La siguiente historia tiene lugar entre el año 1200 a.C. y el 121 d.C.
ORÍGENES
Después de que los indoeuropeos se expandiesen por toda Europa, un conjunto de estos pueblos se mezclaron con culturas ya existentes de Europa central, y darían origen a la primera gran cultura del continente europeo. Esta gente sería conocida como celtas, que aunque nunca fueron un grupo cohesionado, sí que tuvieron muchas cosas en común.
Por el año 1200 a.C., apareció la Cultura de los Campos de Urnas, los que incineraban a sus muertos como ya vimos. 400 años después, en los inicios de la Edad del Hierro, esta cultura dejó paso a otra: la de Hallstatt (1000-500 a.C.), en Austria. Aquí empezó el mundo celta. Descubrieron el hierro, el carro tirado por caballos, tenían mejores cultivos, mejores armas… Un grupo asentado en Austria daría lugar a la Cultura de La Tene (500-100 a.C.). No les fue difícil expandirse por Francia, siendo conocidos como Galos; por Suiza, los Helvecios, y por España, los celtíberos.
EXPANSIÓN
Los celtas fueron entrando en la península en diferentes oleadas, entre más o menos el 900 y el 500 a.C., y se fueron fusionando con los íberos que vivían en el norte y centro-oeste. Los celtas del norte estuvieron más aislados gracias a las montañas, pero los del centro acabaron asimilando muchas costumbres íberas. Fueron conocidos como celtíberos. Su dominio de la península duraría hasta el año 133 a.C., cuando el general romano Escipión Emiliano tomó la fortaleza de Numancia.
Muchos llegaron a Albión, nombre antiguo de la isla de Gran Bretaña, en donde también absorbieron rasgos cultuales de los autóctonos, que vivían aún en el Neolítico. Obra de estos antiguos habitantes británicos parece que fue el famoso Caballo Blanco de Uffington o el Hombre Largo de Wilmington, talladas en roca caliza. Sobre el gigante de Cerne Abbas aún hay muchas dudas. Donde mejor se asentaron estos celtas fue en la isla de Hibernia o Eire, hoy conocida como Irlanda; y en Caledonia, Escocia.
Otros cruzaron los Alpes hacia el sur y se asentaron en el norte de Italia, la cultura Golaseca (1000-300 a.C.). Eran las tribus de los Boyos, los Lingones y los Senones. Estos últimos lograrían saquear la mismísima Roma en el 390 a.C. tras ganar la Batalla de Alia al mando de Breno.
Incluso llegaron a causar problemas a los griegos helenísticos. Una de estas tribus, llamada Gálatas, acabaron matando al Rey Ptolomeo Cerauno y por muy poco no saquearon el Oráculo de Delfos (279 a.C.). Tras eso fueron reclutados como mercenarios por el Rey de Bitinia contra los Seléucidas, y con ello conseguirían un estado propio llamado Galacia (270 a.C.).
CULTURA Y SOCIEDAD
Los celtas vivían en pueblos, muchos de ellos fortificados, llenos de casas redondas con tejados de paja. En el centro había una chimenea donde cocinaban en un caldero. Hacían pan, leche, quesos, salmón, cerveza, hidromiel, vino… les encantaba el vino. Les gustaba decorar sus ropas de lana con cuadros, rectángulos o los típicos trisqueles, y entre los guerreros llevar un collar torque era símbolo de poderío. Aunque eran muy belicosos también les gustaba escuchar música, poesía y jugar a juegos de mesa, como el Fidchell, creado por los celtas insulares.
En la sociedad celta el jefe supremo era el rix, el rey, el jefe de clan más poderoso, encargado de la seguridad. Con el tiempo pasó a ser elegido anualmente, mientras el poder de los nobles guerreros crecía por la Galia. Los celtas de la península ibérica no tenían rey, sino que el poder era ostentado por Asambleas y un consejo de ancianos, pero en caso de guerra recurrían a caudillos temporales. Luego estaban los druidas, que eran como sacerdotes y hechiceros, que hacían pócimas curativas con muérdago y otras plantas. El archi-druida era el más poderoso.
Su sociedad era bastante salvaje, se pegaban unos con otros y eran indisciplinados hasta el extremo, por lo que eso de hacer estrategias no era lo suyo. No tenían un concepto de nación celta, o gala, sino que cada tribu iba bastante a su bola. De hecho, entre ellos mismos se mataban, viviendo del pillaje y esas mierdas.
Eso sí, eran muy religiosos. Eran animistas, ya que veneraban a todo lo natural, desde ríos, árboles, plantas y bosques enteros, así como el sol y la luna. Tuvieron muchísimos dioses, prácticamente sus ritos variaban de tribu a tribu, y de los celtas continentales apenas nos ha llegado una mierda sobre sus mitos, ya que tenían la mala costumbre de no escribir. Todo lo que sabemos sobre sus leyendas es a través de los celtas insulares. En general, sus dioses principales fueron Lug, Taranis, Cernunnos, Birgit, Dagda, Epona, Teutates, Belenos, Esus… En el próximo episodio profundizaré más en su mitología.
Eso sí, aunque quizás algunas veces usaron los monumentos megalíticos como santuario, no fueron ellos sus constructores. Lo siento, Obelix. Algunas veces se ha dicho que los celtas hacían sacrificios humanos metiendo a gente en muñecos de mimbre, pero no se sabe seguro. Algo sí demostrado es que cortaban las cabezas de sus enemigos muertos y se las llevaban a las aldeas posiblemente como trofeos o para movidas espirituales.
Los celtas tuvieron un idioma celta común, el proto-celta, aunque fue variando con el paso de los años dependiendo del lugar. Estas lenguas se podrían dividir en dos, la de los grupos continentales, las cuales se ha extinguido; y la de los grupos insulares de Britania, donde muchas aún se hablan. Son el caso de las lenguas Gaélicas o Goidélicas: Irlandés y Escocés; y las Galo-Britónicas: El Bretón y el Galés.
¿Y cómo escribían? Pues mientras que los galos acabaron adaptándose al alfabeto griego y latino y los celtíberos al alfabeto íbero, los celtas del norte de Italia se adaptaron al alfabeto etrusco y formaron uno nuevo llamado el lepontino por el 400 a.C. Pero el más raro fue el creado por los druidas irlandeses, el Ogámico, que eran todo palitos y puntos. De todas formas, los celtas no usaron mucho la escritura, preferían que los bardos transmitieran oralmente sus tradiciones a ritmo de arpa.
Para ellos, el año nuevo se celebraba con una fiesta llamada Samhain, con hogueras, cantos y bailes. En ella celebraban la marcha de las almas o espíritus al mas allá. Mucho tiempo después, a través de la tradición irlandesa, saldría de todo esto la fiesta que hoy conocemos como Halloween, la fiesta de las brujas. Para el cristianismo esta fiesta es el Día de todos los Santos, o el día de los muertos. Otras fiestas fueron las de Imbolc, en febrero, también conocida como la renovación de la llama familiar, la de Beltaine, también con fuego y cánticos, y la de Lugnasad en verano, dedicada al dios Lug para que hubiese buenas cosechas.
CELTAS vs ROMA
Durante la 1ª Guerra Púnica (264-241 a.C.), muchos celtas habían servido como mercenarios en el bando cartaginés. Tras la victoria romana, estos decidieron que lo mejor era quitárselos a todos de encima, especialmente a los boyos. El primer gran enfrentamiento decisivo ocurrió en la Batalla de Talamone (225 a.C.), que mermaría las fuerzas celtas y estos terminaron por perder su capital, Medelan, actual Milán.
La revancha llegaría durante la 2ª Guerra Púnica (218-201 a.C.), cuando los Galos, flipando con el progreso de Aníbal contra Roma, se unieron a él casi sin pensárselo. En el 215 a.C., estos galos boyos derrotaron a los romanos en una zona boscosa llamada Selva Litana. Según la leyenda, ganaron gracias a la ayuda de árboles vivientes. Según la realidad, los galos agrietaron levemente los árboles para que cayesen con un pequeño impacto, y eso hicieron mientras la legión romana de Lucio Postumio pasaba por el bosque. Parece que solo sobrevivieron diez soldados. Sin embargo, como ya conté, los cartagineses perdieron y Roma volvió a coger carrerilla en la conquista del Mediterráneo.
Los siguientes años estuvieron marcados por los intentos romanos de pacificar la península ibérica. La rebelión del celta lusitano Viriato, el Asedio de la celtíbera Numancia (133 a.C.) y un largo etcétera. La conquista total de Hispania la logró un general llamado Julio César por el año 58 a.C. Tras eso, todas las espadas romanas apuntaron hacia la Galia. Muchas tribus galas se llevaban mal entre sí, como la de Dumnorix y su hermano Diviciaco, de los Heduos. Este último pidió ayuda a César, que parece que eran buenos amigos, y este se los cargó a todos en Bibracte. Luego fue al norte y venció a la tribu celta de los Vénetos, y más tarde luchó contra los britanos en Inglaterra.
Pero entonces, un líder galo llamado Vercingetorix, rey de los arvernos, logró lo que nadie había conseguido nunca: aliar a muchas de estas tribus celtas para combatir a los romanos. El sueño de este tipo era reinar sobre una Galia unida, y los romanos no le iban a estropear su sueño. Empezaron ganando, pero sus fuerzas fueron menguando derrota tras derrota, hasta quedar atrincherados en la fortaleza de Alesia. Al final Vercingetorix se rindió a César en el año 52 a.C. y la Galia fue incorporada a Roma como provincia. Pero los galos eran buenos guerreros, y Roma puso a muchos de ellos en puestazos en diferentes lugares. Desde luego, fueron los mejores mercenarios que tuvo Roma jamás.
Esto no significa que todo fuese paz. Ni de coña. Hubo algunas rebeliones, y una muy gorda ocurrió en la isla de Britania, mientras los romanos se asentaban allí. Habían fundado Londinium, la Londres que todos conocemos, pero cerca de allí vivía una tribu celta, la de los icenos. Su líder era una mujer muy fiera llamada Boadicea, que en el año 61 comenzó a tomar las ciudades romanas e incendiarlas. Al final los romanos ganaron, pero con muchas dificultades. Trataron de tomar Escocia, dominada por los Pictos, pero esto ya fue imposible. Para poder contenerles, el emperador Adriano acabó construyendo el Muro Adriano en el 121, y aún así siguieron dando guerra. Esta gente fue la que construyó los famosos Broch de las costas escocesas. Luego llegarían de Irlanda los Escotos, que darían nombre a Escocia.
Ya por el año 400, pueblos germanos como los anglos y los sajones desembarcaron en Britania y dieron por culo a los celtas. Esta gente se hizo con el control de los territorios romanos y llamaron a su tierra “tierra de anglos”, Ingla-terra. Muchos celtas romanizados se tuvieron que largar o al norte o a la Bretaña francesa, conocida como Armórica. Se cree que en esta época muchos celtas insulares abrazaron el cristianismo como religión debido a la acción evangelizadora de la Iglesia Católica. Mucha cultura y leyendas se mezclaron y se cree que por esta época nació el mito del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, y la historia galesa de un caldero que daba la inmortalidad pasaría a convertirse en el Santo Grial, que supuestamente José de Arimatea llevó allí tras la muerte de Cristo y que dice la leyenda que fue el primer cristianizador de Inglaterra.
Irlanda fue de los pocos donde los celtas mantuvieron su identidad intacta, incluso tras convertirse al cristianismo de la mano de San Patricio. Algunos hasta se hicieron monjes eremitas, viviendo en lugares apartados como el monasterio de Skelling Michael. Ellos serían los encargados de que esta tradición perdurase hasta la actualidad.