La siguiente historia tiene lugar entre el año 1498 y el 1547 d.C.
Aquí empieza la serie dedicada a la Francia durante la Edad Moderna, es decir, el periodo que va desde el año 1500, cuando los reyes de Francia terminaron de hacerse con el poder total del territorio francés… y el 1800, con el fin de la Revolución Francesa y la llegada de Napoleón al poder.
En otro artículo ya conocimos lo que hubo antes, es decir, la Edad Media francesa. Empezamos con los reyes merovingios tras la caída de la Roma Occidental, luego Carlomagno creó un gran imperio, después este imperio se dividió entre Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico… luego llegaron los vikingos a liarla parda, más tarde llegó la dinastía Capeta y comenzaron las cruzadas a Tierra Santa, destacando el rey San Luis… luego tuvieron movida con Inglaterra que les comió la mitad del territorio. Poco después, el rey Felipe Augusto les fue comiendo terreno… y finalmente llegó la Dinastía Valois, y con ellos la crisis con Inglaterra desembocó en la Guerra de los 100 años.
Como vimos, de esta guerra salió victoriosa Francia y con el último rey del que os hablé, Carlos VIII, el reino francés se convirtió en una entidad poderosa, y este monarca luchó contra los nobles feudales para ir acaparando cada vez más poder. Un poder centralizado y autoritario.
Tras este breve repaso, comenzamos con Francia en la Edad Moderna.
Luis XII y su legado en Francia y Europa
Luis XII, conocido como el «Padre del Pueblo», es recordado como uno de los monarcas más influyentes de la historia de Francia. Su reinado, que abarcó desde 1498 hasta su muerte en 1515, fue testigo de grandes eventos políticos y militares que no solo marcaron el destino de Francia, sino que también influyeron profundamente en el escenario europeo.
Luis XII ascendió al trono en un contexto de tensiones políticas y tras la muerte inesperada de su primo Carlos VIII, convirtiéndose en el rey que buscaba mantener la estabilidad interna mientras perseguía ambiciones territoriales en Italia. Su reinado estuvo marcado por importantes reformas internas, su capacidad de negociación con las provincias disidentes y su participación en las famosas guerras italianas, que definirían gran parte de su legado.
Ascenso al trono: De duque de Orleans a rey de Francia
Luis XII ascendió al trono en 1498 tras la muerte trágica de Carlos VIII, quien falleció en un accidente al golpearse la cabeza con el dintel de una puerta. Como el último rey no dejó herederos, la sucesión recayó en su primo Luis, duque de Orleans. Este ascenso no fue sencillo; los conflictos internos, las tensiones con otras casas nobles y las revueltas de provincias como Bretaña desafiaron el inicio de su reinado.
Para calmar estas tensiones, Luis XII se casó con Ana de Bretaña, la viuda de Carlos VIII. Esta unión era una maniobra política que buscaba incorporar a la rebelde Bretaña dentro del dominio centralizado del reino, a cambio de otorgarles cierta autonomía. Luis XII logró «calmar los ánimos» en Bretaña con promesas de respeto a sus instituciones y su parlamento, consiguiendo consolidar así una unión clave para la estabilidad de su reino.
Los matrimonios de Luis XII: Política y poder con Ana de Bretaña y María Tudor
El matrimonio de Luis XII con Ana de Bretaña fue un pacto político estratégico. Este movimiento ayudó a asegurar el control sobre Bretaña, una región que se había resistido históricamente al poder centralizado de los Valois. Aunque su relación personal no está documentada como particularmente romántica, fue una alianza clave para el desarrollo político de Francia durante su reinado. Además, Ana de Bretaña, con su autonomía garantizada, jugó un papel importante en la gestión de los asuntos de la región.
Años más tarde, tras la muerte de Ana, Luis XII contrajo matrimonio con María Tudor, hermana de Enrique VIII de Inglaterra. Aunque este matrimonio parecía tener un futuro prometedor, con esperanzas de consolidar una alianza anglo-francesa, la diferencia de edad (Luis tenía 52 años y María solo 18) y la falta de herederos resultaron en una unión breve. El reinado de Luis XII terminó poco después de su matrimonio con María, en lo que algunos atribuyen a los «esfuerzos inhumanos» del monarca en su intento por engendrar un heredero.
Las guerras italianas: Ambiciones territoriales en Milán y Nápoles
Una parte crucial del reinado de Luis XII fueron las guerras italianas. Su reclamación sobre el Ducado de Milán se basaba en su ascendencia materna a través de Valentina Visconti. Este vínculo con la antigua familia gobernante de Milán sirvió de pretexto para que Luis XII reclamara el territorio por la fuerza. En 1499, Luis se alió con Venecia y el papado para expulsar a Ludovico Sforza, tomando así el control del Milanesado. Estas victorias iniciales expandieron considerablemente el poder de Francia en Italia, con Luis protegiendo ciudades clave como Ferrara, Mántua y Bolonia, mientras aseguraba alianzas con Florencia y Génova.
Mientras tanto, César Borgia, el hijo del papa, aprovechaba el descontrol para tomar zonas del centro de la península italiana. Si os interesa saber más sobre la historia de Italia y sobre los Borgia, puedes ver los siguientes artículos relacionados:
Sin embargo, la ambición de Luis no terminó ahí. En 1500, firmó el Tratado de Granada con Fernando el Católico, dividiendo el sur de Italia entre ambos monarcas. Esta alianza pronto se desmoronó cuando surgieron disputas sobre las fronteras del Reino de Nápoles, desencadenando la Tercera Guerra Italiana en 1501. La intervención del famoso Gran Capitán español resultó en una serie de derrotas para los franceses, culminando en la pérdida de Nápoles y el posterior Tratado de Lyon en 1504, donde Luis se vio obligado a ceder el sur de Italia.
Reformas internas y políticas: El reinado de un monarca moderado
Pese a sus fracasos en Italia, Luis XII ganó una sólida reputación como un rey justo y moderado en casa. Convocó los Estados Generales en 1506, un foro de discusión que le permitió escuchar las demandas del clero, la nobleza y los ciudadanos. A lo largo de su reinado, implementó reformas clave que mejoraron el sistema judicial y aliviaron la carga impositiva sobre sus súbditos. Estas políticas internas, junto con su reputación de ser accesible y de mantener un diálogo con sus súbditos, le valieron el apodo de «Padre del Pueblo», un título que reflejaba la confianza y el respeto que le tenían.
Luis XII también promovió una mayor autonomía para el clero francés a través de la renovación de la Pragmática Sanción de Bourges, que limitaba la influencia del papado en los asuntos eclesiásticos franceses, una política que sería fundamental en el desarrollo del galicanismo.
Luis XII en el arte y la cultura: Estilo Luis XII y el Renacimiento francés
Durante el reinado de Luis XII, Francia comenzó a ver una transición desde el estilo gótico hacia el Renacimiento. Su residencia, el Castillo de Blois, fue renovada bajo su dirección, y es un ejemplo perfecto de la arquitectura que definió este cambio artístico. Este estilo, conocido como el «estilo Luis XII», fue una mezcla entre la sobriedad gótica medieval y la elegancia del Renacimiento que comenzaba a florecer en Italia y que se iría asentando en Francia en décadas posteriores.
Otros proyectos arquitectónicos bajo su mando incluyen el Castillo de Gaillón, uno de los primeros en adoptar plenamente las influencias renacentistas. Estos castillos no solo sirvieron como residencias reales, sino también como centros de poder y cultura que reflejaban la estabilidad y el esplendor de su reinado.
El fin del reinado: La muerte de Luis XII y el ascenso de Francisco I
Luis XII falleció el 1 de enero de 1515 dejando un legado complicado. Según dicen los rumores, la causa de la muerte fue por hacer esfuerzos inhumanos en la cama.
Su reinado estuvo lleno de tensiones y guerras en el exterior, pero su gestión interna consolidó la autoridad de la monarquía y le ganó el favor de sus súbditos. Tras su muerte, el trono pasó a su primo y yerno, Francisco I, quien iniciaría una nueva era para Francia con una visión renovada de poder y ambiciones territoriales.
La corta duración de su último matrimonio con María Tudor y la falta de herederos directos marcaron el final de la línea dinástica directa de Luis XII. Sin embargo, su impacto en la historia de Francia perdura, y su legado como un rey cercano al pueblo y con una profunda preocupación por las reformas internas es recordado hasta el día de hoy.
Francisco I de Francia y su Legado Renacentista
Francisco I de Francia, conocido como el monarca que trajo el Renacimiento a Francia, no solo consolidó su poder con firmeza sino que también impulsó el desarrollo cultural de su país. Fue un rey de contrastes: un líder militar apasionado y un amante del arte y el humanismo. Ascendió al trono a la edad de 21 años y durante 32 años de reinado, transformó Francia en una potencia renacentista.
Los Primeros Años de Francisco I: Educación y Ascenso al Poder
Francisco I nació en 1494 y, como muchos príncipes de la época, recibió una educación que reflejaba las corrientes filosóficas y culturales de su tiempo. Influenciado fuertemente por el pensamiento humanista italiano, Francisco fue un entusiasta del conocimiento clásico y las artes. Desde joven, absorbió la influencia de figuras como Leonardo da Vinci y los renombrados artistas italianos que promovieron el Renacimiento.
Una de las historias más dramáticas de su juventud fue un accidente que estuvo a punto de costarle la vida: Francisco cayó de su caballo, quedando al borde de la muerte. Este incidente le marcó, pero también subrayó su carácter resiliente y su capacidad de recuperación, una cualidad que definiría su largo reinado.
Cuando ascendió al trono en 1515, Francia ya había experimentado cierto renacimiento cultural, pero sería Francisco I quien consolidaría esta era como un periodo dorado del arte y las letras.
El Renacimiento en Francia: Francisco I como Mecenas de las Artes
Francisco I es recordado principalmente por su papel de mecenas de las artes. Su fascinación por el Renacimiento italiano lo llevó a traer a Francia a algunos de los artistas más célebres de la época. Entre ellos destacó Leonardo da Vinci, a quien invitó a residir en la mansión de Clos Lucé, donde vivió sus últimos años hasta su muerte en 1519. De esta época es famosa la anécdota de cómo el anciano Leonardo llevó consigo una de sus obras más emblemáticas, la «Mona Lisa», que eventualmente se quedó en Francia.
Además de Da Vinci, Francisco también atrajo a otros grandes maestros como Benvenuto Cellini, Rosso Fiorentino y El Primaticcio, quienes trabajaron en los grandes proyectos arquitectónicos que promovió. La renovación del Palacio del Louvre, así como el majestuoso Palacio de Fontainebleau, son testigos de su afán por hacer de Francia un centro artístico de primer nivel.
Su reinado también dejó huella en la arquitectura con proyectos tan imponentes como el Castillo de Chambord, en el Valle del Loira, que se considera una de las más bellas representaciones de la fusión entre lo medieval y el estilo renacentista. Cada construcción realizada durante su reinado refleja la influencia del Renacimiento italiano, pero también el deseo de Francisco de posicionar a Francia como un rival cultural y político de Italia y España.
La Creación del Colegio de Francia: Un Faro del Humanismo
Una de las contribuciones más duraderas de Francisco I fue la fundación del Colegio de Francia. Bajo la sugerencia del humanista Guillaume Budé, Francisco estableció esta institución con el objetivo de promover el conocimiento y las ciencias en Francia. Aquí se enseñaban lenguas como el griego, latín, hebreo y árabe, además de disciplinas científicas como las matemáticas, la física y la historia natural.
El Colegio de Francia fue un símbolo del humanismo renacentista, atrayendo a algunos de los más grandes pensadores de la época. Entre ellos destacó Jacques Lefevre d’Etaples, un clérigo humanista que tradujo la Biblia al francés. La influencia de estos intelectuales consolidó el papel de Francia como un centro de aprendizaje e investigación que trascendería mucho más allá del reinado de Francisco.
Las Cinco Guerras Italianas de Francisco I
El reinado de Francisco I estuvo marcado por una serie de conflictos bélicos en Italia, conocidos como las Guerras Italianas, en las que el monarca francés se enfrentó principalmente a Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y rey de España. Estos conflictos fueron en gran parte motivados por las ambiciones territoriales de Francisco y su deseo de recuperar tierras italianas como el Milanesado, así como por la rivalidad personal entre ambos líderes. A continuación se detallan las cinco guerras que definieron esta etapa y a este monarca.
Cuarta Guerra Italiana (1515-1516): La Batalla de Marignano
Francisco I, apenas ascendido al trono, inició su reinado con la Primera Guerra Italiana, cuyo principal objetivo era recuperar el Milanesado, un territorio en disputa con el Sacro Imperio. En 1515, Francisco lanzó una campaña militar decisiva en Italia, culminando en la Batalla de Marignano.
La batalla, librada el 13 y 14 de septiembre de 1515, fue un triunfo aplastante para las fuerzas francesas frente a los mercenarios suizos que defendían Milán. Esta victoria permitió a Francisco recuperar el control del Milanesado, consolidando su presencia en el norte de Italia. El Tratado de Noyon de 1516 formalizó la paz, otorgando a Francia el control sobre Milán, mientras que Carlos V, entonces rey de España, se quedaba con Nápoles.
Este éxito temprano fortaleció la posición de Francisco en Europa y lo estableció como un monarca fuerte y decidido.
Quinta Guerra Italiana (1521-1526): La Batalla de Bicoca y la Batalla de Pavía
El equilibrio de poder en Italia fue temporal. En 1521, el conflicto volvió a estallar con la Segunda Guerra Italiana, impulsada por la muerte de Maximiliano I del Sacro Imperio y la elección de Carlos V como su sucesor. Esta guerra fue especialmente amarga, ya que Francisco había aspirado a convertirse en emperador, pero perdió frente a Carlos. La rivalidad entre ambos se intensificó.
Los primeros años de la guerra vieron derrotas para Francia, como en la Batalla de Bicoca en 1522, donde las fuerzas francesas fueron expulsadas del Milanesado. Sin embargo, el momento más crucial de este conflicto llegó con la Batalla de Pavía en 1525. En esta batalla, el propio Francisco I fue capturado por las fuerzas de Carlos V, marcando uno de los episodios más humillantes de su reinado.
El rey francés fue llevado a España como prisionero y obligado a firmar el Tratado de Madrid en 1526. Este acuerdo le obligaba a renunciar a Borgoña, al Milanesado y a Nápoles, así como a otras posesiones italianas. Sin embargo, una vez liberado, Francisco incumplió el tratado, reavivando el conflicto.
Sexta Guerra Italiana (1526-1529): La Liga de Cognac
Después de su liberación, Francisco no perdió tiempo en reorganizar sus fuerzas para retomar la lucha contra Carlos V. Así, en 1526, se formó la Liga de Cognac, una alianza entre Francia, el Papa Clemente VII, Venecia, Florencia y el Ducado de Milán, todos preocupados por el creciente poder del emperador.
Esta guerra se conoció también como la Guerra Clementina debido al involucramiento del Papa. La Liga atacó las posesiones españolas en Italia, pero la situación se volvió crítica cuando las tropas de Carlos V, que estaban mal pagadas y sin control, llevaron a cabo el infame Saco de Roma en 1527. Roma fue saqueada, y el Papa fue hecho prisionero, lo que debilitó seriamente la causa francesa.
Francisco intentó sin éxito asediar Nápoles, pero la peste y la falta de recursos agotaron sus tropas. Finalmente, la guerra terminó con la Paz de Cambrai en 1529, también conocida como la Paz de las Damas, ya que fue negociada por Luisa de Saboya, madre de Francisco, y Margarita de Austria, tía de Carlos V. En este acuerdo, Francisco renunció a sus reclamos en Italia, aunque logró conservar Borgoña.
Séptima Guerra Italiana (1536-1538): La Lucha por el Milanesado
A pesar de las treguas y tratados, las tensiones entre Francisco y Carlos V no se disiparon. En 1536, tras la muerte de Francesco II Sforza, duque de Milán, el conflicto estalló de nuevo. Francisco intentó reclamar el control del Milanesado, mientras que Carlos V defendía los derechos de su familia sobre el territorio.
Francisco invadió Saboya y capturó Turín, pero sus intentos de tomar Milán fracasaron. En respuesta, Carlos V lanzó una contraofensiva en la Provenza, invadiendo el sur de Francia. A pesar de los combates, ninguna de las partes logró una victoria decisiva, y en 1538 se acordó la Tregua de Niza. Aunque Francisco mantuvo el control sobre Saboya y el Piamonte, Milán quedó firmemente en manos del Sacro Imperio.
Octava Guerra Italiana (1542-1546)
A pesar de las treguas previas, la paz fue efímera. En 1542, Francisco, desesperado por debilitar a Carlos V, se alió con el sultán otomano Solimán el Magnífico. Juntos, franceses y turcos lanzaron una campaña conjunta para expulsar a los españoles de Italia. Aunque lograron algunas victorias, como la Batalla de Cerisoles en 1544, la campaña terminó en fracaso.
Carlos V, aliado con Enrique VIII de Inglaterra, invadió el norte de Francia, lo que llevó a Francisco a buscar una salida negociada. La Paz de Crépy de 1544 puso fin a las hostilidades entre ambos monarcas, al menos por un tiempo, ya que Francisco murió en 1547. Esta paz marcó el fin de su participación directa en los conflictos italianos.
La Diplomacia y Expansión: El Puerto de Le Havre y la Exploración de América
Más allá de las batallas en Europa, Francisco I también buscó expandir la influencia de Francia hacia nuevos horizontes. En este contexto, fundó el puerto de Le Havre en la desembocadura del río Sena, que se convertiría en un enclave estratégico clave para el comercio y las comunicaciones de Francia con el Atlántico. Inicialmente quería llamarlo «Franciscópolis», pero finalmente se optó por el nombre que perdura hoy en día.
Paralelamente, las expediciones hacia América del Norte también fueron parte de la ambición expansionista de Francisco. Jacques Cartier, bajo su mando, exploró la región que hoy conocemos como Canadá, estableciendo las primeras colonias francesas en el Nuevo Mundo, como Quebec y Montreal.
La Reforma Protestante y el Asunto de los Hugonotes
El reinado de Francisco I también estuvo marcado por las tensiones religiosas en Europa. Durante la Reforma Protestante, el rey, inicialmente tolerante con los nuevos movimientos religiosos, cambió su postura tras el Asunto de los Pasquines en 1534. Los hugonotes, como se llamaba a los calvinistas franceses, pusieron carteles denunciando la corrupción de la Iglesia Católica, lo que enfureció al rey. A partir de ese momento, Francisco inició una persecución violenta contra los protestantes en Francia, lo que sería una premonición de las futuras guerras de religión que sacudirían el país.
El Final de un Reinado: Francisco I y el Declive de su Relación con Carlos V
La lucha entre Francisco I y Carlos V no terminó con la Batalla de Pavía. A lo largo de su vida, Francisco continuó enfrentándose a Carlos en diversas guerras italianas. Aunque ambos acordaron treguas temporales, la rivalidad nunca se disipó completamente. La Paz de Crépy, en 1544, marcó el fin de sus enfrentamientos directos, pero Francisco murió poco después, en 1547, sin haber alcanzado una victoria definitiva sobre su adversario.
A la muerte de Francisco I le sucedió su hijo Enrique, ya que el mayor, Francisco, palmó antes. Con la llegada de Enrique II entramos en el periodo de los últimos reyes de la Dinastía Valois.