La siguiente historia tiene lugar entre el año 1800 y el 1823 d.C.
Virreinato del Perú. Año 1801. Comienza el siglo XIX.
Tras ser gobernador de Chile y virrey de Río de la Plata, el catalán Gabriel de Avilés y del Fierro se convirtió en Virrey del Perú de 1801 a 1806. Fueron años tranquilos en general.
Se cuenta de este virrey que él y su esposa, la limeña Mercedes Risco, eran muy devotos, y juntos sufragaron muchas obras de caridad por todo el Perú, como la construcción del Hospital del Refugio para Mujeres.
El siguiente virrey fue el asturiano José Fernando de Abascal y Sousa, y estuvo 10 años en el gobierno peruano, de 1806 a 1816. Fue el virrey que se tuvo que enfrentar a varios de los movimientos independentistas de Sudamérica. En breves lo veremos.
Este virrey Abascal era de corte más ilustrado, y centró sus esfuerzos en mejorar la salubridad pública, la cultura, y también en la defensa.
Por ejemplo, creó numerosas escuelas-taller por todo Perú, entre la que destaca la Real Escuela de Pintura de Lima, creada con el apoyo del pintor José del Pozo.
Apoyó la vacunación contra la viruela de los peruanos gracias a la Expedición Balmis, de la que hablé anteriormente. Aparte se creó el Colegio de Medicina y el Jardín Botánico, para la formación de médicos y especialistas. Otro colegio que creó fue el Colegio de Abogados capitolino, en Lima.
Y finalmente financió la construcción de un cementerio fuera de las murallas de Lima, para evitar tener gente enterrada en lo que era la ciudad.
Aparte, Fernando de Abascal fue muy precavido con el tema militar.
Envió ayuda al Virreinato Rioplatense para la defensa de Buenos Aires y Montevideo de las invasiones inglesas ocurridas entre 1806 y 1807.
Este virrey sabía que Perú podía ser atacado, así que fortaleció Lima, el Callao, y reorganizó el Ejército Real del Perú. Destaca la creación de un regimiento de patricios llamados La Concordia Española en el Perú.
Y entonces llegó el año 1808. Ya he contado anteriormente qué ocurrió en esta fecha. Llegó Napoleón Bonaparte e invadió toda España, e hizo abdicar al rey de España, Fernando VII de Borbón. La población española se levantó en armas contra la invasión francesa y así comenzó la Guerra de Independencia Española.
A los virreinatos comenzaron a llegar noticias confusas de estos hechos. Ya no había rey Borbón. ¿Tenían que obedecer a los franceses de José Bonaparte, quien ahora era rey de España? ¿A los ilustrados? ¿A las Juntas Autónomas españolas? El caos fue aprovechado por algunos criollos para intentar ganar más poder, y eso acabó derivando en la creación de juntas en América, como la de Chuquisaca, La Paz, Montevideo o la de Quito. En un principio, estas no buscaban la independencia, sino un gobierno con más autonomía o simplemente evitar que el poder cayera en manos francesas.
Sin embargo, pronto comenzó un auténtico movimiento emancipador en Buenos Aires y en Nueva Granada, como ya vimos.
En el Perú, por el contrario, no existió un verdadero movimiento independentista. Hubo alguna pequeña conspiración en el sur y algún que otro movimiento juntista, pero fueron todos rápidamente sofocados por el virrey Abascal.
Sí, en contra de la creencia popular de las independencias, justo el lugar más perjudicado por las reformas borbónicas y también el que más población indígena tenía era el lugar más fiel al bando borbónico. ¿Por qué?
Pues porque como ya dije, algunas reformas borbónicas eran necesarias y fueron beneficiosas, y lo que más cabreó a la gente en general fue la subida exagerada de los impuestos durante el gobierno de Carlos III. Por otro lado, para la mayoría de indígenas, la idea de cruz y trono estaba muy asentada desde la conquista, al ser un concepto con similitudes a las estructuras prehispánicas. También, muchos indígenas preferían la figura del rey como garante de protección contra los abusos, antes que a los criollos, quienes eran, por norma general, quienes cometían estos abusos. Lo que no quita que hubiese nativos en el bando separatista, aunque en menor grado. Igual que criollos en el bando realista. De hecho, la mayoría de los ejércitos realistas no estaba compuesto por españoles peninsulares, ya que en América había muy pocos, sino criollos contrarios a la independencia, mestizos y nativos. Como veis, es un tema con bastantes aristas.
Pero, en resumen, en el Perú no hubo un excesivo caldo de cultivo revolucionario. Perú se convirtió en el bastión de la contrarrevolución frente a los independentistas, y acabó independizada por la fuerza por ejércitos extranjeros, con San Martín y Bolívar a la cabeza. Lo iremos viendo.
Este virrey Abascal lo tenía claro: iba a apoyar al legítimo rey Fernando VII, aunque estuviera encerrado en una prisión. Intentó censurar todo lo que pudo las noticias no favorables para evitar que se colaran en su territorio ideas revolucionarias.
Cuando se constituyeron las Cortes de Cádiz y se creó la nueva constitución de 1812, Abascal, como ilustrado moderado que era, acató muchas leyes. Por ejemplo, suprimió la mita definitivamente, también el tributo indígena, y aprobó la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos.
Curiosamente, muchos nativos e incluso mestizos dijeron que esto de la igualdad ante la ley era una mierda, que ellos querían volver a lo de antes. Y diréis, ¿por qué? Pues porque, aunque no había una igualdad real, estos grupos sí que tenían ciertos beneficios que no querían perder, como todo el tema del protector de indios o el tributo indígena, aunque sí que pidieron que fuera más bajo. Les salía más a cuenta, básicamente.
Uno de los diputados peruanos en estas Cortes de Cádiz fue Dionisio Inca Yupanqui, descendiente inca, quien curiosamente acabó rechazando muchas reformas liberales y pasándose al lado absolutista… Y también podríamos destacar al criollo Vicente Morales Duárez, un limeño que acabaría como presidente de estas cortes. Sí, un peruano fue presidente de las cortes españolas en 1812.
Por otro lado, los revolucionarios rioplatenses, los llamados patriotas, intentaron penetrar en el Alto Perú, lo que hoy es Bolivia, y que en aquel entonces era parte del virreinato del río de la plata pero que estaba disputada por ambos bandos. En esta 1ª expedición al Alto Perú, los rioplatenses tuvieron éxito tras la Batalla de Suipacha, de 1810.
Sin embargo, pronto las tropas de Abascal empezaron a ganar terreno. Es importante la Batalla de Huaqui, de 1811, en la cual, las tropas del comisionado realista José Manuel de Goyeneche vencieron a los patriotas rioplatenses.
En esta batalla destacó Mateo Pumacahua, como comandante de las tropas indígenas que estaban a favor del rey de España. Este Pumacahua os sonará porque años antes fue uno de los que logró acabar con la rebelión de Tupac Amaru II.
El caso es que, gracias a esta victoria, los realistas lograron anexionarse todo este Alto Perú. Esto hizo que la plata volviera a fluir hacia Lima, lo que contentó a muchísimos comerciantes peruanos. Entre esto y que el virrey participó en algunas reformas políticas liberales de las Cortes de Cádiz, Perú se mantuvo fuertemente realista.
Más tarde, las tropas del rioplatense Manuel Belgrano comenzaron la 2ª expedición al Alto Perú. El bando realista avanzó desde Bolivia hacia los territorios rioplatenses, y se produjo el éxodo jujeño, en el que la población de San Salvador de Jujuy abandonó la ciudad y se refugió más al sur.
Las tropas de Belgrano vencieron en Tucumán en 1812, y en la Batalla de Salta, de 1813. El gran perdedor fue el bando realista al mando del general Pío Tristán, quien más tarde sería el último virrey del Perú.
Otro general realista, Joaquín de la Pezuela, quien también acabaría como virrey, sustituyó a Goyeneche, y se encargó de reorganizar el ejército. Fue a saco contra Belgrano, a quien venció en Vilcapugio y en la Batalla de Ayohuma, ambas de 1813. Gracias a estas victorias, los porteños fracasaron recuperando el Alto Perú.
Pero no todo estaba perdido, ya que al bando realista le salió un enemigo imprevisto que frenó su avance hacia el sur. Ese fue Martín de Güemes y sus guerrillas gauchas, también conocidas como republiquetas o montoneras. Estos comenzaron la Guerra Gaucha, de la que ya hablé anteriormente.
Volviendo al norte, en esos años empezaron algunas revueltas internas por el Perú, como la de Tacna, liderada por Francisco Antonio de Zela, y la de Huánuco, donde destacó Juan José Crespo y Castillo, que fueron de corte más anti-limeñas que anti-coloniales. Estas son llamadas las montoneras del Perú, siendo montoneras un sinónimo de guerrilleros o tropas irregulares. De todas formas, todas acabaron en un estrepitoso fracaso.
Ahora viajemos a la Capitanía General de Chile, que técnicamente seguía perteneciendo al Virreinato Peruano. Aquí empezaron a producirse algunos movimientos insurrectos.
En 1808 ocurrió el Escándalo Escorpión. Resulta que un barco ballenero británico llamado HMS Scorpion llegó a Chile para cazar ballenas. Pero eso era mentira. En realidad, se dedicaban a pasar tela británica de contrabando.
El caso es que el gobernador Francisco Antonio García Carrasco se enteró del tema y… en vez de apresar a los británicos, decidió mandar a unos dragones disfrazados como porteros, cargarse a los marineros y hacerse con la mercancía.
El pueblo se enteró de todo, provocando un escándalo tremendo, y casi linchan al gobernador por corrupto. Lógicamente, Carrasco fue depuesto de su cargo. Aquí, muchos ciudadanos chilenos empezaron a perder la confianza en los mandos españoles.
El nuevo gobernador de Chile fue el anciano Mateo de Toro Zambrano, conde de la Conquista. Este tipo vivía en la Casa Colorada, una mansión que aún a día de hoy sigue en pie y es de los pocos ejemplos de casa urbana colonial chilena que se conservan.
El caso es que el 18 de septiembre de 1810, los chilenos comenzaron a reclamar la formación de una junta, a lo cual, Mateo accedió con él como presidente.
Esta Junta Provisional Gubernativa, o 1ª Junta de Gobierno de Chile, reconoció como rey a Fernando VII, encarcelado en aquel entonces, y también la autoridad del Consejo de Regencia y de las Cortes de Cádiz. Ahora había que formar un Congreso.
De momento todo bien, ¿no? Pues no. Pronto se formaron tres bandos. Los monárquicos conservadores, que defendían la lealtad tanto al rey como a las autoridades españolas; los autonomistas, que juraban lealtad al rey, pero querían poder elegir gobernadores y otros funcionarios, y no depender tanto del Perú; y los independentistas, que querían desligarse por completo de España y del virrey del Perú para crear un nuevo estado. Algunos independentistas buscaban crear una monarquía propia y otros una república liberal.
De este último sector destaca el abogado criollo Juan Martínez de Rozas, quien fue nombrado presidente interino de la junta. Este intentó crear un congreso nacional para Chile, pero en abril de 1811 ocurrió el Motín de Figueroa. Y es que, el coronel realista Tomás de Figueroa se sublevó contra la junta y se produjo un combate en la Plaza de Armas de Santiago. De todas formas, Figueroa perdió y fue fusilado.
Rozas disolvió la Real Audiencia y en este edificio pudo establecer el 1º Congreso Nacional de Chile, el 4 de julio de 1811. El problema es que la mayoría de los diputados eran o pro monarquía o autonomistas moderados, pero eso iba a cambiar pronto con la ayuda de cuatro golpes de estado por parte de los sectores más radicales.
El primero es llamado 1º Golpe de Carrera o Revolución del 4 de septiembre de 1811. Aquí, los hermanos Carrera, Juan José, Luis y José Miguel Carrera, junto con la poderosa familia Larraín, liderada por Joaquín Larraín, echaron de sus puestos de diputado a los absolutistas para poner amigos separatistas.
Al día siguiente ocurrió la Revolución del 5 de septiembre de 1811, que fue parecido. Un golpe por el cual Rozas impuso patriotas radicales en el Cabildo de Concepción.
A pesar de tener ahora el poder, los patriotas del congreso de Chile no se ponían de acuerdo en casi nada. Unos querían un estado unitario, con un poder central fuerte. Otros un sistema regionalista descentralizado. Otros temían que la democracia acabara como la Revolución Francesa, con una anarquía sangrienta y la llegada al poder de un dictador al estilo de Napoleón. Todo eran dudas, gritos y broncas.
Esto hizo que José Miguel Carrera diera el 2º Golpe de Estado de Carrera, o Revolución del 15 de noviembre de 1811. Este José Miguel se hizo con el poder absoluto del congreso para imponer su ideario.
Junto a él estuvo Bernardo O’Higgins, el hijo de Ambrosio O’Higgins, del que ya hablé anteriormente. Este chaval estudió en Londres, donde conoció a Francisco de Miranda y le introdujo en las logias masónicas londinenses. Y luego ya se metió en la logia Lautaro.
El caso es que, José Miguel Carrera, el 2 de diciembre de 1811, dio un tercer golpe de estado, por el cual disolvió el Congreso Nacional y se proclamó dictador de Chile.
Con el poder absoluto, Carrera promulgó el Reglamento Constitucional Provisorio de 1812, donde declaró a todos los habitantes de Chile como libres e iguales ante la ley. Y también, aunque él quería la independencia, reconoció a Fernando VII como su rey. Se supone que por prudencia y para evitar que se le echaran encima las tropas realistas y media ciudadanía.
Creó una bandera, un escudo, y el primer periódico libre de Chile, el Aurora de Chile, dirigido por fray Camilo Henríquez González, un vehículo para promover su ideario ilustrado y ganar apoyos. También fundó la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional.
Finalmente, comenzó a entablar relaciones diplomáticas con Estados Unidos, y este país envió a Chile al estadista Joel Robert Poinsett, para que le asesorara con el gobierno del país y para introducir leyes liberales.
Aun así, los Carrera pronto se convirtieron en lo que pretendían evitar, un régimen de rollo absolutista, y empezaron a reprimir a cualquiera que les criticara. Primero con exilios y luego con penas de muerte. La sociedad chilena comenzó a estar de ellos hasta las pelotas. Incluyendo O’Higgins y Rozas. Este último acabaría arrestado, deportado, y murió un año después.
El virrey Abascal también vio la situación en Chile preocupante, así que envió un ejército a Santiago, y con ello, en 1813, comenzó la Guerra de la Independencia Chilena.
El general realista Gabino Gaínza logró varias victorias contra Carrera, quien acabó preso. Entonces O’Higgins se alzó como el máximo dirigente de las tropas independentistas.
Se proclamó el Reglamento para el Gobierno Provisorio de 1814, y se creó el cargo de Director Supremo, un cargo ejecutivo unipersonal con muchísimo poder para hacer frente a la guerra. El primer director supremo fue Francisco de Lastra, gobernador de Valparaíso en aquel momento. También se creó un senado compuesto por 7 personas.
Tras un par de combates, los realistas decidieron pactar con O’Higgins. Este fue el Tratado de Lircay, y se acordó un alto el fuego, y O’Higgins reconoció a Fernando VII como rey y se comprometió a enviar diputados a las cortes españolas.
Y también los realistas liberaron a los hermanos Carrera, pero se piensa que esto fue una treta para sembrar la discordia entre los patriotas y debilitarles.
Y efectivamente eso pasó. Pronto, José Miguel Carrera volvió a dar un golpe de estado, el cuarto, el Golpe del 23 de Julio de 1814. Con esto, Carrera se hizo con el control de la presidencia de la junta de gobierno y con el cargo de director supremo.
Aquí comenzó una breve guerra civil entre los Carrera y O’Higgins, destacando el Combate de las Tres Acequias, de agosto 1814. Aquí vencieron los partidarios de Carrera, y O’Higgins tuvo que aceptar su autoridad.
Mientras tanto, el virrey enviaba al general Mariano Osorio con un gran ejército. Por ello, O’Higgins y Carrera hicieron las paces y planearon una estrategia conjunta, aunque sus tiranteces y disputas los llevó a perder la Batalla de Rancagua, de 1814.
Aquí acabó la semi-independencia alcanzada en Chile, la llamada Patria Vieja, y el bando realista recuperó el control de esta capitanía general. Los líderes criollos radicales se exiliaron al otro lado de los Andes, a Mendoza, donde se sumaron al ejército que estaba preparando el rioplatense José de San Martín. Entre ellos Carrera y O’Higgins.
Por su parte, Mariano Osorio fue nombrado gobernador de Chile, aunque le echaron pronto, y ese cargo fue para el gallego Casimiro Marcó del Pont. Se creó un Tribunal de Vigilancia y se comenzó a perseguir a todo aquel que tuviera ideas independentistas, y hubo muchos apresamientos y ejecuciones.
Ahora volvamos a Perú. En 1814 ocurrió la Rebelión del Cuzco. La revuelta fue obra de los hermanos Angulo y otros criollos cuzqueños, quienes tomaron el control de la ciudad. El caso es que tuvieron el apoyo del general Mateo Pumacahua, y fue elegido presidente de la audiencia cuzqueña.
La razón de este cambio de bando podría haberse debido a las tiranteces con el virrey Abascal, por no cumplir todo lo que decía la Constitución liberal española.
Como auditor de guerra en este bando destaca Mariano Melgar, un poeta y revolucionario peruano considerado el precursor del romanticismo literario en América. Murió al año siguiente ejecutado, tras ser capturado tras la Batalla de Umachiri.
Estos rebeldes cuzqueños enviaron tropas al Alto Perú y tomaron La Paz. Sin embargo, el general realista Juan Ramírez Orozco les derrotó y recuperó el control de la ciudad en marzo de 1815.
Los cuzqueños también enviaron tropas a Huancayo, y pusieron como general al rioplatense Manuel Hurtado de Mendoza. Tomaron la ciudad, pero pronto Manuel fue traicionado por los suyos y acabaron derrotados.
Finalmente, Pumacahua fue enviado a Arequipa. Tuvo una gran victoria en la Batalla de Apacheta, y logró tomar la ciudad. Sin embargo, la suerte se le acabó pronto. El general realista Juan Ramírez Orozco se enfrentó a él cerca de Puno, en la Batalla de Umachiri, en marzo de 1815. Los realistas ganaron y Pumacahua acabó capturado. Fue ahorcado pocos días después, igual que los hermanos Angulo.
Tras esto, Orozco se reunió con Pezuela y fueron a impedir que la 3ª expedición rioplatense al Alto Perú tuviera éxito. Así, en la Batalla de Sipe Sipe, o Batalla de Viluma, de noviembre de 1815, el bando realista logró derrotar al general patriota José Rondeau.
La derrota de este tipo hizo que los patriotas enviaran de nuevo a Belgrano para una 4ª y última expedición al Alto Perú.
Mientras tanto, Napoleón iniciaba su retirada de España y el rey Fernando VII fue liberado y recuperó su trono. Se suponía que iba a aceptar la Constitución de Cádiz y todas sus ideas liberales, pero le convencieron de que no lo hiciera, y con esto comenzó el Sexenio Absolutista, seis años donde todas estas reformas que ya comenté, fueron abolidas.
Esta jugada supuso el cabreo de los liberales, tanto españoles como americanos.
En 1816, Abascal dejó el cargo de virrey, y este puesto fue para el general Joaquín de la Pezuela. Este virrey puso todos sus esfuerzos en apoyar las acciones militares en los dos focos más complicados de controlar.
Por un lado, la lucha contra el recién independizado estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo que viene siendo Argentina. De aquí destaca la invasión de José de la Serna a Jujuy y Salta, y posteriormente trató de avanzar hacia Tucumán.
Por otro lado, tocaba apoyar a las fuerzas realistas en Chile, lideradas por el gobernador Casimiro Marcó del Pont. La represión realista había hecho que el movimiento independentista ganara más apoyos, y fueron surgiendo nuevos focos rebeldes.
O’Higgins se había exiliado al Río de la Plata, y allí conoció a José de San Martín, quien era gobernador de Mendoza y estaba preparando un potente ejército para tomar Chile y Perú. O’Higgins acabó formado parte de la Logia Lautaro, fundada por San Martín, y así comenzaron una bonita alianza para independizar cositas.
Creo que ahora sería un buen momento para contar un poco quién era este San Martín.
Este tipo nació en 1778 en Yapeyú, en lo que hoy es el estado de Corrientes, en Argentina, donde su padre era gobernador. Luego a su padre le trasladaron a Málaga, en España, donde José estudió e hizo carrera militar.
Luchó en Orán, en los Pirineos contra la Francia Revolucionaria, en la Guerra de las Naranjas, y participó en la Batalla de Bailén, la primera gran derrota de Napoleón en España.
Durante esta guerra de la independencia española, la resistencia española se había unido a los ingleses contra Francia, ya sabéis, el enemigo de mi enemigo es mi amigo… y San Martín acabó luchando en la Batalla de La Albuera, al lado del general inglés William Carr Beresford, quien dos años antes, protagonizó la 1ª invasión inglesa al Río de la Plata.
De todas formas, San Martín hizo amigos ingleses, como James Duff, un noble escocés que lo introdujo en el mundo de las logias secretas que conspiraban para expandir la ideología liberal, y muchos de estos conspiradores simpatizaban con la idea de la independencia de América.
Mientras que en 1810 en Buenos Aires ocurría la Revolución de Mayo que culminó con la destitución del virrey de allí, San Martín dejaba su carrera militar en España y viajó a Londres. Allí conoció a otros rioplatenses con ganas de revolución, como Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola o Andrés Bello. Parece ser que todos formaban parte de la logia Gran Reunión Americana, una logia de rollo masónico fundada por el venezolano Francisco de Miranda.
Aquí San Martín se embutió de ideas liberales y decidió ayudar a la causa independentista. Así, en 1812 viajó de nuevo al Río de la Plata y se puso al servicio del 1º Triunvirato. Junto con Alvear fundaron la Logia Lautaro, para conspirar y llevar a cabo el plan de la independencia con ayuda británica.
Así, esta Logia protagonizó la Revolución del 8 de octubre de 1812, que derrocó al primer triunvirato por estar poco decidido por la independencia, y crearon el 2º triunvirato. Este nuevo gobierno ascendió a San Martín a coronel del ejército patriota.
También en ese año, San Martín, con 34 años, se casó en Buenos Aires con una rica chavala de 14, María de los Remedios de Escalada, y juntos tuvieron una hija: Mercedes Tomasa San Martín y Escalada.
El caso es que la primera batalla de San Martín en este nuevo panorama fue el Combate de San Lorenzo, contra los realistas de Montevideo. Durante la batalla, su caballo fue mortalmente herido y San Martín quedó aprisionado bajo su cabalgadura, y estuvo a punto de ser rematado por un realista. Sin embargo, un soldado llamado Juan Bautista Cabral se puso en medio y se llevó dos bayonetazos. Él murió, pero salvó la vida a San Martín.
Mientras tanto, Manuel Belgrano acabó siendo derrotado en su campaña en el Alto Perú, y le sustituyó San Martín, que fue nombrado comandante del Ejército del Norte y gobernador de Cuyo, con sede en Mendoza. Ambos militares se encontraron en la posta de Yatasto, en Salta, y se dice que allí tuvo lugar en enero de 1814 el abrazo de Yatasto, entre ambos.
Ahora el objetivo de San Martín iba a ser conquistar el Perú, ya que era el gran bastión de los realistas. Si no lo eliminaba, jamás se podrían consolidar las independencias en Sudamérica.
Belgrano incluso le dio una idea. La de debilitar a los realistas del Perú atrayéndose a los nobles incas diciéndoles que iban a nombrar un rey inca si les ayudaban, pero este plan quedó en nada.
Las campañas a través de Charcas habían fracasado. San Martín decidió que lo mejor era eliminar Perú atacando desde Chile, pero primero había que independizar Chile. Así comenzó su bonita relación con Bernardo O’Higgins, a quien se encontró en Mendoza junto a otros indepes chilenos exiliados. Por ejemplo, también tuvo relación con Carrera, pero pasó un poco de él porque le consideraba demasiado radical.
La primera fase de esta reindependencia de Chile comenzó en 1815, con la Guerra de Zapa, liderada por Manuel Rodríguez Erdoíza, en la que hubo actividad guerrillera para inquietar a los realistas y debilitarles. Logró su objetivo con gran destreza, pero también es cierto que en torno a su figura hay mucha leyenda y cosas inventadas.
Poco después, en julio de 1816, el Congreso de Tucumán declaró la independencia oficial de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aunque la Liga de los Pueblos Libres de Artigas se resistió a esta unión y hubo una guerra civil, pero eso ya lo conté anteriormente.
Lo importante ahora es que, a finales de 1816, el ejército de San Martín cruzó los Andes para liberar Chile con un ejército de 5000 soldados. Este hecho, el Cruce de los Andes, es bastante famoso por lo arduo de la travesía. El ejército se dividió en seis rutas, las llamadas rutas sanmartinianas.
Parece que su plan para atravesar los Andes y conquistar Chile es sospechosamente bastante parecido al Plan Maitland, un documento redactado por un general del ejército británico llamado Thomas Maitland hacia 1800. Parece que este plan lo conoció San Martín en las logias londinenses, pues se sabe que el tal Maitland frecuentaba locales regentados por masones.
Este plan consistía en la conquista de Buenos Aires y Chile por parte de los británicos para luego conquistar Perú y México a través de Chile, aunque parece ser que el tipo este confundió México con Quito.
Es posible que San Martín conociera este plan gracias a los ingleses metidos en esta logia y decidiera llevarlo a cabo.
Pronto San Martín, el chileno O’Higgins y el militar porteño Miguel Estanislao Soler, tuvieron una gran victoria sobre los realistas, la Batalla de Chacabuco, ocurrida en febrero de 1817. Fue una victoria decisiva que puso fin al poder español en Chile y dio comienzo al periodo de la Patria Nueva.
Gracias a esto, los patriotas pudieron instalarse en la ciudad de Santiago, y nombraron como gobernador a Francisco Ruiz Tagle, aunque pronto, quien fue aclamado como Director Supremo del Estado de Chile fue Bernardo O’Higgins. Este, pronto comenzó a perseguir a los realistas del territorio, ejecutándoles en algunos casos, exiliándoles en otros, y confiscando sus propiedades por norma.
Un año después de la victoria de Chacabuco, el 12 de febrero de 1818, O’Higgins proclamó en la ciudad de Talca la Independencia de Chile.
Ahora la causa a favor del rey de España en ese territorio solo sería defendida por guerrillas irregulares, bandoleros, y por los indígenas mapuches.
¿Por qué los mapuches defendieron al bando realista? Pues porque gracias a los parlamentos anteriores habían obtenido acuerdos muy beneficiosos para ellos, y no sabían si estos liberales iban a seguir en la misma línea o tirarlo todo por la borda. Más bien pintaba que lo segundo. De hecho, la conquista de la Araucanía tuvo lugar tras estas independencias como ya expliqué anteriormente.
Estos mapuches decidieron organizar una Guerra a Muerte contra estos chilenos, llamada así porque no pillaban prisioneros.
El caso es que el virrey peruano decidió enviar al general Mariano Osorio a reconquistar Chile. Y éste logró una gran victoria sobre O’Higgins en la Batalla de Cancha Rayada, de 1818, donde el director chileno quedó lisiado de por vida. Sin embargo, sobrevivió y delegó el mando del contraataque a José de San Martín.
En Santiago, el militar Manuel Rodríguez Erdoíza pensó que O’Higgins había muerto y tomó el control como director supremo interino, aunque cuando se enteró de que no había muerto, renunció. Eso sí, luego O’Higgins ordenó su asesinato porque parece que conspiraba contra él.
En la Batalla de Maipú, José de San Martín inflingió una severísima derrota a Osorio, y así, el bando realista tuvo que retirarse definitivamente de territorio chileno. Tras esta batalla ocurrió el famoso abrazo de Maipú, entre O’Higgins y San Martín.
Chile era libre del control real, pero no podían confiarse. O’Higgins sabía que las tropas del virrey podían volver, así que creó la Primera Escuadra Nacional, y como necesitaba un almirante decidió contratar a un escocés con experiencia naval: Thomas Cochrane, quien había sido un ex oficial de la Armada real británica. Este se encargó de ir tomando diferentes fuertes por la costa chilena. La ayuda inglesa sería vital para los patriotas, y se llegaron a endeudar bastante con ellos, sobre todo con la venta de armas a los patriotas.
Cochrane incluso fue a México a ayudar a la independencia allí pero llegó un año tarde, cuando Iturbide ya lo había independizado todo, así que se tuvo que volver.
Pero bueno, volviendo al Chile de 1818, Juan José y Luis Carrera, y otros independentistas que no se llevaban bien con O’Higgins, acabaron ejecutados. José Miguel Carrera se libró porque justo estaba en los Estados Unidos organizando una flota para recuperar el poder de Chile, aunque fracasó. Fue detenido en Buenos Aires supuestamente por miembros de la Logia y acabó asesinado en Mendoza en 1821.
El caso es que los chilenos culparon de estos asesinatos a una conspiración de la Logia Lautaro, y O’Higgins perdió bastante popularidad. Hizo cosas buenas, como abolir la esclavitud, pero también subió mucho los impuestos, y ordenó retirar todos los símbolos nobiliarios. También declaró proscritos a todos los colaboradores realistas e inició persecuciones contra ellos.
En mayo de 1822, O’Higgins convocó un congreso para redactar una constitución, la Constitución de 1822.
Sin embargo, todos sus desmanes y las sospechas de que las elecciones habían sido amañadas, provocó muchas revueltas, y Concepción y Coquimbo se sublevaron. Así, en enero de 1823, O’Higgins renunció como director, y el cargo fue a parar a Ramón Freire.
Por su parte, Cuzco volvió a sufrir una rebelión en 1818. Esa fue la Rebelión de Aymaraes. Empezó como una revuelta social indígena, pero pronto algunos criollos y mestizos se apropiaron del movimiento y la convirtieron en una rebelión independentista. Aunque fue una rebelión derrotada de forma rápida, sus montoneras o guerrillas continuaron combatiendo un tiempo más sin causar muchos problemas.
Finalmente, en esos años, la costa del Perú fue atacada por marineros ingleses bajo las órdenes de San Martín. El primero fue el almirante William Brown y el segundo fue Thomas Cochrane. Estos ataques causaron gran temor en el bando realista.
En vista de estos acontecimientos, el rey Fernando VII envió en 1819 una flota al Pacífico. Fue la División del Mar del Sur, pero 3 de sus 4 barcos, los cuales estaban en mal estado, acabaron naufragando antes de llegar a El Callao.
Llegamos a 1820. En España, el rey Fernando VII había reunido la Gran Expedición de Ultramar, una flota tochísima para acabar con los movimientos independentistas de América de una vez por todas. Sin embargo, el levantamiento del coronel Riego evitó que esta flota partiera, y pronto comenzaron a luchar contra el absolutismo del rey.
La rebelión de Riego triunfó, y el rey Fernando VII tuvo que aceptar la constitución liberal, y así comenzó el Trienio Liberal. En él, el nuevo gobierno de España intentó llegar a la paz con los independentistas prometiendo un perdón general y mil cosas, que nadie aceptó. Y este gobierno también decidió no mandar expediciones militares de conquista a América.
Este hecho fue de vital importancia, pues desapareció la amenaza de un ataque español al Río de la Plata o a Nueva Granada, lo que dio alas a las diferentes corrientes libertadoras.
Aquí empieza la conquista del Perú por parte de San Martín.
El 8 de septiembre de 1820, desembarcó en la Bahía de Paracas la Expedición Libertadora del Perú, compuesta por unos 5000 soldados (a los que habría que sumar 1600 más entre chilenos y británicos) y dirigida por el general José de San Martín, quien venía de Chile.
Montó su campamento en Pisco, y pronto tuvo algunas negociaciones con el virrey Pezuela, las Conferencias de Miraflores. El virrey le propuso un alto el fuego tal y como le pedía el nuevo gobierno constitucional de España.
El problema es que estas negociaciones acabaron en nada, porque San Martín quería la Independencia del Perú, aunque poniendo a un rey español.
Y es que, a Martín le molaba el sistema británico de monarquía parlamentaria, y buscaba replicar eso. Sin embargo, el virrey no estaba dispuesto a ceder en el tema de la independencia, porque esa decisión solo la podía tomar Fernando VII, y ya había dicho que nanai. Lo único que podía ofrecer era autonomía dentro de la nación española.
De todas formas, esta propuesta de San Martín de crear un reino independiente pero gobernado por un rey español y sin apenas cambiar la estructura gubernamental logró que parte de la aristocracia de Lima y de Trujillo pasaran a apoyarle, como el Marqués de Torre Tagle. Gracias a esto, consiguió más tropas y financiación dentro del Perú.
Poco después comenzó la 1ª Campaña de Arenales a la Sierra del Perú, en la cual, el general patriota Juan Antonio Álvarez de Arenales y su ejército… recorrieron todo el territorio peruano de sur a norte tratando de rodear la capital y cortar la línea de suministros realistas.
Combatieron contra los españoles y fueron reuniendo adeptos para su causa. Fueron tomando Ica, Huamanga, Huancayo, Jauja, Tarma, Cerro de Pasco… Fue aquí donde Arenales se enfrentó a Diego O`Reilly, un militar realista de origen irlandés, y logró una gran victoria.
Mientras tanto, San Martín y Cochrane tomaban Ancón y acababan con la flota española. San Martín desembarcó y avanzó hasta el poblado de Huaura, donde estableció su cuartel general. Se dice que fue aquí, el 27 de noviembre de 1820, desde un balcón, donde proclamó la independencia del Perú. Sin embargo, todavía quedaba derrotar a las fuerzas realistas.
Otras poblaciones que se le unieron fueron Lambayeque, Trujillo, Piura, Cajamarca, Chachapoyas y Maynas.
Por otra parte, William Miller, otro militar británico que ayudaba a San Martín, atacó los puertos intermedios y tuvo una victoria en el Combate de Mirave, de 1821. Gracias a esto, el bando patriota tomó Moquegua, Tacna y Arica.
También comenzó la 2ª Campaña de Arenales a la Sierra del Perú. Arenales se dirigió hacia Pasco, aunque pronto se tuvo que retirar.
Y es que San Martín decidió que era buena idea cercar Lima, y el virrey Pezuela y las tropas del general José de la Serna tomaron la decisión de retirarse hacia sus cuarteles de Cuzco, donde se fortificaron.
Debido a todos estos fracasos, los oficiales militares del virrey, dirigidos por el general José de la Serna, decidieron derrocarle. Ese fue el Motín de Aznapuquio, ocurrido el 29 de enero de 1821.
Pezuela fue expulsado a España y el nuevo virrey fue este José de la Serna.
Justo ese año, la Constitución de Cádiz puso fin a los virreinatos, que se convirtieron en provincias dentro de España.
José de la Serna técnicamente no era virrey, sino jefe político superior del Perú, pero como ya dije, les seguiré llamado virrey para no liar más el asunto.
En junio de 1821, José de la Serna trató de llegar a un acuerdo con San Martín en las Conferencias de Punchauca. El primero quería la independencia del Perú y el segundo la indivisibilidad de la corona española. En resumen, no sirvió de nada.
De la Serna asentó su gobierno en Cuzco, mientras que la capital, Lima, la dejaban en manos de otro general realista: José de La Mar, con base en la Fortaleza del Real Felipe, en el Callao. Sin embargo, pronto se rindió y se unió a los patriotas.
Así, el 10 de junio, José de San Martín entró en Lima apoyado por sus partidarios. La ciudad era un desastre, y estaba sumida en un caos social tremendo, y al borde de la inanición debido al bloqueo.
Cinco días después se firmó el Acta de la Independencia del Perú en el Cabildo de Lima, presidido por el alcalde Isidro de Cortázar y Abarca. Poco después, el 28 de julio de ese año 1821, se proclamó oficialmente la independencia del Perú y se creó el Protectorado de San Martín en el Perú, así como el Congreso Constituyente del Perú de 1822.
Se ofreció a San Martín poderes dictatoriales, pero este lo rechazó, ya que tenía pensado retirarse del Perú y volver a Buenos Aires. Por ello, el poder ejecutivo fue a parar a un triunvirato llamado la Suprema Junta Gubernativa.
Su presidente fue el general realista José de La Mar, y junto a él estuvieron Manuel Salazar y Baquíjano, y Felipe Antonio Alvarado. Aparte, también destacan Hipólito Unánue, que se encargó de Hacienda y quien también era científico, Juan García del Río, jefe de las relaciones exteriores, y el porteño Bernardo de Monteagudo al mando de guerra y marina.
A este último se le atribuyen las peores decisiones del gobierno, como la expulsión de los peninsulares y la confiscación de sus propiedades para pagar las deudas con el ejército. Muchos terratenientes y comerciantes huyeron en desbandada, lo que tuvo un efecto desastroso en la economía. Pronto los peruanos empezaron a ver a las tropas de San Martín no como liberadores sino como saqueadores, ya que estaban usando todo ese dinero requisado para pagar las deudas revolucionarias del Río de la Plata y de Chile.
En esos años, Cuzco, el sur del Perú, la sierra peruana y el Alto Perú, es decir, Bolivia, todavía estaban en manos de los realistas. Y también la región de Maynas, pero eso iba a cambiar.
Entre 1821 y 1822 ocurrió la Guerra de la Independencia de Maynas, siendo Maynas la zona amazónica de Perú, Bolivia, Ecuador y Brasil. La guerra fue iniciada por un comerciante de Moyobamba llamado Pedro Pascasio Noriega, y se unió a San Martín al ver el éxito que habían tenido sus campañas por Sudamérica.
Noriega fue asesinado, y mucha gente se levantó contra los realistas. Estos fueron apoyados por los patriotas Nicolás Arriola y José Bernardo de Tagle, el marqués de Torre-Tagle.
Tras la Batalla de Habana, de 1822, las últimas tropas españolas huyeron y los rebeldes tomaron la capital, Moyobamba.
Maynas se convirtió en un estado independiente bajo el control de Arriola, pero pronto acabaría traicionado y fagocitado por Perú, la Gran Colombia, Bolivia, y Brasil.
El bando realista, bajo el mando del general José de Canterac, se reorganizó en la sierra peruana, en Jauja concretamente, y comenzó un contraataque a la desesperada.
San Martín no quiso atacarles, esperando que se unieran a él tras las ofertas de las conferencias de Punchauca, pero no. Los realistas atacaron El Callao y empezaron a ganar terreno.
Ante esto, Cochrane se enfadó con San Martín, porque él decía que lo mejor era atacar. Y también estaba cabreado porque a él y a sus hombres les debían mucho dinero. Así pues, Cochrane y sus tropas inglesas se largaron de allí enfadados, no sin antes agenciarse una parte importante del oro peruano para pagar a sus hombres.
Esto también provocó que muchos militares patriotas desconfiaran de San Martín, y surgieron rumores de que le daba demasiado al opio y cosas así. Al parecer, necesitaba tomar opio para calmar el dolor que le producía la tuberculosis que padecía.
El caso es que planearon deshacerse de él. Pero uno de los conjurados, Tomás de Heres, se chivó y San Martín detuvo a todos, aunque no les castigó. Para volver a ganarse su confianza, les regaló cargos y tierras. Y es que, San Martín todavía necesitaba a esta gente o se quedaría más solo que la una.
Recordemos que los realistas aún eran mayoría, unos 20.000 contra 4000 patriotas, ya que una parte había desertado.
Destaca la gran victoria de José de Canterac en la Batalla de Ica, o de La Macacona, en abril de 1822, donde destruyó una división entera del ejército patriota. En fin, que los de San Martín empezaban a perder bastante terreno, iba a perder casi seguro y San Martín estaba que no podía más. Pero entonces… llegó una ayuda inesperada.
En este punto de la historia, las dos corrientes libertadoras, la del sur, la de San Martín, y la del norte, la de Simón Bolívar, se encontraron. Y es que, San Martín envió una división al mando del militar Andrés de Santa Cruz a liberar Quito. Poco después, Bolívar invadía Guayaquil.
San Martín y Bolívar se reunieron en la Entrevista de Guayaquil, en julio de 1822. San Martín sabía que necesitaba más ayuda para terminar de conquistar Perú, apenas le quedaba fuerza y ejército, y Bolívar aceptó a cambio de que Guayaquil pasara a formar parte de la Gran Colombia, porque antes era parte del Perú.
Aunque se aliaron, San Martín se fue un poco desilusionado, y no hubo mucho feeling con Bolívar. Éste era decididamente republicano, mientras que San Martín era partidario de una monarquía de estilo europeo. Tras estas negociaciones, José de San Martín, agotado física y mentalmente, se vio más como un obstáculo y se fue del Perú para nunca más volver. Se fue a Argentina y luego se exilió a Francia, donde murió en 1850. El caso es que dejó todo el asunto de la consolidación de la independencia en manos de Bolívar.
En 1822, la Junta Suprema peruana comenzó la 1ª Campaña de Intermedios, para derrotar a las tropas realistas que todavía quedaban en el sur del Perú. Sin embargo, todo acabó en fracaso gracias a la victoria realista en la Batalla de Moquegua.
Esto dio alas a los españoles y pasaron a la ofensiva. En Lima, la Junta de gobierno perdió credibilidad y el 27 de febrero de 1823 ocurrió el Motín del Balconcillo. Este fue un golpe de estado dirigido por militares patriotas, como Andrés de Santa Cruz, para colocar a un Jefe Supremo competente que culminara la guerra contra los españoles, repudiando a San Martín y a su ejército.
El elegido fue José de la Riva-Agüero. El congreso le nombró como presidente de la República, y fue el primero en utilizar la banda bicolor peruana. Así nació la República del Perú, que alejó la idea de San Martín de una monarquía constitucional.
Este Riva Agüero se encargó de reorganizar el ejército, y pidió una gran suma de dinero a Inglaterra para poder financiarlo todo y asentarse en el poder.
Riva Agüero emprendió la 2ª Campaña de Intermedios, esta vez dirigida por Andrés de Santa Cruz, quien se adentró en el Alto Perú. Sin embargo, también fue un tremendo fracaso, y el general realista Gerónimo Valdés logró la retirada de los patriotas tras la Batalla de Zepita, cerca del Lago Titicaca.
Al quedar Lima desguarecida, en junio de 1823, el general realista José de Canterac avanzó desde la sierra contra la capital, Lima. Sus tropas lograron reconquistar la ciudad y el congreso se tuvo que refugiar en la Fortaleza del Real Felipe.
Por todo el Perú cundió la anarquía y parecía que los patriotas tenían los días contados. A Riva-Agüero le echaron de presidente y pusieron a José Bernardo de Tagle de forma provisional, porque ese puesto iba a ser para el general venezolano Antonio José de Sucre, amigo de Bolívar, quienes iban a comenzar a tomar toda la región.
Esta última fase de la Guerra de la Independencia del Perú la veremos en el último capítulo de esta serie, dedicado a Simón Bolívar.