HISTORIA DE ESPAÑA 4: Reino de Aragón, El Señorío de Vizcaya, Los Reinos de Taifas, Del Cid al Reino de Castilla y el Reino de Navarra
REINOS DE TAIFAS Y ALMORÁVIDES (1031-1147)
En el capítulo del Califato de Córdoba, vimos que, tras la muerte del último hijo de Almanzor en 1009, muchos valíes de todo Al-Ándalus se levantaron en armas contra el poder central en la llamada Fitna de Al-Ándalus, que fue una guerra civil. Poco a poco, esos valíes rebeldes se fueron independizando y creando los llamados Reinos de Taifas, pequeños estados independientes que se disgregaron del Califato cordobés.
No es que aparecieran todas las taifas de golpe, sino que fue un proceso paulatino. Los primeros en separarse fueron los gobernantes de la zona de Zaragoza, que crearon la Taifa de Zaragoza.
Seguidamente, hacia el 1010, otras taifas surgieron por toda la parte este de la península, como la Taifa de Toledo, la de Valencia, la de Denia o la de Murcia. Poco después se independizó la Taifa de Badajoz y finalmente, por todo el sur surgieron otras taifas más pequeñitas como Huelva, Niebla, Carmona o Sevilla. Y así siguieron hasta el año 1031, fecha en la que Hisham III murió y el Califato de Córdoba desapareció por completo.
En total se cuentan unos 20 o 30 reinos de taifas, regidos por clanes de diferentes etnias, como árabes, bereberes e incluso eslavos. Lógicamente no voy a hablaros de todos. Sólo me centraré en los más importantes.
Por cierto, tampoco penséis que este fue un periodo mega decadente. Algunas taifas buscaban imitar al califato y se preocuparon por el arte, la ciencia y la cultura. Floreció la filosofía, la poesía, progresaron las matemáticas y la astronomía, y se desarrolló una arquitectura de estilo propio. Iremos viendo ejemplos de todo esto.
En la Taifa de Zaragoza reinaron primero la familia de los Tuyibíes y después, a partir de 1039, la de los Hudíes. De origen árabe yemení ambas. Aparte de la ciudad de Zaragoza, los hudíes dominaron también Tudela, Calatayud, Huesca, Lérida y Tortosa.
La época de mayor esplendor de esta taifa tuvo lugar bajo los gobiernos de estos tres reyes: Al-Muqtadir, Al-Mutaman y Al-Mustaín II. El primero de ellos es célebre por ordenar construir un suntuoso palacio fortificado en la ciudad de Zaragoza: el Palacio de la Aljafería, que se construyó a las afueras de la ciudad, y que es el único gran edificio que sigue en pie de esta época de taifas. Aparte, en la corte se dieron cita a muchos poetas, músicos y filósofos, como ibn Bayya, mejor conocido como Avempace, considerado el iniciador de la filosofía hispano-árabe.
En el 1060, al-Muqtadir se anexionó la Taifa de Tortosa, una franja costera que contenía la desembocadura del Ebro… y luego, en el 1076 conquistó Denia, incluyendo las islas Baleares, y obtuvo el vasallaje de Valencia. Luego, durante los años 80, este Al-Muqtadir contrató a un mercenario cristiano llamado Rodrigo Díaz de Vivar, pero lo contaré en el siguiente capítulo.
Ahora vayamos a la parte oeste de la península. Allí, grupos bereberes muy arabizados, los aftasíes, crearon la Taifa de Badajoz. Estos construyeron la Alcazaba de Badajoz, la alcazaba más grande de Europa. Destaca la Torre de Espantaperros.
En Levante primero gobernaron algunos régulos eslavos, y luego gobernaron los Amiríes, descendientes de Almanzor. Otros bereberes que crearon taifas fueron los ziríes en Granada y los hamudíes en Algeciras y Málaga, mientras que en la Taifa de Sevilla gobernaron los abadíes, de origen árabe.
Esta Taifa de Sevilla es una de las más importantes. Surgió en el 1023, y poco a poco la ciudad de Sevilla se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Al-Ándalus. Tuvo escritores y poetas muy importantes como ibn Al-Abbar, ibn Zaydun o ibn Hamdís. Incluso los propios emires le daban bien a escribir versecillos. Y hay que destacar al poeta Ibn Hazm, considerado el padre de la religión comparada y autor de la obra “El Collar de la Paloma”.
Estos emires fueron 3, pero los importantes son los dos últimos. Al-Mutadid accedió al trono en el 1042, año en el que este pequeño reino de taifa experimentó una gran expansión y empezó a comerse a otros reinos de taifas más pequeñitos.
Su hijo, Al-Mutamid, logró conquistar, en el año 1070, la Taifa de Córdoba, la antigua capital y que tras la caída del califato se había convertido en una pseudo-república, la 1ª del mundo islámico. Al parecer, era un consejo de ministros y jueces quien elegían al jeque más prominente para que gobernara, pero siempre bajo control de este consejo. Pero bueno, fue absorbida por los sevillanos y adiós república.
En los años siguientes, Al-Mutamid conquistó la taifa de Murcia, llegando a controlar un territorio amplísimo. Aunque eso no le impidió que tuviese que seguir pagando parias a los reinos cristianos del norte. Un día se negó, y Alfonso VI puso en sitio la ciudad de Sevilla hasta que volvió a pagar.
Finalmente podríamos hablar de la Taifa de Toledo, que ocupó gran parte de lo que hoy es Castilla-La Mancha. Allí reinó la dinastía bereber de los Banu Dil-Nun, y su rey más importante fue Al-Mamún. En el año 1064 fue a socorrer a la taifa vecina de Valencia y se la anexionó completa, y más tarde, en el 1075, robó a los sevillanos el control de la taifa de Córdoba. El problema es que ese mismo año, este rey fue envenenado y subió al poder su nieto Al-Cadir.
Este perdió Valencia, Córdoba… luego Badajoz les conquistó brevemente, y en el año 1081, Al-Cadir sufrió una rebelión y pidió ayuda al rey leonés Alfonso VI, quien puso en sitio la ciudad de Toledo. Tras un intenso asedio, la ciudad y los rebeldes se rindieron. Así Toledo, la antigua capital visigoda, volvió a ser cristiana tras unos 370 años bajo poder musulmán.
Algunos reinos de taifas, como Badajoz o Sevilla, estaban realmente preocupados por el avance cristiano y el pago de parias, por lo que pidieron ayuda a un emirato establecido en el norte de África: los Almorávides. Estos eran unos monjes-guerreros ermitaños y nómadas de etnia bereber que vivían en el Sáhara, y profesaban un islam muy rigorista, muy radical.
Fue ahí, en Sagrajas, en el 1086, donde estos almorávides lograron detener el avance cristiano y los taifas se libraron de las parias. Claro, con esto, los reyes de taifas estaban contentos, pero el Tasufin éste vio que estos reyezuelos eran débiles y dados al lujo, la buena vida y esas mierdas. Por todo esto, el líder almorávide empezó a conquistar todos estos reinitos y a expulsar a filósofos, artistas y poetas. El propio emir sevillano Al-Mutamid, quien les había pedido ayuda, acabó exiliado en el Magreb hasta su muerte.
Yusuf ibn Tasufin fracasó en la toma de la fortaleza de Aledo, en el 1089. Sin embargo, en 1090 logró tomar toda la taifa de Sevilla y la de Granada. En 1093 cayó la de Badajoz.
En el año 1094, el Cid logró conquistar Valencia y allí se creó un reino propio, que resistió el embate de los almorávides durante muchos años. Yusuf ya tenía 80 años, pero todavía estaba con ganas de pelea. Se enfrentó al ejército de Alfonso VI en la Batalla de Consuegra, del 1097, y no sólo venció, sino que también se cargó al hijo del Cid: Diego Rodríguez.
El Cid resistió en Valencia hasta el año 1099, cuando murió. Su viuda, Jimena Díaz, trató de resistir, pero fue inútil. En el 1102 la ciudad de Valencia fue evacuada.
Tras estos hechos, en 1106, Yusuf ibn Tasufin murió, y fue sucedido por Ali ibn Yusuf. En 1108 logró una gran victoria sobre el rey de León en la Batalla de Uclés, en la cual murió el hijo y heredero de Alfonso VI, Sancho Alfónsez, así como un montonazo de nobles leoneses. Dos años después consiguió someter a la Taifa de Zaragoza, echando a la dinastía de los hudíes. Para el año 1116, los almorávides ya controlaban todo Al-Ándalus y las taifas habían desaparecido por completo. Durante los siguientes 30 años, estos almorávides dominarían el mundo musulmán de la península ibérica.
Pero estos sí que fueron años de gran decadencia. Los almorávides no tenían nada de experiencia organizando reinos extensos, y entre ellos también surgían discrepancias. Además, los cristianos estaban todo el día molestando por todas partes. Pero lo más irónico de todo fue que estos mega fundamentalistas islámicos que iban de tipos duros y de anti-lujos y placeres, acabaron rendidos ante los lujosos palacios, los sillones cómodos, la buena comida, los perfumes, la siesta…
Poco a poco, sin un gobierno central fuerte, los gobernadores almorávides se fueron acomodando, y su economía acabó hundida por completo. Y mientras tanto, Ali ibn Yusuf se retiraba a su palacio de Marrakech en plan asceta. En las ciudades, los torpes gobernadores fueron apartados por alfaquíes, quienes, con su interpretación más rígida del Corán, condenaron nuevas corrientes filosóficas y artísticas, y hubo quema de libros y persecuciones. Por ejemplo, el capitel de los músicos, de Córdoba, era una pieza escultórica califal donde había figuras mostrando su rostro. pues según la iconoclasia almorávide, eso no podía ser y destrozaron todas las caras.
Quizás el punto de inflexión del poder almorávide sea la pérdida de Zaragoza, que cayó en el 1118 a manos de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón. Poco después, en el 1121, la población de Córdoba se levantó contra los almorávides. Sería la primera de muchas rebeliones, las cuales fueron estallando en los años siguientes en diferentes ciudades andalusíes.
Así, en el año 1144, el Imperio de los almorávides se derrumbó en bloque y así surgieron los 2ºs Reinos de Taifas. Estos Reinos de Taifas postalmorávides fueron muy breves y poco importantes. Fueron unos 20, y menos dos, los demás todos duraron una media de 5 años.
¿Por qué van a durar tan poquito? Pues porque otros bereberes fanáticos procedentes del norte de África iban a hacer su aparición para conquistarlo todo. Esos fueron los Almohades. En 1147 tomaron la capital, Marrakech, y mataron al último emir almorávide. Y el siguiente objetivo era saltar a la península para conquistarla enterita.
EL REINO DE ARAGÓN Y LA CONQUISTA DE PAMPLONA (1035-1104)
Empecemos por el año 1035. Esa fue la fecha de la muerte del poderoso rey Sancho III el Mayor. El enorme territorio que controló en vida se dividió entre sus 4 hijos, por lo que la Dinastía Jimena pasó a estar por todas partes.
El primogénito, García Sánchez III, apodado “el de Nájera”, se quedó con el Reino de Pamplona-Nájera que ahora incluía partes de Vizcaya y Álava, territorios que antes de Sancho III formaban parte del Condado de Castilla. El siguiente hijo, Fernando I, se quedó con esta versión reducida de Castilla. Ramiro I, el hijo bastardo, se quedó con el condado de Aragón. Y finalmente, el hijo menor, Gonzalo, se quedó con los condados de Sobrarbe y Ribagorza, aunque parece que nunca llegó a residir allí.
En un capítulo anterior vimos lo que pasó con Fernando I, pero ahora vamos a conocer el punto de vista tanto de García Sánchez III como de Ramiro I. Va a ser una época donde Aragón va a surgir como reino, para luego comerse a Pamplona durante unos 60 años.
De momento, el primer hecho importante fue que García III, en el año 1037, ayudó a su hermano Fernando I conde de Castilla a darse de leches contra Bermudo III, rey de León. Tras la Batalla de Tamarón, Bermudo III la palmó y Fernando I se hizo con el control de León y de Castilla. Y se casó con la hermana de Bermudo, la reina Sancha.
Pero ahora vamos a Aragón. Ramiro I comenzó a gobernar el territorio del condado de Aragón desde la ciudad de Jaca, teóricamente como subordinado a Pamplona. No obstante, en la práctica, fue reconocido rey por todos sus barones y fue así como Aragón pasó de condado a reino.
Ramiro I ambicionaba las tierras de su hermano mayor. Era normal. Realmente, él era el mayor, pero nacido de un matrimonio no-oficial, y claro, le jodía ser un segundón. Por ello, en el año 1043 empezó una guerra contra García III. Y no lo hizo solo. Contó con la ayuda del emir al-Mustaín de la taifa de Zaragoza, de la familia de los Banu Hud, o Hudíes. Sin embargo, el pobre Ramiro I perdió en la Batalla de Tafalla, aunque luego parece que ambos reyes hicieron las paces.
Cuando Gonzalo murió asesinado por un gascón en el 1045, Ramiro I se quedó con sus territorios, que quedaron incorporados al Reino de Aragón, así, sin preguntar ni nada.
Ramiro I se casó con Ermesinda, hija de un conde de Foix-Bigorra, un condado franco al otro lado de los Pirineos. Tuvieron varios hijos y las relaciones con este condado franco serán importantes más adelante. Ramiro fue rodeándose de una nobleza fiel, e instituyó el obispado de Aragón, cuya sede estaría en el Monasterio de San Adrián de Sásabe.
Una vez asentado a la perfección en Aragón, Ramiro I quería forrarse en plan gangster, y la mejor opción era que la taifa de Zaragoza le pagara para no atacarle. Sin embargo, no era el único con esa idea en la cabeza. El conde de Pallars, el de Urgel y el de Barcelona, Ramón Berenguer I, también tenían eso en mente. Por ello, acordó un doble matrimonio con el conde de Urgel Armengol III. Esto permitió a Ramiro I hacerse con el control de un montón de castillos por la zona.
Por su parte, su hermanastro García Sánchez III, rey de Pamplona-Nájera, conquistó Calahorra en 1045, lo que le dio el dominio del Ebro medio, y el emir zaragozano se hizo su vasallo. Con dineritos frescos levantó el Monasterio de Santa María la Real de Nájera. Se dice que García quiso trasladar allí el cuerpo de un santo del lugar del siglo V llamado Felices de Bilibio, quien estaba enterrado por un monte de Bilibio.
El caso es que, cuando el obispo de Álava fue a desenterrarlo, se le torció la cara y empezó una tormenta. La deformación le duró para siempre y los religiosos entendieron que Dios no quería que su cuerpo fuera molestado. Años más tarde, sí que trasladaron su cuerpo al viejo Monasterio de San Millán de Suso, en la villa de San Millán de la Cogolla, en La Rioja. Este fue el sitio donde parece ser que un monje anónimo escribió las Glosas Emilianeses de las que ya hablé en otro capítulo.
El rey García III también intentó trasladar el cuerpo del santo Emiliano de la Cogolla, o San Millán, seguidor de Felices de Bilibio, pero como los bueyes se negaban a continuar la marcha, el rey decidió construir un nuevo monasterio justo donde se habían parado. Ese fue el origen del Monasterio de San Millán de Yuso, también en la localidad riojana de San Millán de la Cogolla.
Ahora pasemos al año 1054. Entre García III y Fernando I empezó a haber roces por el tema de los territorios de Castilla que Fernando reclamaba. Ambos se dieron de leches en la Batalla de Atapuerca, y el rey García III murió durante el combate, por lo que Fernando I pudo agenciarse partes de su territorio.
Sin embargo, Fernando I no pudo conquistar Pamplona. Sancho Garcés IV, apodado el de Peñalén, hijo del anterior, fue nombrado rey a los 14 años de edad. Más o menos logró resistir, pero el chaval lo tendría complicado.
Ahora hay que hablar del Señorío de Vizcaya. Puede parecer poco importante, pero yo, como soy vizcaíno, tengo que hablar de él.
Realmente no se sabe cuándo se formó. Por el 1051, Vizcaya era un condado dentro del Reino de Pamplona-Nájera, y cuyo conde era un tal Iñigo López Ezquerra. Este pertenecía a la Casa de Haro, dinastía que gobernaría en la zona durante muchos siglos. Esta casa de Haro era originaria de Haro, una localidad de La Rioja, y parece que Iñigo era también tenente temporal de la ciudad de Nájera.
Por el 1072, a Iñigo eso de llamarse “conde” no le molaba, y comenzó a usar el título de “señor de Vizcaya”, y digamos que así nació este señorío en el norte, título que convertiría en hereditario. Su escudo de armas serían dos lobos comiéndose sendos corderitos.
De esta época es la ermita de San Juan de Gaztelugatxe, situada sobre una isla cerquita de Bermeo, villa que parece que fue por mucho tiempo la más importante de este señorío. Está dedicada a San Juan el Bautista porque se cuenta que llegó en barco justo a ese lugar, lo cual parece del todo improbable. Como curiosidad, este sitio fue convertido en Rocadragón en las últimas temporadas de la serie de Juego de Tronos.
Ahora volvamos a Aragón. Hacia el año 1063, Ramiro I de Aragón se vio con fuerzas para intentar asaltar la Fortaleza de Graus, propiedad del emir zaragozano Al-Muqtadir. Entonces el emir pidió ayuda a Fernando I rey de León, el medio hermano de Ramiro. Fernando envió al combate a su hijo Sancho, y en este ejército participó un joven Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, que tendría alrededor de 15 años.
El choque entre ambas fuerzas fue la Batalla de Graus. Durante el combate, el rey Ramiro I fue asesinado por un soldado árabe de nombre Sadaro. Parece que se disfrazó de cristiano y se acercó al rey y le clavó una lanza en la cabeza. Muy Assassin’s Creed el tipo.
Ramiro I fue sucedido por su hijo Sancho Ramírez, quien estaba casado con Isabel, hija de su gran aliado, el conde de Urgel Armengol III, o Ermengol. Fueron estos dos tipos quienes continuaron con la labor de su padre, lo de conquistar plazas fuertes de los taifas zaragozanos. Así, en el 1064 ocurrió la Cruzada de Barbastro, importante ciudad musulmana que lograron tomar. Aquí también participó un caballero urgelino de nombre Arnal Mir de Tost, considerado el Cid de las tierras de Lérida, por las grandes conquistas que realizó en la zona. De todas formas, el control de Barbastro duró poquísimo, y Al-Muqtadir, al año siguiente, logró matar a Armengol III, quien se había quedado gobernando la ciudad, y echó a los cristianos de ahí.
En el año 1065, Fernando I murió y repartió sus territorios entre García II en Galicia, Alfonso VI en León y Sancho II como 1º rey de Castilla. Esto es importante, porque justo ese año estalló la Guerra de los Tres Sanchos. Todo comenzó porque muchas localidades del oeste pamplonés querían volver a formar parte de Castilla, y Sancho II de Castilla fue a reclamarlos por la fuerza. Sancho IV de Pamplona se alió con Sancho Ramírez I de Aragón y durante 2 años estos 3 Sanchos estuvieron dándose de leches. El Cid Campeador participó en algunas de estas batallas del lado del castellano, por cierto.
De todas formas, la guerra acabó en el 1067 sin ningún ganador claro, aunque Castilla logró tomar algunas zonas pamplonesas… como Bureba, Pancorbo o Montes de Oca.
En el reino de Pamplona-Nájera la situación era crítica. Los nobles no veían al rey capaz de absolutamente nada, y cada vez era más autoritario. Por ello, en el 1076, conspiraron contra él y, durante una cacería en Peñalén, Sancho IV fue empujado a un barranco y murió. Se dice que su asesino fue su hermano Ramón, y los pamploneses, que no querían que este Ramón fratricida les gobernase, eligieron ser gobernados por Sancho Ramírez, rey de Aragón.
Fue así cómo el Reino de Aragón ocupó gran parte del Reino de Pamplona-Nájera, y Sancho Ramírez fue proclamado rey de Pamplona. Y así, durante los siguientes 60 años, el Reino de Aragón absorbió Pamplona. El rey Alfonso VI de León también quería su cacho de pastel, y aprovechando el vacío de poder, ocupó La Rioja, con Nájera incluida, Vizcaya y Álava enteras, y una parte de Guipúzcoa.
Y es que, tras la división del reino pamplonés, Iñigo López Ezquerra, del Señorío de Vizcaya, optó voluntariamente por pasar su señorío al bando del rey más poderoso, es decir, Alfonso VI de León y Castilla. Iñigo le regaló la fortaleza de Bilibio y ayudó al rey a tomar partes de La Rioja. A cambio, Alfonso VI se comprometió a ayudar a Iñigo con sus ambiciones sobre el Duranguesado, Álava y parte de Guipúzcoa.
Como ya conté, Sancho Ramírez se había casado con Isabel de Urgel, y juntos tuvieron un hijo: Pedro. Sin embargo, a finales de los 60 parece que la repudió o no se sabe qué ocurrió, pero se casó con una noble francesa llamada Felicia de Roucy, y con ella tuvo otros dos hijos: Alfonso y Ramiro. Los tres son importantes porque acabarían reinando; luego lo veremos.
En el año 1077, el rey Sancho Ramírez concedió el Fuero de Jaca, que otorgaba el rango de ciudad a esta villa, convirtiéndose oficialmente en la capital del reino de Aragón y en sede episcopal, estando esta en la Catedral de San Pedro de Jaca. Esto lo hizo para atraer a burgueses para que se instalaran allí y se empezara a desarrollar una economía mercantil e industrial. Y es que los fueros implicaban más autogobierno local y menos impuestos, por lo que más gente se animaba a montar negocios. Y tuvo tanto éxito que luego se crearon otros fueros nuevos, como en Sangüesa, Estella y Tafalla.
Hay que entender que, en esa época, el reino estaba compuesto por muchos territorios pero que estaban bajo control directo del rey. Es decir, feudalismo como tal no había. Lo que existía era un sistema de tenencias y honores donde este rey compartía los ingresos de cada localidad con los gobernadores locales, los cuales no eran hereditarios y generalmente eran parientes del rey o peña que le caía bien.
Una cosa importante es que se acuñó una moneda de oro llamada Mancuso aragonés. Esta moneda puso fin a la hegemonía del dinar andalusí. También el condado de Barcelona emitió sus propios mancusos, aunque parece que se usaron más para pagar vasallaje al Papado para financiar las Cruzadas que como moneda de uso común en el lugar. Pronto, esta moneda sería sustituida por el morabetín o maravedí, y el uso de esta moneda sí que se extendió por toda la península. De todas formas, estas relaciones entre Aragón y el Papa introducirían en el reino el rito romano, en sustitución del hispano-visigodo.
Sancho Ramírez pasó los siguientes años intentando conquistar plazas de la taifa de Zaragoza. Construyó la Fortaleza de El Castellar, situada a orillas del río Ebro, al norte de Zaragoza… y luego se apoderó de Graus y de Ayerbe en el 1083, y al año siguiente cayeron Naval y Arguedas. Sus avances fueron muy significativos durante la siguiente década. En 1094 estuvo a punto de tomar la ciudad de Huesca, pero recibió un flechazo y la palmó.
El hermano mayor, Pedro I, fue coronado rey de Aragón y de Pamplona en el 1094. Estuvo una década en el poder y básicamente siguió con la política de su padre: intentar conquistar territorio musulmán hacia el sur. En el 1096 logró tomar la ciudad de Huesca tras la Batalla de Alcoraz, en la que logró derrotar al emir de la taifa de Zaragoza Al-Mustaín II. Esta ciudad de Huesca sería muy importante, pues allí se establecería la capital del reino durante los siguientes años, y estuvo también la sede episcopal.
En el 1097, Pedro luchó junto al Cid Campeador en la Batalla de Bairén, y derrotaron a los almorávides de Yusuf ibn Tasufin, quien pretendía conquistar el señorío de Valencia que el Cid tenía bajo su poder. En el año 1101, Aragón tomó definitivamente Barbastro, y Pedro I trató de sitiar Zaragoza, aunque no pudo. En el 1104, este rey murió en el Valle de Arán. La conquista de Zaragoza sería misión para su medio hermano: Alfonso I el Batallador.
EL REINO DE LÉON: ALFONSO VI Y EL CID CAMPEADOR (1065-1109)
En este capítulo vamos a seguir con el Reino de León, Castilla y la herencia de Fernando I, hasta la muerte de Alfonso VI. Pero también vamos a hablar de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, mejor conocido como el Cid Campeador.
Por eso, creo que podemos detenernos aquí y recapitular un poco. Por el año 1060, en el Reino de León gobernaba el rey Fernando I, hijo de Sancho III y anteriormente conde de Castilla. Conquistó León por la fuerza y mató al rey leonés Bermudo III, y luego se casó con la hermana de éste, Sancha.
Juntos tuvieron 3 hijos: Sancho el Fuerte, Alfonso el Bravo y García. El pobre no tiene apodo. Bueno, pues uno de los escuderos del infante Sancho parece que fue este Rodrigo Díaz de Vivar, quien se haría muy popular por su destreza con la espada. Se casó con Jimena Díaz, una noble de la familia de los Flaínez, quienes tenían cargos condales. Fue sobrina de Flaín Fernández, quien conspiró contra Fernando I y acabó con todas sus propiedades embargadas.
Con quien también se llevaba bastante mal era con su medio hermano Ramiro I, que como ya conté, era el rey del Reino de Aragón. Pronto iban a darse de leches pero bien.
Para ello tenemos que viajar al año 1063, cuando el joven Cid tenía unos 15 años. El rey Fernando I recibió la visita de un emisario de la taifa de Zaragoza, vasalla de León. Resulta que el emir Al-Muqtadir le pidió ayuda porque el puto Ramiro I le estaba atacando y quería conquistarle. El rey mandó pues a su hijo Sancho y al Cid con un enorme ejército a pararle los pies.
El Cid pudo salir de León y visitar Zaragoza. Allí estuvieron varios días hasta que llegó el momento de enfrentar a Ramiro. La Batalla de Graus tuvo lugar en 1063, junto a la fortaleza del mismo nombre.
Durante el combate, un árabe disfrazado de cristiano logró acercarse lo suficiente al rey aragonés y le clavó una lanza en la cara. Fue un headshot de la leche, que mató al rey Ramiro casi al instante. Gracias a esta victoria, los aragoneses dejaron tranquilos al emir zaragozano y Rodrigo empezó a tener fama, la cual iría aumentando durante las siguientes campañas.
Dos años después de este hecho, Fernando I el Magno murió, y dividió todo su territorio entre sus hijos. PONER ESCENA
García II se quedó con el Reino de Galicia; Alfonso VI el Bravo con León; y Sancho II el Fuerte con el Reino de Castilla.
Se supone que esta es la 1º vez en la que Castilla se convierte en reino independiente de manera oficial.
Como ya dije anteriormente, este juramento no sirvió para una mierda, y los hermanos, nada más morir el rey, ya empezaron a matarse entre ellos.
Empecemos con Alfonso VI el Bravo, quien reinó un total de 44 años. Nada más ser coronado, ya llegó su hermano Sancho II de Castilla tocando los huevos. Decía que como era el primogénito, también quería León, que era la parte más extensa y valiosa del reino de su padre. De todas formas, entre 1065 y 1067, Sancho II estuvo ocupado tratando de rascar territorios en la Guerra de los 3 Sanchos, contra Sancho IV de Pamplona y Sancho Ramírez de Aragón, que quedó un poco en tablas.
Ya en 1067, Sancho II cambió de objetivo y fue a por su hermanito Alfonso. Justo ese año murió la reina madre Sancha, pero eso no impidió una guerra fratricida durante 7 años.
Tras unos breves combates, Alfonso y Sancho acabaron haciendo las paces, pero sólo para ahora ir juntos a por el hermano menor: García II. Con la complicidad de Alfonso VI, Sancho II y sus tropas entraron en Galicia en 1071, y el rey castellano derrotó a García II, el cual acabó encarcelado en una prisión en Burgos y luego exiliado a la Taifa de Sevilla, gobernada por Al-Mutamid.
Alfonso VI y Sancho II se entitularon reyes de Galicia, ahora solo faltaba ver quién se lo quedaba todo. En el año 1072, los dos se dieron de leches en la Batalla de Golpejera, y la victoria fue para el rey castellano, que se proclamó rey de Castilla y de León.
Alfonso VI fue hecho prisionero poco después y encarcelado en una prisión burgalesa, aunque luego le trasladaron al Monasterio de Sahagún. Más tarde, llegó la hermana de ambos, Urraca, y gracias a ella dejaron a Alfonso VI exiliarse a la taifa de Toledo bajo la protección del emir Al-Mamún. Al ex rey le acompañó su gran amigo Pedro Ansúrez.
Sancho II parecía haber ganado este juego de tronos, pero la cosa no iba a quedar así. La hermana Urraca y la nobleza leonesa querían de vuelta a Alfonso VI, y se declararon rebeldes a Sancho desde su fortaleza en la ciudad de Zamora. Eso hizo que Sancho II tuviera que ir para allá a darles caza, porque la plaza de Zamora era un bastión muy importante para la defensa del reino.
Bueno, pues Sancho II se puso a sitiar la fortaleza de Zamora en el 1072, pero algo pasó. Alguien asesinó al rey Sancho II. Hay mucha leyenda al respecto, y esta dice que fue un noble de nombre Vellido Dolfos quien salió de la fortaleza y se presentó ante el rey como desertor, y con la excusa de mostrarle los puntos débiles de las murallas, lo separó de su guardia y le mató con una lanza. Otra versión dice que lo asesinaron mientras el rey hacía caca.
Sea como fuere, Sancho II no tenía hijos, lo que permitió a Alfonso VI el Bravo reclamar para sí el trono de Galicia, León y Castilla.
Así que el rey fue para Burgos para ser coronado, y aquí aparece Rodrigo Díaz de Vivar. Se supone que también estuvo en la Batalla de Golpejera o en el asedio de Zamora, pero no se sabe bien qué papel tuvo. De todas formas, destacó tanto en el campo de batalla que empezaron a apodarle “el Campeador”.
Entonces ahora llegamos al famoso episodio de la Jura de Santa Gadea, ocurrido en la Iglesia burgalesa del mismo nombre. Resulta que el Cid obligó a Alfonso VI a jurar que no había tenido nada que ver con la muerte de su hermano, y que, si juraba, él serviría bajo sus órdenes. Y Alfonso VI eso hizo. Este episodio es una leyenda, realmente se pone en duda que ocurriese. De todas formas, entre el rey Alfonso VI y el Cid habría buen rollo, aunque no duraría para siempre.
En fin, siguiendo con la historia, tras la muerte de Sancho II, el recluido García II decidió que era una buena oportunidad para intentar recuperar el trono. Sin embargo, su hermano le tendió una trampa y en 1073 fue apresado y encarcelado de por vida en el Castillo de Luna, en León, donde moriría casi 20 años después.
Bueno, pues Alfonso VI ya no tenía más hermanos a los que eliminar, por lo que se hizo dueño y señor de todo. Se entituló como “imperator totius hispaniae” y como “rex spanie”.
A partir de esta fecha, 1072, Alfonso VI empezó la etapa de expansión territorial hacia el sur que duró 14 años. Partió acompañado de su buen amigo el conde Pedro Ansúrez, de Rodrigo Díaz de Vivar, el alférez real Pedro González de Lara y el conde Fernando Díaz, cuñado del Cid.
La primera conquista importante ocurrió en 1076. Ese año, el rey de Pamplona Sancho Garcés IV, había sido despeñado por un barranco, y los nobles navarros decidieron que el trono debería ir para algún nieto de Sancho III el mayor: o Alfonso VI o Sancho Ramírez de Aragón. Bueno, pues éste último invadió todo el reino de Pamplona, y fue coronado rey de Pamplona como entidad integrada dentro de Aragón.
Mientras tanto, Alfonso VI, que quería su parte del pastel, se anexionó los territorios de Vizcaya, Álava y parte de Guipúzcoa, así como La Rioja. Esto fue posible gracias a que el señor de Vizcaya Iñigo López Ezquerra hizo un pacto con él para integrar su señorío dentro de Castilla.
Su siguiente plan de Alfonso era ir a por las taifas del sur, concretamente quería tomar la Taifa de Toledo, gobernada por la dinastía de los Banu Di-l-Nun. En 1079 conquistó la ciudad de Coria, en Cáceres.
Ese mismo año, el rey envió al Cid a cobrar las parias de Al-Mutamid, emir de Sevilla. Sin embargo, por el camino, las tropas del emir de Granada Abdalá ibn Buluggin, unidas a las del noble castellano García Ordoñez, fueron a atacar Sevilla. El Cid defendió al contingente de Al-Mutamid con éxito en la Batalla de Cabra, y apresó a García Ordoñez. Algunos dicen que fue este hecho el que causó la enemistad con Alfonso VI, pero no parece probable. Al año siguiente, en 1080, se cuenta que el Cid realizó una incursión a la taifa de Toledo para repeler un ataque, y se cuenta que se excedió de alguna forma, y que eso le valió el 1º destierro del rey.
Así pues, Rodrigo buscó un nuevo señor al que servir como mercenario, y lo encontró en la taifa de Zaragoza. Durante los siguientes 6 años puso su mesnada, o contingente de tropas, al servicio de Al-Muqtadir, emir de Saraqusta de la dinastía hudí, aunque pronto fue sucedido por Al-Mutamán.
Éste le encomendó ir a por su hermano, el gobernador de Lérida Al-Mundir, quien estaba aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey Sancho Ramírez de Aragón. Rodrigo obtuvo una gran victoria en la Batalla de Almenar, de 1082, donde Ramón II fue hecho prisionero, pero más tarde le soltó.
Al año siguiente, de forma paralela, ocurrió el episodio de la Traición de Rueda. Ocurrió cuando Alfonso VI y los suyos fueron a la Taifa de Zaragoza, concretamente a la inexpugnable fortaleza de Rueda de Jalón. ¿Por qué fueron allí? Porque el alcaide de la fortaleza, un tal Albufac o Albofalac, prometió rendir la plaza si liberaban a Al-Mazaffar, antiguo gobernador de Lérida. Al parecer era éste quien estaba detrás de todo el plan. El problema es que la palmó esos días, y cuando llegó el rey leonés con sus tropas, el tal Albofalac se puso nerviosito y pensó que si les tendía una trampa se ganaría el favor del emir zaragozano.
Por ello, dejó entrar a las tropas leonesas en plan de amigui, solo para tenderles una emboscada. Varios caballeros leoneses y castellanos acabaron muertos, y los que quedaron se tuvieron que dar el piro de allí.
El Cid, nada más enterarse, fue a donde Alfonso VI para decirle que Al-Mutamán no había tenido nada que ver. Parece que fue ahí cuando el rey y Rodrigo empezaron a aliviar sus diferencias.
Tras esto, el Cid siguió luchando contra Al-Mundir, quien controlaba Lérida, Tortosa y Denia. Éste pidió ayuda a Sancho Ramírez de Aragón y se produjo la Batalla de Morella, de 1084. Rodrigo obtuvo la victoria y logró capturar a muchos nobles aragoneses. Parece que fue en esta época cuando se le empezó a llamar “Sidi”, o Cid, que significa “mi señor” en árabe.
En 1084, Alfonso VI tuvo que ir a la Taifa de Toledo porque el emir de allí, Al-Qadir, le pidió ayuda pues intentaban derrocarle con una revuelta. Alfonso VI vio una buena oportunidad para quedarse con la ciudad, así que puso en sitio la ciudad de Toledo, la cual cayó al año siguiente, en mayo de 1085. Este hecho es muy importante, pues Alfonso VI había logrado recuperar la antigua capital visigoda después de 370 años de dominación musulmana.
Como gesto de buena voluntad ante la población musulmana, que era numerosa, Alfonso VI se tituló emperador de las dos religiones, y respetó sus propiedades y la mezquita mayor. Aunque eso sí, cuando Alfonso VI se piró de allí, el nuevo arzobispo de Toledo, Bernardo de Sedirac, junto con la esposa del rey, Constanza, transformó aquella mezquita en catedral.
Al-Qadir no se quedó con las manos vacías. Alfonso VI y él fueron a conquistar la taifa de Valencia, la cual pasaría a ser gobernada como vasallo por este Al-Qadir.
De Alfonsito se cuenta que tuvo 5 esposas y 2 concubinas, de las cuales tuvo múltiples hijos. Con Jimena Muñoz tuvo a Elvira y a Teresa Alfónsez. Luego se casó con Constanza de Borgoña, de cuya relación saldría la futura reina Urraca. Y finalmente tenemos a una concubina musulmana llamada Zaida, con la que el rey tuvo un hijo: Sancho Alfónsez, quien estaba destinado a ser el heredero.
En los años siguientes, Alfonso tomó Talavera de la Reina, Madrid y otras ciudades. Incluso logró llegar hasta el Castillo de Aledo, en Murcia, una fortaleza muy importante para mantener el control de la zona musulmana.
Ante los éxitos cristianos, la taifa de Sevilla, gobernada por al-Mutamid, decidió pedir ayuda a la tribu norteafricana de los almorávides. Como ya he explicado en el capítulo anterior, eran bereberes que profesaban un islam bastante estricto y radical. En el año 1086 desembarcaron en la península al mando de su emir Yusuf ibn Tasufin.
El primer enfrentamiento de almorávides y andalusíes contra los leoneses ocurrió en Extremadura, en la Batalla de Sagrajas, o de Zalaca, en 1086, con victoria para los musulmanes. Durante las siguientes 3 décadas, la expansión de Alfonso VI se frenó en seco y los cristianos pasaron a la defensiva. Refugiados en Toledo ahora tendrían que resistir a las huestes almorávides que lo estaban invadiendo todo. Y encima las taifas ya no pagaban parias, por lo que el dinero empezaba a escasear.
Entonces Alfonso VI pidió ayuda al Cid, quien acudió a Toledo en el 1087. También acudieron al rescate algunos cruzados. Los dos más importantes fueron Raimundo de Borgoña y Enrique de Borgoña. Gracias a la ayuda, éstos se casaron con dos hijas de Alfonso: Urraca y Teresa, respectivamente.
Para ellos, el rey dividió Galicia en dos. La parte norte, el Reino de Galicia, fue para Urraca y Raimundo. La parte sur, el condado Portucalense, fue para Teresa y Enrique. Estos nobles franceses introdujeron la dinastía Borgoña tanto en Portugal como en León. De hecho, el hijo entre Teresa y Enrique sería el 1º rey de Portugal. Ya lo veremos más adelante.
El caso es que Alfonso VI, el Cid y los suyos, fueron a Valencia a socorrer al emir Al-Qadir, protegido por el leonés, porque el pesado de Al-Mundir, gobernante de Lérida, le estaba molestando. Este estaba aliado otra vez con Berenguer Ramón II el Fratricida, y cuando el Cid llegó, estaba sitiando la ciudad de Valencia. A base de diplomacia logró que el barcelonés se pirara, y comenzó a cobrar las parias del lugar.
En 1088, los cristianos controlaban la Fortaleza de Aledo en Murcia, que era clave para controlar a las taifas de Murcia, Sevilla y Granada. Estas enviaron allá a Yusuf ibn Tasufin, que sitió el lugar. Alfonso VI ordenó al Cid que acudiese, pero este no acudió. No se saben las razones de este desplante. El caso es que, por ello, Alfonso VI le desterró por 2ª vez, y no sólo eso, también le expropió todos sus bienes.
Debido a esto, el Cid empezó a actuar por su cuenta. Se dedicó a saquear la taifa de Denia y a cobrar tributos a Al-Qadir de Valencia. Luego se peleó con Berenguer II en Tévar y lo capturó, y le soltó a cambio de que dejara de molestar en Levante. En esos años, el Cid logró establecer un protectorado bastante tocho por la zona, teniendo de tributarias a Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara. Y vamos, el tío acabó forradísimo.
Se instaló en la Fortaleza de Peña Cadiella, actual La Carbonera. Alfonso VI trató de ir contra él aliándose con Aragón y el conde barcelonés, pero fueron incapaces de hacer nada, y el Cid atacó La Rioja como represalia.
En 1092, el cadí ibn Yahhaf ordenó la ejecución de Al-Qadir y tomó el poder de Valencia. El Cid fue para allá to’ cabreado y asedió la ciudad. Tras más de un año de asedio, en 1094, el Cid logró conquistar Valencia y al cadí éste le quemó vivo. Allí creó el Señorío de Valencia, una base de operaciones en Levante en su lucha contra los almorávides, que duraría 8 años.
En los años siguientes, el Cid siguió luchando y conquistando ciudades, como Almenara o Sagunto. Y en 1097 envió a su hijo Diego a luchar junto con Alfonso VI, pero perdió la vida en la Batalla de Consuegra. Luego casó a su hija María con el nuevo conde de Barcelona Ramón III y a Cristina con Ramiro Sánchez, y ambos serían padres del rey de Pamplona García Ramírez el Restaurador.
El Cid murió en el 1099, y su vida inspiraría el poema épico del Cantar del Mío Cid. Su esposa Jimena Díaz aguantó tres años en la ciudad de Valencia con ayuda de Ramón III, pero era imposible detener a los almorávides, por lo que decidió evacuar la ciudad. Alfonso VI supervisó esta evacuación, y tras largarse la prendieron fuego.
Para esas fechas, los almorávides parecían imparables. Ya habían conquistado toda Al-Ándalus y posiblemente también cayera Zaragoza, que era la única taifa que pagaba parias.
La última gran batalla del reinado de Alfonso VI fue la Batalla de Uclés, de 1108. En ella lucharon Álvar Fáñez, gobernador de Toledo, y el infante heredero Sancho Alfónsez. La batalla fue un descalabro cristiano impresionante, pues no solo murieron muchos nobles leoneses y castellanos, sino que también la palmó el heredero al trono.
Esta derrota significó 30 años de paralización de la Reconquista y provocó un problema sucesorio algo chungo. El rey decidió como sucesora a su hija Urraca I, ahora viuda y que acababa de tener un hijo, Alfonso Raimúndez. Para empeorar las cosas, en el 1109 el rey murió, dejando a Urraca en una situación muy jodida.
EL REINO DE ARAGÓN: DE ALFONSO I EL BATALLADOR A PETRONILA (1104-1164)
Tras la muerte de Pedro I de Aragón en 1104, ahora le tocó gobernar a otro de los hermanos: Alfonso I el Batallador, quien se mantuvo en el poder 30 años y que fue bastante crack batallando; ya lo podemos intuir por su apodo. Tenía experiencia militar debido a que había participado en varias de las campañas anteriores y conocía muy bien la situación en la frontera.
Nada más comenzar su reinado fue a conquistar algunas plazas musulmanas importantes. Ejea de los Caballeros cayó en el 1105, así como Tauste y Sádaba, lo que cortó la comunicación entre las dos grandes ciudades de la taifa zaragozana: Tudela y Zaragoza. El emir zaragozano, Al-Mustaín II estaba bastante acojonado y se reforzó como pudo, esperando un pronto asalto a Zaragoza.
Alfonso I estaba metido en tantas batallitas que se le olvidó algo importante. En 1109, el chaval tenía ya 36 años y todavía seguía soltero. Había que buscarle una chavala rápido, y la elegida fue Urraca, la hija del rey leonés Alfonso VI, quien justo murió ese año. Los dos se casaron en el Castillo de Monzón de Campos, en Palencia. Sus reinos no se unieron, pero el acuerdo decía que sí que se unirían si gobernaba un hijo suyo. Spoiler: nunca pasó. Al parecer, Alfonso I era estéril.
Los siguientes 5 años, de 1109 a 1114, que fueron los que estuvo casado con Urraca, son un lio de mil demonios. Voy a hacer un breve resumen, pero si queréis conocer esto con más detalle, lo explicaré en la parte del Reino de León correspondiente.
Los dos se casaron, y al principio todo bien, pero pronto se dieron cuenta de que ambos se iban a llevar como el culo. Por otro lado, la nobleza gallega se levantó en armas contra el aragonés porque querían nombrar como rey al hijo que Urraca tuvo con el conde Raimundo de Borgoña: Alfonso Raimundez. Así empezó la guerra abierta contra los aragoneses.
Al mismo tiempo, Al Mustaín II, emir de la taifa zaragozana, aprovechó la situación para contraatacar en algunas zonas del norte de río Ebro. Alfonso I fue para allí y le dio una paliza en la Batalla de Valtierra de 1110, en la cual, el emir acabó muriendo. Este hecho provocó un gran descrédito de la Dinastía Hudí y acabaron siendo sustituidos por los Almorávides. Los últimos hudíes huyeron y se refugiaron en la Fortaleza de Rueda de Jalón.
Tras eso, Alfonso se dirigió a Galicia y allí venció a los nobles gallegos y les ajustició de forma muy severa. Urraca no vio bien esto, pero su marido no sólo no la tenía en cuenta, sino que parece que la maltrataba. Por ello, Urraca decidió pedir la nulidad matrimonial, y huir. Alfonso I, enfadado, encerró a Urraca en la Fortaleza de El Castellar, y comenzó una invasión al Reino de León. Tomó Palencia, Burgos, Osma, Sahagún, Astorga y Orense.
Con Alfonso I distraído, el conde Gómez González lanzó una incursión sobre El Castellar y liberó a la Reina Urraca. Pero entonces Alfonso I contraatacó en la Batalla de Candespina, del 1110, una gran victoria para el aragonés, y gracias a ella logró muchas plazas a lo largo del Camino de Santiago castellano y leonés. A Urraca no le quedó otra que huir a tierras gallegas.
En 1111, el obispo de Santiago de Compostela Diego Gelmírez y el conde Pedro Froilaz, lideraron la oposición a Alfonso I en una nueva insurrección. Ese año, nombraron en la Catedral de Santiago de Compostela, como rey de Galicia, al infante Alfonso Raimúndez, que contaba con 7 años de edad.
De todas formas, la revuelta fue un fracaso, y Alfonso I fue a por ellos a Galicia. En la Batalla de Villadangos, del 1111, los derrotó a todos con ayuda del conde de Portugal Enrique de Borgoña. Urraca estuvo escondida un tiempo y fue recabando apoyos, con los que logró retomar algunas plazas en Castilla.
En 1114, el papa Pascual II hizo oficial la nulidad matrimonial. Alfonso I repudió a Urraca I y así se acabaron sus pretensiones sobre el territorio leonés y castellano, aunque se quedó con algunas villas castellanas.
Por ejemplo, en el 1117 sometió a Diego López I de Haro, señor de Vizcaya, y gran parte del actual País Vasco quedó bajo el poder de Aragón.
Durante los siguientes años, Alfonso I organizó más campañas en el Valle del Ebro luchando contra los almorávides. El objetivo principal objetivo era ir a saco a por Saraqusta, la ciudad de Zaragoza. ¿Cómo pensaba tomar aquella inexpugnable ciudad?
Pues con la ayuda de Gastón IV de Bearne, un vizconde del sur francés que había participado en la 1ª Cruzada y que tenía mucha experiencia en armas de asedio. Así, en 1118, Alfonso I reunió a un gran número de caballeros y señores aragoneses, pamploneses, franceses y gascones, y todos juntos fueron a por la ciudad. Tras 9 meses de asedio, la ciudad cayó y volvió a estar bajo el control de los cristianos después de 4 siglos.
Se suele decir que el asedio concluyó con la toma del Torreón de la Zuda, que formaba parte del alcázar desde donde gobernaban los emires de la ciudad. Zaragoza pasaría a ser la capital del reino de Aragón, y este alcázar de la Zuda sería el palacio real y sede de los reyes de Aragón. Aunque al siglo siguiente se cambiaría por el Palacio de la Aljafería.
Alfonso I ordenó construir una nueva iglesia sobre una antigua capilla mozárabe situada en la zona de El Pilar. Esta iglesia sería construida en estilo románico, pero casi 3 siglos después ya se construiría la actual, la de estilo gótico-mudéjar, la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
Al igual que muchas otras ciudades conquistadas, había una gran parte de la población que seguía siendo musulmana. Estos musulmanes en territorio cristiano serían llamados mudéjares. Según las capitulaciones de la ciudad, los musulmanes que quisiesen quedarse podían conservar sus propiedades, y las mezquitas seguirían cumpliendo su función. Todos seguirían pagando los mismos impuestos y serían juzgados según sus propias leyes. De todas formas, gran parte de la ciudad fue repoblada con cristianos y la ciudad creció mucho durante esos años, y se expandió extramuros.
Años más tarde, Alfonso I otorgaría a Zaragoza el Tortum per Tortum, o Privilegio de los 20. Esto autorizaba a los ciudadanos zaragozanos, regidos por un comité de los 20 mejores hombres, a una especie de sistema de autodefensa, en el que si recibían daños en sus propiedades podían tomarse un poco la justicia por su mano, sin presencia de la justicia real.
Una vez con Zaragoza en el poder, Alfonso I decidió no tomarse unas vacaciones. Estaba en racha y quería seguir tomando poblaciones al sur del río Ebro. En 1119 tomó Belchite, donde se fundó la orden militar de la Cofradía de Belchite, la 1ª de estas características en la península ibérica. Ese mismo año también conquistó Tudela.
El siguiente gran centro musulmán, Calatayud, cayó al año siguiente, en el 1120. Los almorávides, cabreados, montaron un buen ejército y fueron a por Alfonso I, y a pesar de que el ejército aragonés era muy inferior en número, éste les derrotó en la Batalla de Cutanda, que sería recordada como la mayor victoria de Alfonso. Gracias a esta victoria, los almorávides se retiraron y Alfonso I conquistó hasta la serranía de Cuenca.
En este punto comenzaron más repoblaciones con el sistema de presura. También el rey otorgó multitud de fueros a ciudades, como Soria, Marcilla, Peñalén, Sangüesa, Puente la Reina, Cabanillas, Carcastillo y un montón más.
En 1124, Alfonso I tuvo que reprimir una revuelta de Diego López I de Haro, señor de Vizcaya, Álava y La Rioja, porque resulta que apoyaban a su ex mujer, Urraca. Alfonso I fue a Haro, y asedió la fortaleza de Diego, la cual tomó con facilidad, y parece que Diego López I de Haro acabó muerto. Con esto, la familia Haro pasaría a ser enemiga de los aragoneses y defensores de los castellanos, mientras que Ladrón Iñiguez (un poderoso noble pamplonés de la familia Vela-Ladrón), obtuvo todo el poder del señorío vizcaíno de la mano de Alfonsito.
El hijo de Diego, Lope Díaz I de Haro acabó viviendo en Nájera, bajo el control del Reino de León, y siguió entitulándose como señor de Vizcaya y reclamaba su legitimidad, pero nunca llegó a pisar siquiera ese territorio.
Ahora llegamos al año 1124. Los mozárabes de Granada estaban hasta los huevos de los almorávides, que eran muy fanáticos y les estaban tocando mucho los huevos, así que hicieron un llamamiento de ayuda al rey aragonés. Aquí empiezan dos años de expedición militar de Alfonso I por toda la Al-Ándalus de los almorávides.
Alfonso I empezó penetrando en Valencia hasta Benicadell y en 1125 logró llegar hasta Granada. Intentó sitiarla, pero no terminaba de conseguirlo, así que se puso a saquear poblaciones del valle del río Guadalquivir. El emir Ali ibn Yusuf, envió a su hijo Abu Bakar con un ejército desde Sevilla. Ambos ejércitos chocaron en Arnisol, actual Anzur, en 1126, y los almorávides fueron derrotados.
Cargado de botín y acompañado de miles de mozárabes que querían asentarse en territorio cristiano, Alfonso dio por finalizada la campaña ese año de 1126 y volvió al Reino de Aragón.
Justo ese año, Urraca I de León murió, y le sucedió su hijo, Alfonso Raimundez, o mejor conocido como Alfonso VII el Emperador. Éste quería recuperar el control de algunas villas que el aragonés controlaba desde su victoria en Candespina. Así que Alfonso VII se alió con Lope Díaz I de Haro, hijo de Diego, quien aspiraba a recuperar el señorío de su aita.
Varias batallas se sucedieron durante 1127, y Alfonso I empezó a perder terreno en Castilla. El hombre ya tenía más de 50 años y no estaba para muchos trotes. Ese año, los alfonsos firmaron el Pacto de Támara, y el Batallador renunció a esas posesiones castellanas y se centró en Aragón y Pamplona. Aunque eso sí, Burgos, La Rioja, Vizcaya y Álava quedaron todavía bajo el poder del aragonés.
En 1129, Alfonso I se enfrentó a los almorávides en la Batalla de Cullera, o de Alcalá. Esta brutal victoria del aragonés provocó un descrédito general hacia los almorávides. De todas formas, Alfonso I se volvió rápido al norte para continuar con las repoblaciones. En la Extremadura aragonesa, es decir, la zona fronteriza, se crearon las Comunidades de Aldeas, que eran agrupaciones de aldeas alrededor de una ciudad o villa que se organizaban para mejorar la protección y seguridad contra los musulmanes.
Finalmente tenemos que hablar de Pamplona. En aquellos años, la ciudad estaba de capa caída. Sin embargo, se empezó a reconstruir y repoblar. Así nació el burgo de la Navarrería. Dicen que este nombre saldría del euskera medieval, uniendo “naba”, que significa “cuenca”, con “(h)erri”, que significa “población”, y de ese término también vendría Navarra, que todavía no se usaba. Con los años, aparecieron junto a éste, dos burgos más, el de San Cernin y el de San Nicolás. En estos dos, la gran mayoría de la población eran artesanos y comerciantes francos emigrados. En el futuro, estos burgos irían creciendo hasta unirse en una sola ciudad, que sería la Pamplona que todos conocemos.
En fin, vamos a acabar de una vez con Alfonso I. En 1131, su amigo y compañero de armas, Gastón IV de Bearn, murió combatiendo contra los almorávides. Tras eso Alfonso I se fue retirando de la política y la guerra. Su última campaña fue el sitio de la Fortaleza de Fraga, que ocurrió en 1134. El rey aragonés resultó gravemente herido y terminó muriendo.
Como ya conté, a pesar de todos sus grandes éxitos, Alfonso I jamás tuvo hijos porque parece que era estéril. En su testamento puso que dejaba todo a la Orden de los Templarios, los Hospitalarios y a la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Claro, los nobles aragoneses y pamploneses fliparon y dijeron que ni de coña, y se llegó a un acuerdo.
En Aragón pasaría a reinar Ramiro II el Monje, hermano de Alfonso I, que en aquel momento era el obispo de Roda-Barbastro. Mientras tanto, en Pamplona eligieron a García Ramírez IV el Restaurador, bisnieto de García Sánchez III y nieto del Cid Campeador. Fue así, como los reinos de Pamplona y Aragón se dividieron.
El reinado de Ramiro II estuvo lleno de revueltas nobiliarias. Había varios bandos que luchaban entre sí buscando más poder. En una de estas disputas, en 1135, tuvo que refugiarse una temporada en Besalú, y el abad de allí le recomendó que lo que tenía que hacer era “arrancar las malas hierbas”. Y aquí llega la leyenda de la Campana de Huesca. Se cuenta que, a su vuelta, Ramiro II construyó una enorme campana para que se escuchara por todo su reino. Tras eso, convocó a todos los nobles para que la vieran. Los nobles aragoneses fueron a reírse del rey, pero según pasaban, les iban cortando la cabeza. Gracias a esto, Ramiro II ya no tuvo que preocuparse de más rebeliones contra él.
Ese mismo año, Ramiro II se casó con Inés de Poitou y juntos tuvieron a Petronila de Aragón. Querían un varón, pero no pudo ser. Debido a este problema sucesorio, en 1137, prometió a esta Petronila, que tenía 1 año de edad, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. La boda se celebró varios años después, en 1150. Parece ser que fue un “casamiento en casa”, es decir, que el marido se adscribía a la familia de la esposa y a su grupo familiar, junto con el patrimonio heredado. Así, Ramón Berenguer IV pasó a formar parte de la Casa de Aragón y de su linaje.
Tras este acuerdo, Ramiro II dejó el poder de facto del reino a Petronila y a Ramón IV, quienes se fueron a vivir a Barcelona, y Ramiro II se retiró como monje al Monasterio de San Pedro el Viejo, en Huesca. Esa fue la Renuncia de Zaragoza, de 1137. Ramiro II siguió siendo rey y murió 20 años después.
Fue sucedido por su hija Petronila como reina, pero como era mujer tampoco tenía potestad para ejercer el dominio. Quien mandaba era Ramón IV. Éste murió en 1162, y Petronila abdicó en 1164. Por ello, el hijo de ambos, Alfonso II el Casto lo heredó todo: el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona, siendo la unión de ambos territorios el origen de la Corona de Aragón.
DEL REINO DE LÉON A LA CORONA DE CASTILLA (1109-1230)
En 1109, antes de que el rey Alfonso VI muriese, el leonés organizó un nuevo matrimonio para su hija Urraca I, con el rey de Aragón Alfonso I el Batallador. La boda tuvo lugar en el Castillo de Monzón de los Campos, en Palencia, y justo ese año murió Alfonso VI. En el acuerdo matrimonial se decía que los dos reinos sólo se unirían si ambos tenían un hijo en común. Lo que ninguno de los dos sabía era que Alfonso I era estéril, y no podía tener hijos.
En fin, que los dos reyes se casaron en 1109 y todo parecía guay. Lo primero que hicieron fue combatir a la taifa de Zaragoza y a los almorávides. Pero poco a poco, diferentes facciones políticas del Reino de León empezaron a oponerse a este matrimonio. Esta oposición la encabezaba el obispo de Santiago de Compostela, Diego Gelmírez, quería que el infante Alfonso Raimúndez fuese el sucesor de Urraca. Mientras tanto, Pedro Froilaz, el tutor del infante y conde de Traba, quería que éste fuese nombrado rey de un Reino de Galicia independiente.
La rebelión gallega estalló en 1110 de mano de Pedro Froilaz, quien proclamó rey de Galicia al pequeño Alfonsito Raimúndez. Alfonso I fue para allá junto con su esposa, y logró someter a los rebeldes en 1111. El marido se comportó de forma muy violenta sofocando la revuelta y Urraca acabó muy disgustada. Por ello decidió que quería separarse de él. Y es que además se cuenta que Alfonso I era bastante misógino y violento, y Urraca no le soportaba. Por ello, volvió a León y se refugió en el Monasterio de Sahagún. Los partidarios de Urraca se pusieron manos a la obra para conseguir que el papa Pascual II les diese la nulidad matrimonial.
Alfonso I se enfadó mazo, y encima se enteró de un posible lio de la reina con el conde Gómez González, por lo que fue a por ella, la atrapó y la encerró en la Fortaleza de El Castellar, en Aragón. Tras eso, comenzó una serie de ataques contra plazas castellanas, leonesas y gallegas. El aragonés tomó Palencia, Burgos, Osma, Orense y en abril de 1111, también Toledo.
Después también cayó Sahagún, coincidiendo con la 1ª revuelta burguesa de Sahagún. Esta ciudad situada en el Camino de Santiago disfrutó de gran prosperidad en esos años, y los burgueses se estaban enriqueciendo gracias al comercio. El problema era que todo lo controlaba el Monasterio de la ciudad, y el abad don Diego era bastante tocapelotas. Así que cuando llegaron las tropas aragonesas, estos burgueses les pidieron que echaran al abad, y este acabó huyendo. Luego burgueses y labradores se pelearon porque los primeros querían tomar el control de las tierras del monasterio. Un lio, que solo se solucionó años después con el arbitraje de la reina Urraca.
Aquí tengo que explicar un poco la organización del territorio. En el reino de León, sobre todo al norte del Duero, abundaban las tierras organizadas en realengos, es decir, que las tierras dependían directamente del rey. También existían los abadengos, que dependían de un abad, como el caso de Sahagún. Y también estaban los solariegos o señoríos.
Pero en Castilla destacan las Behetrías. Son básicamente señoríos en los que se dividía todo el territorio, y donde los labriegos podían elegir al señor que más les gustase. Luego, estas Behetrías fueron agrupadas en diferentes Merindades. Este es el mapa de las merindades de Castilla, que eran como provincias dentro del reino.
Pero volviendo a la trama principal, los condes Gómez González y Pedro González de Lara lograron rescatar a la reina, y todos se refugiaron en la Fortaleza de Candespina, en Segovia. Luego Urraca pactó con los nobles gallegos que apoyaban la coronación de su hijo Alfonsito, y madre e hijo fueron formalmente asociados al trono, y estos gallegos se unieron a ella para combatir a su marido.
Leoneses y aragoneses se enfrentaron en la Batalla del Campo de la Espina, o Batalla de Candespina, de 1111. La victoria fue para Alfonso I, quien tuvo la ayuda de Teresa y Enrique de Borgoña, la medio hermana y el cuñado de Urraca, quienes gobernaban el condado Portucalense.
La vencida Urraca decidió pactar con Enrique de Borgoña una partición del reino con él a cambio de que se pasara a su bando. Éste aceptó, y trató de situar a Alfonso I en el Castillo de Peñafiel, pero perdió. El aragonés siguió su imparable avance, y Urraca huyó ahora a las montañas gallegas.
Alfonso I se apoderó de Lugo, y con esto ya dominaba prácticamente todo el reino de León. Muchos burgueses de grandes ciudades le apoyaban. Para el año 1112, a Urraca I y a su hijo se le acababan las fuerzas y los apoyos. En Galicia gobernaban el obispo Gelmírez y Pedro Froilaz casi por su cuenta, y en Portucalense Enrique había muerto, pero gobernaba con gran autonomía su medio hermana Teresa.
La estrategia de Urraca fue ir a por Castilla, y entre otras plazas, logró tomar Burgos en 1113. Pero al año siguiente lo perdió todo. Lo único que la salvó del desastre fue la falta de legitimidad de Alfonso I y la nulidad matrimonial proclamada por el papa. Por todo ello, Alfonso I, harto ya de todo el asunto, decidió pasar del tema de León y repudió a Urraca. En el Concilio de Palencia de 1114 abandonó sus aspiraciones territoriales en León y volvió a Aragón.
Urraca ya se había librado de su marido. Gobernó 12 años más, pero tampoco fueron tiempos sencillos. El obispo Gelmírez y Pedro Froilaz seguían intentando aumentar la autonomía de Alfonsito para un reino independiente de Galicia. Por ello, Urraca empezó a combatir contra ellos y también contra su odiada medio hermana Teresa y su hijo Alfonso Enríquez, que querían independizar el condado Portucalense.
¿Cuál fue la jugada maestra de Urraca I? Pues ceder a su hijo Alfonsito el gobierno de las tierras al sur del Duero y el reino de Toledo. Gracias a esto, los nobles gallegos perdieron el poder de influencia sobre el chaval, mientras éste recuperaba el control de la zona de manos de Alfonso I el Batallador. Así, en los años siguientes, Urraca recuperó el control del sur del Duero, de Castilla y reforzó su poder en Galicia.
Por cierto, estas tierras al sur del Duero, también llamada la Extremadura Castellana, no se organizaban por condados, merindades o señoríos, sino por alfoces de ciudades, o municipios, que se regían por sus respectivos fueros, con autonomía dentro de reino. La villa y su alfoz constituían una Comunidad de Villa y Tierra. Esta forma de organización consistía en distintas aldeas agrupadas alrededor de una villa mayor. Estos vecinos o villanos, organizados en un concejo, recibían del rey un montón de tierras y las gestionaban a su rollo, tanto gubernamental, como judicial, económica o militarmente.
En 1117, Urraca pactó con Gelmírez una alianza contra Teresa, pero la población de Santiago de Compostela se amotinó y les cercó en una torre de la catedral, todavía en construcción. La reina fue capturada, desnudada y apedreada, aunque pudieron rescatarla. Luego la reina reprimió a los ciudadanos muy fuertemente.
Luego se apoderó de Toro y Zamora, y Urraca I poco a poco vio su autoridad reforzada. En 1120 se vino arriba y logró sitiar a Teresa en el Castillo de Lanhoso, cerca de Braga. También decidió apresar al obispo Gelmírez para que dejara de conspirar contra ella, pero no contaba con que su hijo Alfonsito se iba a posicionar a favor de él y del conde Froilaz, y el papa Calixto II amenazó con excomulgarla, así que Urraca tuvo que recular.
Los últimos años de Urraca I fueron relativamente tranquilos y murió en el Castillo de Saldaña en 1126. Su hijo fue coronado rey de León con el nombre de Alfonso VII el Emperador, primer rey leones de la casa de Borgoña.
Alfonso VII el Emperador fue nombrado rey de León en 1126. Lo primero que hizo fue reclamar a su padrastro el batallador el Reino de Castilla, ya que muchas fortalezas todavía estaban bajo poder aragonés, como Burgos o Carrión de los Condes. Los dos fueron a darse de leches, pero al final llegaron a un acuerdo en las Paces de Támara, de 1127. En este acuerdo, las fronteras volvieron como a la época de Sancho III. Es decir, que Alfonso I el Batallador se quedaba con todo el País Vasco, Soria, San Esteban de Gormaz y La Rioja, pero renunciaba a Castilla y al título de emperador.
El siguiente problema de Alfonso VII fue la pesada de su tía Teresa en el condado Portucalense. Pero pasó algo curioso. El hijo de ésta, Alfonso Enríquez, se rebeló contra ella y la expulsó del condado tras la Batalla de San Mamede, de 1128. Se refugió en Galicia y murió dos años después.
En 1134, Alfonso I el Batallador murió, y Alfonso VII reclamó su reino, y por ello invadió La Rioja y Zaragoza. Aunque Aragón eligió a Ramiro II el Monje como rey, y el leonés entregó Zaragoza a cambio de su vasallaje.
En 1135, Alfonso VII se hizo coronar en la Catedral de León “Imperator Totius Hispaniae”, y al evento asistieron condes y nobles de toda la península e incluso de Francia. Los únicos que faltaron fueron su primo Alfonso Enríquez y Ramiro II de Aragón.
Una cosa importante que ocurrió durante el reinado de Alfonso VII fue que, en 1139, el conde de Portucalense Alfonso Enríquez venció a un enorme contingente almorávide en la Batalla de Ourique, en el sur portugués. Gracias a esta batalla, Alfonso se proclamó Alfonso I de Portugal, y así fue cómo este condado se independizó de León y se convirtió en el Reino de Portugal. Existe también mucha leyenda en torno a esta batalla, pero lo cierto es que se convirtió en el mito fundacional de Portugal, y esos 5 escuditos que vemos en el Escudo Portugués representa a los 5 reyes almorávides vencidos.
En los siguientes años, Alfonso VII dedicó muchos recursos a la expansión de su reino frente a los temibles almorávides. En 1142, Alfonso VII tomó Coria, y poco después, se hizo con Calatrava, en Ciudad Real, con parte de Jaén y con Córdoba, aunque los almorávides recuperaron esta última. Luego, el imperio almorávide entró en crisis y todo se dividió en los 2ºs Reinos de Taifas.
Y justo después, en 1146, llegaron los almohades, otros invasores bereberes con muy mala leche. Los cristianos lograron tomar Almería, pero por poco tiempo, pues los almohades avanzaron por el sur peninsular a toda leche capturándolo todo. Parecían imparables.
En 1157, Alfonso VII murió, y repartió el reino entre sus dos hijos. Fernando II se quedó con León y Sancho III el Deseado con Castilla.
Para variar, esta vez, entre los hermanos no hubo problemas. De todas formas, Sancho III reinó un año y murió rapidito. Lo único destacable que hizo Sancho III fue crear la Orden de Calatrava, cuando los caballeros templarios rehusaron defender la plaza fronteriza de Calatrava la Vieja, en la actual provincia de Ciudad Real. El rey entregó el señorío de Calatrava al abad Raimundo de Fitero y al caballero Diego Velázquez, quienes fundaron la orden, la más antigua creada en la península. Más al sur, esta gente levantó el Sacro-Convento y Castillo de Calatrava la Nueva, situado cerca de Aldea del Rey.
Debido a la muerte temprana de Sancho, el trono castellano fue a parar a su hijo de 3 años Alfonso VIII el Noble. Y al ser menor de edad, pronto surgió una lucha de poder entre dos dinastías de nobles por hacerse con la tutela del niño. Esos fueron la Casa de Lara y la Casa de Castro. Para calmar las aguas y que hubiese un equilibrio, se decidió que Gutierre Fernández de Castro fue el tutor, y el regente Manrique Pérez de Lara. Pero no sirvió de nada, y estalló una guerra civil entre ambas familias.
Esto fue aprovechado por Sancho VI de Navarra para agenciarse Logroño y algunas zonas de la Rioja, mientras que su tío Fernando II de León se apoderó de Burgos, Segovia y Toledo. Además, este Fernando apoyó al bando de los Castro. Los Lara fueron a entregar al niño rey, pero un hidalgo desconocido lo sacó del palacio y se lo llevó a Atienza y luego a Ávila, donde los ciudadanos le defendieron de sus rivales.
En 1166, el rey portugués Alfonso I invadió Galicia y también lo que hoy es Extremadura. Fernando II de León fue a por él, y cuando trataba de escapar se rompió una pierna y fue capturado. Luego le soltaron, pero el leonés se quedó con Cáceres y todo lo anteriormente capturado por el portugués. En el año 1170, el leonés creó la Orden de Santiago, cuya finalidad era proteger a los peregrinos que visitaban la tumba del Apóstol Santiago.
En 1170, Alfonso VIII alcanzó la mayoría de edad y ya pudo reinar como Rey de Castilla. Se casó con Leonor de Plantagenet, la hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, y hermana de Ricardo Corazón de León. Su objetivo en esos años fue recuperar los territorios perdidos durante su minoría de edad, y para ello se alió con Alfonso II de Aragón. Juntos atacaron al navarro Sancho VI en 1173 y logró reconquistar La Rioja.
Para mejorar la protección de los territorios fronterizos contra los almohades, cedió muchas villas de la zona a diferentes órdenes militares, como la Orden de Calatrava o la Orden de Santiago, que tuvo como villa principal Uclés, en la actual provincia de Cuenca.
Alfonso VIII fundó el primer estudio general de la península, el Studium Generale de Palencia, germen de la futura primera universidad hispana. También, por influencia de su esposa, el rey castellano llenó su corte de trovadores, músicos y sabios. Entre algunos intelectuales destacan el arzobispo de Toledo e historiador Rodrigo Jiménez de Rada, o el escritor Diego García de Campos, quien fue canciller del reino y quien escribió “Planeta”, una enciclopedia religiosa bastante alegórica y espiritual.
En 1179, Alfonso VIII firmó con el rey aragonés Alfonso II el Tratado de Cazola, por el que ambos monarcas se iban a repartir Navarra, que nunca ocurrió, y también se fijaban los territorios para próximas conquistas al sur. Por ejemplo, la conquista de Murcia correspondía ahora al castellano, y a cambio, Alfonso II dejó de prestar vasallaje.
En 1186, Alfonso VII fundó la ciudad de Plasencia, en la provincia de Cáceres, y recuperó la parte de La Rioja que todavía estaba en manos navarras. Tras eso, pactó con todos los reinos cristianos para que se dejaran de leches e hicieran piña contra los almohades.
Por su parte, Fernando II de León se casó 3 veces. Su 3º matrimonio fue con su ya amante Urraca López de Haro, hija de Lope Díaz I de Haro, señor de Vizcaya y de Nájera. Se casaron en 1187. La Urraca sabía que el rey estaba ya cerquita de la muerte, y trató de repudiara al infante Alfonso, que tuvo Urraca de Portugal, para imponer en el trono a su hijo, Sancho Fernández. Y el rey Fernando le hizo caso y desterró a su primogénito. Al año siguiente, Fernando II murió.
Así, en 1188, parecía que el nuevo rey de León iba a ser Sancho, pero no. Los nobles decidieron que Alfonso, el primogénito, era quien tenía derecho al trono. Así fue coronado Alfonso IX de León, de 16 años de edad. Aprovechando la debilidad de nuevo rey, Alfonso VIII de Castilla invadió León y tomó algunas poblaciones. La guerra duraría 6 años, hasta el Tratado de Tordehumos de 1194, por el cual el castellano lo devolvió todo, pero a cambio, Alfonso IX se tuvo que casar con la hija del castellano, Berenguela, y si moría sin descendencia, todo León pasaría a ser del Reino de Castilla. Y básicamente eso es lo que sucedió.
Pero bueno, no nos adelantemos. En el año 1195, Alfonso VIII fue a saco a por los almohades y sus ejércitos se enfrentaron junto a la ciudad-fortaleza de Alarcos, en Ciudad Real. La derrota del castellano fue tremenda, y la frontera cristiana retrocedió, y los almohades fueron capaces de sitiar Toledo, Madrid y Guadalajara. No pudieron tomarlas, pero la situación era grave.
El último punto importante del reinado de Alfonso VII de Castilla es sin duda, la Batalla de las Navas de Tolosa, ocurrida en el año 1212 en la provincia de Jaén. La situación de la ciudad de Toledo era crítica y podía caer en poder almohade, por lo que el rey solicitó ayuda al papa Inocencio III, y este proclamó una cruzada y que todos los cristianos acudieran al auxilio, que si participaban se ganarían el cielo y cosas así. Así, al combate se unieron Pedro II de Aragón, Sancho VII de Navarra, varias órdenes militares, y un porrón de caballeros franceses, así como voluntarios del reino de León y Portugal o el señor de Vizcaya Diego López II de Haro.
Todos juntos destrozaron al ejército del Califa almohade Muhammad an-Nasir, también conocido como Miramamolín. Gracias a esta batalla, los cristianos recuperaron importantes enclaves por el valle del río Guadiana, como el Castillo de Calatrava, y este fue un gran punto de inflexión en la llamada Reconquista, pues a partir de aquí, los almohades fueron perdiendo terreno y cristianos avanzaron imparables.
Dos años después, Alfonso VIII murió. Le sucedió su hijo de 10 años Enrique I, quien reinó sólo 3 años. La regencia fue para su hermana mayor Berenguela, ex esposa de Alfonso IX de León.
No fue una regencia fácil por culpa de la Casa de Lara, encabezados por el conde Álvaro Núñez de Lara. Estos empezaron a combatir a Berenguela para que renunciara a la regencia, a lo cual se negó. Enrique murió en el Palacio episcopal de Palencia a los 13 años de forma accidental mientras jugaba con otros niños. Al parecer le cayó una teja en la cabeza.
Así, en 1217, el trono pasó a Berenguela, y poco después, esta cedió el trono a su hijo con el rey Alfonso IX de León: Fernando III el Santo. Con su subida al trono y la muerte de su padre en 1230, León y Castilla se unirían para siempre en la Corona de Castilla.
EL REINO DE NAVARRA HASTA LOS CAPETO (1134-1305)
Ahora vamos a hablar del Reino de Pamplona desde su separación del Reino de Aragón. Como ya vimos, eso ocurrió en el año 1134, con la muerte de Alfonso I el Batallador, cuando los magnates y obispos pamploneses alzaron como rey a García Ramírez IV, el Restaurador. Este tipo era bisnieto de García Sánchez III y su madre era Cristina Rodríguez, hija del Cid.
García IV se quedó con un reino de Pamplona menguado, que había perdido todas sus fronteras con los territorios musulmanes, por lo que ya no podía expandirse más a costa de ellos. Quedó rodeado de 3 reinos mucho más poderosos: León, Aragón y Francia.
De hecho, en 1140, Alfonso VII de León y el conde Ramón Berenguer IV, gobernante de facto de Aragón por su compromiso con Petronila, firmaron el Tratado de Carrión. En este tratado se habló de una posible invasión al Reino de Pamplona y su reparto entre ellos. Claro, García IV estaría acojonadísimo, pero la invasión nunca se produjo.
En 1150 murió y fue sucedido por su hijo Sancho VI el Sabio. El trono de Pamplona era débil, y sus vecinos querían meter sus manitas en él. Por otro lado, el Papado no le reconocía como rey porque el testamento de Alfonso I decía que dejaba todo a órdenes religiosas. Y aún con todos estos problemas, Sancho VI el Sabio logró sobreponerse y resistir.
En 1151, Alfonso VII de León y el conde Ramón IV de Barcelona volvieron a firmar otro acuerdo: el Tratado de Tudilén, que aparte de repartirse futuros territorios musulmanes, también hablaban de ir a por Pamplona. Para evitar esto, Sancho IV prestó vasallaje a Alfonso VII y casó a su hermana Blanca con el hijo del rey emperador, Sancho el Deseado.
En 1157, Alfonso VII murió, y este Sancho III el Deseado fue nombrado rey de Castilla, separándose definitivamente de León. El problema es que este Sancho III duró un suspiro, y dejó el reino en manos de Alfonso VIII el noble, de 3 añitos de edad. Hubo hostias entre dos familias para controlar la tutela del joven rey: la casa de Lara y la casa de Castro. A su vez, en 1162 murió Ramón IV de Barcelona, Petronila abdicó, y en el trono aragonés quedó otro niño: Alfonso II el Casto.
Sancho VI de Pamplona vio esto con buenos ojos. Le convenía la hostia estar rodeado de vecinos de poder débil. Por ello aprovechó para firmar una tregua con Aragón y ponerse a conquistar Castilla. Y antes de esto, Sancho VI dejó de entitularse como Pamplilonensium Rex, es decir, rey de los pamploneses, para pasar a ser Rex Navarre, rey de Navarra. A partir de ahora, este reino de Pamplona pasó a llamarse Reino de Navarra.
En 1162, Sancho VI se anexionó parte de La Rioja, y también envió un ejército para ayudar al Rey Lobo de Murcia en su lucha contra los almorávides. Luego hubo calma y se pasó a una época más diplomática.
Pero todo cambió en el 1170. Los dos Alfonsos llegaron a su mayoría de edad, sus reinos se estabilizaron y empezaron a trabar planes secretos juntos. Además, por el matrimonio de Alfonso VIII con Leonor Plantagenet, Inglaterra y por ende Aquitania también entraban en juego. Navarra estaba otra vez rodeada de enemigos.
Debido a esto, muchos nobles navarros se acojonaron y en 1173 estalló la guerra. Alfonso VIII recuperó las tierras conquistadas por Sancho VI una década antes. La toma en 1176 del Castillo de Leguín, que era clave para la defensa navarra, forzó a Sancho VI a firmar la paz.
Así, en 1177 ocurrió el Laudo Arbitral del rey Enrique II de Inglaterra. Este rey inglés iba a ser el árbitro del conflicto, y decretó la devolución de un montón de territorios navarros a Castilla. Navarra renunció a gran parte de La Rioja y también al Señorío de Vizcaya, pues su señor, Diego López II de Haro era procastellano. Aunque el navarro se quedó con Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado. Por su parte, Castilla tenía que pagar 30.000 maravedíes y devolver varias fortalezas.
Este acuerdo no gustó ni a castellanos ni a navarros, y no fue respetado. En el año 1179, Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón firmaron el Tratado de Cazola, donde volvían a planear repartirse Navarra. De todas formas, nunca llegó a pasar nada y Sancho VI reinó más o menos en calma.
Este rey fundó muchas villas y concedió fueros para fomentar el comercio. Algunas fueron Treviño o Laguardia, donde ya existía un castillo fundado por Sancho Garcés I. En 1180 fundó la villa de San Sebastián alrededor del antiguo monasterio de San Sebastián El Antiguo, villa que acabaría siendo la capital de Guipúzcoa. Se convirtió en esos años en un puerto muy importante para el Reino de Navarra. Al año siguiente fundó Nueva Victoria, lo que sería la actual Vitoria, capital de Álava, sobre un primitivo poblado sobre una colina de nombre Gasteiz.
Lo último interesante que ocurrió durante su reinado fue que logró casar a su hija Berenguela de Navarra con el rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León, mientras éste se dirigía a la 3ª Cruzada. Tampoco fue un matrimonio muy fructífero, y a Ricardo le mataron pronto mientras asediaba un castillo en el norte francés.
En 1194 llegó al trono navarro Sancho VII el Fuerte. El apodo le viene de que debía de estar muy mazao y también de que el tipo era altísimo. En plan más de dos metros de estatura. Además, reinó durante 40 años. Dicen que nació en Tudela, o que al menos residió allí la mayor parte del tiempo.
Parece que, en el año 1196, tuvo que ir a una reunión auspiciada por la Santa Sede con los reyes de Castilla y Aragón. El objetivo era unir a todos los reinos cristianos en uno solo. No cuajó la cosa.
Sin embargo, en el 1199 ocurrió algo importante. El rey de Castilla Alfonso VIII el Noble invadió Álava, y logró asediar con éxito la ciudad de Vitoria. Luego fue a por el Duranguesado y finalmente a por Guipúzcoa. Así, en el año 1200, el Reino de Navarra perdió todo lo reconocido en el laudo de Westminster y Navarra quedó más o menos con la forma que tiene actualmente.
Viéndose jodido, Sancho VII acudió a los almohades, para ver si podían unirse para atacar Castilla. Aunque la relación no funcionó y se abandonó. De todas formas, luego él y Alfonso VIII hicieron las paces y colaboraron en la Batalla de las Navas de Tolosa de 1212, donde obtuvo gran prestigio y reconocimiento. Se cuenta que las tropas de Sancho el Fuerte llegaron hasta la tienda del califa almohade Muhammad An-Nasir, o Miramamolín para los amigos, y cortaron las cadenas que la protegían. De ahí, en recuerdo a esa gesta que cuenta la leyenda, nació el escudo de Navarra.
A pesar de su gran éxito, Sancho VII comenzó a padecer una enfermedad. Fue una enfermedad larga y dolorosa, y Sancho acabó recluido en su castillo de Tudela durante muchos años, hasta su muerte. Se dice que era una úlcera varicosa en una pierna, pero no se sabe.
El caso es que Sancho VII el Fuerte murió en 1234 sin heredero. Sí que parece que tuvo un hijo, pero el pobre se desnucó montando a caballo. También parece que tuvo otros hijos ilegítimos. De todas formas, llegó la hermana del difunto, Blanca, e impuso a su hijo nacido con el conde Teobaldo III de Champaña. Así llegó al trono de Navarra una nueva dinastía, la de Champaña, con el hijo de Blanca al frente.
Ese fue Teobaldo I el Trovador. Fue apodado así por su fama de poeta y músico. Llegó al mes de morir su tío y juró los fueros del reino en Pamplona. Llegó junto con una corte de nobles de la Champaña que se instalaron por todo el reino, y recibieron importantes cargos.
A partir de aquí va a haber un cambio en la administración territorial, y es que el sistema de tenencias va a pasar al de merindades. Las merindades eran como provincias o divisiones gobernadas por merinos, quienes tenían funciones fiscales y de orden público.
Teobaldo I también redactó el Fuero General de Navarra, que era un conjunto de normas y costumbres que regían la vida política del reino. Una especie de constitución, en resumen.
A mediados de su reinado, en 1239, el notas se piró a combatir en Tierra Santa. Esa fue la Cruzada de los Barones, una especie de 6º Cruzada bis, que no tuvo mucha relevancia y acabó en derrota para los cristianos, aunque a base de diplomacia se consiguió recuperar Jerusalén.
A su vuelta, pasó el resto de sus días yendo de Navarra a Champaña, porque al final, también era conde de esta región de Francia. Y aparte de esto, tampoco es que pasase nada interesante.
Su hijo Teobaldo II heredó el trono en el año 1253, a la edad de 14 años. Dedicó sus primeros años de reinado en, como su padre, mejorar la administración y la recaudación de impuestos. También llevó a cabo el primer censo de Navarra, de más o menos 150.000 habitantes.
Teobaldo II se llevó muy bien con el rey de Francia San Luis, y hasta se casó con su hija Isabel. Este San Luis también casó a su hijo con una hija de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla. Entonces entre estos tres empezó a haber buen rollo, y Alfonso X dejó a Teobaldo II el uso de los puertos de San Sebastián y Fuenterrabía para la exportación de productos navarros, que una salida al mar nunca viene mal.
También, debido a estas buenas relaciones, en 1270, el rey San Luis partió hacia la 8º Cruzada, y Teobaldo II fue con él. Dos enormes flotas, una por cada rey, partieron de sur de Francia y se dirigieron a Túnez, donde iba a tener lugar la cruzada. Parece ser que la idea era crear un reino cristiano en África.
El problema fue que el rey San Luis acabó muriendo enfermo durante el sitio de Túnez, y entonces llegó su hermano, Carlos de Anjou con refuerzos, quien en aquel momento era rey de Sicilia. Al final, Teobaldo II se desanimó y pasó de la cruzada. Recogió sus bártulos y puso rumbo a casa. Sin embargo, murió durante el viaje de regreso en un puerto siciliano.
Como Teo II no tuvo hijos, el cargo de rey de Navarra fue para su hermano Enrique I el Gordo, que no duró ni 4 años por sus graves problemas de obesidad. Tenía un hijo, su futuro heredero, pero el muy idiota se cayó desde una almena del castillo de Estella. Así que el trono fue para su hija de 2 años Juana I de Navarra.
Al ser menor de edad, la regente fue su madre Blanca de Artois. La situación era la siguiente. Castellanos, aragoneses y franceses querían casarse con la niña para incorporar Navarra a sus dominios. Blanca, como estaba muy emparentada con los franceses, pues era sobrina de San Luis, decidió que sería muy buena idea casar a su hija con el nuevo rey de Francia: Felipe IV el Hermoso, quien también era muy jovencito, y que empezó a reinar en 1285.
Así fue cómo Felipe IV de Francia se convirtió también en Felipe I de Navarra, y este reino hasta ahora independiente, pasó a formar parte del Reino de Francia.