SACRO IMPERIO: Federico Barbarroja y los Hohenstaufen – Güelfos contra Gibelinos

La siguiente historia tiene lugar entre el año 1138 y el 1268

SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO 4: Federico Barbarroja y los Hohenstaufen – Güelfos contra Gibelinos

CONRADO III (1138-1152)

El primer Hohenstaufen que sentó su culo en el trono de Alemania fue Conrado III, hijo de Federico I de Suabia y de Inés, o Agnes de Waiblingen, hermana de Enrique V. Su reinado tampoco es que sea muy importante, pero hay varias cosas que debemos conocer para las movidas que van a acaecer después.

Conrado poseía los territorios de Franconia y de Suabia, mientras que el duque más poderoso, Enrique X el Orgulloso, yerno de Lotario y perteneciente a la Dinastía Güelfa, controlaba tanto Sajonia como Baviera. Se creó una ley para que un mismo duque no tuviera más de un territorio, y le confiscó Sajonia para poner a Alberto I de Brandemburgo, o Alberto el Oso, primer miembro relevante de la casa de Ascania o Anhalt, que será importante en el futuro.

Como Enrique protestó, Conrado le quitó el ducado que le quedaba (Baviera) para dárselo a Leopoldo IV de Babenberg, o Leopoldo de Austria.Este sería el detonante de la rivalidad entre los güelfos y los gibelinos. Tras años de guerra civil, Enrique logró recuperar Sajonia, y su hijo Enrique el León lo heredaría, y se convertiría en un tocapelotas de mucho cuidado para los Hohenstaufen.

En 1147 el rey marchó a Tierra Santa a participar en la 2ª Cruzada y murió poco después de su vuelta, tras varios enfrentamientos contra Enrique el León.

FEDERICO I BARBARROJA (1155-1190)

En fin, si hablamos de los Hohenstaufen tenemos que hablar de dos monarcas que lo dieron todo por el Imperio, dos Friedrich, o Federicos: Federico I Barbarroja y Federico II. Empecemos con el primero. Los padres de Barbarroja fueron Federico el Tuerto, de los Hohenstaufen, duque de Suabia, y la güelfa Judith de Baviera. Por lo tanto, era primo de Enrique el León. Vamos, era el heredero de las dos familias rivales más poderosas del Sacro Imperio; es evidente que la idea era poner a alguien capaz de apaciguar el conflicto entre las dos casas.

Fue elegido rey de romanos en 1152, con 30 añitos, y fue coronado emperador en Roma tres años después por el papa Adriano IV. Federico ya le dejó bien claro que su idea era reforzar su poder imperial en Italia, y las condiciones del pontífice fueron básicamente “no hagas tratos con Bizancio” y “ayúdanos a conquistar el Reino normando de Sicilia”. El día de la coronación estuvo plagado de protestas entre romanos y las tropas alemanas.

Su primo, el poderoso duque de Sajonia Enrique el León, de los güelfos, votó por él, y a cambio, Barbarroja le cedió Baviera, territorio que había pertenecido a su padre. Allí fundó la ciudad de Munich, que con el tiempo sería la capital del territorio. Pero su lugar favorito era Sajonia, y sobre todo Brunswick, donde mandó edificar el Palacio de Dankwarderode y una iglesia a su lado.

Claro, la cosa jodió a los Babenberg, liderados por Enrique Jasomirgott; pero para compensar, Barbarroja elevó su Margraviato, o Marca de Austria, a la categoría de ducado, lo cual sería el origen de Austria como territorio propio. Incluso elevó al duque de Bohemia Ladislao II, emparentado con los Babenberg, a Rey de Bohemia en 1158. Por otro lado, a su tío Güelfo VI cedió el marquesado de la Toscana y fue también duque de Spoleto.

En 1156, Federico I se casó con Beatriz de Borgoña, una niña, pero que era heredera del Reino de Arlés, lo que también le daba bastante poder. Por otro lado, para Alberto el Oso creó el Margraviato de Brandeburgo, y éste favoreció mucho la colonización de tierras del este, la Pomerania y todo eso, habitada aún por tribus paganas eslavas.

Tras eso, se dedicó a reestructurar toda la administración del maldito Imperio, que bien falta le hacía. Como ya conté, el Imperio Germánico no era un Estado centralizado, sino que estaba compuesto por condados, ducados, margraviatos y señoríos eclesiásticos. También aparecieron los landgraviatos, como Turingia y Hessen, regidas por un noble de dignidad condal. Mientras que el rey de romanos ejercía como árbitro y sólo podía contar con sus recursos privados, estos líderes locales restringían su poder de gobierno.

Los electores eclesiásticos, los llamados arzobispos-condes, fueron los de Colonia, Tréveris y Maguncia. Los electores laicos, es decir, los duques, parece que eran los de Suabia, Sajonia, Baviera y Franconia, aunque Franconia ya estaba disgregada para esta época. Quizás también Bohemia fuera elector, lo cierto es que no se sabe bien, hay un cacao de narices sobre este asunto. Desde luego, hacia 1250, parece que los electores laicos eran Sajonia, Bohemia, Brandenburgo y el Palatinado del Rin. Lo veremos cuando hable de la Bula de Oro. De momento eran estos siete tipos quienes tenían el poder de elegir al nuevo rey de romanos. Con el tiempo se les llamaría colectivamente “príncipes electores”. Una vez coronaban al rey, éste podía ir a Roma a ser coronado emperador, cosa que no hicieron todos.  

Muchas ciudades fueron despuntando gracias al comercio, y una burguesía enriquecida comenzó a tener cada vez más control sobre ellas. Esto fue particularmente normal en Italia, donde ya había ciudades desde la época romana. Muchas de estas ciudades italianas libres… fueron gobernadas por una Asamblea y un Consejo anual dirigido por cónsules. Por todo el Sacro Imperio podemos encontrar Ciudades Imperiales Libres, como Aquisgrán o Hamburgo, que aunque administradas por la burguesía local, dependían directamente del emperador. O Ciudades Libres no Imperiales, es decir, autónomas y con más derechos, como Worms, Maguncia o Estrasburgo.

La administración en esta época aún era bastante simplona. De forma más o menos regular tenían lugar los Hoftages, reuniones de los duques y señores con el emperador… para hablar de problemas, quejas, y mierdas del estilo. De aquí se formalizaría lo que se conoce como el Reichstag, o Dieta Imperial, una asamblea de todos los nobles importantes del reino.

En 1158 Barbarroja entró con sus tropas imperiales en Italia con el objetivo de someter a la rebelde Milán… y para reorganizar todo el norte italiano. En la Universidad de Bolonia, el emperador reunió una comisión de expertos en Derecho para redactar las Leyes de Roncaglia. El emperador iba a respetar las instituciones municipales, pero iban a tener un superior nombrado por él: el archicanciller. Además de otras leyes que recortaban el poder feudal y reforzaban su autoridad como emperador.

En medio de toda esta tensión, el papa Adriano IV la palmó, y se produjo un cisma entre los que apoyaban a Alejandro III, del partido italiano, y a Víctor IV, del partido imperial. En los siguientes años, Barbarroja siguió conquistando Italia por la fuerza, enfrentándose a una Liga de Ciudades Lombardas. Esta liga estaba integrada por soldados de 30 ciudades, como Milán, Bolonia, Plasencia, Verona, Venecia, Parma, Padua o Génova.

Tras intensas batallas y un asedio complicado, Milán fue destruida en 1162 y sus ciudadanos deportados, y encima, de allí se llevaron el Relicario con los huesos de los supuestos Reyes Magos, que acabaron en Colonia. Roma cayó en 1167 y el papa Alejandro III tuvo que huir disfrazado hacia el territorio normando. En la Dieta de Wurzburgo (1165) Barbarroja se declaró heredero de los césares romanos y carolingios, cuyo objetivo supremo ahora era el Dominium Mundi, el dominio del mundo bajo la cruz de Cristo.

Sin embargo, su proyecto en Italia fracasó. Una epidemia afectó a sus tropas y eso tuvo cosas buenas y cosas malas. Por un lado, murieron gran parte de sus tropas (eso es malo), pero por otro murieron varios nobles importantes y pudo quedarse con sus feudos, pero perdió contra la Liga Lombarda. También aprovechó para coronar como rey de romanos a su hijo Enrique VI en 1169.

Barbarroja pasó 6 años en Alemania, y mientras tanto, en Italia, el papa Alejandro III reforzaba su poder, así como las ciudades lombardas, que ya estaban reconstruyendo tanto Milán como su Liga. El tipo se vino tan arriba que hasta se hizo construir una ciudad con su nombre: Alexandria. En este punto se formaron dos partidos en Italia: los gibelinos eran los partidarios de los Hohenstaufen y el poder imperial, nobiliario y feudal; mientras que los güelfos eran defensores del poder papal, del burgués y de las libertades urbanas. Eso sí, de momento Roma estaba controlada por el anti-papa Calixto III, amigo del emperador.

En el año 1174 Barbarroja volvió por 5º vez a Italia. Su humillante derrota en la Batalla de Legnano de 1176 contra las ciudades lombardas, las llamadas comunas, parece que fue causada por la negativa de su primo Enrique el León de mandarle refuerzos. Decía que porque estaba ocupado en Sajonia luchando contra tribus paganas, pero también había un poco de rencillas güelfas de esas. Entre ellas, el León quería las minas de plata de Goslar, pero el emperador se negó.

Con la Paz de Venecia de 1177, Barbarroja reconoció a Alejandro III como papa legítimo y se dejó de aplicar el programa de Roncaglia, pero por otro lado, el emperador obtuvo gran poder de negociación y poder arbitral con las ciudades lombardas. Con la Paz de Constanza de 1183, la Liga Lombarda y sus ciudades pasaban a manos del emperador, pero con cierta autonomía para elegir cónsules y esas movidas. Hubo bastante paz y estas ciudades del norte de Italia empezaron a despuntar como nunca.

Durante este periodo de acuerdos, su hijo Enrique VI se casó con Constanza, tía de Guillermo II rey de Sicilia, quien no tenía hijos. Y Barbarroja esperaba que no los tuviera, ya que, a su muerte, todo el territorio normando iría para su hijo, como finalmente acabaría pasando.

Pero volvamos a Alemania. El feo de no mandarle tropas enemistó a Barbarroja con su primo, el güelfo Enrique el León. Hubo un juicio y se le retiraron todos los feudos, y en 1180, Sajonia se dividió en varios ducados: Sajonia oriental fue para Bernardo de Anhalt, de la Dinastía Ascania; y Sajonia oeste fue fusionada con el arzobispado de Colonia para formar el Ducado de Westfalia. Baviera fue para Otón de Wittelsback y Lübeck se convertía en ciudad imperial libre. El hijo de Enrique el León, Guillermo de Winchester, pudo quedarse con unas tierras en Lüneburgo y en Brunswick, que luego acabarían formando un ducado.

Barbarroja podría haberse quedado con sus feudos, reforzando así su poder imperial, pero no lo hizo. Los cedió a príncipes imperiales, porque sabía que, sin el apoyo de estos, él no podría gobernar cómodamente. Al igual que le pasó a Carlomagno, era muy complicado centralizar un territorio tan jodidamente vasto. Además, este Imperio Germánico, ni tenía unas fronteras claras como sus vecinos, ni una capital fija y estable como bien podría ser París, Roma o Londres. Tampoco residencia oficial, aunque sí es cierto que al rey le gustaba mucho la Fortaleza de Kyffhäusen, situada en Turingia.

En el año 1189, Federico I Barbarroja partió para la 3ª Cruzada junto a Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra. El germano, de casi 70 años, tenía ganas de darse de leches contra el tal Saladino, quien había conquistado Acre, Beirut y hasta Jerusalén, pero Federico no volvería a casa. La Batalla de Iconium de 1190 sería la última en la que participaría. Se dice que, durante el camino a Tierra Santa, por Anatolia, se cayó del caballo y acabó ahogado en el fondo de un río por el peso de su armadura. Y así acabó la vida de Federico Barbarroja.

ENRIQUE VI Y FELIPE DE SUABIA CONTRA OTÓN IV (1191-1215)

Enrique VI gobernó en solitario sólo 7 años. Tal y como había planeado Barbarroja, gracias al matrimonio de su hijo con Constanza de Sicilia, pudo reclamar su derecho a aquel trono. Tras liquidar la resistencia de Guillermo III, el Reino normando de Sicilia pasó a ser parte del Sacro Imperio.

Por otro lado, el desposeído Enrique el León comenzó, como siempre, a dar por culo en Sajonia, poniendo a muchos nobles de su parte. E incluso se unió a su causa Ricardo Corazón de León, quien volvía de la 3ª Cruzada. Por el camino, el rey inglés fue capturado en Viena por Leopoldo V de Austria, y se tuvo que pagar mucha pasta para que lo liberaran.

En 1197, Enrique VI se puso pachucho y se fue para el otro barrio, y su esposa Constanza igual poco después. Su hijito Federico II se quedó bajo la tutela del papa Inocencio III en Palermo, una de las ciudades más grandes de Italia, situada en la isla de Sicilia. El chaval esperaba poder reinar cuando alcanzara la mayoría de edad, mientras dos pretendientes luchaban por el trono: su tío Felipe de Suabia y Otón IV de Brunswick, el hijo de Enrique el León. Güelfos contra gibelinos otra vez. 

Tras casi 20 años de anarquía, de luchas, y muchas movidas, los franceses salvaron el culo a Alemania. Otón IV fue derrotado por el rey Felipe Augusto en la Batalla de Bouvines de 1214, siendo el primer y último emperador güelfo. Tras eso, Federico II pudo por fin reinar.

FEDERICO II (1220-1250)

Federico II, nieto de Barbarroja y Roger II de Sicilia, subió al trono germano en el año 1212, y fue coronado emperador del Sacro Imperio en 1220 con la promesa a Inocencio III de perdonar la deuda pontificia, socorrer al Imperio Latino de Constantinopla, y embarcarse en una nueva cruzada.

Este emperador pasó casi toda su vida en el Reino de Sicilia, donde había crecido. Un lugar de buen clima y donde convergían las culturas cristiano-germánica, musulmana y bizantina; muy multicultural todo. Durante la primera parte de su gobierno se dedicó a pacificar y a organizar este territorio, bastante lleno de caos y luchas. Su idea era crear una monarquía autoritaria sin feudalismo, y guerreó tanto contra los nobles díscolos como contra los saqueadores musulmanes cuyos ataques aterraban a la población.

En 1224 fundó la Universidad de Nápoles, que ahora se llama Universidad de Federico II en su honor, y favoreció la prestigiosa Escuela Médica de Salerno, en la que había que pasar rigurosos exámenes para ser médico. Escribió muchos libros, como un tratado de cetrería, y también poemas y alguna que otra obra filosófica. El tío debía ser muy inteligente, e incluso llegó a hablar 9 idiomas. Además allí, en Apulia concretamente, levantó el Castel del Monte, un peculiar castillo de forma octogonal.

Su primera esposa fue Constanza de Aragón, hija del rey de Aragón Alfonso II. Pero murió. Su nueva esposa iba a ser Yolanda de Jerusalén, pero para casarse con ella tenía que ir a Tierra Santa, participar en la 5ª Cruzada, algo con lo que el papa Honorio III le estaba venga a rallar, pero Federico II siempre lo posponía. Al final, en 1225 los dos se casaron en Brindisi, una ciudad portuaria italiana, y fueron proclamados reyes de Jerusalén. Ni con esas Federico II se animaba a ir a la cruzada, y acabó ganándose una excomunión.

Presionado por todo el mundo, Federico II acabó participando en la 6ª Cruzada en 1228. Tomó Chipre y después firmó una tregua con el sultán ayubí Al-Kamil, el sobrino de Saladino, con quien por cierto, acabó trabando bastante buena amistad. Sin luchas, sólo con diplomacia, le devolvió Jerusalén, Nazaret y Belén. De puta madre, ¿no? Pues no. El papa Gregorio IX le excomulgó otra vez por haber ido para allá sin su permiso.

El papa, apoyado por el hijo del emperador Enrique II de Suabia y la Liga Lombarda, planeó invadir el Reino de Sicilia. Fede se volvió cagando leches a Italia y tras un torbellino de hostias se acordó la Paz de San Germano en 1230. Aprovechó la calma para redactar la Lex Augustalis, o Constituciones de Melfi, una ley única para todo el reino de Italia. Monarquía centralizada, administración eficiente, se acuñaron los augustales de oro, reformó la agricultura con el sistema masserie, impulsó el regadío, introdujo los cultivos de algodón, palmeras datileras y azúcar, se dio un impulso a la ciencia, en su corte, de hecho, estuvo Fibonacci, unificó pesos y medidas, creó un impuesto estable: la collecta anual, promocionó el comercio y el ascenso de las clases burguesas… Y un montón de cosas más.

Mientras tanto, en Alemania, la expansión hacia el este cogía fuerza en el contexto de las Cruzadas Bálticas. Aquí fue importante la Orden Teutónica, que se asentó en la Pomerania y en Letonia. La orden la crearon caballeros alemanes en Acre durante la 3ª Cruzada. Tras el fracaso de aquella campaña, sus miembros se trasladaron a la región de Transilvania y allí levantaron el Castillo de Bran, que siglos más tarde sería la residencia del príncipe de Valaquia Vlad el Empalador, popularmente conocido como Drácula. Los húngaros de Andrés II les echaron de allí, luego volvieron a Tierra Santa, y después acabaron siendo reclutados para las nombradas cruzadas en el Báltico.

Además, en Livonia, lo que ahora es Letonia, se fundó la Orden de los Hermanos Livonios de la Espada, y tuvieron conflicto con Valdemar II de Dinamarca, algo que ya conté en los vídeos de Escandinavia. Una tribu importante serán los prusios o prusianos, quienes acabaron sometidos por los teutones hacia el año 1270 y germanizados por los livonios. Siglos después Prusia se convertiría en un reino muy potente.

Federico II se ganó una nueva excomunión en 1239 por sus luchas contra la Liga Lombarda. Aquí ya empieza el duelo a muerte con cuchillos entre estos dos poderes, y no acabaría bien para ninguno. La llegada al trono papal de Inocencio IV complicó mucho las cosas, y acabó excomulgando a toda la familia Hohenstaufen. Se eligieron nuevos reyes para Alemania: primero el landgrave de Turingia Enrique Raspe, y tras él Guillermo de Holanda, pero no controlaron una mierda.

Los últimos años de vida del emperador estuvieron llenos de luchas, conspiraciones y mierdas. Destaca la gran victoria de Federico II en Parma en 1248 contra las tropas papales. Sin embargo, el tipo acabó palmando dos años después de forma inesperada. La familia de los Staufen fue repudiada, perseguida por el papa, y pronto perderían Italia y también Alemania.

EL FIN DE LOS HOHENSTAUFEN (1250-1268)

El hijo de Federico II con Yolanda de Jerusalén, Conrado IV, vio cómo tras la muerte de su padre… el imperio parecía desmoronarse. Se enfrentó por el poder contra Guillermo de Holanda y acabó palmando en 1254, y Guillermo poco después. Dada la situación, 4 de los 7 electores eligieron nuevo rey de romanos a Ricardo de Cornualles, de la familia británica de los Plantagenet, mientras que el resto era partidario de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla. Ninguno se pasó mucho por Alemania y hubo bastante vacío de poder. (Colonia, Maguncia, Palatinado y Bohemia vs Sajonia, Brandenburgo y Tréveris).

Mientras esto pasaba, el Reino de Sicilia continuaba en manos de Manfredo I de Sicilia, hijo de Federico II. Sin embargo, en 1266, el papa Urbano IV le entregó el reino a Carlos de Anjou, hermano del rey de Francia San Luis, y fue nombrado jefe del partido güelfo. Durante la Batalla del Campo de las Rosas o de Benevento (1266), el Anjou derrotó a Manfredo y se hizo con el control del territorio, siendo coronado rey de Sicilia.  

El partido de los gibelinos llamó al hijo de Conrado IV y actual duque de Suabia, Conradino de Hohenstaufen, un joven de 16 años. Muchos sicilianos se le unieron, sin embargo, tras la Batalla de Tagliacozzo o de Surcola, de 1268, Conradino fue hecho prisionero y acabó siendo decapitado públicamente en Nápoles por Carlos de Anjou. Antes de morir, cedió sus derechos a su prima Constanza, la esposa de Pedro de Aragón, quien reclamaría Sicilia poco después. Pero con esta ejecución termina el reinado de los Hohenstaufen, y el ducado de Suabia acabó desintegrándose. El Sacro Imperio entraría en una espiral de decadencia de la que tardaría bastante en salir.