió en 1810 en Cochabamba.
Finalmente llevaron la vacuna hasta Filipinas. Y también Balmis solicitó permiso a la Corona para llevar la vacuna a China de forma completamente altruista, y se le concedió, y se creó una junta de vacunación en Macao.
Ahora toca volver al Virreinato del Río de la Plata. El nuevo virrey en 1797 fue el leonés Antonio Olaguer Feliú.
Este fue durante unos años gobernador de Montevideo, y allí creó el Cuerpo de Blandengues de Montevideo, una unidad militar de caballería para luchar contra las incursiones portuguesas en la Banda Oriental.
Como virrey, se instaló en un palacio virreinal que estuvo situado justo donde hoy está la Casa Rosada, la sede presidencial de Argentina.
También creó el Protomedicato del Río de la Plata, una institución encargada de velar por la salud pública y la formación de médicos.
Y último virrey rioplatense de este siglo 18 fue Gabriel de Avilés y Fierro, quien suprimió las últimas encomiendas de los guaraníes que quedaban, les dio la libertad, y les adjudicó tierras y ganado.
Con los chiriguanos la cosa fue más complicada. A veces se resistían a ser evangelizados y a vivir en misiones… y otras salían de sus poblados pidiendo urgentemente evangelización. Curiosamente, esto último solía coincidir cuando había malas cosechas. Los jesuitas perdieron la paciencia al darse cuenta de que les estaban tomando el pelo, y les dejaron por imposibles. Los franciscanos que vinieron después, tampoco tuvieron mucho éxito.
Por cierto, el virrey Avilés también promovió la creación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil.
En 1801 fue nombrado virrey Joaquín del Pino, el primero del siglo 19.
Este cordobés había sido gobernador de Montevideo, presidente de la Audiencia de Chile y presidente de la Audiencia de Charcas.
De talante ilustrado, este Joaquín llevó a cabo muchas obras públicas sobre todo en Buenos Aires, como la ampliación del puerto y la construcción de la Recova de Buenos Aires, la primera galería comercial de la ciudad. Su arquitecto fue Juan Bautista Segismundo, quien construiría también el Convento de San Lorenzo.
El virrey del Pino nombró como gobernador de Misiones a Santiago de Liniers, un militar de origen francés, y este decidió meterse en guerra con Portugal para recuperar los Siete Pueblos de las Misiones Orientales, de las que ya hablé con anterioridad.
Este ataque lo realizó aprovechando como excusa la Guerra de las Naranjas de 1801. Esta guerra comenzó porque Napoleón quería obligar a Portugal a que cerrara los puertos a los ingleses, pero no quiso, y el francés se alió con España contra ellos.
El ataque de Liniers no contó con la aprobación del virrey y acabó destituyéndolo, y España perdió definitivamente las misiones del Guayrá.
El siguiente virrey rioplatense fue Rafael de Sobremonte, quien comenzó a gobernar en 1804.
¿Y qué comenzó también en 1804? Pues la llamada 9ª Guerra Anglo-Española, una guerra enclavada dentro de las Guerras Napoleónicas.
Entre los años 1806 y 1807, el Imperio Británico trató de invadir el virreinato del Río de la Plata en dos ocasiones, con el objetivo de anexarlo y destruir al Imperio Español, y ambas intentonas acabaron en fracaso.
La 1ª invasión ocurrió en 1806. Una flota británica liderada por William Carr Beresford y el comodoro Home Popham desembarcó y logró ocupar la ciudad de Buenos Aires, la capital del virreinato. Los porteños, los habitantes de Buenos Aires, se quedaron flipando. A unos les pareció bien, porque se iba a liberalizar el comercio, y a otros les pareció mal, porque podían perder sus privilegios y monopolios.
El virrey Sobremonte huyó de allí y se refugió en Córdoba, y esto fue visto como un acto de cobardía por muchos, y su popularidad se desplomó. Además, la ciudad contaba con pocos efectivos y fueron muy mal organizados. Un desastre, vamos. Por suerte, el virrey sí que había sacado el tesoro de allí, y muchas familias ricas mandaron lejos sus riquezas. Eso cabreó a Beresford, quien buscaba algo de riqueza que rapiñar.
Tras más de dos meses de ocupación inglesa, el militar Santiago de Liniers decidió coger a 500 hombres y tratar de liberar la ciudad de forma casi suicida. Parece que el tipo estaba bastante deprimido porque en un naufragio había perdido a su mujer y al hijo que esperaban.
El caso es que Liniers logró recuperar la ciudad y echar a los británicos aprovechando una sudestada, una especie de temporal de viento muy frío que ocurre en esa zona de vez en cuando. Este hecho fue denominado la Reconquista, y Liniers se convirtió en todo un héroe; tanto que acabaría siendo nombrado virrey interino.
También destaca el alavés Martín de Álzaga, quien desde la misma Buenos Aires logró hostigar a las tropas británicas, y acabó como alcalde de esta ciudad.
Es importante saber que aquí nació el Cuerpo de Patricios, una unidad militar integrada por voluntarios de infantería nacidos en Buenos Aires.
Pocos meses después, ya en 1807, tuvo lugar la 2ª invasión de los ingleses, conocida como La Defensa. En esta ocasión, las tropas inglesas al mando del general Whitelocke lograron conquistar la ciudad de Montevideo, y fueron a dar el salto a Buenos Aires. Rodearon a los soldados de Liniers, aunque los porteños, dirigidos por Álzaga, cercaron a los británicos por las estrechas calles de la ciudad.
Las fuerzas defensoras de Buenos Aires, compuestas por tropas regulares y milicias urbanas, es decir, gente armada con lo que encontraba porai, lograron impedir la toma de la ciudad por parte de los británicos, que tuvieron que salir por patas.
Tras estas invasiones, como ya dije, Santiago de Liniers y Bremont fue nombrado nuevo Virrey del Río de la Plata ya de forma oficial.
El gobierno de Liniers parecía ir bien, pero acabó acusado de nepotismo, cohecho, y los nobles se escandalizaron cuando comenzó un romance con una mauriciana de origen francés apodada la Perichona.
Al año siguiente, en 1808, las tropas de Napoleón invadieron España, y a partir de aquí comenzaron los movimientos de independencia de los virreinatos americanos.