Arte Paleocristiano y Bizantino

ARTE PALEOCRISTIANO

Roma dominó las tierras que daban al Mediterráneo desde el siglo V a.C. hasta el siglo V d.C. Durante este milenio, lo que lo petaba era el arte romano, cuyas características principales ya expliqué en el vídeo anterior. Sin embargo, en algún momento del siglo I d.C. empezó a surgir en la provincia de Judea un movimiento conocido como cristianismo.

Este cisma que pretendía reformar el judaísmo no molaba demasiado al Imperio romano, y durante los tres próximos siglos fue perseguido con fiereza por los emperadores. Es por esto por lo que las primeras iglesias cristianas no fueron megaconstrucciones de la leche, sino que se trataba de viviendas normales adaptadas para el culto, las llamadas Domus Ecclesiae, y allí estos cristianos hacían sus eucaristías sin ser descubiertos. Estas iglesias clandestinas, por supuesto, no tenían ningún tipo de símbolo que las identificara como tales, eran casas normales. Y si esa casa había sido donada por su propietario a la Iglesia se llamaban titulus.

Es en este contexto donde fue surgiendo el arte cristiano primitivo, o arte paleocristiano. Este arte se va a desarrollar principalmente entre los siglos II y V d.C. y se pueden diferenciar en dos etapas. Primero la época de persecución y luego la época de libertad religiosa.

Quizás lo más típico de la arquitectura paleocristiana clandestina, es decir, de la primera etapa, sean las catacumbas. Eran básicamente cementerios subterráneos donde los cristianos enterraban a los suyos y hacían algunos rituales. Consistían en estrechos pasillos llamados ambulacrum llenos de nichos llamados loculi. Los cuerpos de los mártires tenían nichos especiales con forma de arco, los arcosolium. Luego también había zonas más espaciosas, los cubículos, para realizar algunas liturgias. En algunas catacumbas los cristianos solían pintar escenas bíblicas, de Jesucristo o de la Virgen María por ejemplo, pero eran muy sencillas todavía. Todas muy frontales y con ausencia total de perspectiva y profundidad.

(ej. Priscila, Santa Inés, San Calixto, Santa Constanza, Santa Dimitia…)

La escultura nunca fue bien vista por los primeros cristianos pues la vinculaban con el paganismo y la idolatría. Pero poco a poco surgió un mundo simbólico nuevo, y destacaría el Buen Pastor, con una de las primeras representaciones de Cristo. Es famoso el símbolo de pez, o ichthys (iczis o ictis), asociado en secreto a Cristo, y con el que los primeros cristianos se reconocían. También la vid dejó de representar a Baco para ser un símbolo de la sangre de Cristo, o la paloma, que simbolizaba la resurrección. En Grecia, hacia el siglo III, surgió el crismón, monograma de Cristo que unía la X y la P, las iniciales de Cristo en griego.

Después de casi 300 años de persecución, el emperador Constantino I decidió promulgar el Edicto de Milán en el año 313 y con ello se permitió la libertad de culto. 70 años después otro emperador, Teodosio I, convirtió el cristianismo en religión oficial del imperio romano con el Edicto de Tesalónica (380). Gracias a esto, el arte paleocristiano pudo expresarse con mayor libertad y fue evolucionando.

Las nuevas congregaciones cristianas, cada vez más numerosas, ya no tenían que esconderse en catacumbas ni mierdas de esas, y empezaron a construir las primeras basílicas cristianas. Se sabe que muchas de ellas fueron cedidas por el emperador Constantino a los cristianos para su culto, ya que estas basílicas romanas no estaban destinadas a ningún dios, sino que eran lugares para actividades comerciales y judiciales.

Constaban de 3 a 5 naves separadas por columnas, donde los devotos escuchan la misa de pie. Parece ser que hasta la Edad Media no se les ocurrió poner un maldito banco para sentarse. Al final de estas naves estaba el presbiterio, donde el sacerdote impartía los sacramentos, y al fondo del todo estaba una cabecera en forma de ábside. Este ábside semicircular era la parte más importante de las basílicas cristianas, pues allí se encontraba el altar.

Había una nave transversal llamada transepto que buscaba reproducir la cruz de Cristo en la planta basilical. Sobre las naves laterales había unas galerías llamadas matroneum, destinadas a las mujeres. El nártex, o pórtico que precede a las naves, era donde los catecúmenos, es decir, personas todavía iniciándose en el cristianismo y que no habían sido bautizadas, podían escuchar parte de las misas.

Las más famosas basílicas paleocristianas se encontraban en Roma, y destaca la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, que ahora ya no es así, sino como todos la conocemos. San Juan de Letrán también fue una basílica paleocristiana en sus inicios, ahora es así por fuera, está toda reformada. Otras basílicas mayores de Roma fueron la Basílica de San Pablo Extramuros, que ahora pinta así, y la de Santa María la Mayor. Otra destacable es la de San Clemente, aunque lo que vemos ahora es medieval.

Otra construcción típica paleocristiana eran los baptisterios. Generalmente eran edificios octogonales situados al lado de las basílicas y que tenían la pila bautismal en el centro, donde la gente eran bautizada, de ahí el nombre.

En arte funerario destacan mausoleos como el de Santa Constanza en Roma, que era la hija de Constantino, y sarcófagos decorados con relieves bíblicos, como el Dogmático; o el sarcófago de Junio Basso, conservado en las criptas vaticanas. Finalmente destacan la antigua Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén y los Martyrium, que eran como ermitas que acogían los restos de mártires cristianos o simplemente era un lugar sagrado por ser el lugar de la muerte de un mártir.

Tras la invasión de los pueblos bárbaros del norte, el imperio romano acabó dividido. La parte occidental terminó por ser completamente conquistada en el año 476, pero la parte oriental sobrevivió durante mil años más, y aunque ellos siguieron llamándose romanos, nosotros conocemos a ese imperio como Imperio Bizantino.

ARTE BIZANTINO

Como ya he dicho, la parte occidental del imperio fue conquistada por diferentes tribus germánicas, y el arte romano y paleocristiano de la zona confluyó con el arte de estos pueblos, y de ahí surgió el arte prerrománico, del que hablaré en el siguiente vídeo. Pero lo que nos interesa ahora es el arte del Imperio Bizantino.

Al contrario que este arte prerrománico, el arte bizantino fue rico y lujoso, y unía elementos grecorromanos, orientales y por supuesto, paleocristianos, ya que fue una continuación de éste. Se desarrolló principalmente en la capital Constantinopla, y en diversas partes de Grecia e Italia, desde el siglo V al siglo XV, es decir, durante toda la Edad Media.

La arquitectura bizantina de planta basilical tiene un atrio con nártex que incluye el fial, o recipiente con agua bendita, pero luego su interior se divide en dos: la naos estaba destinada a los fieles, mientras que el presbiterio era donde se colocaba el clero, y ambas partes permanecían separadas por el iconostasio, una especie de mampara llena de iconos que impide visionar el ábside. Y es que había momentos de la liturgia que no podían verse.

Sin embargo, en este Imperio Bizantino van a ser muy comunes las iglesias de planta de Cruz Griega, con los cuatro brazos iguales y cubierta con una cúpula. Bajo ellas destacan muros lisos y corridos, ricamente ornamentados con mosaicos y pinturas. Algo que contrastaba con el exterior, que era bastante sosillo. La piedra se va a dejar de lado para empezar a construir más en ladrillo, que aligeraba mucho el peso.

Ahora vamos a hablar de las etapas del arte bizantino. Tuvo 3 edades de oro. La 1ª Edad de Oro coincide con el reinado de emperador Justiniano en el siglo VI d.C. Si queréis saber más de este tío, arriba saldrá el enlace a su vídeo. Su obra magna fue, cómo no, la Basílica de Santa Sofía, situada en la capital, Constantinopla, lo que ahora es Estambul, y su planta mezcla la basilical con la cruz griega. Está cubierta por una gran cúpula de 32 metros sobre pechinas, que son como triángulos esféricos, cuyos empujes se contrarrestan con dos medias cúpulas laterales y éstas por otras 4 de menor tamaño y por dos bóvedas de cañón en las naves laterales con contrafuertes. Un pasote de construcción, vamos. Sus arquitectos fueron Antemio de Trales e Isidoro de Mileto, y tras la conquista en 1453, los turcos otomanos la convirtieron en mezquita.

Otro ejemplo lo encontraríamos en la Iglesia de San Sergio y San Baco, o pequeña Santa Sofía, también en Constantinopla, de planta central y cúpula gallonada, que tiene forma como de gajos de una naranja. La Iglesia de San Vital de Rávena también es representativa de este periodo; tenía planta central octogonal, cúpula elevada en tambor y muchos mosaicos en su interior, destacando el más famoso de todos, el del emperador Justiniano y su séquito, del año 547. Estos mosaicos se componían de teselas de mármol alternadas con otras de barro cocido vidriado. Estas imágenes servían como texto visual para dar a conocer la fe cristiana y muchos de sus mitos.

Otras iglesias que podemos encontrar en Rávena son la de San Apolinar el Nuevo y la de San Apolinar in Classe. De dos siglos antes habría que destacar las murallas teodosianas, que protegieron Constantinopla durante mil años, y el gran acueducto, que llevaba agua potable desde las montañas tracias hasta los enormes depósitos subterráneos de la ciudad. También estaba el foro, el hipódromo y el gran palacio imperial.

La escultura se dejó muy de lado, ya que los mosaicos les molaban mucho más, pero podríamos destacar relieves de marfil como los dípticos consulares, que eran retratos de cónsules, un cargo que fue desapareciendo.

En el año 717 llegó al poder del imperio bizantino el emperador León III, dando comienzo a la Dinastía Isáurica. Y es que estos Isaurios eran cristianos de Oriente Medio, y lo cierto es que en esos lugares no estaba bien visto lo de adorar a ídolos, y empezaron la Querella Iconoclasta. Es decir, que se pusieron a destruir imágenes e iconos cristianos.

Tras un siglo de crisis artística, el emperador Teófilo de la Dinastía Frigia hizo reformas para devolver estos iconos al lugar sagrado que les correspondía, y fue entonces, por el año 840 cuando comenzó la 2ª Edad de Oro, que tuvo su punto culminante durante la Dinastía Macedónica. De esta dinastía es el emperador Basilio II, el que tenía como hobby sacar ojos a los búlgaros.

En este periodo se adoptó de forma definitiva la cruz griega, y se añadieron otros elementos como los pórticos y fachadas con multitud de cúpulas. Algunas de estas cúpulas fueron construidas sobre un tambor, para ganar altura y darle esbeltez, y dejando más espacio para ventanas más amplias. Los robustos pilares se van sustituyendo por columnas más delgadas para lograr espacios más diáfanos, es decir, que dejan entrar más la luz.

El exterior de los edificios dejó de ser tan austero y su atractivo se incrementó usando piedras de colores, meandros y puntas de sierra, destacando el Monasterio de Ossios Loukas, en Beocia.

Otro ejemplo lo encontramos en Venecia, que siglos antes había sido parte del imperio bizantino. La famosa Basílica de San Marcos fue construida en 1063 siguiendo esta moda. Destacan sus mosaicos, donde usaron muchísimo el dorado, y también el retablo Pala d’Oro, hecha con esmalte sobre metales preciosos siguiendo la técnica del cloisonné o esmalte alveolado.

Mientras que al principio las pinturas murales de los templos eran más simbólicas, tras la iconoclasia se empezó a potenciar la narrativa y la belleza formal y expresiva. Podemos encontrar muchas en los Monasterios del Monte Athos, en Grecia, y también en la Iglesia de Santa Sofía de Salónica.

Tras varias crisis más, como el saqueo de Constantinopla durante la 4ª cruzada por parte de los caballeros cruzados y la división temporal del imperio, la 3ª Edad de Oro llegó a mediados del siglo XIII, por el año 1261, con la llegada de los Paleólogos al poder. En esos años Bizancio era una sombra de lo que fue, y su imperio quedó relegado a esta mierdecilla de aquí. Los turcos habían logrado rodearles y en dos siglos les conquistarían definitivamente.

Los artistas de esta época tuvieron interés en paisajes y escenas pastorales, así como mosaicos, como el de la Iglesia de Cora en Constantinopla. Los frescos presentaron más narrativa, como los de las Iglesias de Mystras, y los iconos dejaron atrás la austeridad y la simplicidad para pasar a estar llenos de detalles.  

Finalmente, la gran novedad fue el uso de cúpulas bulbosas, estilo que caló mucho en Rusia y en los demás países eslavos, pero eso lo veremos en otro vídeo.

(ej. Iglesia de los Santos Apóstoles, Tesalónica; Catedral de la Anunciación, Moscú; Iglesia de San Basilio Moscú, Catedral de la Dormición, Moscú)