La siguiente historia tiene lugar entre el año 1700 y el 1800 d.C.
En este capítulo vamos a conocer qué ocurrió en el Virreinato de Nueva España durante el siglo 18.
Este siglo 18 se caracterizó por una gran expansión por los territorios del norte, el auge del movimiento ilustrado, nuevos avances científicos y, sobre todo, por el surgimiento de las pelucas horteras, moda que introducirían los Borbones.
Estos Borbones, los nuevos reyes de España, comenzarían a reformar un montón de movidas en América, con el objetivo de renovar la economía y reforzar el control imperial.
El 1º virrey de este periodo fue Juan de Ortega Montañés, arzobispo de México desde 1700 y quien volvió a ser virrey interino de Nueva España entre 1701 y 1702.
Lo único famoso de su añito de reinado fue la Batalla de Rande, o Batalla de Vigo, de 1702. Resulta que Montañés envió a España una flota llena de tesoros, pero al llegar a Galicia, los barcos fueron atacados por una flota anglo-neerlandesa, la cual, acabó hundiendo los barcos y toda su preciada carga.
Unos dicen que los tesoros de los barcos de Rande ya habían sido descargados antes de la batalla y que llegaron a salvo a Madrid, pero existe el mito de que siguen hundidos en cerca de la costa.
Es importante recordar que esto ocurrió en el contexto de la Guerra de Sucesión Española, que como ya dije, enfrentó a los borbones de Felipe V, apoyados por Francia principalmente, contra una coalición liderada por Austria, el Sacro Imperio, Prusia, Gran Bretaña, Aragón y Provincias Unidas de los Países Bajos.
Dentro de esta guerra está la Guerra de la Reina Ana, que enfrentó a Inglaterra y Francia por el control de América del Norte, y en ella, los colonos británicos también se enfrentaron a los españoles del norte de la Florida, donde fueron destruidas un montón de misiones.
Un poco antes ocurrió el caso de los Mártires de Cajonos. Resulta que, en septiembre de 1700, dos fiscales indígenas llamados Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles descubrieron a un grupo de personas realizando un ritual pagano en San Francisco Cajonos, en Oaxaca. Lo denunciaron y confiscaron sus ofrendas.
Este grupo de indígenas se enfadó tanto que los fiscales y varias de las autoridades locales se tuvieron que refugiar en un convento para escapar de su ira. La única opción de salir bien parados era que los fiscales se entregasen y fueran castigados por los líderes de aquella comunidad indígena. Les azotaron, intentaron hacer que renegaran de su fe católica, y finalmente acabaron ejecutados a machetazos. Luego dos de los verdugos se bebieron su sangre.
Estos mártires de Cajonos fueron beatificados siglos después por el papa Juan Pablo II.
El siguiente virrey fue Francisco Fernández de la Cueva y de la Cueva. Le gustaban mucho las cuevas, por lo que se ve.
Fue duque de Alburquerque, y en su honor se fundó la ciudad de Albuquerque, en Nuevo México. Esta nueva población pudo sobrevivir a los ataques de los indios comanche gracias a una alianza entre su alcalde y fundador, Francisco Cuervo, y los nativos de la tribu Pueblo.
Fue este virrey quien empezó a introducir en los virreinatos las modas europeas de estilo afrancesado. En los uniformes empezó a predominar el azul y el rojo. También, que los virreyes vistieran de negro era un poco tétrico, así que eso iba a cambiar. Ahora habría casacas de colores vivos, con adornitos, bordados de oro y plata, muebles de lujo, vajillas exóticas, y sobre todo, peluquines horteras.
El gran problema al que se tuvo que enfrentar el “doble cuevas” fue el bandolerismo. Una plaga de ladrones estaba constantemente asaltando e interrumpiendo el tráfico de mercancías. Fue un problema tan gordo que el virrey tuvo vía libre para cazar a esta gente y ejecutarles in situ, y colgarles por los caminos como advertencia. Es famoso el Tribunal de La Acordada, un tribunal de justicia especial para enjuiciar a este tipo de criminales más rapidito, sin necesidad de consultar a la Sala del Crimen, el juzgado encargado de este tipo de delitos.
Tras dejar su cargo en 1710, el rey le concedió el collar de la Orden del Toisón de Oro, siendo el primer virrey con tal condecoración. El puesto de virrey fue a parar a Fernando de Alencastre Noroña y Silva, de origen medio portugués medio inglés, pero nacido en Madrid.
Fernando de Alencastre fundó una colonia en Nuevo León, la de San Felipe de Linares, actual Linares, ya que él era el duque de Linares.
También organizó dos expediciones a Texas, donde fueron establecidas unas cuantas misiones religiosas.
También fundó nuevas poblaciones por lo que es Nuevo México y también a lo largo de la costa de California.
Durante su reinado tuvo lugar la primera ópera del continente americano. En mayo de 1711 se representó en el Palacio Virreinal de Ciudad de México La Parténope, con música de Manuel de Zumaya. Manuel de Zumaya, por cierto, está considerado como el más famoso de los compositores novohispanos, y el más prolífico del barroco musical en América.
También este virrey creó la primera Biblioteca pública de Nueva España.
Le pidieron que cerrara El Baratillo, una especie de mercadillo en Ciudad de México donde se vendían muchas cosas robadas. Sin embargo, este virrey decidió mirar hacia otro lado y dejarlo, porque allí mucha gente pobre podía obtener productos a bajo precio.
En Europa, el emperador germano Leopoldo I murió en 1705, y quien pasó a reclamar el trono español fue su hijo, el archiduque de Austria Carlos VI de Habsburgo. Tras unos años más de lucha en el Viejo Mundo, en 1713, la Guerra de Sucesión Española acabó con la Paz de Utrecht.
El ganador de este juego de tronos fue el Borbón Felipe V, quien se convirtió oficialmente en el rey de España. Y Francia, también gobernada por un Borbón, Luis XIV, se convirtió en aliada. Por su parte, Inglaterra, a modo de compensación, obtuvo el Asiento de Negros, es decir, el monopolio sobre el comercio de esclavos desde África a la América Hispánica. Inglaterra tendría derecho a traficar con 5000 esclavos negros durante un periodo de 30 años.
También se le concedió el derecho al Navío de Permiso, por el cual España autorizaba a Inglaterra a enviar un barco al año con una capacidad de carga de 500 toneladas para comerciar con los virreinatos españoles.
El siguiente virrey de Nueva España fue Baltasar de Zúñiga. Llegó a Nueva España en 1716 en una nave llamada La Hermiona. Que yo sepa nunca hubo una nave llamada La Harrypota, pero Ron sí que había mucho en las bodegas.
Como curiosidad, este fue el 1º virrey soltero que tuvo Nueva España. A este tipo no le interesaban las mujeres, solo organizar, administrar territorios y tener contento a su rey.
Aquí empezaron las famosas reformas borbónicas, las cuales fueron poco a poco cambiando la organización y administración de los virreinatos, más al estilo francés.
Por ejemplo, desde 1714, sería la Secretaría de Marina e Indias la que se ocuparía del control virreinal desde la península, mientras que el Consejo de Indias quedó como un órgano consultivo y tribunal de justicia y fue perdiendo poder. Y también la Casa de Contratación se trasladó a Cádiz.
Nuevos cambios se introdujeron en los virreinatos para agilizar la burocracia, mejorar la defensa y combatir la corrupción, así como para reducir el creciente poder de la clase criolla.
Por cierto, este virrey Zúñiga mandó construir el Templo de Corpus Christi, en Ciudad de México, un convento de monjas clarisas para residencia de mujeres indígenas de la aristocracia.
Un problema que Felipe V vio fue que el Virreinato del Perú era gigante y complicado de manejar. El virrey lo tenía complicado para imponer la ley en muchas zonas alejadas de lo que es el Perú en sí, por lo que se creó un nuevo virreinato, el Virreinato de Nueva Granada, pero esto lo veremos en detalle en el siguiente episodio.
En el ámbito económico, la Corona ordenó establecer un monopolio de tabaco tanto en Cuba como en México, haciendo desaparecer a las fábricas privadas que anteriormente fabricaban este producto. Esto significó más dinerito fresco para las arcas españolas, que estaban vacías tras todos los gastos de la guerra. Y también significó muchas protestas de comerciantes y cultivadores, pero fueron reprimidas.
En 1709, en Costa Rica, ocurrió la rebelión de Pablo Presbere, un rey indígena de la zona de Talamanca. Pablo y sus guerreros asaltaron el pueblo de San Bartolomé de Urinama y mataron a varias personas. Pronto las tropas españolas pusieron orden y ejecutaron a Pablo, aunque gran parte de los nativos huyeron y pudieron vivir más o menos tranquilos.
En agosto de 1712 estalló en Cancuc, Chiapas, sujeta a la Audiencia de Guatemala, la Rebelión de Los Zendales. Fue una rebelión india causada por impuestos y agravios varios causados por una crisis agrícola en la zona.
Pero pronto se mezclaron tintes religiosos, y es que una nativa zendal de nombre María López dijo que la Virgen de la Candelaria le había ordenado luchar contra los opresores. Y ella y los llamados soldados de la Virgen empezaron a cargarse gente poderosa de los pueblos de la zona.
Tras meses de luchas, las tropas españolas lograron controlar la situación. Y los líderes de la revuelta fueron ejecutados.
En Europa, el rey Felipe V intentó recuperar las posesiones de España en Italia en la Guerra de la Cuádruple Alianza, entre 1717 y 1720. Aquí básicamente España se enfrentó contra toda Europa: Francia, el Sacro Imperio, Gran Bretaña, Países Bajos… Esto es importante porque este conflicto repercutió en América con alguna que otra batalla.
Por ejemplo, los ingleses se hicieron con el control de las Islas Lucayas, ahora conocidas como las Bahamas. El lugar ya llevaba tiempo convertido en una república piratesca, con capital en Nassau. Woodes Rogers fue su primer gobernador.
El virrey se enteró de que la situación en las misiones de Texas era cada vez más jodida. Los franceses se estaban asentando en La Luisiana y habían fundado Nueva Orleans. Desde allí se dedicaban a hostigar a tribus nativas, como comanches, pawnies o kansas, y los lanzaban contra las fronteras novohispanas.
Esto se tradujo en nuevos choques violentos, pueblos y campos arrasados, y hambre, mucha hambre. Baltasar ordenó socorrer la región, y envió nuevas animales y semillas para cultivos, e hizo que enseñaran a los nativos la agricultura y la cría de ganado, para que pudieran abastecerse por ellos mismos y se pacificaran un poco. Y también creó puestos defensivos por la zona para evitar la invasión de los franceses, quienes estaban avanzando a un ritmo preocupante.
Destaca la fundación del presidio de San Antonio de Béjar, que luego se convertiría en la actual ciudad de San Antonio, en Texas. Cerca de allí se construyó la misión de San Antonio de Valero, fundada por fray Antonio de San Buenaventura, que más tarde se convertiría en el famoso Fuerte de El Álamo.
Otro que se construyó fue el Presidio de La Bahía, o de Nuestra señora de Loreto de la Bahía, en Goliad, Texas.
En Florida continuaba la colonización, siempre anteponiendo los métodos pacíficos. Repitieron un método que funcionaba muy bien. Por ejemplo, en 1717, al cacique Tixjana lo invitaron a visitar Ciudad de México. El nativo quedó tan impresionado que cedió a las tentaciones de la civilización y accedió a ser bautizado y a someterse a la autoridad del rey de España.
Eso sí, poco después, en 1719, los colonos de La Luisiana lograron hacerse con el control de Pensacola, que no pudo ser recuperada hasta unos años después.
Sin embargo, este método no funcionó con los nativos que todavía vivían en las montañas de Nayarit, liderados por Tonati, rey de Xécora. A cambio de someterse al poder español de forma pacífica, el virrey les prometió cederle privilegios, exención de impuestos, y el tráfico de sal de la zona. A Tonati le parecía todo bien menos lo de convertirse al cristianismo, y querían seguir adorando al Sol. Tras varios desencuentros más comenzó la Guerra del Nayar en 1722. Es famosa la Batalla de la Mesa del Nayar, que puso fin a esta guerra con victoria española, y Tonati acabó preso, aunque tiempo después acabó bautizado junto a toda su familia.
En 1720 acabó la Guerra de la Cuádruple Alianza. España perdió Italia, pero sus enemigos sufrieron muchísimas bajas. Pero bueno, llegó la paz entre todas estas potencias, y con ello hubo algo de calma en los siguientes años.
El siguiente virrey fue Juan Vázquez de Acuña y Bejarano, marqués de Casa Fuerte, nacido en Lima, y gobernó el virreinato novohispano durante doce años, hasta 1734, en uno de los periodos más pacíficos que vivió Nueva España.
La llegada de este señor, en octubre de 1722, coincidió con la publicación del primer periódico impreso de México: La Gaceta de México, fundado por Juan Ignacio María de Castorena Ursúa y Goyeneche, considerado el primer periodista de Hispanoamérica.
Este virrey fomentó mucho las obras públicas, y construyó unos cuantos edificios importantes. El Edificio de la Aduana, la Colegiata de Guadalupe… y restauró la Casa de Moneda de México.
También se mejoró el Paseo y Canal de la Viga, un camino con vía fluvial muy usado por los comerciantes de Xochimilco y Chalco para llegar rápidamente a los mercados de Ciudad de México.
Para mejorar la economía de Nueva España, simplificó la burocracia, liberalizó el comercio entre Acapulco y Lima y fomentó la conexión con Filipinas.
Acuña tuvo que enfrentarse a más piratas ingleses que querían asentarse en las costas de Honduras y de Centroamérica en general.
Fue allí con su flota y se lio a cañonazos con ellos, obligándoles a retirarse. Gracias a la intervención del gobernador de Yucatán, Antonio de Figueroa, los españoles pudieron expulsar a algunos de Belice, territorio que llevaba años convertido en una base pirata.
Por otro lado, como ya conté, los ingleses lograron establecer algunas colonias en la Isla de Jamaica, pero entre 1728 y 1740 tuvieron que enfrentarse a los cimarrores que andaban sueltos por la isla en la 1ª Guerra Cimarrón. Fueron años de guerra de guerrillas que hicieron que los ingleses tuvieran que firmar tratados de paz con los cimarrones rebeldes para dejar seguir teniendo bajas.
El nuevo virrey fue Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, también arzobispo de México, quien financió la construcción del Palacio Arzobispal de México y otros edificios religiosos por todo México.
El hecho más importante de su gobierno fue la Epidemia de Matlazáhuatl, de 1737. Fue un brote epidémico de no se sabe bien qué fue, quizás tifus, peste o quizás alguna enfermedad americana desconocida. Fue una de las epidemias más mortíferas de la historia del virreinato novohispano, y se llevó la vida de miles de personas.
Tras la epidemia se tomaron más medidas profilácticas, como la de trasladar los basureros a las afueras de los grandes núcleos de población, así como los cementerios, mejorar los hospitales…
También se puso mucho esfuerzo en eliminar las acequias en las que se acumulaba el agua estancada, y también se tomaron medidas para evitar el hacinamiento de trabajadores en un mismo edificio.
De 1737 se cuenta la historia de un tal Agustín Ascuchul, un tipo que decía que había sido nombrado profeta por el espíritu de Moctezuma. Unos 5000 nativos decidieron abandonar sus hogares y seguirle por el desierto de Sonora en busca de un lugar donde adorar a su nuevo dios. El gobernador de Sonora, Juan Bautista de Anza I decidió cortar el problema de raíz y ahorcó al tal Ascuchul. Sus seguidores, al ver que los españoles no se convirtieron en piedras, como había profetizado Ascuchul, se volvieron pa casa.
Pedro de Castro fue elegido virrey en 1740, pero no duró nada y murió. Así, el virrey nº40 de Nueva España fue Pedro de Cebrián y Agustín.
Durante su mandato, un tipo de origen italiano llamado Lorenzo Boturini se dedicó a investigar las culturas del antiguo México a la par que promovía el culto a Nuestra Señora de Guadalupe por sobrevivir a un naufragio.
El tipo llegó a tener una especie de museo o colección de objetos históricos, entre los que destaca el famoso Códice de Boturini, o Tira de la Peregrinación, que contaba el mito del origen de los pueblos náhuatl. En fin, que Boturini poseía muchos códices antiguos y muchos objetos de valor de culturas mesoaméricanas.
El virrey Cebrián se lo confiscó todo y ordenó depositar todos aquellos objetos a buen recaudo, en una oficina de la secretaría del virreinato. Esto se hizo para que no acabaran en manos privadas y siendo vendidas al mejor postor.
El problema es que, tiempo después, algunos de esos objetos desaparecieron. Dicen que alguien entró al almacén un buen día y se llevó unos cuantos, pero no se supo nunca quién fue el ladrón. Afortunadamente, la mayor parte de la colección quedó intacta y todo esto pudo ser estudiado por historiadores y naturalistas como Alexander von Humboldt, quien visitó Nueva España a finales de siglo.
Entre 1740 y 1748, España se volvió a meter en guerra con Inglaterra en la Guerra de Sucesión Austriaca, y dentro de esta guerra encontramos la Guerra del Asiento, también conocida como Guerra de la Oreja de Jenkins, una guerra en la que Inglaterra lanzó diferentes ataques corsarios a los virreinatos, destacando la Gran Armada de Vernon.
De este conflicto es famoso Blas de Lezo, pero su historia la contaré en el siguiente capítulo, porque ocurrió en el sur, en Cartagena de Indias.
Lo que sí que puedo contar ahora son las múltiples batallas en las que participó El Glorioso, o el buque San Ignacio de Loyola.
Os cuento: En 1747, el capitán de este barco, el cordobés Pedro Mesía de la Cerda, tenía la importante tarea de transportar una cantidad inmensa de oro, plata y otros tesoros desde Veracruz hasta España.
Sin embargo, los británicos se lo iban a poner complicado. El Glorioso iba solo, sin ningún tipo de apoyo, y dos barcos ingleses decidieron atacarlo a la altura de las Azores. Los dos acabaron hundidos gracias a la habilidad militar de Pedro Mesía y sus marineros.
Una vez en la costa gallega, el Glorioso se tuvo que enfrentar al asalto de otros tres barcos ingleses. En una maniobra arriesgadísima de Mesía, estos tres enemigos quedaron hechos trizas.
Dos días después, el Glorioso pudo atracar en su puerto de destino, Corcubión, donde entregó el tesoro y completó la misión. Sin embargo, los británicos querían venganza, y cuando el Glorioso volvió a zarpar rumbo a Cádiz, se topó de frente con 4 fragatas dirigidas por el comodoro George Walker.
El Glorioso logró hundir varios de sus barcos, pero estaba ya bastante dañado. El capitán español no dejó de cañonear a los británicos hasta que se acabó la pólvora, y entonces fueron acorralados y tuvieron que rendirse.
Al final, el Glorioso quedó hecho bastante mierda, y los ingleses lo llevaron a Inglaterra para ser desguazado. Por su parte, Pedro Mesía fue liberado y acabó siendo virrey en Nueva Granada.
Otro episodio de la Guerra del Asiento que puedo contaros fue el Asedio de San Agustín de 1740. Esta era la capital colonial de la Florida española. El gobernador británico de Georgia, fundador de este estado, James Edward Oglethorpe, decidió enviar un ejército de 1000 soldados y una flota de 8 naves contra el fuerte.
El inglés atacó primero el Fuerte Mosé, un poco al norte de San Agustín, que era defendido por 100 soldados de raza negra.
Y es que resulta que muchos negros esclavos de las colonias británicas que trabajaban en plantaciones de algodón, huían a la frontera de Florida y eran acogidos por los españoles. Esto fue posible gracias a una real cédula de Carlos II, que decía que los que lograran cruzar la frontera eran automáticamente libres. Así, este lugar se convirtió en un santuario para esclavos africanos que estaban hartos de los británicos y que querían huir de su régimen.
Es verdad que en el Imperio Español también había esclavismo africano, pero las leyes eran muchísimo más laxas que las británicas, pues podían comprar su libertad, tener pertenencias privadas, casarse, defender sus derechos ante tribunales etc. Y, de hecho, muchos de estos antiguos esclavos acabaron ocupando altos cargos militares en el bando español. Uno de los más famosos fue Francisco Menéndez, quien fue capitán durante la defensa del Fuerte Mosé. Menéndez había sido esclavo en las plantaciones de Carolina del Sur y logró llegar hasta La Florida.
A pesar de su defensa, Mosé cayó en poder británico, y estas tropas se quedaron allí descansando para pronto marchar hacia San Agustín.
El gobernador de la Florida, Manuel de Montiano, junto con la población civil, se refugió tras las murallas del Castillo de San Marcos, la principal estructura defensiva de San Agustín. Y mientras tanto, envió a sus tropas por la noche para recapturar Mosé. Y la estrategia tuvo éxito. Los británicos tuvieron que retirarse ante el fracaso de la incursión y volver a Georgia.
Más tarde, Montiano intentó incursionar en Georgia, pero fue derrotado en la Batalla del Pantano Sangriento, de 1742. Luego los británicos trataron de invadir Cuba, sin éxito.
Por otro lado, Francisco Menéndez siguió luchando contra los británicos en el mar, pero acabó capturado y vuelto a esclavizar. Sin embargo, los españoles lograron rescatarlo y volvió a liderar la comunidad de negros libertos de Mosé.
El cántabro Juan Francisco de Güemes y Horcasitas fue virrey durante más de una década, de 1746 a 1755.
Ya había sido capitán general en La Habana, defendiendo la isla de Cuba de los ataques ingleses. Por cierto, por esa época, ya se estaba construyendo la Catedral de La Habana.
Su llegada al poder de México coincidió con la muerte de rey Felipe V y la proclamación de Fernando VI.
Güemes tuvo fama de gobernante eficaz y reformador, y durante su reinado dejó un superávit de dinero en la Hacienda, y abundancia de alimentos y mercancías en los almacenes de provisiones. Ayudó que, durante su gobierno, el nativo José Barranco encontrase la mina de la villa de Bolaños, en Jalisco.
A partir de 1746, Güemes fomentó la colonización efectiva de la nueva provincia de Nuevo Santander, lo que hoy es Tamaulipas, y su primer gobernador fue el coronel José de Escandón, quien organizó y estableció diversas poblaciones por la zona con colonos novohispanos e indígenas. Algunas poblaciones de allí tuvieron nombres de la provincia española de Cantabria, como Santillana, Reinosa, Laredo, Altamira o la misma Santander, hoy llamada Santander Jiménez. Como curiosidad, este virrey Güemes era de Reinosa, en Cantabria.
También, este virrey, continuó con la colonización de California.
Mientras tanto, en Sonora estallaba una rebelión de indios Pima, y para sofocarla, el virrey construyó una serie de presidios en las zonas de Altar y Tubac.
Uno famoso es el de Horcasitas, de 1755, para controlar las incursiones de indios apache, y que luego daría origen a la población de San Miguel de Horcasitas.
En 1755 le tocó gobernar el virreinato de Nueva España a Agustín de Ahumada y Villalón.
Durante su gobierno se nombró oficialmente a la Virgen de Guadalupe como patrona de Nueva España.
También continuó con las obras de desagüe del Valle de México, que iban lentas, y se encontraron dos nuevas minas: La Iguana y la Voladora, ambas en Nuevo León.
Por toda la frontera norte se creó una línea defensiva compuesta por unos 40 presidios, que sirvieron para mantener a raya tanto a franceses como a indios. Algunos fuertes funcionaron mejor que otros, ya que, en esos años, los indios comanche se dedicaron a atacar diferentes asentamientos españoles en Texas, sitiando San Antonio de Béjar.
De aquí es importante hablar de los Dragones de Cuera, las tropas defensivas de estas fronteras. Su nombre viene de la cuera que llevaban, es decir, un abrigo largo sin mangas. Tenía varias capas de piel y era resistente a las flechas de los indios enemigos. Entre su equipamiento había fusiles, pistolas, lanzas y espadas, así como un escudo.
Por cierto, en Europa, entre 1756 y 1763, tuvo lugar la Guerra de los 7 Años. En este conflicto, casi todas las potencias europeas se enfrentaron entre sí por el control de Silesia, América de Norte y la India. Podríamos considerar a esta guerra la 1ª Guerra Mundial, porque tuvo un alcance bastante potente.
A mitad de este conflicto, Fernando VI murió y el trono de España fue para Carlos III.
En septiembre de 1759, una serie de terremotos provocó el nacimiento del Volcán de Jorullo, en Michoacán, que estuvo activo los siguientes 15 años. Esa zona estaba llena de ranchos, campos agrícolas y pueblos, y el virrey tuvo que reubicar a los afectados, en su mayoría indígenas.
Al año siguiente, este virrey murió enfermo, y le sustituyó el gobernador de Cuba Francisco Antonio Cajigal, que duró solo 5 meses. Le siguió el valenciano Joaquín de Montserrat, y éste ya duró unos 6 años.
Durante la Guerra de los 7 Años, los ingleses enviaron una gran armada a Cuba y, tras un largo asedio, en 1762, lograron tomar la isla. Durante el asedio de la Habana murió el comandante Luis Vicente de Velasco, quien nació en Noja, Cantabria, donde yo veraneaba de pequeño.
A pesar de esta conquista, al año siguiente, con el fin de la guerra, los españoles la recuperaron, canjeándola por La Florida, que pasó a manos inglesas.
Para evitar que los británicos volvieran a lograr algo así, se construyó la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, en La Habana, la mayor fortaleza española en el Nuevo Mundo. Al otro lado encontramos la Fortaleza de San Salvador de la Punta. Y también, en los astilleros de la Habana, los más potentes de la época, se creó el Santísima Trinidad, o El Escorial de los Mares, el mayor navío de su tiempo, con 140 cañones y de los únicos buques con cuatro puentes del mundo, es decir, 4 pisos.
En Veracruz, este virrey ordenó la construcción de la Fortaleza de San Carlos de Perote.
Ese mismo año, 1762, ocurrió la Batalla de Manila, en la que los ingleses ocuparon Manila, la capital de las Islas Filipinas. La ocupación solo duró unos meses y también acabaron devolviéndola.
Otra batalla que también tuvo lugar ese año fue la Batalla por el Río San Juan de Nicaragua. Y es que resulta que los británicos seguían emperrados en intentar establecer colonias en Centroamérica. Los ingleses fueron apoyados por los indios miskito, mientras que los españoles contaban con el apoyo de otras tribus locales centroamericanas.
De aquí es famosa Rafaela Herrera, una mujer criolla de 19 años que defendió el Castillo de la Inmaculada Concepción a cañonazos. Al final los españoles lograron vencer a los británicos y echarles de la zona.
En 1763 la Guerra de los 7 Años acabó. La victoria fue para Inglaterra, y ésta pudo hacerse con el control de gran parte del este de Norteamérica, incluyendo la Florida, y expulsando de forma definitiva y fulminante a los franceses, quienes perdieron gran parte de su imperio colonial. La parte oeste de La Luisiana, incluida su capital, Nueva Orleans, fue para España, quedando integrada dentro de la Monarquía Hispánica. El río Misisipi se convirtió en la frontera entre España y las colonias británicas en Norteamérica.
Eso sí, hay que aclarar que todo este vasto territorio de Estados Unidos integrado en la Monarquía Hispánica era más bien una reclamación, ya que el control efectivo sobre él era bastante escaso. Más allá de las misiones que se fueron asentando en territorio de los nativos americanos.
Por ejemplo, este es el territorio de Nutca, que iba desde Oregón hasta Alaska. Era uno de los reclamos de España, y allí se lanzaron varias expediciones.
Destaca la del mallorquín Juan José Pérez Hernández, quien llegó hasta la isla de Lángara en 1774 y estableció contacto con los nativos haida y tlingit. También son famosos el bilbaíno Bruno de Heceta, y el limeño Juan Francisco de la Bodega y Quadra, siento éste último el primero en llegar a Sitka, en Alaska, en 1775, y es considerado el descubridor de Alaska.
Finalmente, en 1789, el oficial naval Esteban José Martínez construyó el Fuerte de San Miguel en la bahía de Nutca y al lado el Fuerte de Santa Cruz de Nutca, junto a la Isla de Vancouver, en la Columbia Británica. Desde este fuerte se lanzarían expediciones hacia más al norte.
Luego el fuerte sería ocupado por la Compañía de Voluntarios Catalanes hasta 1795, cuando fue abandonado, ya que el inicio de las guerras napoleónicas echó al traste cualquier intento de colonización. Estados Unidos compró los derechos de esas tierras en 1794 y así comenzó el tema de la conquista del Salvaje Oeste, pero eso es otra historia.
El nuevo gobernador de La Luisiana, Antonio de Ulloa, tuvo bastantes problemas para asentar población española allí, ya que despertó las iras de muchos colonos franceses. En 1768, estos lograron expulsarle del territorio. Sin embargo, el nuevo gobernador español, el irlandés Alejandro O’Reilly, consiguió entrar con éxito en Nueva Orleans y recuperar parte de esta Luisiana.
En 1765, un malagueño de orígenes humildes de nombre José de Gálvez y Gallardo, fue nombrado Visitador de Nueva España por el rey Carlos III. Este cargo era como un supervisor de muy alto rango, encargado de que los virreyes y otros funcionarios cumplieran la ley. Permanecería en este puesto durante más de 20 años y pondría en marcha multitud de reformas para modernizar Nueva España. Redujo funcionarios, modificó impuestos, e incluso metió mano en atribuciones que correspondían al virrey.
El virrey Montserrat obviamente se quejó, y el poderoso Gálvez logró que le destituyeran. Al año siguiente llegó a Nueva España un nuevo virrey: Carlos Francisco de Croix, con el que Gálvez se llevó muy bien. Eso sí, le tocó la mala suerte de tener que enfrentarse a una de las épocas más convulsas del virreinato.
En 1767, el rey Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas de todos los territorios de la Monarquía Hispánica. La razón fue que este grupo de religiosos fueron acusados de instigar el Motín de Esquilache, una revuelta popular masiva ocurrida en Madrid el año anterior.
Los Borbones presionaron mucho al papado de esa época para que firmaran la expulsión, ya que decían que los jesuitas difundían ideas ilustradas y pretendían derrocar monarcas absolutos, y que además tenían mucha pasta y gran influencia. Se dice que llegaron a poseer 1/3 de las propiedades inmobiliarias de los virreinatos. Portugal y Francia fueron los primeros reinos en expulsarles, y España les siguió, como ya dije, en 1767.
El problema es que esta orden era muy querida por las clases populares, y se produjeron algunas rebeliones, como en San Luis de la Paz, Potosí, Guanajuato, Guadalcázar y Valladolid. Gálvez solucionó el problema ahorcando a los cabecillas.
En América, los jesuitas tenían bajo su control muchas misiones en Las Californias, que pasaron a la orden de los franciscanos, encabezados por el mallorquín fray Junípero Serra.
A estos misioneros se les dijo que tenían que ir intensificando el proceso colonizador, pues por el este venían los franceses, y por el norte, se acercaba peligrosamente la expedición rusa de Vitus Bering. Este Vitus había descubierto el estrecho que lleva su apellido, el de Bering, y dio el salto a América hacia 1741.
Junípero y el militar Gaspar de Portolá fundaron en 1769 la misión de San Diego de Alcalá, origen de lo que hoy es San Diego, en Estados Unidos. Luego se dirigieron más al norte y fueron creando otras nuevas poblaciones y misiones, como la de San Carlos de Borromeo o la de San Gabriel Arcángel, dentro de lo que hoy es Los Ángeles. En 1776, fray Francisco Palou fundó la Misión de San Francisco de Asís, o Misión de Dolores, la futura San Francisco. Mientras el capitán José Joaquín Moraga fundaba el Presidio Real de San Francisco.
Todas estas misiones fueron construidas siguiendo una ruta, el Camino Real.
Básicamente lo que hacían era levantar una capilla, unas chozas, y esperar a que los nativos se acercaran curiosos; establecer amistad con ellos, y hacer que se asentaran allí para enseñarles agricultura, ganadería, y artesanías como costura, carpintería, albañilería o herrería. Y sobre todo les enseñaban la fe en Cristo.
De la Misión de San Juan Capistrano parece que salieron buenos herreros indígenas, como puede verse en las ruinas de una forja catalana.
En 1781, el gobernador de California Felipe de Neve fundó un pueblo con 44 españoles, mestizos y mulatos. Su nombre fue Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles, que en el futuro crecería, absorbería San Gabriel, y se convertiría en la actual Los Ángeles, en California, hoy Estados Unidos.
En Arizona, el misionero franciscano Francisco Garcés fue a sustituir a los jesuitas, asignándole la Misión de San Xavier del Bac, fundada por el padre Kino en 1700, y cerca de allí se creó el presidio de Tucson. El fundador de este presidio fue un militar irlandés nacionalizado español llamado Hugo Oconor, conocido entre los apaches como el capitán rojo, por ser pelirrojo.
Mientras tanto, el sobrino de José de Gálvez, Bernardo de Gálvez, luchaba en el territorio que hoy es Nevada contra los indios apaches, aliado con otros indios, los opatas. Parece que, con mucho esfuerzo, Bernardo logró contenerlos.
Otro irlandés famoso fue el ya mencionado Alejandro O’Reilly, apodado Bloody O’Reilly, por su dureza reprimiendo una revuelta de franceses en la Luisiana descontentos con la dominación española.
El sevillano Antonio María de Bucareli y Ursúa fue virrey durante los años 70, y fue uno de los grandes gobernantes del periodo colonial novohispano.
Durante su década de gobierno saneó la Hacienda y realizó cientos de obras públicas por todo el virreinato. Terminó el canal de desagüe del valle de México, construyó el Hospital de Pobres, y mejoró el Hospital de Enfermos Mentales de México.
La Avenida Bucareli, o Paseo Nuevo, es obra suya. Y también reformó el Fuerte de San Juan de Ulúa y el Fuerte de San Carlos de Perote, ambos en Veracruz.
En Yucatán, concretamente en Cisteil, en 1771, estalló la rebelión de Jacinto Canek. Este maya fue formado por religiosos franciscanos, pero le expulsaron por su temperamento rebelde, y se hizo panadero. Más tarde decidió levantarse contra el dominio español, y en Cisteil incitó a otros indígenas a que le apoyasen.
Poco después se coronó rey de los mayas usando el atuendo de la virgen de una iglesia, y empezó a predicar cosas cristianas mezcladas con profecías sacadas del libro maya del Chilam Balam.
Su rebelión no duró mucho. Fue capturado, y el gobernador de Yucatán, José Crespo y Honorato, le condenó a muerte.
En 1773 ocurrieron los Terremotos de Santa Marta, una serie de fortísimos seísmos que destruyeron por completo la ciudad de Santiago de los Caballeros, actual Antigua Guatemala, y la 2º ciudad más importante y grande del virreinato. Como consecuencia de esto, la capital fue trasladada a Nueva Guatemala de la Asunción, o Ciudad de Guatemala, hoy capital de la República de Guatemala. Esta reconstrucción le correspondió al por aquel entonces capitán general de Guatemala, Matías de Gálvez, hermano de José de Gálvez.
En estos años podríamos hablar de Juan Bautista de Anza, un militar novohispano de ascendencia vasca, hijo del Anza ya mencionado minutos antes. Este tipo es famoso porque siendo capitán del presidio de Tubac, exploró grandes zonas de Arizona.
En aquella época era necesario colonizar la Alta California, pero el viaje por mar era largo y complicado, por lo que lo mejor era buscar una ruta terrestre segura. Anza se ofreció a buscarla, y la encontró.
En 1774 tuvo lugar su 1ª expedición, y partiendo de Tubac llegó al Cruce de Yuma, para atravesar el río Colorado. Allí estableció buenas relaciones con los indios yuma. Tras esto siguieron hacia el norte, llegando a Los Ángeles y a Monterrey.
Al año siguiente realizó su 2ª expedición, esta vez acompañado con 240 colonos y soldados, y 600 caballos y 400 vacas y toros. Anza repitió la ruta y dejó a los colonos en Monterrey, en la misión de San Carlos Borromeo concretamente.
Luego decidió explorar más al norte y encontró una ruta interior hasta la bahía de San Francisco.
Poco después, sería el militar José Joaquín Moraga quien fundaría la Misión de San José de Guadalupe, actual San José. Allí cerca también se fundó la misión de Santa Clara de Asís.
El problema es que pronto los indios yuma se rebelaron contra los españoles y bloquearon la ruta. Aún así, Anza fue nombrado gobernador de Santa Fe de Nuevo México, y se alió con los pueblo, los ute y los apache contra los indios comanche, liderados por Tabivo Narigant. Este conflicto fue llamado Guerra del Cuerno Verde, por una especie de corona con un cuerno que llevaba el comanche. Anza logró abatir al cuerno verde y firmó un tratado de paz con los comanche que duraría un siglo.
Ahora volvamos con Bernardo de Gálvez, el sobrino del visitador virreinal. Éste era gobernador de la Luisiana en 1776. ¿Y qué pasó ese año? Pues que los colonos ingleses de las 13 colonias americanas se rebelaron contra el Imperio Británico por una subida de impuestos, y así comenzó la Guerra de la Independencia de Estados Unidos.
Gálvez proporcionó suministros, tropas y armamento a estos colonos, y también lideró algunos ataques militares contra los británicos por el Golfo de México. Logró la rendición de fuertes como Natchez, Baton Rouge y Manchac.
Es famosa la Batalla de San Luis, de 1780, un infructuoso ataque británico a esta ciudad que en el futuro sería la capital de Misuri. Los españoles, aliados con las tribus nativas de la zona, lograron destruir el fuerte St. Joseph.
No hay que olvidar que Luis de Unzaga y Amézaga, antiguo gobernador de Luisiana y ahora capitán general de Venezuela, fue el primero en ayudar a los colonos estadounidenses en lograr su independencia de los británicos. Aparte también es famoso por crear el primer sistema educativo bilingüe del mundo en el virreinato, y permitió la libertad de comercio.
La acción del 9 de agosto de 1780 es importante, ya que el director general de la Armada Española, Luis de Córdova y Córdova, consiguió apresar sin apenas resistencia un enorme convoy de barcos ingleses. Fueron un total de 57 fragatas británicas que se agenció el bando español, siendo este el mayor golpe logístico sufrido en toda la historia de la Royal Navy.
Tras la Batalla del Fuerte Charlotte, Gálvez consiguió la Toma de Mobile en 1780, y la de Pensacola en 1781, cuando entró en aquella bahía a lo loco con su barco Galveztown cañoneando a todo dios.
Gracias a esto, España pudo recuperar la Florida y toda la Costa del Golfo de México. Se casó con Felicitas, la hija de un acaudalado propietario francés de nombre Gilbert de Saint-Maxent. Juntos empezaron a fundar villas como San Bernardo o Galveston, en Texas, llamada así tanto por él como por su barco.
Uno de los últimos choques entre británicos y españoles fue la Batalla del Puesto de Arkansas, de 1783, en la que los británicos trataron de asediar un fuerte español y acabaron huyendo.
Esta guerra de independencia duró hasta 1783, que fue cuando los colonos estadounidenses se independizaron de la metrópolis y crearon los Estados Unidos de América.
El presidente de la Real Audiencia de Guatemala fue Martín de Mayorga, quien sería nombrado nuevo virrey de Nueva España en 1779.
Durante su mandato recopiló muchos de los documentos de historia mexicana de Boturini, y creó la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. También, una epidemia de viruela le hizo construir muchísimos hospitales públicos para atender a los enfermos.
A este virrey le siguió Matías de Gálvez, que apenas duró dos años en el poder.
Destaca por sus acciones para expulsar a los ingleses de Mosquitia, en Honduras, y por tomar los fuertes de Omoa y San Juan en Nicaragua. También recuperó la Isla de Roatán, al norte de Honduras.
Aprovechando que su hermano era virrey, José de Gálvez otorgó plenos poderes al fiscal Ramón Posada y Soto, su hombre de confianza en materia económica, para comenzar a aplicar las reformas borbónicas relativas al sistema tributario de la Hacienda Real.
Reclutó 7 inspectores de Hacienda e introdujo en México la suscripción de acciones del Banco de San Carlos, sin excluir a los indígenas como posibles accionistas.
También introdujo un cuerpo de serenos, es decir, vigilantes nocturnos portadores de llaves de las viviendas.
Un problema importante era que los territorios de gobierno de los virreinatos eran demasiado grandes, y había que subdividirlos en provincias más sencillas de manejar. Esas fueron las Intendencias.
Los puestos de intendente serían, como venía siendo habitual, solo para españoles de la península nombrados directamente por el monarca. Eran como mini-virreyes bajo el control del virrey principal.
La idea era que la Corona tuviese un control mucho más eficiente y directo de los territorios americanos. Era prioritario centralizar y racionalizar la administración, y en parte se consiguió. De hecho, la liberalización comercial aumento los ingresos del erario de forma considerable, mientras se creaban diferentes compañías privadas para paliar la entrada de nuevos competidores extranjeros al mercado hispano.
Matías de Gálvez murió en 1784, y su sustituto en el virreinato fue su hijo Bernardo de Gálvez, que como ya conté, era sobrino de José de Gálvez, el visitador del virreinato y ahora también Secretario de Estado y ministro de Indias. El tipo había hecho muchas cosas importantes antes de llegar a este cargo, y duró unos meses y luego murió enfermo.
El siguiente virrey interino fue el arzobispo de México Alonso Núñez de Haro, y después llegó Manuel Antonio Flórez Maldonado, anteriormente virrey de Nueva Granada. Ninguno de estos duró mucho, pero se rodearon de intelectuales ilustrados, y fomentaron nuevos avances en astronomía, botánica, medicina y minería.
De estos periodos podemos destacar la construcción del Palacio de Iturbide, antiguamente Palacio de los marqueses de Jaral de Berrio, una obra maestra de la arquitectura civil del barroco novohispano, obra del arquitecto Francisco Guerrero y Torres.
Este arquitecto es muy famoso, porque muchos palacios de Ciudad de México son obra suya. Por ejemplo, el Palacio de los Condes de San Mateo de Valparaíso… el Palacio de los condes de Santiago Calimaya, que hoy es el Museo de Ciudad de México… las Casas del Mayorazgo de Guerrero Dávila… el Templo de Santa Inés… el Jardín Botánico de Chapultepec… o la Capilla del Pocito en la Villa de Nuestra Señora de Guadalupe, que se unió a las ya construidas Capilla de Indios, Capilla del Cerrito y el Panteón del Tepeyac. Poco después también se construiría el Templo y Antiguo Convento de las Capuchinas.
Y si hablamos de Guadalupe no hay que olvidar la Antigua Basílica de Guadalupe, o Templo Expiatorio a Cristo Rey… y la Nueva Basílica de Guadalupe, que como notaréis… es de finales del siglo XX.
También obra de Guerrero y Torres sería el Palacio de Don José de la Borda, siendo este tipo un hispano-francés que era de las personas más ricas de Nueva España. Controlaba las minas de Zacatecas y de Taxco, y en esas zonas patrocinó diferentes construcciones, como el Templo de Santa Prisca en la ciudad de Taxco de Alarcón, al norte de Guerrero.
Por otro lado, tenemos a Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, también dedicado a la minería novohispana, de la Veta de Vizcaína concretamente. Romero está considerado uno de los hombres más ricos del mundo en aquel tiempo, y que se casó con la hija de los Condes de Miravalle, descendientes del emperador Moctezuma II. Suya es la Hacienda de Santa María Regla, en Huasca de Ocampo, en el estado de Hidalgo. De Terreros se cuenta que pilló a su hija liándose con un capataz de la finca y se cargó a ambos, y que el fantasma de la chica todavía continúa rondando por la villa.
El rey Carlos III murió en 1788, y el nuevo monarca en España pasó a ser Carlos IV. Al año siguiente, en 1789, el mismo año en el que en Francia comenzaba la Revolución Francesa, llegó a virrey de Nueva España Juan Vicente de Güemes, 2º conde de Revilla Gigedo y nacido en La Habana.
El tipo se empeñó en que todas las calles de Ciudad de México tuvieran desagües y atarjeas, y que ni una sola se quedara sin drenaje. También dedicó mucho dinero público en empedrar las calles, y fue el primer virrey que comenzó a instalar alumbrado público para la iluminación nocturna.
Creó un nuevo cuerpo de policías y de serenos para que vigilaran por la noche y velaran por la seguridad de las personas, y estos serenos serían los encargados de ir encendiendo las más de 1000 farolas que se instalaron. Gracias a esto se rebajaron muchísimo los asaltos y robos. Creó un sistema público de bomberos e impulsó el sorteo de La Lotería.
También embelleció paseos, plazas y alamedas, y plantó un sinfín de nuevas especies vegetales. Mejoró muchísimo las carreteras, sobre todo las que conectaban las grandes ciudades. Construyó hospitales y colegios…
Y finalmente hizo numerar las casas para mejorar el sistema de recogida de basuras y también para facilitar la entrega de correo y cartas, así como para el censo. Y para tener todo bien controlado creó el Archivo General de la Nación.
Todos estos servicios fueron extendiéndose a otras poblaciones del virreinato como Veracruz, Toluca, Guadalajara, San Blas o Querétaro.
Fue durante el mandato de este Juan Vicente de Güemes cuando se realizó la excavación arqueológica que desenterró el Calendario Azteca, o Piedra del Sol, en 1790. Tres años después inauguró el Museo de Historia Natural de México. Y también destaca la creación del Colegio o Palacio de Minería, donde estudió el científico Andrés Manuel del Río, famoso por haber descubierto el elemento químico Vanadio.
Todas estas obras le han convertido a Güemes en quizás, el gobernante más prolífico y querido de todos los que tuvo el virreinato de Nueva España. Como curiosidad, las islas Revillagigedo fueron llamadas así en su honor.
En 1788 comenzó la Expedición Malaspina, un viaje científico financiado por la Corona española. Los científicos Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra estuvieron como seis años recorriendo las costas de América desde Buenos Aires a Alaska, llegando a las Filipinas, las islas Marianas, Nueva Zelanda y hasta Australia. En el 94 volvieron a España con muchísimo conocimiento recopilado sobre historia, cartografía, etnografía, astronomía y medicina.
En 1791 pasó algo muy loco en el Caribe, concretamente en la colonia francesa de Saint-Domingue. Estoy hablando de la Revolución Haitiana. Resulta que los negros esclavizados del lugar protagonizaron un alzamiento contra sus amos franceses.
A su vez, en 1795, tras la guerra contra la Francia Revolucionaria de la 1ª Coalición, España tuvo que ceder toda la isla de La Española a los franceses. Pero pronto la isla acabaría en poder de los eslavos haitianos, pero eso lo veremos en el próximo capítulo.
Mientras tanto, en la Jamaica inglesa ocurría la 2ª Guerra Cimarrón, que duró entre 1795 y 1796. Algunos cimarrones se sintieron defraudados con los tratados de paz de la anterior guerra y se levantaron contra los ingleses. Éstos ganaron y muchos de los cimarrones rebeldes acabaron deportados a colonias al otro lado del Atlántico.
El siguiente virrey novohispano fue el siciliano Miguel de la Grúa, marqués de Branciforte. Al contrario que su predecesor, éste está considerado como un virrey inepto y corrupto.
Debido a todo el tema de la revolución francesa y las guerras de coalición, de la Grúa se dedicó a confiscar todas las propiedades de 134 franceses que vivían en Nueva España para revenderlas, y se sacó un buen pellizco. A los franceses les tuvieron muy vigiladitos por si eran aliados de la revolución. De hecho, tanto fue así, que la Inquisición ya pasaba bastante de las herejías y persiguió a algunos franceses del virreinato, como a Esteban Morel, al que condenaron por revolucionario.
En 1796 comenzó la 8ª Guerra Anglo-Española. Aquí los ingleses intentaron tomar Puerto Rico pero no lo lograron. Lo que si lograron capturar fue la isla de Trinidad.
Poco después, en 1798, españoles y británicos lucharon en la Batalla del Cayo de San Jorge. Esta victoria inglesa les permitió consolidar sus posiciones en Belice.
¿Y qué hizo de la Grúa como represalia? Pues lo mismo que con los franceses, pero con los ingleses residentes en el virreinato. Les confiscó de todo y se quedó con una parte. Y para hacerle la pelota al rey Carlos IV, encargó la construcción de una estatua en su honor, obra del escultor Manuel Tolsá.
Pero no coló, y fue depuesto en 1798. El último virrey novohispano de este siglo fue Miguel José de Azanza.
Este se tuvo que enfrentar a la Rebelión de los Machetes, de 1799. Este fue un alzamiento independentista liderado por Pedro Portilla, un criollo que quería la expulsión de los españoles peninsulares de los cargos virreinales. La conspiración fracasó porque uno de sus aliados se chivó, y pillaron a los pocos conjurados en un callejón preparando unos machetes con los que iban a asaltar el palacio. Azanza le dejó libre porque abrirle un proceso le habría dado publicidad.
Otros que protestaron fueron el gremio de zapateros, ya que una mujer llamada Josefa de Celis había montado un taller de zapatos con otras mujeres. Algunos hombres veían aquello como intrusismo femenino y la denunciaron, pero el virrey realizó una serie de decretos para permitir el acceso de la mujer mexicana al trabajo remunerado.
Y aquí dejamos este siglo 18. En general, a finales de este siglo, la economía comenzó a resentirse de forma preocupante tanto en la península como en América, debido a las guerras constantes con Inglaterra. Hubo que gastar más en defensa, y los ataques a los barcos de transporte hicieron perder mucho dinero a la Corona y a muchos comerciantes.
A principios del siglo 19, concretamente en 1808, España fue invadida por el ejército francés de Napoleón Bonaparte, quien puso patas arriba toda Europa. Y mientras tanto, en América, comenzaron los movimientos de emancipación, que veremos próximamente.