La siguiente historia tiene lugar entre hace un millón de años y el año 19 a.C.
Según la arqueología, hace más o menos 800.000 años, no había un alma en toda Europa. Era una tierra vacía, hasta que llegó un homínido muy simpático conocido como Homo Antecessor. Este primer europeo fue descubierto en Burgos, en la Sierra de Atapuerca; sin embargo se piensa que no es antepasado nuestro, sino del Homo Heidelbergensis y del Neandertal. El primero apareció por Centroeuropa hace unos 500.000 años, y el Neandertal hace 250.000, y dominó todo el continente.
Mientras tanto, otros homínidos, quizás Antecessores o quizás Heidelbergensis, se habían resistido a abandonar África y dieron origen a una nueva especie: el Homo Rhodesiensis, encontrado en la antigua Rodesia. Esta especie de homínido pudo ir migrando hacia el norte y evolucionando a nosotros, el Homo Sapiens. Al llegar a Europa hace unos 40.000 años a través de la península ibérica se cruzó con los Neandertales y puede que se dieran de leches entre ellos, puede que también se dieran un poco de amor o puede que los Neandertales se extinguieran solos. Y nosotros heredamos la tierra y comenzamos a pintar manos y bisontes en Altamira, en Puente Viesgo, y más tarde en otros sitios de España y Francia principalmente.
Hace 12.000 años acabó la Edad de Hielo y surgió el boom de la agricultura y ganadería. Ahora podían vivir de forma sedentaria y construirse pueblos. Y no solo pueblos, también estructuras megalíticas. Hay Monolitos, monumentos de una sola piedra, también llamados menhires (Alineamientos de Carnac, Francia); luego está el Dolmen, con tres o más losas formando una cámara, que además podía estar bajo tierra y podía servir como tumba (Dolmen de Axeitos, Galicia / Cueva de Menga, Antequera). Y finalmente los Cromlech, que son monolitos o dólmenes formando un círculo de piedra. El más famoso, como no, es Stonehenge, cerca de Londres. Se cree que fue una especie de templo al Sol y a los astros, y que lo comenzaron a construir por el 3100 a.C., pero nunca llegó a ser acabado. También hubo algunos templos o sepulcros, como el de Trepucó en Menorca o algunos en Malta o Gozo.
LOS PUEBLOS INDOEUROPEOS
Durante el Neolítico, los prehistóricos fundaron pequeñas aldeas por toda Europa. Sin embargo, se cree que hubo un grupo humano que se hizo tremendamente influyente alrededor del 7000 a.C.: los Protoindoeuropeos. Se piensa que esta gente pudo haber sido un conjunto ancestral de pueblos con unas costumbres e idioma similar que sería el germen de gran parte de los idiomas que conocemos desde Portugal a la India. Todos ellos serían los Pueblos Indoeuropeos, y se cree que habitaron en las estepas rusas del Cáucaso, de ahí que se diga que la raza blanca es la caucásica.
Ya conté que para Hitler, estos indoeuropeos eran la raza aria, en contraposición de los semitas, los judíos. Pero lo cierto es que estos indoeuropeos no eran ninguna raza con cabello rubio y venidos de la Hiperbórea ni nada parecido.
Resulta que durante mucho tiempo se han visto coincidencias, demasiadas, en algunas raíces de palabras en idiomas muy dispares, como el latín, el griego, el germánico, el eslavo, el sánscrito indio, el antiguo persa… Una de esas coincidencias es la raíz “die”, que se cree que los indoeuropeos asociaban al brillo, al sol, y de ahí vendría nuestro día o el day anglosajón. Y de ahí también vendría cómo ellos llamaban a su dios: Dieus. Y de ahí vendrían gran parte de los dioses europeos, como Dzeus Pater; Dieu Piter, que evolucionaría hasta Júpiter; el Diwaz germánico; el nórdico Dievas o el indio Diaus Pitar.
¿Y aparte de esto, qué más cosas tenían en común estos pueblos? Pues eran nómadas, dedicados al pastereo mayormente, se cree que ya habían domesticado el caballo y que veneraban al cielo, concretamente al sol y a los rayos.
Según la hipótesis de la arqueóloga Marija Gimbutas, los últimos protoindoeuropeos pudieron haber sido una cultura conocida como Yamna, una gente que se sabe que hacía túmulos de enterramientos llamados kurganes. De los Yamna saldrían otras culturas como la de Andrónovo, la cultura de la cerámica del Peine, la cultura de las Ánforas globulares, la cultura de la cerámica cordada, la cultura de Baden y un montón más. Con el tiempo darían lugar a la cultura del vasco campaniforme (2900-1800 a.C.), que se asentó en Europa Occidental y se caracterizaba por enterramientos con un ajuar compuesto por este tipo de cerámicas. La cultura Unetice (2000-1450 a.C.) Y la Cultura de los Campos de Urnas (1250-750 a.C.), que se extendió por Europa Central y se caracterizaba por incinerar a sus muertos y meterlos en urnas que después enterraban.
Tras el contacto con otros pueblos preindoeuropeos menos avanzados, estos indoeuropeos se dividieron en muchos pueblos diferentes alrededor del 3.000 a.C., como los griegos, los itálicos, los celtas, los eslavos, los escitas o los germánicos, que luego darían origen a los nórdicos. También los Luvitas, que se quedarían a vivir allí dando origen a Hititas; los Tocarios e Indos, que tiraron hacia China; y los iranios, que darían origen a Hurritas, Medos y Persas.
LOS PREINDOEUROPEOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Los preindoeuropeos eran los pueblos que no tenían nada que ver con este origen común. La gran mayoría de sus idiomas y costumbres se extinguieron hace muchísimo tiempo debido a su hibridación o directamente erradicación, pero algunos han sobrevivido a lo largo del tiempo. Algunas son el Finés, el estonio, el húngaro o el maltés. Pero el ejemplo más claro lo tenemos aquí en España: el Euskera.
Como vasco, es un idioma que conozco, aunque lo tengo bastante oxidado, y se cree que pudo estar relacionado con el Aquitano antiguo. No se sabe mucho de este protoeuskera, quizás no se pareciese en nada al actual. “Auskalo”, como decimos aquí. Su origen se desconoce, aunque una teoría dice que pudo venir de la zona de la actual Georgia o puede que fuese una lengua surgida del ibero. Los iberos eran otros habitantes preindoeuropeos de la península ibérica, pero lo mejor es empezar por los Tartessos.
Los Tartessos fue una cultura bastante misteriosa que vivió en el sur de España. Fue el primer gran estado del territorio y, como ya conté en Mitos y Leyendas, se piensa que pudo tener relación con la Atlántida. Era una especie de reino, con una aristocracia poderosa y con esclavos. Al parecer descubrieron que su zona estaba petada de oro, plata, estaño y cobre y con el tiempo se hicieron grandes metalúrgicos y comerciantes, sobre todo a través del mar. Se conocen los nombres de tres reyes según la mitología, Gárgoris, famoso por inventar la extracción de miel; Habis, hijo de anterior que fue abandonado repetidas veces pero que siempre sobrevivía, supuesto inventor de la agricultura en la zona y de diversas leyes; y Gerión, que os sonará porque fue a quien se enfrentó Heracles en uno de sus famosos trabajos.
Según Heródoto, los griegos foceos fueron los primeros en entrar en contacto con el reino tarteso alrededor del año 600 a.C., pero también tuvieron mucho contacto con los Fenicios. Se habla del mítico rey Argantonio, último rey tarteso tras su misteriosa caída alrededor del año 500 a.C.
Al mismo tiempo destacaban la Cultura del Argar en Almería (1800 a.C.), descendiente de los grupos de los Millares, que fueron los primeros en obtener bronce. Esta gente sería el germen de los iberos, que se extenderían por el centro y la costa mediterránea de la Península Ibérica.
En el norte había muchos pueblos. Los galaicos, los astures, los cántabros, los várdulos o los vascones, los del euskera, que vivieron originariamente entre Navarra y Aragón. A los tres primeros se les suele conocer como Cultura Castreña, porque vivían en Castros, unas ciudades fortificadas de casas circulares. Sin embargo, por el año 1300 a.C., esta gente sería invadida por un pueblo indoeuropeo conocido como los Celtas, provenientes de Centroeuropa.
LOS INVASORES CELTAS Y LOS COLONIZADORES GRIEGOS Y FENICIOS
Los celtas se quedaron a vivir por toda la zona norte y central de la península. Y a la más alejada la llamaron Kalekia, la actual Galicia. Es curioso, porque es una raíz que se repite en muchos lugares. Los Galos, celtas franceses, el Gaélico, el idioma celta de Britania, y otros territorios llamados Galizia en Europa y Anatolia. Todos influenciados por esta gente. De los celtas hay mucho de qué hablar, así que mejor verlos en un episodio aparte.
Tras esta invasión la Península ibérica presentaba el siguiente aspecto. El norte, más atrasado, estaba dominado por los celtas, mientras que el sur y levante era tierra de iberos. Los turdetanos, los descendientes de los tartesos, habitaban en el sur; los aquitanos por Navarra y por el año 300 a.C. aparecerían los celtiberos, que se hicieron con el control de la meseta central. Estos eran una cultura nueva surgida de la mezcla entre celtas e iberos. Luego estaban los lusitanos que eran unos preceltas algo especialitos.
Fue a partir del año 1000 a.C. cuando comenzaron a llegar gentes de otras partes del mundo. Los fenicios, provenientes del actual Líbano, llegaron con ansias de comercio, y se interesaron mucho por la abundancia de metales de la península ibérica. Fue en el sur donde instalaron sus primeras colonias: Gadir, Malaka, Abdera y Sexi (Cádiz, Málaga, Adra y Almuñecar). Se cree que estos fenicios fueron los primeros en llamar a la península Spania, o Hispania, que más tarde usarían los romanos, mientras que los griegos prefirieron el nombre de Iberia.
Los fenicios enseñaron mucho a los diferentes pueblos iberos. Introdujeron la metalurgia del hierro, la siderurgia; el torno alfarero o la salazón de alimentos. Más tarde también introducirían la moneda. Pero el invento que más influyó a los iberos fue el del alfabeto fenicio. Gracias a él sabemos cómo suenan las palabras iberas, pero no qué significan, esa es la putada. Pero es que además la religión ibera, así como su arte, estuvo muy influenciada por los fenicios. Algunas obras importantes son la Dama de Elche o la Dama de Baza. Con ellas se ha querido ver que la mujer era muy importante en esta sociedad. También es importante la bicha de Balazote, en Albacete, ciertamente de influencia oriental.
La organización ibera estaba formada por una gran clase media de artesanos y comerciantes, y había una aristocracia monárquica. Eran hábiles guerreros, y hasta crearon una poderosa espada llamada falcata. Influenciados por la antigua cultura del campo de urnas, incineraban a sus muertos y les dejaban un ajuar con mucha comida.
Los celtíberos eran más como los celtas norteños y los lusitanos, más salvajes. Eso de comerciar no les iba demasiado, y vivían en poblados fortificados. Su religión era de corte ganadera, como su modo de vida, y destacan los llamados verracos, como los Toros de Guisando, creados por los vetones en Ávila.
Por otra parte, los griegos de Focea se instalaron en el sur de Francia y fundaron ciudades como Massalia o Nicea (Marsella o Niza) por el año 700 a.C. Poco después llegaron a las costas catalanas para fundar Emporion y Rhode (Ampurias y Rosas). Fueron ellos quienes introdujeron entre los iberos el arado tirado por caballos y también el plano hipodámico. Dejaron de estar de moda las casas circulares y se empezaron a construir casas rectangulares y en calles rectas. Además cada casa tenía diferentes estancias, cada una para una cosa concreta: dormir, forjar metales, cocinar…
CARTAGO Y ROMA
En el episodio de Fenicia conté que, según la leyenda, la hermana del Rey de Tiro Pigmalión, Elisa, salió huyendo de la ciudad por el año 814 a.C. y fundó en Túnez su propia colonia, la llamada Cartago. Estos cartagineses crearían sus propias colonias en el mediterráneo por el 600 a.C., como Ebyssos (Ibiza). La relación entre los griegos y los cartagineses no fue demasiado buena, ya que ambos peleaban por el control del mediterráneo. Fue en la Batalla naval de Alalia (537 a.C.), en Córcega, donde los cartagineses consiguieron cortar el paso al Mediterráneo Occidental a los griegos.
Con Grecia fuera del mapa todo parecía bonito, pero no. Se liaron a leches con Roma en la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.). Ya lo conté en anteriores episodios, así que iré bastante rápido. El líder cartaginés Amílcar Barca había perdido el control de Sicilia, Córcega y Cerdeña, por eso decidió invadir la península ibérica, para ver si podía remontar un poco. Tomó Gadir y ascendió por el valle del Guadalquivir hasta llegar a las minas de Cástulo, que era muy importante. Dos jefes iberos trataron de detenerle, Istolacio e Indortes, pero fueron derrotados. Tras eso llegó hasta la costa mediterránea y fundó Akra Leuke, la actual Alicante. Esa sería su base de operaciones. Siguió conquistando la península hasta su muerte (228 a.C.).
Como su hijo Aníbal tenía solo 10 años, su yerno Asdrúbal el Bello le sucedió. Este se casó con una ibera y con ello logró pacificar un poco a la aristocracia ibera, y le aceptaron como jefe. Tiempo después fundó Qart Hadast, llamada por los romanos como Cartago Nova (Cartagena).
En el año 226 a.C. las colonias griegas de Ampurias y Sagunto pidieron ayuda a Roma temerosas por la expansión púnica por Hispania. Roma y Asdrúbal acordaron delimitar sus zonas de influencia. La línea entre ambos imperios fue trazada en el río Ebro, y ninguno podría sobrepasarla. El problema era que Sagunto, una ciudad de influencia greco-romana, quedaba dentro del territorio cartaginés.
Poco después Asdrúbal fue asesinado y ya por fin Aníbal fue proclamado general de los cartagineses, y decidió vengarse de Roma por la humillación tras la 1º Guerra Púnica. Tomó Salmántica y Arbocala (Salamanca y Zaragoza). Pero fue cuando tomó Sagunto, aliada de Roma, cuando la cosa se lió y comenzó la 2º Guerra Púnica (218-201 a.C.).
Roma se preparó para la guerra, pero se esperaban una batalla naval, no lo que realmente sucedió. Aníbal cogió a sus tropas y unos cuantos elefantes y se encaminó a atacar Italia desde el norte, atravesando los Alpes. Fue en la batalla de Cannas donde dio pero bien por culo al ejército romano. Estuvo a punto de tomar Roma, pero los romanos eran demasiado listos, y liderados por el general Publio Cornelio Escipión el Africano decidieron que la mejor estrategia era atacar Cartago Nova, donde estaban los refuerzos a punto de zarpar (207 a.C.). Además también fue a Numidia e instigó revueltas contra Cartago.
Al final Aníbal tuvo que abandonarlo todo y volver a Cartago, perdiendo definitivamente en la Batalla de Zama (201 a.C.). Tras esto, el imperio cartaginés quedó fuera del mapa y Roma tenía el camino libre para tomar Hispania. Su conquista no fue fácil. Tomaron la zona sur, pero según fueron subiendo los romanos se enfrentaron a la feroz resistencia de los lusitanos en las guerras lusitanas (155-139 a.C.). El pretor Galba les prometió que si se rendían les dejarían sus tierras. Los lusitanos se rindieron y fueron traicionados y masacrados. Algunos escaparon, como Viriato, que lideró una resistencia que no acabaría bien para él (139 a.C.). Sus lugartenientes le traicionarían.
Algo similar pasó en Numancia, en Soria, con la Guerra Numantina (154-133 a.C.), la última fase de la Guerra Celtíbera (181-133 a.C.). Allí, el general Publio Cornelio Escipión Emiliano, intentó tomar la ciudad y los numancinos se atrincheraron. Los tipos aguantaron durante muchos días, hasta que ya muertos de hambre decidieron suicidarse en masa antes que rendirse (133 a.C.). Lo mismo pasó en Calagurris, actual Calahorra. La parte que más les costó tomar fue la zona norte. Mientras que los vascones se unieron a la causa romana a cambio de que no tocasen sus tierras y les dejasen tranquilos, los cántabros se atrincheraron en las montañas, pero finalmente cayeron alrededor del año 19 a.C.
El general Publio Escipión logró tomar toda Hispania y la dividió en varias provincias: Baética, Lusitania y Tarraconensis. Comenzaba la romanización.