La siguiente historia tiene lugar entre el año 1300 y el 1492
EL REINO NAZARÍ DE GRANADA
En 1238, como ya conté en el vídeo anterior, Muhammad ibn al-Ahmar aprovechó el caos de los reinos taifas almohades para fundar la Dinastía Nazarí de Granada, el último reducto musulmán de la península ibérica. Estos nazaríes eran un poderoso clan árabe que había vivido en Jaén durante bastante tiempo, pero luego se trasladaron a Granada por su situación geográfica, mucho más sencilla de defender pues estaba rodeada de montañas.
La gran obra de Al-Ahmar fue sin duda alguna la Alhambra de Granada, el castillo rojo, un enorme palacio-fortaleza construido en lo alto de una colina. Lógicamente no fue construido de la noche a la mañana, y durante los 250 años de la historia de este reino fue ampliándose más y más. Destacan varios palacetes como el Palacio de Comares y el Palacio de los Leones, levantado por Muhammad V el Viejo hacia el año 1360, donde está el famoso Patio de los Leones, y frente a él encontramos el Salón de los Reyes, donde los emires podían hacerse los chulos. Finalmente está la Alcazaba, la parte militar. Asociado a este castillo encontramos la Generalife, una almunia o finca de recreo llena de bellos jardines.
Y diréis… ¿por qué este reino duró dos siglos y medio sin que los castellanos no lo conquistaran? Pues básicamente porque no les compensaba. A Granada llegaba todo el oro sudanés, que era entregado a los castellanos como parias. Dinero fácil, en resumen. También por sus relaciones comerciales, sobre todo con genoveses. Gran parte del papel europeo se fabricaba allí, y también salieron grandes arquitectos y artistas.
Durante mucho tiempo tuvieron paz con los reinos cristianos, pero el miedo que la conquista iba a ser cuestión de tiempo hizo que los musulmanes se fueran radicalizando poco a poco, y comenzaron las persecuciones contra los cristianos y judíos que allí vivían. Existían unas personas llamadas Alfaqueques, quienes se dedicaban a rescatar a esclavos cristianos de Granada.
TIEMPOS DE EXPANSIÓN CRISTIANA
En el año 1300 la Corona de Aragón era gobernada por Jaime II (1291-1327). Tuvo movida con Castilla al invadir Murcia, la cual reclamaba, pero al final, con el Tratado de Ágreda (1304), hicieron un “ni pa ti ni pa mí” y se quedó con Alicante y Orihuela. Por lo que empezó a destacar este reino fue por la poderosa marina que se montó en Barcelona y Valencia. Los comerciantes y navegantes tenían hasta el llamado Libro del consulado del mar, unas leyes de derecho marítimo que rigieron el Mediterráneo durante mucho tiempo. Además destaca fray Ramón Llul, uno de los primeros en usar la lengua catalana para literatura y textos científicos. Eso sí, tanta flota pero al final no pudo evitar que su hermano Federico se hiciera con el control de Sicilia.
En aquel tiempo surgieron unos poderosos guerreros mercenarios llamados los almogávares, unas brutales tropas de infantería ligera armadas con azconas, unas lanzas con las que trataban de cargarse a los caballos enemigos; y alfanjes, espadas cortas para el combate cuerpo a cuerpo. Su única ilusión en la vida era decapitar sarracenos. En 1303 fueron contratados por el emperador bizantino Andrónico II para que echaran a los turcos otomanos de su zona, y dirigidos por Roger de Flor, lograron grandes victorias a favor de Constantinopla.
Sin embargo, los bizantinos invitaron a los oficiales almogávares a un banquete y les mataron a todos, y cuando las tropas se enteraron la liaron pardísima. Al grito de “desperta ferro” devastaron parte de los Balcanes y acabaron fundando en Grecia un ducado propio en 1311: el Ducado de Atenas y Neopatria. A este hecho se le conoció como la venganza catalana, y el control como señorío feudal duró casi un siglo. Una década después su hijo Alfonso IV el Benigno tomó el control de la isla de Cerdeña.
En Castilla, tras la muerte en 1312 de Fernando IV el Emplazado, ascendió al trono su hijo de un año Alfonso XI. Su abuela María de Molina tuvo que ocuparse de la regencia. Al chaval le llegaría su momento de gloria, pero de momento lo único que podía hacer era jugar a los legos mientras los concejos de diferentes villas y hermandades creaban ejércitos de bandoleros contra los abusos de los magnates.
Los límites del Reino de Granada se delimitaron definitivamente cuando Alfonso logró arrebatar Gibraltar a los granadinos de Yusuf I y sus aliados benimerines tras la Batalla del Salado (1340), y poco después, en plan cruzada, caía Algeciras (1344). Esto fue muy bueno: los benimerines dejaron de ser una amenaza y se desbloquearon rutas por el Atlántico. Los cristianos ganaron a pesar de un nuevo tipo de arma que los musulmanes habían desarrollado posiblemente gracias a su contacto con italianos: la artillería. Hablo de putos cañones, aún algo primitivos, pero joder cómo acojonaban. Eso sí, lo de acertar en el blanco olvidaos, eran menos precisos que un Stormtrooper borracho. Los castellanos, obviamente, empezaron a desarrollar sus propios modelos.
Alfonso XI llevó a Castilla a una gloria total. Tanto que Francia e Inglaterra no paraban de intentar ganarse su favor. Y es que ambas potencias se iban a dar de leches pronto, pero eso es otra historia. Se casó con María de Portugal, con quien tuvo un hijo llamado Pedro el Cruel, pero el gran amor de Alfonso fue una sevillana llamada Leonor de Guzmán, y con ella tuvo 10 hijos. El mayor de estos fue Enrique, el conde de Trastámara, que era un condado situado en Galicia.
En 1336 llegó a Aragón un rey que gobernó 51 años: Pedro IV de Aragón (1336-1387). Fue apodado el Ceremonioso, porque por cada cosa que hacía se montaba una fiesta. Todo lo que fueran pompas le gustaba. Otra cosa que le gustaba era la gresca. Se dio de leches contra su cuñado Jaime III por el control del Reino de Mallorca. Le derrotó en la Batalla de Santa Ponza (1343) y le mató en Lluchmayor (1349), pero hasta 1375 no absorbería el reino mallorquín a sus dominios. También se dio de leches contra genoveses y sardos, los habitantes de Cerdeña, que se le sublevaban y encima montaban bloqueos navales para joderles el negocio. Qué mala es la competencia.
También tuvo hostias contra la nobleza aragonesa y la valenciana hasta que dejaron de molestar, pero sin duda lo más célebre que hizo fue crear en 1359 la Diputación del General de Cataluña, mejor conocida como Generalitat. Era un organismo que servía para hacer cumplir lo acordado en las Cortes, y con el tiempo fue ganando mucho poder. En Aragón y en Valencia también surgieron Diputaciones del Reino similares.
Además se crearon los primeros centros de universitarios de la Corona de Aragón, como el Estudio General de Lérida o el Centro de Estudios de Huesca. Más adelante también se crearía uno en Barcelona, y también el primer banco público de la península. En estos años algunos feligreses de esa ciudad levantaron la Basílica de Santa María del Mar, un poco en contraposición de la Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia, asociada a la monarquía y a la nobleza. Mientras tanto, en Cáceres se empezaba a construir el pedazo Monasterio de Santa María de Guadalupe, mezclando los estilos gótico y mudéjar y otros que se irían añadiendo más adelante.
Hacia 1348 llegó un barco genovés a las Baleares que traía una carga muy especial. La peste negra. De las islas pronto pasó a Cataluña, a Navarra y al año siguiente la península se llenó de muertos. Enseguida se empezó a pensar que quizás los judíos la habían provocado, lo que justificó algunas persecuciones contra ellos y matanzas por toda Europa.
Desde luego a la Iglesia le molaba eso de culpar a alguien de todos los males. Hacía tiempo que los prelados estaban más preocupados de movidas políticas que espirituales, y muchos habían olvidado el latín. Incluso algunos tenían amantes, las llamadas barraganas. Pero con el tiempo llegarían reformas, especialmente con la llegada de la Orden de los Jerónimos, constructores de monasterios como el de San Bartolomé de Lupiana en Guadalajara y el de San Benito el Real en Valladolid.
La peste se llevó al rey castellano, y uno sus hijos heredó el trono. Este fue Pedro I El Cruel (1350-1369). ¿Por qué el cruel? Porque dejaba un rastro de cadáveres allá por donde pasaba, ya fueran amigos o enemigos. La nobleza no le caía nada bien, y prefería apoyarse en los judíos. Es famosa la Guerra de los Dos Pedros (1356-1369), ya que se dio de leches contra Pedro IV de Aragón porque varios de sus barcos habían matao unos genoveses en Cádiz. Le fue tan bien que incluso llegó a sitiar Barcelona.
Pero a Pedro el Cruel se le abrió otro frente. Enrique de Trastámara, su hermanastro bastardo, quería ser rey, y aquí estalló la 1ª Guerra Civil Castellana (1366-1369). El ceremonioso se unió a él, así como los franceses de militar Beltrán Duguesclín, por lo que Pedro el Cruel tuvo que pedir sopitas a los ingleses. El rey Eduardo III de Inglaterra envió a su hijo, el conocido como Príncipe Negro, famoso por su armadura de color negro, y tuvo una victoria cojonuda en Nájera (1367).
Hay que tener en cuenta que en Europa, Francia e Inglaterra se estaban dando manteca de la buena en la Guerra de los Cien Años (1337-1453). El caso es que este Príncipe Negro decidió retirarse porque Pedro no podía pagarle. Con este panorama, su rival lo tuvo muy fácil para molerle a palos frente al Castillo de Montiel, apuñalarle con una daga con un poco de ayuda de Duguesclín, y coronarse rey. Con Enrique II comienza la dinastía de los Trastámara, quienes se harían poderosísimos.
LA DINASTÍA TRASTÁMARA
Nada más llegar al poder, Enrique II (1369-1379) concedió a la nobleza que le había ayudado las llamadas “mercedes enriqueñas”, es decir, pasta y privilegios. Fue un rey muy dado a los pactos y alianzas, convocó muchas Cortes y hasta instituyó la Audiencia en 1371. Su hijo Juan I ayudó a los franceses contra los ingleses en la Guerra de los 100 años, y la Armada castellana destrozó varios puertos británicos y puso en serio peligro a Londres. Se casó con Beatriz de Portugal, y esto le llevó a reclamar el trono de ese reino al morir Fernando I el Hermoso. Si no era por las buenas, sería por las malas. A los nobles portugueses no les moló la idea y, aliados con los ingleses, destrozó a Juan en la Batalla de Aljubarrota (1385).
Tras este descalabro instituyó el Consejo Real, para que la gente le diera consejitos y no perdiese más batallas. Del corto reinado de su hijo Enrique III el Doliente destaca su matrimonio con Catalina de Lancaster, lo que supuso paz con Inglaterra; una expedición para aliarse con Tamerlán contra los turcos; y también comenzó la colonización de las Islas Afortunadas, mejor conocidas como islas Canarias.
Pero más importante que estos monarcas fueron algunas personalidades de la cultura que surgieron en estos años. A Juan Manuel, duque de Villena, le debemos la obra El Conde Lucanor, y al Arcipreste de Hita el Libro del Buen Amor, que seguramente lo hayáis tenido que leer en el colegio. Un arcipreste era el que mandaba en un decanato o arciprestazgo, una subdivisión de una diócesis. También destaca el vitoriano Pedro López de Ayala, autor del Libro Rimado de Palacio y traducciones de obras antiguas.
En Granada había habido varios años de caos interno, y se sucedieron docenas de emires que no hicieron nada relevante. La estabilidad volvió cuando en 1362 Muhammad V recuperó el poder y se convirtió en emir. Ayudó a Enrique II a granar la guerra contra Pedro el Cruel y mantuvo buenas relaciones con los castellanos, aunque seguía teniendo que pagarles tributos.
En Aragón, Pedro IV el Ceremonioso había logrado ser proclamado rey de Sicilia para el año 1377 tras la muerte de su yerno, quien gobernaba la isla como vasallo, y poco después se hizo con el poder efectivo de los ducados de Atenas y de Neopatria (1381). También quería haber absorbido Murcia por la ayuda que prestó al Trastámara, pero al final no le dieron ná. Tras su muerte en 1387 le sucedió Juan I el Cazador, llamado así porque prefería irse da cacerías que gobernar. Se ve que no le apetecía comerse marrones, ya que en esta época hubo muchos. Se perdieron las colonias griegas y en Cerdeña seguían con sublevaciones todo el día.
Hablemos ahora de Navarra. Este reinito dejó de estar bajo control francés al extinguirse la dinastía Capeta en 1328. Juana II heredó el trono y se casó con el francés Felipe de Évreux, amiguito de Alfonso XI de Castilla. Su hijo Carlos II fue apodado “el Malo”, apodado así por meterse en la guerra de Castilla y por subir mucho los impuestos.
Pero tiempos de gloria vendrían con el nuevo monarca, Carlos III el Noble, coronado en 1387. Fue un gran mecenas de las artes y las letras. A él de debemos obras arquitectónicas de gran calibre como el Palacio Real de Olite, famoso por su carácter desordenado, ya que mientras construían lo iban ampliando un poco a lo loco. A través del Privilegio de la Unión (1423) unió los tres burgos que formaban Pamplona en una única ciudad, y construyó la Catedral de Santa María la Real pamplonesa.
Fue bajo su reinado cuando la Compañía Navarra, un grupo de mercenarios de este reino, fue a Grecia y con el apoyo de los florentinos logró echar de Atenas y Tebas a los almogávares para siempre.
Tras la muerte de Juan I ascendió al trono su hermano Martín I el Humano. Fue también una época convulsa, como se refleja en el Cisma de Aviñón, pero ya hablaré de eso más adelante. El hijo de éste, Martín el Joven, logró vencerá los sardo-genoveses en la Batalla de Sanluri (1409). Pero la palmó y el Reino de Aragón se quedó sin heredero. Entre eso y la crisis económica que tenían encima todo parecía jodido. El problemón gordo llegó con su muerte en 1410. En el testamento legaba todo a “quien tuviese más derechos”. No terminaba de quedar demasiado claro el asunto, así que se presentaron varios candidatos.
La elección la iban a decidir nueve jueces, tres por cada reino: Aragón, Cataluña y Valencia. A esto se conoció como Compromiso de Caspe, y en el año 1412 eligieron a Fernando de Antequera, hijo de Leonor de Aragón y Juan I de Castilla. Pertenecía a una rama menor de los Trastámara, y se había ganado buena fama como guerrero. Hizo muchas buenas mejoras en el gobierno, pero el pobre sólo duró 4 años.
Prácticamente toda la primera mitad del siglo XV va a estar regida por dos reyes: Juan II de Castilla (1406-1454), el papá de la reina católica, y Alfonso V de Aragón (1416-1458), hijo de Fernando de Antequera. Juan II era un crío y realmente no dominó una mierda hasta el año 1419, cuando alcanzó la mayoría de edad. Los regentes fueron durante bastante tiempo su madre Catalina de Lancaster y su tío Fernando de Antequera, pero tras el Compromiso de Caspe éste último se convirtió en rey de Aragón y pasó del tema. Aunque obligó a Juanito a casarse con su hija María de Aragón, con quien tuvo a Enrique el Impotente.
Juan II tuvo que lidiar con multitud de problemas, quizás el más gordo fue la Guerra contra Granada durante los años 30 (1431-1439), que le dio bastante prestigio. Su hombre de confianza fue Álvaro de Luna, quizás el primer tipo con el cargo de valido, un puesto de la corte no oficial, pero que era como la mano derecha del rey. También tenía el cargo de Condestable, que venía a ser como el Alférez, la máxima autoridad militar. Su objetivo era fortalecer el poder regio a costa del nobiliario, y claro, eso cabreo especialmente a los hijos de Fernando de Antequera, los llamados “infantes de Aragón”, a quienes logró expulsar de Castilla tras la Batalla de Olmedo (1445).
Sin embargo, eso no frenó a los nobles. Álvaro de la Luna cayó por un complot liderado por el marqués de Villena Juan Pacheco, y el rey la palmó por fiebres poco después. Su hijo, Enrique IV el Impotente (1454-1474) fue nombrado nuevo rey de Castilla. Pero Juan había tenido otra esposa, Isabel de Avis de Portugal, con quien tendría una niña algo respondona: Isabel la Católica. De esta época data la Catedral de Santa María de la Sede en Sevilla, junto a la Giralda, la catedral gótica cristiana con más superficie del mundo.
En Aragón, el rey era Alfonso V el Magnánimo (1416-1458), que reinó un montón de años. Pero a él Aragón no le molaba demasiado, prefería Italia, que tenía cosas muy wapas, como un incipiente Renacimiento y el Humanismo, y dejó el reino en manos de su esposa María de Castilla, ocupando el cargo de Lugarteniente General del Reino, que luego se llamaría virrey. Alfonso logró conquistar el Reino de Nápoles en 1442, montando su corte en el Castel Nuovo, y allí se quedaría a vivir hasta su muerte.
Su hermano Juan, el líder de los “infantes de Aragón”, se casó con Blanca I de Navarra, por lo que él fue nombrado Juan I de Navarra en el año 1425 (1458-1479), y Juan II el Grande tras unir la Corona de Navarra con la de Aragón tras la muerte de Alfonso V en 1458. Juan era un tío muy preparao, y menos mal porque esta época fue muy turbulenta.
Desde hacía años estaba el conflicto de los labriegos catalanes, los payeses de remensa, contra los nobles, que abusaban de su poder cosa mala. Algo parecido pasaba en las islas Baleares con el tema de las revueltas de los Forans, lideradas por Simó Ballester.
Además tras la muerte de Blanca se casó con Juana Enríquez, una noble castellana, y eso cabreó a su hijo y heredero Carlos, el príncipe de Viana, título de los herederos al trono navarro. Aquí empezó la Guerra Civil de Navarra (1451-1464), entre los beamonteses, partidarios de Carlos, y los agramonteses, partidarios de Juan II. Carlitos acabó preso, pero los patricios catalanes le liberaron y pidieron ayuda al rey aragonés Alfonso V. Se creó el Consell del Principat de Cataluña y Carlitos fue nombrado gobernador. Mientras tanto Juana daba a luz a un niño, el que sería Fernando II el Católico.
En 1461 murió el Carlitos envenenado. Dicen que fue su madrastra la Juana esta, y la noticia provocó la Guerra Civil Catalana (1462-1472) que duró 10 años. Por un lado estaba la Busca, grupo que integraba campesinos y pequeños comerciantes, que apoyaban al rey; mientras que la Biga, la oligarquía, quería echarle. Buscaron apoyos en Enrique el Impotente y otros monarcas, pero Juan II logró aliarse con Francia, y así, el bando realista logró tomar Barcelona en 1472 y se firmó la Paz de Pedralbes. Pero Cataluña cayó en la más absoluta ruina. Tanto la población como la producción se redujo drásticamente y todo aquel progreso acabó encontrando un nuevo hogar en la ciudad de Valencia.
Juan II se mostró conciliador y no decidió usar la represión, aunque ahora su cabreo era con los franchutes, pues les había cedido los condados de Cerdaña y Rosellón por la ayuda… pero le estaban invadiendo Gerona de estrangis y parecían querer recuperar Nápoles. Para el colmo, estaba ciego por cataratas y un médico judío tuvo que operarle como pudo. Todo el desaguisado lo tendría que solucionar su hijo, Fernando II el Católico (1479-1516). Eso sí, Juan II colocó en el trono de Navarra a su hija Leonor, casada con Gascón, conde de Foix. Estos Foix serían la última dinastía reinante en Navarra.
Ahora volvamos a Castilla y a su Impotente rey. Enrique IV fue llamado así porque no se le levantaba la chorra ni con Blanca II de Navarra ni con Juana de Avis, hermana del rey portugués, aunque sí con prostitutas. Al final parece que con Juana tuvo una hija: Juana, qué original, pero había dudas de que sobre su paternidad, todo apuntaba a que el padre era el valido Beltrán de la Cueva, de ahí que la llamaran Juana la Beltraneja. Otros hablan de que la mujer fue inseminada artificialmente utilizando una cánula de oro. Además este rey fue impotente en el otro sentido de la palabra. El pobre debía de ser muy indeciso y no tenía ni puta idea de qué hacer con los problemas que se acumulaban.
En el año 1465 Juan Pacheco, el arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo y la Liga Nobiliaria le echó del trono durante una ceremonia conocida como la Farsa de Ávila, en la que un muñeco representando al rey fue despojado del trono. Estos rebeldes proclamaron rey de Castilla a su hermano Alfonso XII, y se lió un pequeño conflicto. Es famosa la 2ª Batalla de Olmedo (1467), donde realistas y rebeldes se dieron bien de espadazos, pero todo acabó en 1468, cuando el infante Alfonso murió por la peste. Con este panorama, Enrique designó como sucesora a su hermanastra Isabel en el Tratado de Toros del Guisando (1468). Iba a poner a su hija Juana pero con el tema de los cuernos dijo que nanai. Ahora Isabel tenía que casarse con el rey de Portugal Alfonso V, 20 años mayor que ella, pero la heredera tenía otros planes.
LOS REYES CATÓLICOS
Año 1469. Otoño. Valladolid. Bodorrio. Sí, amigos, esta es la boda entre Isabel I de Castilla, de 18 años de edad, y el heredero aragonés Fernando II, de 17. Se tuvieron que casar en secreto, para que no se enterara ni el Papa Paulo II (ya que al ser primos segundos no podían casarse sin una bula papal que tuvieron que falsificar), ni tampoco su hermanastro el rey Enrique IV. Éste se pilló un rebote de la hostia y cambió la sucesión a la Beltraneja. Al año siguiente nació la primera hija de la parejita, la princesa Isabel, y se fueron todos a vivir por Valladolid, un poco escondidos del rey. Después irían naciendo sus otros hijos: Juan, Juana la Loca, María y Catalina de Aragón.
4 años después murió Enrique y estalló la Guerra de Sucesión Castellana (1474-1479) entre los partidarios de Isabel y Fernando, apoyados por su padre el rey aragonés Juan II… contra Juana la Beltraneja, que fue apoyada por su tío y ahora marido el rey de Portugal Alfonso V, su madre Juana de Avis, hermana del portugués, y por la Liga Nobiliaria. Es obvio quién ganó. Isabel la Católica (1474-1504) fue proclamada reina de Castilla mientras que su sobrina terminó enclaustrada como monja en un convento en Coimbra. Además el valenciano Rodrigo de Borgia, futuro Papa Alejandro VI, arreglaría el tema de la consanguinidad y la bula papal.
Juan II de Aragón la palmó justo al acabar la guerra, por lo que tanto en Castilla como en Aragón reinaron estos Reyes Católicos. Eso sí, con este matrimonio los reinos no se fundieron en uno, sino que cada uno siguió con sus propias leyes, economía y costumbres, aunque el plan era unirlo todo. Algunos llaman ya a esta unión España y otros prefieren usar el término Monarquía Hispánica.
Lo cierto es que ambos monarcas fueron inteligentes, pragmáticos e ingeniosos, y desde su reinado llegó a la península una prosperidad como hacía tiempo que no se veía, y que duró bastante tiempo. Se roturaron grandes extensiones de tierras, se mejoraron los cultivos, el comercio… Los telares de Cuenca producían a todo trapo, el hierro de Vizcaya se exportaba por toda Europa desde Bilbao gracias a los navegantes vascos, la feria de Medina del Campo en Valladolid era un referente para el comercio internacional…
Como ya he contado Castilla vivía tiempos muy prósperos, mientras que Aragón estaba en colapso desde hacía tiempo. Castilla, con el cuádruple de población, fue repoblando muchas zonas del este, de ahí que el castellano se expandiera por toda la península.
Un objetivo prioritario para mejorar todo era modernizar las instituciones. Se reformó el Consejo Real para convertirlo en el organismo principal de gobierno. Lo que se buscaba era centralización, sin tantos nobles, quienes perdieron mucho poder político pero a cambio siguieron con sus señoríos y poder económico. Estos reyes se encaminaban a la Monarquía Absoluta propia de la Edad Moderna. También se creó una Chancillería en Granada, que venía a ser un tribunal de Justicia, que se unió al que ya existía en Valladolid; y varias universidades nuevas, como la de Alcalá de Henares, la de Sevilla y la de Valencia. La residencia real iba a estar en el Alcázar de Segovia, donde destaca la sala del trono, con el emblema de los reyes católicos. Otra de sus construcciones más célebres fue el Monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo, de estilo gótico isabelino.
Algunos ministerios de nueva creación fueron el de Finanzas, pa’ llevar las cuentas; el de la Santa Hermandad, una especie de policía rural conocida popularmente como mangas verdes; el de las Órdenes de Caballería, el ejército (las órdenes militares funcionaban casi como miniestados, y los reyes trataron de hacerse con su control autonombrándose maestres); y, cómo no, el de la Inquisición, encargada de salvaguardar el cristianismo y constituida en 1480.
En la península había dos minorías religiosas: judíos (también conocidos como sefardíes) y musulmanes. Ambos formaban el grupo de los mudéjares. Los reyes querían la unidad religiosa, y les obligaron a convertirse a todos. Los conversos fueron llamados moriscos, pero mucha gente dudaba de su cristiandad, y ahí entró la Inquisición a perseguir a los mentirosillos. Tenían la ayuda de los familiares, es decir, de los chivatos. Lo cierto es que la Inquisición no fue solo española; existió en gran parte de Europa, y de hecho, en España fue de las más suaves, pero duró hasta el siglo XIX, de ahí que sea más recordada. Quizás el inquisidor general más conocido por la Historia fue Tomás de Torquemada, el primero, pero el tercero también es conocido: el cardenal Cisneros. Al final, en 1492 decidieron cortar por lo sano y expulsaron a los judíos, lo cual fue una pésima decisión porque eran un activo económico importante. Los moriscos también serían expulsados un siglo después.
En lo que llevamos de siglo XV el Reino Nazarí vivió tiempos convulsos. Los emires no duraban nada, todo eran peleas, caos… La llamada Guerra de Granada (1482-1491) comenzó cuando el emir Muley Hacén dejó de pagar la paria anual y encima tomó por la fuerza la ciudad de Zahara. El rey Fernando lo tuvo bastante sencillo, la verdad, pues vio que con sólo fomentar un poquito más las peleas entre la aristocracia granadina ellos ya se mataban solitos.
A Muley Hacén le querían echar su hermano Muhammad el Zagal y su hijo Boabdil el Chico. Fernando ayudó a Boabdil, quien también estaba apoyado por la poderosa familia de los Abencerrajes. Su hermano fue apoyado por el clan de los Venegas y el padre por los Zegríes.
Hubo un cacao de la hostia, y Muley acabó muriendo mientras los demás sitiaban la Alhambra. Se dice que fue enterrado en la montaña más alta de la península, en Sierra Nevada: el pico de Mulhacén, llamado así por él. El Zagal también se rindió tras el asedio de Málaga y así Boabdil se convirtió en el último emir de Granada. Luego se dirigió a los Reyes Católicos y les dijo: “Oye, que gracias por la ayuda pero ya os podéis volver vuestra casa”. Va a ser que no. Los reyes se habían puesto comodísimos en Santa Fe y nadie les iba a echar. Ya estaban preparando los cañones, las ballestas y unas armas llamadas arcabuces, rifles de pólvora lentos de cargar y bastante imprecisos, pero mataban a gente, que era importante.
En Granada aparecieron dos movimientos. Las palomas querían entregar la ciudad para que les dejaran tranquilos y no les quitaran nada, mientras que los halcones querían pelear hasta el final. Sin embargo, Boabdil ya había entregado la ciudad en secreto y así fue cómo el 2 de enero de 1492 toda Granada, y toda la península volvió a ser cristiana. 8 siglos había costado. Bueno, en principio a los granadinos se les permitió mantener su religión y costumbres, aunque les rallaron mucho para que se convirtieran.
A cambio de Granada, los cristianos le dieron a Boabdil y a los suyos tierras en Alpujarras, que no es lo mismo pero algo es algo. Se dice que Boabdil, con lágrimas en los ojos, se dio la vuelta mientras se daban el piro para ver por última vez la majestuosa Alhambra. Su madre Aixa, que muy comprensiva no era, le dijo: “Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre”.
1492 fue un año importantísimo en la Historia. Tuvo lugar la conquista de Granada, la expulsión de los judíos y también la llegada a América por parte de Cristóbal Colón. Esto marcó, al menos para algunos europeos, el cambio de Edad Media a Edad Moderna. Para otros, la Edad Moderna ya había llegado tras la conquista de Constantinopla por los otomanos 40 años antes.
La caída del Imperio Bizantino supuso un corte en las rutas comerciales. Las especias asiáticas dejaron de llegar. Aquello era una tragedia, porque sin pimienta o jengibre la comida no sabía tan rica. Genoveses, venecianos y catalanes se arruinaron con toda esta movida. Se chapó el negocio. Ahora había que buscar una nueva ruta comercial a la India que no pasara por territorio musulmán. A pesar de que decían que había monstruos marinos, los portugueses lograron circunnavegar todo África. Gracias a esto se hicieron ricos con el comercio de oro africano, esclavos negros y gemas preciosas. Los Reyes Católicos, por su parte, decidieron que la mejor forma de llegar a la India sería dando la vuelta al globo terráqueo. Fue en este punto de la historia donde un marino de Génova llamado Cristóbal Colón les propuso una expedición, y les convenció. Sobre este tema ya hablaré en una serie aparte, pero si queréis conocer la historia de Hernán Cortés y de Francisco Pizarro tenéis estas dos entradas en esta web. En fin, con el descubrimiento de una tierra desconocida acabamos nuestro periplo por la historia medieval de la península ibérica.