La siguiente historia tiene lugar entre el año 929 y el 1085
EL REINO DE LEÓN
El Reino de León nació en el año 910 de la mano de Ordoño II, pero como ya comenté en el vídeo anterior, no duró mucho y su hermano Fruela II se lo quedó todo en el 924.Luego hubo movida entre sus hijos y los hijos de Ordoño hasta que finalmente llegó al trono leonés Ramiro II (930-950). Este es importante. Su primer gran hit fue arrebatar al califato cordobés la fortaleza de Magerit, la futura Madrid, aunque su control no duró nada. Parece que por esta época mandó levantar el Castillo de Peñafiel, situado en Valladolid. Hay que mirarlo de frente, porque de lado pierde un poco.
Pero su hit más épico fue sin duda la coalición que hizo con los pamploneses para ir a por Abderramán III, que había subido a Castilla para tocar los cojones. Su derrota en la Batalla de Simancas (939) fue máxima. El califa escapó vivo de milagro, y los cristianos pudieron avanzar del Duero al río Tormes, tomando el control de ciudades como Salamanca o Sepúlveda.
Un personaje importante dentro de esta historia es Fernán González de Lara (931-970), el guerrero más fiel del rey y que fue nombrado Conde de Castilla. Pero él quería más territorios, y absorbió otros condaditos más pequeños: Lara, Lantarón, Álava, Burgos y Cerezo. Pero Fernán quería todavía más, y Ramiro II, para evitar que continuara expandiéndose, puso como bloqueo a Ansur Fernández como Conde de Monzón.
Fernán se enfadó mazo y empezó una revolución independentista que le llevó a los calabozos de León una temporada. Tras eso, una vez libre, se refugió en Castilla, y empezó a molestar las fronteras del leonés, con posible ayuda musulmana. Volvió a controlar mucho territorio y al final Ramiro decidió restituir su honor perdido. Tras la muerte de Ramiro, Fernán logró gobernar Castilla con gran autonomía, pero sin independizarse de León, aunque convirtió su cargo en hereditario.
Incluso Fernán y otros nobles echaron del trono de León al rey Sancho I, porque debía de estar muy gordo. Se tuvo que exiliar a Pamplona, donde su abuela la reina Toda Aznárez habló con el califa, que era su sobrino, y le consiguió un tratamiento médico para adelgazar al ex-rey. Así que en el año 958 Sancho I, su esposa Teresa, y la reina pamplonesa viajaron a Córdoba para que el reputado médico hispanojudío Hasday ibn Saprut le pusiera una dieta a base de infusiones. La cosa debió de funcionar y Sancho I, con ayuda musulmana, logró echar a Ordoño IV de León y restituirse como rey. Eso sí, ahora tendría que pagar tributos a Abderramán III, claro.
Y ahora hay que hablar de organización político-social. Es decir, el feudalismo. Para conocer el origen del feudalismo tenemos que remontarnos al año 877, cuando el rey franco Carlos el Calvo decretó el Capitular de Quierzy. Gracias a esto, los cargos condales y demás mierdas se podrían heredar. Esta heredabilidad de los feudos francos afectó también a los condados catalanes, donde gobernaba Wifredo el Velloso. Eso sí, para que te dejaran hacer esto, el propietario tenía que ir a jurar vasallaje al emperador franco cada cierto tiempo.
En eso se resume el feudalismo. El rey reparte sus territorios entre duques, condes, marqueses y demás, y a través de un pacto, estos se comprometen a servir a su rey y pagarle impuestos, a cambio de protección. A su vez, estos condes tienen otros siervos y vasallos, que son los que van a cultivar en sus tierras en régimen de semi-libertad pagando un diezmo a cambio de, al igual que los superiores, protección. Los protectores serán la baja nobleza, los caballeros medievales. Estos siervos campesinos tenían libertad para darse el piro y buscarse otro señor feudal al que servir.
El los reinos cristianos, el rey era la máxima autoridad del reino, pero en muchas villas surgieron los concejos, una especie de autogobierno donde todos los habitantes del pueblo tenían voz y voto. Ellos elegían alcaldes, magistrados, oficiales, pregoneros, escribanos… La necesidad de comunicación entre estos concejos y el rey daría origen hacia el año 1188 a las Cortes. Ya lo veremos.
De momento lo único que había era una Aula Regia al estilo visigodo. Tras el rey los que más molaban eran los Magnates (por orden: duque, marqués, conde, vizconde, barón y señor); y luego estaba la baja nobleza (los caballeros infanzones y los hidalgos). Junto a ellos estaba el clero, liderado por los obispos, uno por diócesis o jurisdicción, aunque luego hay sacerdotes random. Un grupo de diócesis forma una provincia eclesiástica, y está liderada por un arzobispo, quien está en una archidiócesis.
En palacio destacan los oficiales palatinos, del palacio, liderados por el mayordomo o chambelán. Luego estaba el capellán, quien organizaba las ceremonias religiosas de la corte; el caballerizo, que cuidaba a los caballos de palacio; y el notario o escribano, quien tenía el control de las comunicaciones. El ejército mejoró su equipamiento, especialmente en la caballería pesada: herraduras, estribos o espuelas.
En los condados catalanes en cada condado la máxima autoridad era el conde, quien elegía a los vizcondes. Pero claro, sobre ellos siempre solía haber un marqués franco controlando el cotarro. Cada condado tenía su propia sede episcopal, con un obispo a la cabeza, pero al igual que el marqués franco, los obispos catalanes estaban bajo el control de la Archidiócesis de Narbona.
Gracias al expansionismo cristiano los pueblos y aldeas de la meseta se fueron repoblando. Aquí aparecen los llamados Burgos, ciudades en torno a una fortaleza que florecían económicamente gracias a sus diferentes oficios: herreros, carpinteros, sastres, peleteros, zapateros, ceramistas, mercaderes… El mejor ejemplo de esto es la ciudad de Burgos, llamada así precisamente por esto. Alrededor de su castillo se empezaron a montar tiendas, casas y todo empezó a crecer. La ciudad de León también fue conocida por sus mercados semanales. Además de forma anual se celebraban las Ferias, siendo la más antigua de la Belorado. Una ciudad importante fue Ávila, donde se construyeron unas pedazo de murallas impresionantes, que siguen en pie hoy día.
Esta época puede ser un poco liosa, porque a todo el mundo le dio por llamarse con nombres jodidamente parecidos. Entre los Berengueres Ramón, Ramón Berengueres, Sanchos Garcés, Garcías Sánchez y Sanchos a secas estudiar este periodo acaba convirtiéndose en un martirio. Como dato curioso, los apellidos acabados en –ez o –es significan “hijo de”. Garcés, hijo de García; Sánchez, hijo de Sancho; Rodríguez, hijo de Rodrigo; Putez, hijo de… En fin, no os agobiéis con todo esto.
EL CALIFATO DE CÓRDOBA
Abderramán III (912-961) había proclamado el Califato Omeya de Córdoba en el 929. Bajo su mando, Al-Ándalus vivió su época de mayor esplendor, con un gran desarrollo económico, religioso y cultural.
El califa, nada más llegar al poder, tuvo que someter a las marcas rebeldes desde Mérida hasta Lleida, e incluso sometió a las islas Baleares. Usó una buena combinación de fuerza y diplomacia. No era para nada un fanático religioso, dio muchos puestos buenos a los muladíes y mozárabes para ganarse su favor, ya que solían ser los más revoltosos. El descalabro tras la Batalla de Simancas (939) supuso un equilibrio de fuerzas y una tregua entre cristianos y musulmanes.
Abderramán III era un tío muy inteligente y tolerante, pero tenía sus mierdas. En su harén coleccionaba concubinas como si fueran cromos, y muchas veces las maltrataba. Se cuenta que una le hizo un feo y la echó agua hirviendo en la cara. También debía ser un borracho de cuidado, ya que en aquel tiempo la ley islámica no era tan estricta con el alcohol, y además el lujo era algo que le encantaba. Embelleció Al-Ándalus todo lo que pudo. Córdoba quedó increíble, llena de monumentos y edificios que daba gustirrinín solo de verlos. Amplió la Mezquita de Córdoba, y construyó un gran centro de estudios y una escuela de medicina, así como varias bibliotecas. En Zaragoza se empezó a construir el Palacio fortificado de la Aljafería, aunque no se acabaría hasta la época de los reinos de taifas. Fue edificado por la dinastía de los Banu Hud, los hudíes, y actualmente este edificio es la sede de las Cortes aragonesas.
Las ciudades andalusíes se llenaron de mansiones, casas de campo, acueductos, fuentes y jardines botánicos. Este tipo de ciudad tenía diferentes partes. La zona más concurrida era sin duda el Zoco, un laberinto de callejuelas llenas de tiendas donde tenían lugar las actividades comerciales. Las monedas más típicas fueron el dírhem de plata y el dinar de oro. Sí querías productos de más calidad, especialmente seda, tenías que buscar alguna Alcaicería. No confundir con el Alcázar, que solía ser una fortaleza situada en el punto más alto de la ciudad, el fuerte donde residía el gobernante y los militares. En las Alhóndigas se almacenaban las mercancías, y los mercaderes que estaban de paso podían alojarse en ellas. En las partes externas de las ciudades podías encontrar las almunias, o fincas de recreo; los arrabales, conformado por las viviendas situadas fuera de las murallas; y las juderías, donde vivían los judíos.
En Algeciras y otros lugares se construyeron atarazanas, es decir, astilleros y puertos defensivos para crear una gran flota con la que guerrear. Resulta que en el sur, en el Magreb, los bereberes del califato fatimí empezaron una revuelta y dieron bastante por saco. Ellos eran chiíes, mientras que los omeya eran sunitas, ya hablaré más delante de esta movida. La flota creada también sirvió para comerciar con Persia o Bizancio.
Las industrias más importantes eran la textil, donde se fabricaban ropas de algodón, piel y cuero; y la minería y metalurgia, orientada a la fabricación de armas en su mayoría. En orfebrería se crearon obras de diferentes estilos con oro, plata, marfil y piedras preciosas. En la ciudad de Játiva se instaló una fábrica de papel importante, y el vidrio también comenzó a ponerse de moda. Y finalmente, una actividad realmente lucrativa fue el comercio de esclavos, generalmente de africanos sudaneses, de donde también traían grandes cantidades de oro. La agricultura de regadío mejoró notablemente, y llegaron a Al-Ándalus nuevos cultivos de otras partes del mundo, como arroz, trigo duro, el azúcar, las naranjas, las Sandías, los plátanos, las berenjenas…
Destaca también la ciudad residencial de Medina Azahara, situada cerquita de Córdoba y fundada hacia el 936. Se convirtió en la mansión playboy de los califas omeyas. En la parte más alta estaba el alcázar, donde residía el tipo, y desde donde podía ver sus lujosos jardines y albercas, con florecillas y árboles frutales. Es famosa la Terraza Áurica, donde se celebraban las grandes audiencias y recepciones de embajadores. Allí estaba el Salón Rico, o del trono, con paredes de mármol con arcos de herradura polícromos. Los invitados se les hacía el culo pepsicola.
El lugar tenía tres mezquitas, pero destaca la aljama o mezquita principal, desde cuyo minarete o torre se llamaba a los creyentes a rezar. También había una ceca, una fábrica de monedas, y un gran horno y cocina donde se asaban los filetillos para el califa. Todo el lugar estaba protegido por enormes murallas y por los mejores soldados, pero eso no impidió que esta magnífica construcción solo durase un siglo, ya que hacia el año 1010 unos bereberes cabreados la redujeron a cenizas.
Abderramán III murió en el 961, y le sucedió su hijo Al-Hakam II. Con 40 años todavía no tenía hijos, por lo que tuvo que tirarse a una esclava vascona llamada Subh, o Aurora, para lograr heredero, y de ahí salió Hisham II. Fue una época de gran bienestar social, y se alcanzó una igualdad de derechos entre todas las etnias que poblaban Al-Ándalus. Aunque claro, esto no era bien visto por determinados sectores, como los malikíes, los más radicales. Enfrentados a estos estaba ibn Massarra y su Mutazilismo, que promovía una mayor libertad de pensamiento, más racionalidad.
Al-Hakam II murió muy joven por problemas de salud, y entonces llegó al trono Hisham II. Era menor de edad, y el chaval apenas vería el poder. Los regentes fueron el hayib Al-Mushafi, el general Gálib, su madre Subh y su tutor, Muhammad ibn Abi-Amir, mejor conocido como Almanzor (981-1002). Este tipo se cargó a todos sus rivales políticos, se hizo con el puesto de hayib, y comenzó la llamada Dictadura Amirí en el 977 (977-1009).
Una vez al mando del califato, Almanzor tenía un objetivo claro: hacer la yihad contra los cristianos. Así empezaron una serie de campañas muy exitosas en el norte peninsular. Sus conquistas comenzaron en el 977, cuando lanzó aceifas contra Cuéllar en Segovia y contra Salamanca, logrando recuperar el territorio al sur del Duero. Durante la siguiente década atacaría Navarra y los condados catalanes, logrando incluso que Sancho Garcés II le entregase a su hija Abda, con quien Almanzor tuvo a su hijo Abderramán Sanchuelo.
El conde barcelonés Suñer I había logrado conquistar parte de Tarragona unos cuantos años antes, pero llegó Almanzor y lo volvió a tomar, e incluso asedió Barcelona con gran violencia. En una de sus últimas campañas, por el 997, arrasó Astorga y llegó hasta Santiago de Compostela. Destruyó su iglesia aunque dejó el sepulcro intacto. Eso sí, como trofeo se llevó las campanas, que parece que le gustaron mucho.
El conde de Barcelona, Gerona y Osona, Borrell II, fue célebre por lo diplomático que era. Logró mantener buenas relaciones con francos, el papado y hasta con los musulmanes, con quienes firmó una débil paz. Peeero… tras el brutal asedio de Barcelona, la popularidad de Borrell II estaba por los suelos. Había sido partidario de buen rollito con Córdoba y mira. Desastre. Esto le obligó a potenciar más las relaciones con los francos, para que les ayudaran más. Sin embargo, los carolingios estaban dándose de hostias entre ellos todo el tiempo. Les estaba venga a llamar pero comunicaban.
Borrell II se vio solo, por lo que decidió no renovar sus vínculos con los francos. Se rompió el contacto, les borró del whasap, y la casa condal barcelonesa logró una independencia de facto, aunque la iglesia catalana todavía estaba bajo el control de la archidiócesis de Narbona, es decir, de los gabachos. Además esta autonomía no fue reconocida de forma oficial hasta el Tratado de Corbeil en 1258.
En el 999 en León empezó el reinado de un chavalín llamado Alfonso V. Lo más importante de su reinado es el llamado Fuero de León, promulgado en el año 1017 en un concilio celebrado en la primitiva catedral de León. Este fuero recogía 48 leyes que vendría a ser como una constitución para todo el reino y más allá. Además metió mucho money en la Basílica de San Isidoro de León, donde acabaron los restos del obispo sevillano.
Almanzor fue derrotado en la Batalla de Calatañazor (1002), de la que logró escapar con vida de milagro, pero falleció días después. Le sucedieron los ineptos de sus hijos, que llevaron al califato al desastre. En 1009 comienza la gran fitna (1009-1031), una guerra civil que acabó con el califato. La situación fue caótica, y muchos gobernadores y nobles se hicieron independientes. Aquí empezaron a surgir los Primeros Reinos de Taifas. El último califa omeya fue Hisham III, y cuando murió en 1031, lo que quedaba del califato cayó con él.
EL EXPANSIONISMO DE SANCHO III EL MAYOR
En el año 1004 empezó a gobernar en Navarra Sancho III el Mayor (1004-1035), probablemente el más grande monarca que tuvo este reino, bisnieto del conde castellano Fernán González. Sus territorios comprendían Guipúzcoa, el condado de Aragón y por supuesto el Reino de Pamplona-Nájera, ya que la capital ahora era esta ciudad riojana. Su objetivo vital era uno muy concreto: unir todos los reinos cristianos en uno solo. Y estuvo bastante cerca de lograrlo.
Empezó relaciones fantásticas con Castilla, y se casó con Muniadona, la hija del conde castellano García Sánchez. Mientras tanto lograba anexionarse con éxito los condados de Ribagorza y Sobrarbe, con quienes empezó varias campañas contra el reino taifa de Zaragoza, aunque jamás pudo tomarlo. Además Sancho III estableció relaciones con el Papado romano y con el rey francés, rompiendo así 3 siglos de aislamiento. Esto y el camino de Santiago fue favoreciendo la entrada de órdenes monásticas como la Orden del Císter o la de Cluny, quienes trajeron nuevas técnicas agrícolas en el cultivo de cereales o el estilo arquitectónico románico. Destaca el castillo románico de Loarre, en Huesca.
Los monjes escribas viajaban por toda Europa, de monasterio en monasterio, copiando textos y libros antiguos, y llevándolos a otros monasterios. Se creó una red de conocimiento enorme, y gracias a esta labor se salvaron cientos de obras históricas, científicas y filosóficas de la Antigüedad. Con el tiempo, estos monjes irían propagando estos conocimientos con la fundación de las primeras universidades dos siglos después.
Bermudo III era menor de edad, y la regencia de León fue ocupada por Urraca Garcés, su madrastra, y hermana del rey pamplonés. Esto provocó que la nobleza se revolviese y la liara parda. El jovencito conde castellano García Sánchez, el heredero, iba a casarse con la hermana de Bermudo, Sancha de León, para intentar reforzar las amistades con todos, pero llegaron miembros de la familia Vela y le asesinaron. El rey de Pamplona, quien tenía derecho a la herencia por su mujer, acabó poniendo a su hijo Fernando I el Magno al mando de Castilla alrededor del año 1030. Con esto Castilla dejó de estar bajo el mando de León para pasar a ser parte de Pamplona. León y los condados catalanes también acabarían aceptando su autoridad suprema, pero el pobre Sancho III acabó muriendo de forma repentina por una enfermedad. Pero logró autoridad sobre todos los reinos cristianos, ya sabéis lo que eso significa. Logro desbloqueado.
Todas sus conquistas fueron repartidas entre sus hijos: su primogénito García Sánchez III (1035-1054) heredó el Reino de Pamplona-Nájera, que incluía gran parte de Castilla, País Vasco y la Rioja, donde construyó el Monasterio de San Millán de Yuso o el Monasterio de Santa María la Real de Nájera. Ramiro I, un bastardito conde de Aragón, se quedó con ese territorio, convirtiéndose así en el primer monarca del Reino de Aragón, que luego se haría muy poderoso. Para Gonzalo los condados de Sobrarbe y Ribagorza, que acabarían siendo tomados por Ramiro I en el 1044.
Y como ya he contado, Fernando I el Magno (1035-1065) se hizo con el condado de Castilla, y dos años después también adquirió el Reino de León tras cargarse con una lanza a su cuñado el rey Bermudo III en la Batalla de Tamarón (1037), con la ayuda de su hermano García Sánchez III. Al parecer ambos monarcas se peleaban por las tierras de Carrión y Saldaña que Sancho III había sisado a León tiempo atrás. Con esto, Castilla y León se unieron en un único ente. Más tarde, Fernando I quiso recuperar para su reino trocitos de Navarra que Sancho III, su padre, había recortado a su antojo. Así, Fernando se cargó a su hermano García Sánchez III en la Batalla de Atapuerca (1054) y el pequeño hijo de este, Sancho IV (1054-1076), acabó en el trono navarro sin saber muy bien qué hacer con su vida.
Fernando I no solo se dio de leches con sus parientes. También expandió el Reino de León hacia el sur, arrebatando mogollón de fortalezas y poblaciones a los taifas. Los reyezuelos de Zaragoza, Badajoz, Toledo y Sevilla decidieron pagar al castellano las “parias”, un impuesto para que no les atacase, incluso le devolvieron las reliquias de San Isidoro. Y claro, Fernando I se forró. Era un gangsta. Reformó la Curia Regia leonesa y restableció la liturgia romana en el Concilio de Coyanza, celebrado en 1055. Además empezaron a llegar influencias europeístas a través de Navarra como el ya mencionado arte románico.
En los condados catalanes, durante el gobierno de Ramón Berenguer I el Viejo, comenzaron una serie de rebeliones de nobles lideradas por el vizconde Mir Geribert, quienes se veían ninguneados por la casa condal de Barcelona. Se hicieron con el control de varios castillos del Penedés y el Llobregat para independizarlos, ya que también querían su parte de las parias cobradas a los taifas, porque el único que se forraba era el Ramón. Reclamaban poder poner impuestos a la gente, y el poder colonizar valles sin que el monasterio de Sant Cugat del Vallés les quitase la propiedad por los antiguos tratados con los francos. El golpe de estado acabó fracasando.
Mientras tanto, el rey de Aragón Ramiro I se casaba con Ermesinda de Bigorra, hija de del conde francés de Foix-Bigorra. Las relaciones entre ambas casas serían bastante habituales. También casó a su hija Sancha con Ermengol III, del condado de Urgel, creando una alianza contra el conde barcelonés Ramón Berenguer I, quien estaba expandiendo sus dominios cosa mala, pues había logrado subyugar a los condados catalanes vecinos. Después, en 1063, el aragonés asaltó en Huesca la fortaleza de Graus, defendida por el rey taifa de Saraqusta Al-Muqtadir. Un contingente de tropas castellanas liderado por el futuro Sancho II de Castilla, hijo de Fernando, apoyó al taifa. Entre los soldados estaba un joven soldado llamado Rodrigo Díaz de Vivar, quien se convertiría poco después en el Cid Campeador. Esta batalla fue una derrota para los aragoneses, y Ramiro I acabó con una lanza metida por el culo. Le sucedió Sancho Ramírez.
LA ÉPOCA DEL CID
Fernando I murió en 1065, y al igual que su padre cometió el error de repartir su reino entre sus hijos. Si alguna vez vosotros tenéis reinos, jamás hagáis eso, nunca sale bien. A las hijas Urraca y Elvira les dejó para su disfrute personal monasterios y villas en Zamora y Toro respectivamente, pero lo de los hijos fue más complicao. A Sancho II le dejó Castilla y las parias de Zaragoza; a Alfonso VI le dejó León y las parias de Toledo; y a García II le dejó Galicia y el norte de Portugal hasta Coímbra, y las parias de Badajoz y Sevilla.
Ya hemos visto varios casos de esto a lo largo de los más de 80 vídeos de este canal. ¿Qué creéis que va a pasar? Pues que este reparto no gustó entre los hijos y se empezaron a matar entre ellos. Navarra también estaba en el punto de mira, así que Sancho IV se alió con su primo Sancho Ramírez, rey de Aragón, y comenzaron la Guerra de los 3 Sanchos (1065-1067) contra Sancho II de Castilla. Este ganó y se anexionó territorios como Álava y La Rioja.
Luego se alió con Alfonso VI y juntos tomaron el Reino de Galicia, regida por su otro hermano (1071), García, quien acabó preso en el Castillo de Luna. Tres años después Sancho II decidió traicionar a Alfonso y mandó a su ejército, liderado por el Cid, a tomar León. Tras la Batalla de Golpejera (1072) Sancho apresó a Alfonso y volvió a unificar el Reino de Castilla y León. Eso sí, la alegría le duró poco. Resulta que en Zamora se habían hecho fuertes la infanta Urraca y los fieles a Alfonso. Sancho fue pa’llá a cargárselos, pero se cuenta que una noche un noble llamado Vellido Dolfos entró en el campamento castellano y asesinó a Sancho mientras hacía caca. Gracias a su muerte de mierda, Alfonso VI volvía a ser rey.
Es famosa la leyenda de la Jura de Santa Gadea, en Burgos, donde supuestamente el Cid obligó a Alfonso a jurar que él no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano. Aquí empezó una bonita amistad entre los dos, y de hecho, le dio en matrimonio a su sobrina Jimena Díaz, una noble muy importante.
En Navarra, Sancho IV acabó siendo despeñado en 1076 por su hermano Ramón en Peñalén. Este quería ser el nuevo rey, pero el pueblo le echó por asesino y pusieron a Sancho Ramírez I de Aragón y V de Pamplona, quien unió los dos reinos en uno solo (1076). Este monarca puso como capital del reino a Jaca, que hasta entonces había sido una pequeña villa. Allí construyó la Catedral de San Pedro, y viajó a Roma para conocer al papa Alejandro II y prestarle vasallaje. Gracias a esto, Aragón se hizo un gran socio comercial por toda Europa.
Pero volvamos con Alfonso VI. Tras la muerte de Sancho IV, el rey leonés se anexionó Álava, Vizcaya, parte de Guipúzcoa y la Rioja, y adoptó el titulo de Imperator totius Hispaniae (1077), y es que su idea era unificar toda la península bajo la hegemonía leonesa. Se vino muy arriba y comenzó la construcción de una enorme Basílica en Santiago de Compostela, pronto sería como la conocemos ahora. Por su parte, el Cid había sido un muy buen soldado durante esos años, pero fue a Sevilla a recoger las parias y tuvo bronca con los musulmanes de Toledo. Al parecer se extralimitó y saqueó unas tierras toledanas bajo protección de Alfonso VI, por lo que éste le desterró en 1080.
En el Cantar del Mío Cid se cuenta su aventura bajo las órdenes del rey taifa de Zaragoza Al-Mutamán. Le encargó ir contra su hermano Al-Mundir, gobernador de Lleida, quien estaba aliado con el conde de Barcelona Berenguer Ramón II El Fraticida. Tras la Batalla de Almenar en 1082, el Cid logró apresar al conde, aunque luego lo mandaron a Jerusalén a participar en la 1ª cruzada y allí la palmó.
Por su parte, Alfonso VI conquistó Toledo en 1085,la antigua capital goda. Aquello fue tal subidón que decidió instalar su corte en la ciudad, y comenzó a expandir la frontera de su reino hasta el río Tajo. Ávila, Segovia, Salamanca, Madrid, Coria, Guadalajara, Talavera… todas esas ciudades fueron repobladas y cristianizadas al máximo. Aunque en muchos sitios como Toledo respetó el culto musulmán conservando las mezquitas más importantes. A estos musulmanes en territorio cristiano se les llamó Mudéjares. Pero mientras en la zona del Duero el repoblamiento fue por presura, aquí seguirá el sistema concejil. Mientras que en el norte las ciudades eran gobernadas por un señor feudal, un noble, un obispo o lo que fuera, en estas el rey va a conceder a sus habitantes unos fueros o Cartas Puebla. ¿Qué significaba esto? Que las ciudades eran del rey, y le pagaban impuestos directamente a él, y él les daba privilegios económicos y comerciales. Así del concejo salían alcaldes y otros magistrados.
LOS PRIMEROS REINOS DE TAIFAS
Como ya he contado, Al-Ándalus vivió una época de gran caos que desembocó en la aparición de los Reinos de Taifas, señoríos independientes gobernados por nobles. La taifa de Sevilla fue gobernada por los árabes de la familia de los abbadíes. Otras taifas importantes fueron Zaragoza, Toledo y Badajoz. Los bereberes se hicieron con el control de las taifas de Málaga, Algeciras, Ronda y Granada, controlada esta por la familia de los Ziríes. Almería, Murcia, Denia, Valencia y las Baleares fueron tomadas por musulmanes de etnia eslava, los Amiríes. Para finales de este siglo XI los abadíes de Sevilla liderados por Al-Mutadid se hicieron con el control de gran cantidad de las taifas de Andalucía, e incluso tomaron desde Córdoba a Murcia durante el reinado de su hijo, el rey poeta Al-Mutamid.
Lo cierto es que a pesar del caos y las luchas, a estos reinos les fue muy bien en el ámbito cultural, de las artes, ciencia. Pero en política la cosa dejaba mucho que desear. Al parecer no podían pagar ejércitos, ya que tenían que hacer frente a las parias cristianas. Estos reyezuelos se vieron obligados a subir los impuestos mientras ellos se daban a la buena vida, violando muchos preceptos del Islam. Y claro, los alfaquíes, ese clero guardián de las buenas costumbres, estaba que echaba humo.
¿Qué hicieron? Pedir ayuda al Norte de África. Llamaron a los Almorávides, unos musulmanes guerreros muy fanáticos y radicales, amantes de Alá y de cortar cabezas. Se iba a liar muy gorda.