EL REINO DE NAVARRA HASTA LOS CAPETO (1134-1285)
Ahora vamos a hablar del Reino de Pamplona desde su separación del Reino de Aragón hasta la conquista de Francia. Por ello viajemos al año 1134, con la muerte de Alfonso I el Batallador, cuando los magnates y obispos pamploneses pasaron de cumplir su testamento y alzaron como rey a García Ramírez IV, el Restaurador. Este tipo era bisnieto de García Sánchez III y su madre era Cristina Rodríguez, hija del Cid Campeador.
García IV se quedó con un reino de Pamplona menguado, que había perdido todas sus fronteras con los territorios musulmanes, por lo que ya no podía expandirse más a costa de ellos. Quedó rodeado de 3 reinos mucho más poderosos: León, Aragón y Francia. Y para el colmo, debido a que no habían cumplido la herencia del Batallador, el papa no reconoció ni a este ni al siguiente rey de Pamplona a pesar de las donaciones que hicieron.
García IV quería recuperar territorios y llegó a un pacto con los portugueses. Ellos tendrían que atacar León mientras él se encargaba de Aragón. Así pues, Pamplona comenzó una serie de ataques contra zonas del Ebro y Jaca. Quien respondió a la agresión fue Ramón Berenguer IV, gobernante de facto de Aragón por su compromiso con Petronila de Aragón.
En 1140, este Ramón y Alfonso VII de León firmaron el Tratado de Carrión. En este tratado se habló de una posible invasión al Reino de Pamplona y su reparto entre ellos. Normal que García IV estuviera acojonadísimo.
De todas formas, tras un tiempecito más de luchas, los tres gobernantes firmaron la paz.
García se casó entonces con Urraca la Asturiana, hija ilegítima de Alfonso VII, y como dote se creó en 1144 el efímero Reinito de Artajona dentro del territorio pamplonés, pero vinculado a Castilla.
También los tres reyes se aliaron para tomar parte en 1147 en la conquista de Almería contra los almorávides.
En 1150, García IV murió y fue sucedido por su hijo Sancho VI el Sabio. El trono de Pamplona era débil, y sus vecinos querían meter sus manitas en él. Por otro lado, el Papado no le reconocía como rey. Y aún con todos estos problemas, Sancho VI el Sabio logró sobreponerse y resistir.
En 1151, Alfonso VII de León y el conde Ramón IV de Barcelona volvieron a firmar otro acuerdo: el Tratado de Tudilén, que aparte de repartirse futuros territorios musulmanes, también hablaban de ir a por Pamplona. Para evitar esto, Sancho VI prestó vasallaje a Alfonso VII y casó a su hermana Blanca con el hijo del rey emperador, Sancho el Deseado. Así, Sancho logró ser reconocido como rey por los leoneses. De todas formas, a pesar del pacto, Alfonso VII fue poco a poco tomando plazas fronterizas.
Por ejemplo, logró hacer que el conde Ladrón Iñiguez y su hijo Vela Ladrón pasaran Álava y Vizcaya de nuevo a Castilla.
En 1157, Alfonso VII murió, y este Sancho III el Deseado fue nombrado rey de Castilla, separándose definitivamente de León. El problema es que Sancho III duró un suspiro, y dejó el reino en manos de Alfonso VIII el noble, su hijito de 3 años. Hubo hostias entre dos familias castellanas para controlar la tutela del joven rey: la casa de Lara y la casa de Castro. A su vez, en 1162 murió Ramón IV de Barcelona, Petronila abdicó, y en el trono aragonés quedó otro niño: Alfonso II el Casto.
Sancho VI de Pamplona vio esto con buenos ojos. Le convenía la hostia estar rodeado de vecinos de poder débil. Por ello aprovechó para firmar una tregua con Aragón y ponerse a conquistar zonas fronterizas de Castilla. En 1163, Sancho VI se anexionó parte de La Rioja, Álava y la comarca de la Bureba.
También envió un ejército para ayudar al Rey Lobo de la Taifa de Murcia en su lucha contra los almohades. Por esta ayuda, el caballero navarro Pedro Ruiz de Azagra recibió el señorío de Albarracín en 1168, que significó un pequeño obstáculo a la expansión de los aragoneses.
En esta época, Sancho VI dejó de intitularse como Pampilonensium Rex, es decir, rey de los pamploneses, para pasar a ser Rex Navarre o navarrorum, rey de Navarra. A partir de ahora, este reino de Pamplona pasó a llamarse Reino de Navarra.
En este reino de Navarra recién creado vivió un viajero navarro conocido como Benjamín de Tudela. Aunque poco se sabe de él, parece que recorrió el sur de Europa y gran parte de Oriente Próximo, llegando incluso a las pirámides de Egipto. Dejó constancia de sus aventuras en su Libro de Viajes.
Año 1170; la paz iba a joderse para Navarra. Los dos Alfonsos llegaron a su mayoría de edad, sus reinos se estabilizaron y empezaron a trabar juntos planes secretos y malvados. Además, por el matrimonio de Alfonso VIII con Leonor Plantagenet, Inglaterra y por ende Aquitania, también entraban en juego. Navarra estaba otra vez rodeada de enemigos.
En 1173 estalló la guerra entre Castilla y Navarra. Alfonso VIII recuperó las tierras conquistadas por Sancho VI una década antes, las riojanas especialmente, y puso como tenente de la zona a su noble de confianza Diego López II de Haro. La toma en 1176 del Castillo de Leguín, que era clave para la defensa navarra, forzó a Sancho VI a firmar la paz y a someterse al arbitraje del rey de Inglaterra.
Así, en 1177 ocurrió el Laudo Arbitral del rey Enrique II de Inglaterra, o de Westminster. Este rey inglés iba a ser el árbitro del conflicto, y decretó el retorno a las fronteras de 1158, haciendo que todos devolviesen sus conquistas. Además, Castilla debía indemnizar a Navarra con 3000 maravedís anuales durante una década. Sin embargo, como esta sentencia no contentó a ninguno de los dos reyes, no se respetó, y el conflicto continuó.
En el año 1179, Alfonso VIII de Castilla y Alfonso II de Aragón firmaron el Tratado de Cazola, donde volvían a planear repartirse Navarra. De todas formas, como venía siendo costumbre, nunca llegó a pasar nada y Sancho VI reinó más o menos en calma tras pactar con Castilla.
El rey Sancho VI fundó muchas villas y concedió fueros para fomentar el comercio. Algunas fueron Treviño o Laguardia, donde ya existía un castillo fundado por Sancho Garcés I. En 1180 fundó la villa de San Sebastián alrededor del antiguo monasterio de San Sebastián El Antiguo, villa que acabaría siendo la capital de Guipúzcoa. Por cierto, este San Sebastián de Milán era un antiguo soldado romano de religión cristiana. Cuando le descubrieron, el emperador Maximiano ordenó cagarle a flechazos, pero el tipo sobrevivió y se presentó de nuevo ante el emperador. Y éste ordenó que le diesen latigazos hasta la muerte y ya sí, murió.
La villa de San Sebastián, en euskera conocida como Donostia, se convirtió en esos años en un puerto muy importante para el Reino de Navarra. Al año siguiente, Sancho fundó Nova Victoria, lo que sería la actual Vitoria, capital de Álava, sobre un primitivo poblado sobre una colina de nombre Gasteiz.
Lo último interesante que ocurrió durante el reinado de este Sancho el Sabio fue que logró casar a su hija Berenguela de Navarra con el rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León, mientras éste se dirigía a la 3ª Cruzada. Tampoco fue un matrimonio muy fructífero, no tuvieron hijos y a Ricardo le mataron pronto mientras asediaba un castillo en el norte francés.
De todas formas, parece que, gracias a esto, incorporó al reino las tierras de Ultrapuertos, cuya capital fue San Juan de Pie de Puerto. Este territorio estaba bajo control inglés y en el futuro sería conocido como Baja Navarra.
En 1194 llegó al trono navarro Sancho VII el Fuerte. El apodo le viene porque debía de estar muy mazao, y también de que el tipo era altísimo. Estoy hablando de unos 2 metros 20 de estatura. Además, reinó durante 40 años. Dicen que nació en Tudela, o que al menos residió allí la mayor parte del tiempo.
En el año 1196, Sancho VII se alió con los almohades para atacar la Castilla de Alfonso VIII, lo que fue visto como algo terrible por la Santa Sede, y ésta les hizo asistir a una reunión para que todos los cristianos peninsulares se llevasen bien, y hasta el papa Celestino III reconoció a Sancho como rey navarro para que se calmase.
De todas formas, esto no trajo la paz, y en 1198, Alfonso VIII de Castilla y Pedro II de Aragón firmaron un pacto en Calatayud y empezaron a invadir Navarra. Sancho VII pudo llegar a un acuerdo con el aragonés, pero el castellano siguió al ataque.
En 1199, Alfonso VIII el Noble invadió Álava, y tras 8 meses logró asediar con éxito la ciudad de Vitoria, cuyo tenente era Martín Chipia, o Ttipia, que acabó rindiendo la ciudad. Luego Alfonso fue a por el Duranguesado, que acabó integrado en el territorio de Diego López II de Haro, y finalmente a por Guipúzcoa. Allí los castellanos tomaron la villa de Getaria y finalmente San Sebastián. No hay constancia de batallas, por lo que se piensa que fue una entrega voluntaria. Así, en el año 1200, el Reino de Navarra perdió de forma definitiva las vascongadas, y Navarra quedó más o menos con la forma que tiene actualmente.
Viéndose jodido, Sancho VII volvió a acudir a los almohades, para ver si podían unirse para atacar Castilla. La relación no funcionó y se abandonó. De todas formas, luego él y Alfonso VIII hicieron las paces y colaboraron en la Batalla de las Navas de Tolosa de 1212, donde obtuvo prestigio y un gran botín. Se cuenta que las tropas de Sancho el Fuerte llegaron hasta la tienda del califa almohade Muhammad An-Nasir, o Miramamolín para los amigos, y cortaron las cadenas que protegían el perímetro exterior, que estaba realmente bien definido por la guardia negra de esclavos del califa, los llamados imesebelen. De ahí, en recuerdo a esa gesta que cuenta la leyenda, nació el escudo de Navarra, compuesto por estas cadenas.
Gracias al botín de las Navas, Sancho VII compró un montón de tierras en Tudela y en otras zonas de Navarra. Destaca la localidad de Javier, en la frontera con Aragón, donde reformó su famoso castillo, donde en el futuro nacería San Francisco Javier, el jesuita que llegó como misionero hasta el lejano Japón de los samuráis.
Durante el reinado de Sancho el Fuerte, los infanzones de la Alta Navarra crearon unas asambleas llamadas Juntas de los Infanzones de Obanos. Formada por hidalgos, caballeros, clérigos y labradores, estas juntas servían para defender los usos y costumbres navarras contrarrestando el poder del monarca y de la alta nobleza, ricoshombres, la burguesía y religiosos de algo rango. Sancho VII permitió su existencia porque servían como contrapeso contra sus rivales de la alta nobleza y porque también actuaban contra malhechores de los caminos y bosques, pero en ocasiones eran un poco molestos.
Hacia 1224, Sancho VII comenzó a padecer una enfermedad. Fue una enfermedad larga y dolorosa, y Sancho acabó recluido en su castillo de Tudela durante muchos años, hasta su muerte. Se dice que era una úlcera varicosa en una pierna, pero no se sabe.
El caso es que Sancho VII el Fuerte murió en 1234 sin heredero. Sí que parece que tuvo un hijo, pero el pobre se desnucó montando a caballo. También parece que tuvo otros hijos ilegítimos. De todas formas, llegó la hermana del difunto, Blanca, e impuso a su hijo nacido con el conde Teobaldo III de Champaña. Así llegó al trono de Navarra una nueva dinastía, la de Champaña, con el hijo de Blanca al frente.
Ese fue Teobaldo I el Trovador. Fue apodado así por su fama de poeta y músico. Nació en Troyes y se educó en la corte del rey de Francia. Llegó a Navarra al mes de morir su tío junto con una corte de nobles de la Champaña que se instalaron por todo el reino, y recibieron importantes cargos. A partir de este momento, Navarra empezaría a recibir muchísima influencia francesa.
En estos años hubo un cambio gordo en la administración territorial, y es que el sistema de tenencias cambió al de merindades. Las merindades eran como provincias o divisiones gobernadas por merinos, quienes tenían funciones fiscales y de orden público.
Teobaldo I también, por presión de los infanzones, redactó el Fuero General de Navarra, de 1238, que era un recopilatorio de normas y costumbres que limitaban las atribuciones del rey y que regían la vida política del reino. Una especie de constitución, en resumen. Aunque con mejoras, el texto permaneció en vigor hasta el siglo XIX.
A mediados de su reinado, en 1239, el notas se piró a combatir en Tierra Santa. Esa fue la Cruzada de los Barones, una especie de 6º Cruzada bis, que no tuvo mucha relevancia y acabó en derrota para los cristianos.
A su vuelta, pasó el resto de sus días yendo de Navarra a Champaña, porque al final, también era conde de esta región de Francia. En 1242 participó en la Guerra de Saintonge, apoyando a Luis IX de Francia, conocido como San Luis, contra los ingleses de Enrique III. Pero finalmente los ingleses perdieron en la Batalla de Taillebourg, aunque el francés no logró tomar la Guyena.
Su hijo Teobaldo II heredó el trono navarro en el año 1253, a la edad de 14 años. Dedicó sus primeros años de reinado en, como su padre, mejorar la administración y la recaudación de impuestos. También llevó a cabo el primer censo de Navarra, de más o menos 150.000 habitantes.
Teobaldo II se llevó muy bien con el rey de Francia San Luis, y hasta se casó con su hija Isabel. Este San Luis también casó a una de sus hijas con el hijo de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, Fernando de la Cerda. Entonces entre estos tres empezó a haber buen rollo, y Alfonso X dejó a Teobaldo II el uso de los puertos de San Sebastián y Fuenterrabía para la exportación de productos navarros, que una salida al mar nunca viene mal.
Teo II residió poco en Navarra, prefirió vivir en Champaña, y gobernó el lugar a través de senescales. Trató por todos los medios de acabar con los fueros y con los infanzones que limitaban su poder, y las Cortes Navarras protestaron contra él. Teo II tuvo el apoyo del papa Urbano IV, y éste ordenó la disolución de todas las juntas.
En 1270, el rey de Francia San Luis partió hacia la 8º Cruzada, y Teobaldo II fue con él. Dos enormes flotas, una por cada rey, partieron de sur de Francia y se dirigieron a Túnez, donde iba a tener lugar la campaña.
El problema fue que el rey San Luis acabó muriendo enfermo durante el sitio de Túnez, y entonces llegó su hermano, Carlos de Anjou con refuerzos, quien en aquel momento era rey de Sicilia. Al final, Teobaldo II se desanimó y pasó de la cruzada. Recogió sus bártulos y puso rumbo a casa. Sin embargo, murió durante el viaje de regreso en un puerto siciliano.
Como Teobaldo II no tuvo hijos, el cargo de rey de Navarra fue para su hermano Enrique I el Gordo, que no duró ni 4 años por sus graves problemas de obesidad. Tenía un hijo, su futuro heredero, pero el muy idiota se cayó desde una almena del castillo de Estella.
Así que, en 1274, el trono fue para su hija de 1 año Juana I de Navarra. Al ser menor de edad, la regente fue su madre Blanca de Artois (artuá), quien se la llevó a Francia.
La situación era la siguiente. Castellanos, aragoneses y franceses querían casarse con la niña para incorporar Navarra a sus dominios. Blanca, como estaba muy emparentada con los franceses, pues era sobrina de San Luis, decidió que sería muy buena idea casar a su hijita Juanita con el hijo del rey de Francia Felipe III el Atrevido, quien se convertiría en Felipe IV el Hermoso.
La situación ya estaba tensa en Navarra con los monarcas champañeses porque se habían dedicado a atropellar los usos y costumbres de Navarra, y encima ahora querían convertir el reino en propiedad del monarca francés.
Las Cortes se reunieron en Olite en 1274 y decidieron dar el reino a Aragón o Castilla, pero no a Francia.
Alfonso X de Castilla envió a su hijo Fernando de la Cerda para apoyar a los navarros frente a los franceses, y mientras tanto, el noble navarro procastellano García Almoravid comenzaba una insurrección en el burgo de la Navarrería contra el gobernador proaragonés Pedro Sánchez de Monteagudo y los burgos profranceses de San Nicolás y San Cernín (o San Saturnino), y más tarde contra el nuevo gobernador de Navarra, Eustache Beaumarchais (eustach bomarché), un francés que no fue en absoluto bien visto por los nobles. Así comenzó la Guerra de la Navarrería, de 1276.
El ejército castellano, junto con los vizcaínos de Lope Díaz III de Haro, comenzó con algunas incursiones por la frontera de la zona de La Rioja. Sin embargo, las tropas de Felipe III de Francia hicieron huir a los castellanos y, con máquinas de asedio, destruyeron el burgo de Navarrería, que incluía el de San Miguel y la Judería. Solo la catedral quedó en pie. Durante los siguientes 50 años, la Navarrería quedó despoblada.
Sometida la capital, la resistencia fue desapareciendo, y los franceses se hicieron con el control de toda Navarra, reino que perdió su independencia política y casi todos sus altos cargos fueron cubiertos con peña francesa.
El hijo de Felipe III de Francia, Felipe el Hermoso, se casó con Juana I de Navarra en 1284, en la Catedral de Notre Dame, y gracias a ello, se convirtió en Felipe I de Navarra. Al año siguiente, tras la muerte de su padre, se convirtió también en Felipe IV de Francia. Con él ya, el título de conde de Champaña quedó vinculado al rey de Francia y Francia pasó a dominar definitivamente toda Navarra.
ALMOHADES Y ÚLTIMAS TAIFAS (1147-1269)
En el año 1144, debido a las constantes revueltas internas, el Imperio Almorávide cayó, y Al-Ándalus volvió a dividirse en pequeños reinos de taifas poco importantes que duraron muy muy poco. Bueno, no todos. La Taifa de Mallorca, en las islas Baleares, siguió bajo poder de los Almorávides y resistió hasta el 1203. Pero la más importante fue sin duda la Taifa de Murcia, regida por su famoso Rey Lobo. Gracias al apoyo de Castilla, este rey murciano lograría resistir hasta el año 1172.
Ahora conoceremos su historia, pero es que poco después de la creación de estos reinos de taifas, surgieron nuevos invasores bereberes que entraron en la península con ganas de guerrear. Esos fueron los Almohades.
Estos eran bereberes ascetas que vivían por las montañas del Atlas cuyo líder o mahdi era un tal Muhammad ibn Tumart. Este tipo empezó un movimiento muy fanatizado que se oponía a la relajación de normas islámicas de los almorávides, a los cuales acusaba de herejes.
Tumart murió en 1130, y su lugarteniente, Abd Al-Mumin, tomó el mando del movimiento almohade. Tras años de luchas contra los almorávides, en 1146, sus tropas rodearon la capital enemiga, Marrakech, y en cuestión de meses la conquistaron y se cargaron al último emir almorávide. Tras este hecho, Al-Mumin se proclamó primer califa del Imperio Almohade.
Parece que a estos almohades les gustaba mucho construir cosas. Allí en Marrakech levantaron la Mezquita de la Kutubía, encargada por este Al-Mumin. También ordenó construir una fortaleza frente a la ciudad de Salé, a la cual llamaron Ribat al-Fath, o Campamento de la Victoria. Esto sería el germen de la futura ciudad de Rabat, capital de Marruecos. Allí preparó una flota destinada a invadir la península ibérica.
En el 1147, los almohades desembarcaron en Cádiz y empezaron a extenderse por la península. Sevilla y Badajoz cayeron hacia el 1150, y poco después Granada y Almería. Sin embargo, los almohades estaban a punto de chocar contra un poderoso enemigo.
Ahora es cuando tenemos que hablar de Muhammad ibn Mardanis, o el Rey Lobo de Murcia. Parece ser que descendía de una familia de muladíes, y que el nombre de Mardanis vendría de Martínez. Este tío, en medio del caos de los 2ºs reinos de taifas, logró hacerse con el control de la pequeña taifa de Murcia en 1147. Poco después logró hacerse con Valencia y puso de gobernador a su hermano Yusuf ibn Mardanis.
Mardanis no dudó en contratar los servicios de mercenarios cristianos para tratar de expandir sus dominios a costa de los almohades y demás taifas. Gracias a esto, en los siguientes años, conquistó Denia, Guadix-Baza, y hasta la taifa de Jaén en 1159. Amenazó Córdoba y puso en sitio la ciudad de Sevilla, en poder de los almohades. Sin embargo, no pudo tomarla y se tuvo que retirar. Aun así, los dominios que consiguió Mardanis y su familia eran impresionantes.
Durante su gobierno tuvo lugar el gran esplendor de la ciudad de Murcia. Se crearon nuevas e imponentes edificaciones. Como, por ejemplo, sus murallas, que eran enormes y rodeaban casi la totalidad de la ciudad. En ella podemos encontrar la mezquita mayor.
También tenemos el Alcázar Nasir, o mayor, mandado construir por este Mardanis. Actualmente esto se ha convertido en el Museo de la Iglesia de San Juan de Dios.
Finalmente destaca el Castillejo de Monteagudo. Situado a las afueras de la ciudad, fue convertido en residencia de verano albergaba bonitos jardines en sus patios interiores.
La agricultura se mejoró aprovechando el curso del río Segura gracias a una compleja red de acequias, norias y acueductos. De esta época destacaría el Granero Fortificado de Andarrax, donde se almacenaba el grano recogido de las tierras de la zona y se protegía de ladronzuelos.
También la artesanía se convirtió en un referente por toda la península, e incluso parece que comenzó a exportarse a las repúblicas italianas.
En 1163, el califa almohade al-Mumin murió, y fue sucedido por Abu Yaqub Yusuf, un joven de 25 años. Llevaba casi una década siendo gobernador de Sevilla, y la estancia en aquella ciudad le convirtió en un hombre culto e interesado en la literatura y el arte.
Como no podía ser de otra manera, estableció la capital en su querida Sevilla, y allí ordenó la construcción de grandes obras arquitectónicas. Algunos ejemplos son el Puente de Barcas, llamado así porque fue construido sobre barcas unidas con cadenas, y los Muelles del Guadalquivir.
También reformó el alcázar de Sevilla, creó una nueva mezquita, levantó la Fortaleza de Alcalá de Guadaíra, y reformó el ruinoso acueducto de los Caños de Carmona.
Pero su obra más famosa sin lugar a dudas es la Giralda, el alminar de la mezquita aljama de Sevilla, una de las construcciones más importantes de la ciudad.
Una de las obras más antiguas y famosas de los almohades en la península es el Alcázar de Jerez de la Frontera, que cumplía las funciones de fortaleza y de palacio para el gobernador de la ciudad.
A este Abu Yaqub Yusuf se le considera el más culto de los califas almohades, y entre su corte estaba el filósofo Ibn Rusd, conocido en castellano como Averroes. Éste escribió una enciclopedia médica, comentarios sobre la obra de Aristóteles, y también escribió una obra titulada Refutación de la refutación, donde defendía que la filosofía aristotélica no estaría en contradicción la religión, y bueno, se ganó muchos enemigos y durante el reinado del siguiente califa fue exiliado y sus obras quemadas.
Otro filósofo importante que acabó también exiliado fue Maimónides, un judío que estudió la Torá y escribió sobre leyes y ética en su Mishné Torá, y también sobre medicina y astronomía. Como ya digo, acabó huyendo al Egipto Ayubí de Saladino y se convirtió en líder de la comunidad judía de allí.
Abu Yaqub Yusuf tenía una misión, y esa era destruir Murcia y a su rey lobo. El primer gran revés del emir murciano ocurrió en 1165. Tras una derrota en el campo de batalla, el murciano tuvo que refugiarse tras las murallas de la ciudad, que resistieron, pero los almohades destrozaron todo lo que había fuera: las huertas, las cosechas y la suntuosa mansión de recreo que se había construido.
En los siguientes años, Mardanis perdió poco a poco todos los aliados que tenía. Todos se pasaban al bando almohade. Incluso Valencia, dominada por su hermano, cambió de bando. Desesperado, el rey lobo decidió rendirse, pero no le dio tiempo porque murió antes, en 1172.
Y así, Abu Yaqub Yusuf completó la conquista de Al-Ándalus y todo pasó a manos del Imperio Almohade. En realidad, todavía le quedaban las Baleares, dominadas por los almorávides, pero bueno, iban a su bola.
El siguiente califa almohade fue Abu Yusuf Yaqub al-Mansur. Su reinado coincidió con el periodo de máximo esplendor del Imperio Almohade. A él se le atribuyen muchas obras públicas. Destaca el Castillo de San Juan de Aznalfarache, en la provincia de Sevilla, que usaría como residencia durante sus campañas. También terminó la Giralda, empezada por su padre; y luego construyó también muchas mezquitas, palacios, ciudadelas etc.
Ese califa batalló durante años contra los almorávides de Baleares, la familia de los Banu Ganiya, y con tribus bereberes de Ifriquía aliadas con los primeros… y luego también contra los cristianos, por supuesto. En 1195 logró una gran victoria sobre el rey Alfonso VIII en la Batalla de Alarcos, que frenó la expansión cristiana durante unos cuantos años, y permitió a los musulmanes recuperar la ciudad de Calatrava la Vieja, que durante los siguientes 17 años sería la plaza más fronteriza de los almohades y desde donde lanzarían ofensivas contra los cristianos.
El siguiente califa almohade fue Muhammad an-Nasir, también conocido como Miramamolín. Éste envió una potente flota desde Denia hasta las Baleares, y tras varias batallas, en 1202, los almohades se apoderaron de la isla de Menorca, y al año siguiente tomaron Mallorca. Con esto desapareció el último reino de las 2ªs taifas.
De su reinado destaca una batalla que seguro que os suena: la Batalla de las Navas de Tolosa, del año 1212. Resulta que, animados por el papa, una coalición de cristianos (Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra, Pedro II de Aragón, y tropas leonesas y portuguesas, así como órdenes militares varias) fueron a saco a por los almohades.
La derrota almohade fue tremenda, y los cristianos pudieron penetrar en buena parte del territorio de Al-Ándalus. An-Nasir huyó de allí cagando leches, y se retiró a su alcázar de Marrakech.
Fue allí donde parece ser que fue asesinado por sus cortesanos. Este hecho provocó luchas por el poder, y podríamos decir que aquí comenzó la decadencia del Imperio Almohade.
Para empeorar las cosas para estos almohades, por el 1216 aparecieron otros bereberes cabreados: los Benimerines, o Banu Marin, o Marínidas. Estos también eran una tribu nómada del Magreb que poco a poco fueron conquistando zonas rurales del actual Marruecos. Estos crearon en esta zona el llamado Imperio Meriní.
El gobernador almohade de Sevilla, Abu-I-Ula, sabía que el fin estaba cerca. Por ello, en el 1220, ordenó construir unas torres defensivas en el río Guadalquivir para defender el puerto. Una fue la famosa Torre del Oro y otra fue la Torre de la Plata, o Torre de los Azacanes. Los azacanes eran como se llamaba antiguamente a los aguadores, que transportaban agua en burros o en lo que fuera.
En fin, que todo era un desastre, y a partir de 1224, durante el reinado de Al-Adil, el territorio almohade comenzó a fragmentarse en los 3ºs Reinos de Taifas. Primero se independizaron los gobernadores de Baeza y de Denia.
Ahora tenemos que hablar de un nuevo personaje llamado Ibn Hud. Este tipo era descendiente de los antiguos emires hudíes de Zaragoza que vivía en Murcia. En 1227, Ibn Hud comenzó una revuelta anti-almohade frente a la fortaleza de Ricote, también conocida como Castillo de los Peñascales, que se convirtió en su base de operaciones. Tras varias victorias contra el poder almohade, Ibn Hud fue proclamado emir de Murcia.
Gracias al progresivo derrumbe almohade, Ibn Hud fue anexionándose zonas como Córdoba, Sevilla, Málaga y Almería. En resumen, Ibn Hud se convirtió en el gran dueño de Al-Ándalus en esta época.
Este Ibn Hud residió en la ciudad de Murcia, y en 1228 convirtió un antiguo palacete del rey Lobo llamado Palacio de Al-Dar al-Sugra en un palacio de mayor tamaño. Ese fue el Alcázar Seguir o Alcázar menor. Esa fue su residencia oficial. Actualmente en ese lugar se levanta el Monasterio de Santa Clara la Real de Murcia.
Sin embargo, pronto le aparecería competencia. En 1232, un tipo llamado Muhammad ben Nazar, o Alhamar, el Rojo, que pertenecía a una rica familia de agricultores, lideró una revuelta de los andalusíes del lugar que estaban hasta los huevos de los altos impuestos de Ibn Hud. Pronto se independizaron y Alhamar fue proclamado emir de la Taifa de Arjona, en la actual provincia de Jaén, siendo la capital de la taifa la ciudad de Jaén.
Los reinos cristianos se pusieron las pilas y fueron poco a poco conquistando estos 3ºs reinos de taifas. En 1235, Fernando III de Castilla asoló Arjona, Jaén y Córdoba, la cual cayó al año siguiente. La conquista por los cristianos de la antigua gran capital califal conmocionó al mundo musulmán.
Tras la caída de Córdoba, Ibn Hud se hizo vasallo de los cristianos y les tuvo que pagar parias. Se instaló en Almería, donde fue asesinado poco después.
El rey castellano cedió a las órdenes militares grandes latifundios, castillos y plazas, a cambio de que estas se encargaran de repoblarlas con gente venida del norte. Estos nuevos habitantes se dedicaron mayormente a trabajar en las tierras de estas órdenes arando los campos, y también fueron muy habituales los leñadores, encargados de talar árboles y llevarlos a las villas. Otra gente se dedicó a diferentes oficios artesanos, estos últimos tenían que pagar un tributo. En cambio, los dedicados al comercio estaban exentos de pagar impuestos en toda Castilla. Los musulmanes que se quedaron a vivir en ahora territorio cristiano fueron llamados mudéjares.
En 1238, la población de Granada se sublevó contra el gobernador impuesto por Ibn Hud. Fue entonces cuando le ofrecieron el gobierno a Alhamar. Éste llegó a la ciudad y fue proclamado emir de un nuevo reino que sería llamado a partir de ese momento el Reino Nazarí de Granada. De este reino ya hablaré en otro capítulo, pero hay que saber que sería el único reino musulmán de la península que sobreviviría el resto de Edad Media. No caería hasta el año 1492.
Mientras tanto, los cristianos seguían avanzando. En 1238, Jaime I de Aragón tomó Valencia, y Fernando III de Castilla, gracias al Tratado de Alcaraz, convirtió la Taifa de Murcia en un protectorado dentro la Corona castellana, aunque Abenhudiel, tío del anterior rey, siguió gobernando. El hijo del rey Fernando, el infante Alfonso, luego llamado Alfonso X el Sabio, convirtió a Murcia en uno de los centros culturales más importantes del territorio castellano. Allí conoció a un pensador musulmán de nombre Al-Ricotí, y se hicieron coleguis. Poco después, el rey fundó un estudio general que sería el germen de la Universidad de Murcia.
Otra de las grandes conquistas de Fernando III fue la de la ciudad de Sevilla, en 1248.
La Taifa de Niebla, en Huelva, cayó en 1262 en poder del rey Alfonso X el Sabio. Se dice que fue durante esta toma cuando se usó artillería por primera vez en Europa. Se trataría de unos primitivos cañones de pólvora que tenían los defensores musulmanes del emir Ibn Mahfut. No eran demasiado potentes pero seguro que asustaron a más de uno con las explosiones.
En 1264, debido a que Alfonso X pasó de cumplir algunos de los acuerdos de Alcaraz, estalló una fuerte sublevación en Murcia contra él. Por ello, Alfonso pidió ayuda a su suegro Jaime I de Aragón para contenerla. Éste logró sitiar la ciudad en 1266 y entrar en la ciudad por la llamada Puerta de Orihuela. La caída de Murcia en manos cristianas marcó el final de los 3ºs reinos de taifas. Aunque fue tomada por Jaime I, luego pasó a manos del rey castellano debido a varios pactos firmados con anterioridad.
La toma de Marrakech por los benimerines en el año 1269 fue el golpe de gracia para los almohades, y Abu Dabbus, el último califa, la palmó. Ese fue el fin de los Almohades. El único reino musulmán que quedó en la península fue el Reino Nazarí de Granada, que sobreviviría dos siglos y medio.
LA CORONA DE ARAGÓN: Alfonso II, Pedro II y Jaime I (1164-1276)
En este capítulo voy a hablarlos de los tres primeros reyes de la Corona de Aragón. La Corona de Aragón nació con la llegada al trono de Alfonso II el Casto o el Trovador, hijo de Ramón Berenguer IV conde de Barcelona y Petronila, reina de Aragón. Aunque su nombre era Alfonso, y así se hizo llamar durante toda su vida, parece que su padre le llamaba Ramón.
¿Y qué es esto de una corona, os preguntaréis? ¿Es como un reino? Pues más o menos. Una Corona es una especie de reino compuesto por otros reinos o por otros territorios que, aunque unidos bajo un solo monarca, cada parte conserva sus particularidades propias, como sus propias leyes o sus cortes. En este caso, las cortes de Aragón y las cortes catalanas, y luego las valencianas, permanecieron separadas y con poder de tomar decisiones propias. El territorio bajo la jurisdicción de estas cortes catalanas se empezó a denominar en los tiempos de Pedro IV Principado de Cataluña, pero bueno, no nos adelantemos.
En el ámbito social y económico también había diferencias. Los aragoneses eran más terratenientes agropecuarios, amantes de los cereales y las hortalizas, y de los caballeros feudales. Los catalanes eran también muy pro-feudales, pero también fueron cogiéndole el gusto al libre comercio con sus mercaderes navegantes. Comerciaban mucho con telas, metales del Ripollés y también con esclavos.
Alfonsito II tenía aún 9 años cuando murió su padre, así que Petronila de Aragón estuvo de regente unos añitos hasta que el chaval creció. Se le suele apodar “el trovador” porque fue un rey bastante amante de la poesía, y se cuenta que intercambió escritos con importantes trovadores de la época, como el francés Giraut de Bornelh.
Durante sus primeros años de reinado, Alfonso II incorporó a su reino las tierras occitanas del condado de Provenza. Esto fue posible porque en 1166, su primo-hermano Ramón Berenguer III conde de Provenza murió sitiando la ciudad rebelde de Niza. Como solo tenía una hija, Dulce, todo fue a parar a manos de Alfonsito. Sin embargo, la viuda del muerto se casó con Ramón V de Tolouse, y este comenzó una guerra contra Alfonso II. Tras unos pocos enfrentamientos, Ramón se rindió en la Paz de Tarascón, de 1176, y Provenza se convirtió en un ducado dentro de la Corona. También en 1171 heredó el condado de Rosellón y más tarde parte de Pallars.
En 1169, Alfonso II comenzó a atacar al rey ibn Mardanis o Rey Lobo del reino de Murcia, que acabó pagando parias a Aragón. Y mientras tanto, el caballero navarro Pedro Ruiz de Azagra creó en 1170 el señorío independiente de Albarracín, un territorio estratégico que duraría casi 1 siglo. Como plaza fronteriza, los aragoneses fundaron la villa de Teruel, al sur del territorio de la Corona, que sirvió como base para posibles ataques contra los musulmanes.
Según la leyenda, fue fundaba en el lugar en el que se encontraron un presagio con forma de toro sobre una estrella. De la unión de Toro y Actuel, el nombre de esa estrella, vendría Teruel, y ahora ese símbolo forma parte del escudo de la ciudad.
En 1173, Alfonso VIII de Castilla se puso a darse de leches contra Navarra para recuperar territorios que le habían robado durante su minoría de edad, y Alfonso II le ayudó. Gracias a esta ayuda, Alfonso II se casó con Sancha de Castilla, tía del rey castellano.
En 1175, el valle de Arán, que pertenecía al condado de Cominges, se anexionó a la Corona de Aragón con el Tratado de Amparanza. Dos años después, Alfonso II colaboró con los castellanos de Alfonso VIII en el asedio de la ciudad de Cuenca, la cual fue conquistada a los musulmanes en 1177.
Dos años después tuvo una reunión con el castellano en el llamado Tratado de Cazola, en el cual delimitaron los territorios musulmanes que iba a conquistar cada uno en el futuro, y en el cual Aragón renunció a Murcia. También planearon invadir y repartirse Navarra, pues en aquella época este reino no era reconocido por el Papa, aunque esto no se llevó a cabo.
Durante los años 80 hubo bastante más calma y se reformó la administración. Lo que hoy es Cataluña fue dividida en pequeñas provincias denominadas Veguerías. O Vicarías. Este es un mapa de todas ellas. En cada una mandaba un veguer, que era una figura bastante similar a los merinos de las merindades de Castilla y Navarra. La idea con esto era centralizar el poder real sobre la nobleza feudal, y que ahora fuese un funcionario quien asumiera las responsabilidades judiciales de cada territorio. Con ello, el rey tendría capacidad de intervenir en causas entre señores y campesinos. A cambio, Alfonso II prometió a los nobles catalanes no derogar los Usatges (usat-yes) y no recaudar el impuesto sobre los bueyes, el bovatge (bovat-ye), que daba mucha pasta al reino.
En el año 1190 comenzaron los malos rollos con la poderosa Castilla. Para combatir su supremacía, los reyes de Aragón, León y Portugal se reunieron en Huesca y allí crearon la Liga de Huesca para combatir a los castellanos. La guerra comenzó con Aragón atacando Castilla por Soria, y estos respondieron penetrando en Teruel. El rey navarro Sancho el Sabio pasó de intervenir, y además murió en 1194.
Y encima, dentro de la Liga surgieron malos rollos y se descompuso con el Tratado de Tordehumos de 1194. Con ello, la guerra acabó y todo quedó igual que antes.
Alfonso II de Aragón murió en 1196, y sus territorios se repartieron entre sus dos hijos. Pedro II fue nombrado rey de Aragón y conde de Barcelona, mientras que Alfonso fue nombrado conde de Provenza.
Gran parte del reinado de Pedro II estuvo dedicado a la política en los territorios de Occitania, y soñaba con crear un reino transpirenaico que englobara las cuencas del Ebro y del Garona, aunque todo terminó en un gran fracaso.
En 1204, Pedro II se casó con María de Montpellier, y gracias a ello se convirtió en señor de esta ciudad del mediodía francés, es decir, esta parte del sur de Francia. De todas formas, Pedro II no tenía ningún interés en la chica y la repudió pronto; solo quería sus tierras. No se sabe por qué no quería acostarse con ella, pues parece que no era fea y Pedro era un mujeriego de la leche. Se cuenta que una vez, los consejeros del rey, para que tuviese un hijo con María, urdieron un engaño. Le dijeron que una dama quería acostarse con él a oscuras, pero no, era María, y Pedro se pilló un cabreo de la hostia. La buena noticia para él fue que su heredero Jaime I nacería de este polvete a ciegas.
Ese mismo año, el rey aragonés fue coronado por el papa Inocencio III en el Monasterio de San Pancracio de Roma, a cambio de una suma anual de dineros. Así, Pedro II fue el primer monarca de Aragón en ser coronado y ungido por la Santa Sede, y a partir de entonces, todos los reyes aragoneses tendrán que ser coronados en la Seo de Zaragoza.
Pero la amistad del Papa no le bastaba, así que también casó a una de sus hermanas, Constanza, con el rey de Sicilia Federico II Hohenstaufen, rey de romanos y futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Gracias a ello, pronto la chica se convirtió en emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico y reina consorte de Sicilia, otra cosa que luego será importante, así que recordadlo.
Pero volvamos a Occitania, o más concretamente a la región del Languedoc. Esta región era parte de Francia, pero digamos que era un mundo aparte, famosa por su cultura trovadoresca y por su independencia del papado y en parte del rey de Francia. El clero cristiano de la zona había relajado sus costumbres y eso permitió que afloraran movimientos heréticos, como el Catarismo.
Los cátaros eran unos monjes cristianos que creían que para relacionarse con Dios no hacían falta ni ceremonias ni intermediarios, es decir, que se oponían al clero y a las riquezas de la Iglesia. Esta herejía de tintes gnósticos tuvo su centro de poder en Albí, y se extendió por gran parte del Languedoc con la inacción de los poderes locales, como la del conde de Toulouse Raimundo VI.
También por Francia surgieron otros movimientos heréticos. En 1176 destaca en Lyon los valdenses, o pobres de Lyon, creado por el mercader Pierre de Valdo. Éste predicó contra la opulencia y la corrupción de la Iglesia. Poco después, en Huesca, el clérigo Durán de Huesca, inició su propio movimiento valdense. Tuvo que huir a Narbona, y allí creó la Comunidad de los Pobres Católicos, que se dedicaban a cuidar a los más necesitados y más o menos se mantuvo dentro de la ortodoxia de la Iglesia.
Para la erradicación de estas herejías, la Iglesia creó en 1184 el tribunal de la Inquisición medieval, y muchos de estos herejes fueron condenados a la hoguera.
En 1208, el papa envió al legado Pierre de Castelnau al condado de Toulouse para predicar la doctrina oficial, pero fue asesinado no se sabe por quién, pero el papa Inocencio III culpó al conde Raimundo VI. Éste se humilló hasta el extremo pidiendo perdón, pero no convenció al papado y éste decidió acabar con él.
Así el papa proclamó la Cruzaba Albigense contra estos cátaros y contra los condes y nobles del Languedoc, que duró de 1209 a 1244. Esta cruzada legitimó al rey francés Felipe II Augusto a expandirse hacia el sur y reclamar esos territorios gobernados por condes y nobles suyos que pasaban mucho de él. Bueno, pues el rey francés envió un ejército de la leche al mando de Simón IV de Montfort.
De 1209 es famosa la brutal toma de Beziers, donde se produjo una matanza generalizada sin distinción de credo. Tras eso, los cruzados fueron a la ciudad fortificada de Carcasona, y la asediaron también con bastante violencia. Tras arrebatar el territorio a la familia de los Trencavel, Simón se hizo señor de toda la zona.
Pedro II de Aragón intentaba desesperadamente calmar las tensiones entre sus vasallos de la zona ultrapirenaica y el papado y Simón, sin mucho éxito. Aunque acordó casar a su hijito Jaime I con la hija de Simón de Montfort, y le entregó incluso la tutela del chaval. Pedro II intentó llegar a una paz entre Raimundo VI y el Papa y los franceses, pero nada, era misión imposible. Y es que lo que realmente ambicionaba el rey de Francia era poder controlar el sur. Todo lo demás le sudaba la polla.
Como curiosidad, en estos años, concretamente en 1211, se creó el gremio más antiguo documentado en España. Ese fue el de canteros y albañiles de Barcelona. También destaca la creación de la Casa de Ganaderos de Zaragoza o Cofradía de San Simón y San Judas, creada en 1218, ya con Jaime I como rey. Era una institución creada para que los propietarios de ganado pudieran defender los privilegios concedidos por los reyes aragoneses. Reunía corporativamente a mayorales y pastores y se establecieron cañadas para los rebaños de ovejas trashumantes desde los Pirineos hasta Teruel. Esto es similar a la Mesta de la Corona de Castilla que veremos en el siguiente capítulo.
También en estos años se construyó la Catedral de la Seo Vieja en Lérida, o Lleida, la construcción más emblemática de esta ciudad. Se alzó sobre un cerro en estilo románico, aunque con algunas partes góticas. Su famoso campanario no sería construido hasta un siglo después. Para sacar dinero fresco, Pedro II creó un nuevo impuesto: el Monedaje, que se pagaba cada 7 años pero que estaba bien para llenar el arca del tesoro real.
En cuanto a su labor en la expansión del reino hacia el sur, Pedro II logró robar algunas ciudades a los andalusíes, pero sin duda, su mayor hit fue haber participado en 1212 en la Batalla de las Navas de Tolosa junto con el rey castellano Alfonso VIII y el rey de Navarra Sancho VII el Fuerte. Esta batalla fue un gran éxito cristiano y el comienzo de la perdida de poder de los almohades y su lenta retirada.
Al año siguiente, en 1213, Felipe II Augusto decidió intervenir abiertamente en la Cruzada Albigense. Los condes de Tolouse, Foix, Bearn y Cominges pidieron ayuda a Pedro II y este fue para allá para defender a sus vasallos. Por esto, el papa les excomulgó a todos, incluido a Pedro.
Montfort avanzó implacable y logró tomar la ciudad de Toulouse, y puso como base de operaciones una villa fortificada llamada Muret. Pedro II y sus aliados allá que fueron y empezaron a sitiar esta ciudad, y se produjo la Batalla de Muret, en la cual el rey aragonés acabó muerto. Fue una gran derrota para Aragón, y supuso el fin de las pretensiones de la corona sobre los territorios ultrapirenaicos.
Recordemos que su hijo Jaime, el heredero, de 6 años de edad, estaba bajo la tutela de Simón de Montfort, pero tras la muerte de su padre se lo entregó a los caballeros templarios de Aragón, y su líder, Guillem de Montredón, se encargó de convertirlo en un gran rey guerrero en el castillo de Monzón, en Huesca. Jaime I el Conquistador va a ser como Alfonso I el Batallador, un gran conquistador que, durante los 63 años que estuvo en el trono, gran parte del siglo XIII, logró tomar todo este territorio.
Durante su minoría de edad, el regente fue el conde Sancho de Cerdaña y Rosellón, hermano de Alfonso II y tío abuelo de Jaime. Estos primeros años estuvieron caracterizados por graves problemas financieros y continuas luchas entre los nobles de la corona.
En 1218, Jaime I, con 10 años de edad, fue sacado de Monzón por un grupo de nobles y le dejaron reinar, pero como un títere. Uno de estos nobles, Lope de Albero, le hizo atacar a otro noble, Rodrigo de Lizana, quien estaba aliado con Pedro Fernández de Azagra, señor de Albarracín. Esta ciudad fue sitiada, pero los aragoneses no pudieron tomarla.
Luego Jaime I se tuvo que enfrentar a la rebelión del noble Guillermo de Moncada, quien invadió el Rosellón en 1223. Además, en 1225, logró encerrar al rey en la torre de la Zuda de Zaragoza. Le soltaron tras unos meses, pero básicamente los nobles tenían toda la corona bajo su poder.
Todas estas revueltas nobiliarias se acabaron en 1227 gracias a la mediación del arzobispo de Tarragona en la Concordia de Alcalá. Este acuerdo reforzó el poder del rey y puso fin temporalmente a estas luchas de nobles. Con el reino pacificado, ahora hay que pasar a lo más importante del reinado de Jaime I, sus conquistas.
Antes hay que conocer un poco el contexto. Los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa estaban hasta los huevos de los piratas musulmanes instalados en la isla de Mallorca, porque destruían todos los barcos que se acercaban a los puertos. Estos piratas estaban liderados por un gobernador almohade semi-independiente llamado Abú Yahya.
Así pues, en 1229, con el apoyo de los nobles aragoneses y catalanes, Jaime I zarpó a la isla mallorquina con una flota de 155 naves, 1500 caballeros y 15.000 soldados.
Tras desembarcar en Santa Ponsa, derrotaron a los piratas en la Batalla de Portopí, y los musulmanes se refugiaron tras las murallas de Madina Mayurga, la actual Palma de Mallorca, la capital. En cuestión de días, Jaime I logró asediar la ciudad y masacró sin piedad a gran parte de la población, y los que no fueron asesinados fueron convertidos en esclavos. Esta matanza llenó la ciudad de tantos cadáveres que se produjo una epidemia que diezmó el ejército de Jaime. Y para el colmo, los nobles catalanes provocaron una revuelta para poder quedarse con el botín.
De todas formas, en unos meses, el aragonés ya controlaba toda la isla menos un pequeño grupo que resistía en la Sierra de Tramontana, pero cayó en 1232. A partir de entonces, Mallorca pasaría a ser un reino más dentro de la Corona de Aragón, bajo el nombre de Regnum Maioricarum et insulae adiacentes, o Reino de Mallorca en resumen.
Pero no todo iban a ser batallitas. Primero Jaime se casó con Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII, y juntos tuvieron a Alfonso, un hijo que murió antes de poder ser rey. La segunda esposa de Jaime fue Violante de Hungría, con quien tuvo a Violante, que se casó con Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, y con quien también tuvo a sus sucesores: Pedro y Jaime.
Ahora tocaba conquistar el resto de las Islas Baleares. En 1231, gracias a la mediación de algunos nobles, los musulmanes de Menorca decidieron rendir la isla y aceptar ser vasallos del nuevo reino mallorquín. Tras esta, las islas de Ibiza y Formentera hicieron lo mismo.
Ahora el paso lógico era conquistar Valencia. Para tal campaña, Jaime I juntó a un potente ejército y en 1232 comenzaron los ataques. La primera fortaleza en ser tomada fue la de Morella, conquistada por el noble aragonés Blasco de Alagón.
En 1233, Jaime I conquistó Burriana, y pronto cayeron Peñíscola o Cervera, entre otros lugares. En 1237 tuvo lugar la decisiva Batalla del Puig de Santa María, o de Enesa, que enfrentó a los aragoneses con el 3º reino de taifa de Valencia, liderado por Zayyan ben Mardanis, nieto del rey lobo que había recuperado el territorio de los almohades unos años antes.
En 1238 las tropas de Jaime I llegaron hasta las puertas de la ciudad de Valencia. No tardó mucho en ponerse a sitiar el lugar con sus imponentes máquinas de asedio. Zayyan se cagó de miedo y terminó rindiendo la ciudad en septiembre. Fue así, como Jaime I el Conquistador logró apoderarse de la famosa ciudad de Valencia.
Tras esto, en 1239, Jaime I dictó una serie de leyes o fueros denominados Costum, o Costumbre, o Fueros de Valencia, que otorgaron a Valencia la condición de reino. Así nació el Reino de Valencia, que se convirtió en la cuarta pieza de la Corona de Aragón.
Jaime I expulsó de algunas ciudades de Valencia a la población musulmana, aunque a algunos grupos les permitió residir en morerías, barrios para que vivieran exclusivamente los mudéjares (es decir, musulmanes en territorio conquistado por cristianos). Muchos nobles aragoneses y catalanes se asentaron en este nuevo territorio, así como colonos, y su lengua, el catalán, daría origen a un dialecto que hoy conocemos como valenciano.
En los siguientes años, en 1247 concretamente, Jaime I ordenó también crear los Fueros de Aragón. Estos fueros fueron la base del modelo pactista de la Corona de Aragón. El Vidal Mayor fue la primera compilación de este Fuero de Aragón, redactado por el obispo de Huesca Vidal de Canellas.
En 1244, Jaime I siguió conquistando el territorio valenciano, y cayeron Denia y después Játiva. Y mientras tanto, los castellanos también estaban conquistando territorio a los almohades, como por ejemplo Murcia, y en algunas ocasiones, no se respetaron los tratados de Tudilén y de Cazola.
Jaime I y el infante de Castilla Alfonso se reunieron en el Castillo de Almizra, en Alicante, y volvieron a delimitar las fronteras de cada uno, y Murcia (con parte de Alicante) volvió a Castilla. Lo último que Jaime I conquistó fue Biar, en Alicante, y con esto ya cubrió todo lo que le permitían los acuerdos.
El problema fue que tuvo que hacer frente a algunas rebeliones de musulmanes, especialmente la liderada por al-Azraq, un caudillo mudéjar que gobernaba la zona. Hasta el año 1258 no pudo frenarle, pero tras conseguirlo, al-Azraq se tuvo que exiliar al Reino Nazarí de Granada.
En los siguientes años, Jaime impulsó mucho el comercio marítimo por todo su territorio. De hecho, durante su reinado, por 1258, se redactó el Llibre del Consolat de Mar, o Libro del Consulado del Mar, el primer código de costumbres marítimas. Estos consulados del mar era una institución formada por un prior y varios cónsules que actuaban como tribunales mercantiles para resolver conflictos entre comerciantes. Se encontraban en ciudades como Barcelona, Valencia, Mallorca, Tortosa, Gerona o Tarragona, entre otras.
En el año 1258, tuvo lugar la firma del Tratado de Corbeil entre Jaime I y el rey San Luis de Francia. En este tratado Jaime renunció a sus derechos sobre los territorios del mediodía francés. A cambio, el francés renunció a sus derechos sobre los condados catalanes, herederos de la Marca Hispánica. Y, además, se acordó el matrimonio de su hija Isabel con el hijo del francés, el futuro Felipe III el Atrevido.
El hijo y heredero de Jaime I, Pedro de Aragón, se casó en 1262 con Constanza de Hohenstaufen, hija y heredera de Manfredo I rey de Sicilia. ¿Pero qué pasó 4 años después? Pues que Carlos de Anjou, hermano pequeño del rey de Francia San Luis, invadió Italia, y tras la Batalla de Benevento derrotó a Manfredo y éste acabó muerto y sus tres hijos varones terminaron cegados. Carlos de Anjou fue coronado rey de Sicilia, y 2 años después decapitó a Conradino, nieto de Federico II y último heredero varón de la casa de los Hohenstaufen. La línea sucesoria pasó entonces a Constanza, hija de Manfredo y esposa de Pedro de Aragón. Esto será importante más tarde.
En 1264 se produjo un alzamiento generalizado de mudéjares en el territorio murciano, que contó con el apoyo del Reino Nazarí de Granada y los benimerines. Violante, hija de Jaime I casada con el rey Alfonso X el Sabio de Castilla, pidió ayuda a su padre, y las tropas aragonesas, comandadas por el infante Pedro, lograron hacerse con el control del Reino de Murcia en 1266 y pacificarlo. Y como había prometido, devolvió el territorio murciano al castellano.
Sus últimos años de vida fueron complicados. En 1269, Jaime I había planeado una expedición a Tierra Santa, ya que el rollo cruzado le molaba un huevo, pero debido a una tormenta, muchas de sus naves se fueron a la puta y su plan se fue a tomar por saco y tuvo que volverse a Barcelona.
En 1275, se produjo una revuelta nobiliaria liderada por un hijo bastardo del rey: Fernán Sánchez de Castro. Su medio hermano Pedro logró capturarle y le arrojó al río Cinca atado a una piedra.
Finalmente, en 1276, al-Azraq volvió de su destierro y volvió a levantar a la población musulmana. Jaime I logró darle muerte, pero pronto el rey aragonés comenzó a sentirse enfermo y terminó muriendo.
Jaime I reinó 63 años, el reinado más largo de cualquier monarca de la península. Él mismo dictó su biografía, el Llibre dels feits, la primera de las cuatro grandes crónicas reales escritas en catalán. Las otras fueron la de Bernat Desclot, la de Ramón Muntaner y la de Pedro IV de Aragón.
Según el testamento de Jaime, éste repartió sus dominios entre sus dos hijos. Pedro III el Grande recibió Aragón, Cataluña y Valencia. Por su parte, el hijo menor, Jaime, recibió Mallorca, los condados de Rosellón, Cerdaña y Conflent, y también el señorío de Montpelier. Aquí comenzaría la línea privativa de los reyes de Mallorca, fuente de conflictos durante los siguientes años.
LA CORONA DE CASTILLA HASTA LOS TRASTÁMARA (1230-1369)
Como ya vimos en un capítulo anterior, el hijo de la reina castellana Berenguela y del rey leonés Alfonso IX, Fernando III el Santo, logró unificar ambos reinos en 1230, creándose así la Corona de Castilla, siendo esta corona, la unión de los reinos de Castilla, León, Asturias, Galicia, el Señorío de Vizcaya, el Reino de Toledo, y pronto se incluirían los Reinos de Murcia, Jaén, Córdoba y Sevilla.
El rey Fernando III se casó con una noble alemana, Beatriz de Suabia, y juntos tendrían varios hijos, siendo el más importante el infante Alfonso, que después sería rey.
Lo más importante del reinado de Fernando III el Santo fue su labor conquistadora; ya que conquistó todo esto. En 1231, el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, tomó Cazorla, en Jaén. Al año siguiente cayó Jerez. En 1233 los castellanos conquistaron Trujillo, y también sitiaron la ciudad de Úbeda, en la provincia de Jaén, la cual cayó ese mismo año en poder del rey castellano tras seis meses de duro asedio. Para evitar males mayores, el gobernador de la ciudad decidió rendirla.
En los siguientes años fueron tomados dos castillos famosos: el Castillo de Torres de Albánchez y el Castillo de Chiclana de Segura.
Pero los grandes éxitos de Fernando llegarían ahora. La situación en la Al-Andalus de los 3ºs reinos de taifas era la siguiente: Zayan ibn Mardanis controlaba la taifa de Valencia, Alhamar la taifa de Arjona y Mahfuz la taifa de Niebla, mientras que unos pocos almohades controlaban el centro de forma un tanto caótica. Luego también estaba Ibn Hud en la taifa de Murcia, que se levantó contra los almohades y fue expandiéndose poco a poco por la zona hasta convertirse en el gobernante más poderoso de la región, y tenía muchas ganas de pelea.
Sin embargo, Ibn Hud no pudo hacer frente al avance cristiano. Córdoba acabó rindiéndose a Fernando III en 1236. Tras una batalla en la ciudad, las tropas del castellano lograron entrar en la Axerquía, un barrio fortificado donde vivía la nobleza musulmana. Así Córdoba, la antigua capital califal, volvió a estar en manos cristianas, y poco después, el poder almohade desapareció definitivamente.
Por cierto, en la mezquita encontraron las campanas robadas por Almanzor y Fernando III ordenó devolverlas a Santiago de Compostela.
En 1238, el poderoso Ibn Hud fue asesinado en Almería. La desaparición de Ibn Hud y la caída de Córdoba propició el auge de su mayor rival, Muhammad ibn Nasir, mejor conocido como Alhamar. Éste era el sultán de la Taifa de Arjona, cuya capital estaba en Jaén. Alhamar aprovechó la situación para realizar varias conquistas, y en 1238 conquistó Almería, Málaga y Granada. Es aquí, en Granada, donde Alhamar fue proclamado sultán de un nuevo estado: El Reino Nazarí de Granada.
En 1240 cayó en poder cristiano Almodóvar del Río, una pequeña localidad cercana a Córdoba que es famosa por su castillo, el cual fue tomado como modelo para recrear Altojardín en la serie de Juego de Tronos. La villa de Albacete también cayó en manos de Fernando tras la rendición de su alcaide.
En 1243, mientras Fernando III se encargaba de la zona de Andalucía, envió a su hijo Alfonso contra la Murcia musulmana, liderada por el tío de Ibn Hud, Ibn Hud al- Dawla. El reino taifa murciano fue asediado, los musulmanes capitularon y la región quedó como un protectorado castellano con el Tratado de Alcaraz, y al-Dawla se quedó como gobernador.
Jaime I de Aragón había conquistado ya toda Valencia y quería meterse a conquistar partes de Alicante y Murcia, y aquí surgieron discrepancias entre aragoneses y castellanos por la determinación de las zonas de conquista entre ambos reinos. Por ello, Jaime I y Fernando III firmaron el Tratado de Almizra (1244), para fijar el límite de expansión de cada uno, y en él Castilla se quedó con Alicante. Además, también se acordó que el infante Alfonso se casase con Violante, la hija de Jaime I.
Fernando III fue a conquistar Arjona y Jaén, y en 1246, Alhamar rindió ambas plazas. Con el Pacto de Jaén de 1246, se establecieron las fronteras entre Castilla y el Reino Nazarí de Granada, que mantuvo Granada, Málaga y Almería. De todas formas, Alhamar convirtió su reino en vasallo de los castellanos y se comprometió a pagar 150.000 maravedís anualmente.
En 1247, el papa Inocencio IV otorgó una bula de cruzada a Fernando III para la Reconquista de Sevilla. Ese fue el siguiente objetivo del monarca. Para ello, encargó al militar Ramón de Bonifaz la organización de una flota. Este Ramón consiguió algunas naves en Cantabria, y fueron dirigidas al río Guadalquivir. Cuando los barcos bloquearon el río comenzó el asedio a Sevilla. Uno de los militares castellanos que más destacó en batalla fue Garci Pérez de Vargas.
Los sevillanos andalusíes estaban recibiendo apoyos desde Triana gracias a un puente que atravesaba todo el río construido con barcas unidas por gruesas cadenas. Ramón mandó las naves más tochas contra este puente y lo destruyeron.
En 1248, la ciudad de Sevilla terminó cayendo bajo el poder del rey castellano y sus vasallos nazaríes. Sería en esta ciudad donde Fernando III instaló su corte hasta su muerte, 4 años después.
En sus últimos años, Fernando III trató de unificar y centralizar la administración de todo el territorio que controlaba, y estandarizó y estableció el castellano como idioma oficial de sus dominios. También tradujo el Fuero Juzgo y escribió un montón de poesías, aunque sólo se conserva una cántiga en gallego. También mandó redactar el Libro de los 12 Sabios, donde proponía un grupo consultivo de gente de cultura para ayudar a los gobernantes.
Durante el reinado de Fernando III se ordenó la construcción de las catedrales góticas de Burgos y de León, y también en esos años, se iniciaron las obras de la Catedral de Santa María de Toledo. Otra que destaca es la Catedral de la Asunción de El Burgo de Osma, en Soria. Y otra la Catedral de Valladolid, diseñada por el arquitecto Juan de Herrera. El monarca además metió muchos dineros en la Universidad de Salamanca, y esta universidad se convirtió en una de las mejores de Europa.
En 1252, el rey murió parece que de una hidropesía. En esa fecha, los musulmanes de Al-Ándalus ya solo controlaban el Reino de Niebla y el Reino de Granada, siendo este último, el único que sobreviviría todo el resto de la Edad Media en la península.
Ahora pasemos al reinado de su hijo: Alfonso X el Sabio, uno de los monarcas castellanos más célebres por su interés en la cultura.
Durante los primeros años de su reinado creó el Fuero Real, un texto que pretendía homogenizar todas las leyes vigentes en el reino, es decir, el Fuero Juzgo visigótico que regía en León y los diferentes fueros de Castilla. Aparte, también se añadieron el Espéculo y Las 7 Partidas. Con esto buscaba afianzar el poder real frente a la nobleza feudal, que controlaba ciudades o villas. Fue suprimiendo este tipo de privilegios, no sin la protesta de esta clase nobiliaria.
Alfonso X el Sabio residió la mayor parte de tiempo en Toledo, y reformó el alcázar de la ciudad. Fue el primer monarca que hizo un uso habitual de las Cortes, en las cuales se reunía con la nobleza, el clero y procuradores y representantes de villas y ciudades para llegar a acuerdos.
Pero recordemos que la zona recientemente conquistada estaba en poder de órdenes militares y repartimientos, es decir, que se repartían entre quienes habían tomado esos lugares. La Orden Calatrava era muy poderosa en lo que hoy es parte de Castilla la Mancha y el rey, para competir con su poder, decidió crear una villa en un lugar conocido como el Pozo seco de Don Gil. Esa fue Villa Real, luego conocida como Ciudad Real.
Un noble que se rebeló contra Alfonso X fue Diego López III de Haro, en el año 1255, y que fue apoyado por Jaime I de Aragón y por el hermano del rey castellano, Enrique el Senador. Su rebelión en Vizcaya no duró mucho y fue rápidamente aplastada en Orduña, y fue perdonado.
En 1256 podríamos comenzar a hablar de una cosa llamada El Fecho del Imperio. Como Alfonso X era hijo de Beatriz de Suabia, hija de Felipe de Suabia, rey de romanos y nieta de Federico I Barbarroja, pues resulta que podía optar a ser elegido emperador y rey de romanos del Sacro Imperio Romano Germánico. Durante los siguientes años el rey castellano gastó muchísimo dinero y esfuerzos para ganarse el favor de muchísima peña influyente para conseguir tan distinguido puesto. Sin embargo, tras dejar el reino casi en bancarrota, al final no tuvo éxito, y el elegido rey de romanos fue Ricardo de Cornualles.
Y otra cosa a la que tuvo que renunciar fue al vasallaje del rey de Portugal Alfonso III, quien estaba casado con su hija Beatriz.
En el año 1262, Alfonso X y sus tropas entraron en la ciudad de Cádiz, y se la encontraron prácticamente en ruinas y despoblada. Pronto el rey ordenó reconstruirla y repoblarla. La repobló con mucha gente de Cantabria sobre todo.
Ese mismo año logró conquistar la taifa de Niebla, en lo que hoy es Huelva. Dicen que fue durante esta conquista cuando se usó por 1ª vez en Europa armas de pólvora. Hay algunas dudas al respecto, pero como comenté en el capítulo de los almohades, se cuenta que los musulmanes de Niebla usaron para defenderse unos primitivos cañones.
En 1264, la población mudéjar del Protectorado Murciano se sublevó contra el rey castellano, y se apoderaron del alcázar. Violante, su esposa, pidió ayuda a su papaíto Jaime I de Aragón para que les ayudara a contener este caos. Jaime envió a su hijo Pedro y éste logró restablecer el orden en Murcia y entregársela a Castilla en 1266.
Durante muchos años, los castellanos dedicaron muchos recursos a la repoblación de Andalucía y Murcia, y fue en esos lugares donde crearon los cargos de Adelantados Mayores, sustituyendo al cargo de merinos. Eran como una especie de virreyes, y tuvieron mucho poder. Y también se creó un consejo real o cancillería con dos arzobispos: el de Santiago y el de Toledo.
En 1266, Alfonso X buscaba estrechar vínculos con Francia, y casó a su hijo y heredero Fernando de la Cerda con una hija del rey francés Luis IX, Blanca de Francia. Sin embargo, este Fernando no llegaría a ser rey, y quien heredaría todo sería su hermano pequeño Sancho. Luego lo veremos.
Alfonso X creó el Honrado Concejo de la Mesta, una especie de asamblea o gremio que reunió a todos los pastores de León y Castilla en una asociación nacional y les dio privilegios tales como protección, que pudieran pillar madera de los bosques, derechos de paso por fincas de otra gente, y eximirles del servicio militar y de testificar en juicios. También se definieron las principales cañadas reales de la ganadería ovina trashumante, que eran los caminos por los que los pastores atravesaban con sus ovejas gran parte de la península, y que a veces entraban en conflicto con agricultores y ganaderos. Este largo traslado servía para que las ovejas tuvieran un mejor pasto dependiendo de la época del año. Como ya comenté, la lana de las ovejas merinas era muy apreciada por toda Europa, y una de las principales exportaciones de Castilla, así como la carne y leche de la oveja churra. De ahí el refrán de no mezclar churras con merinas.
Otro producto famoso en Castilla fue el Jabón de Castilla. Era fabricado con sosa, agua y aceite de oliva, y se producía a gran escala para ser exportado a numerosos lugares de Europa.
El rey redujo los aranceles para fomentar el comercio exterior, se implantó un sistema común de pesos y medidas, y se crearon 25 nuevas ferias. Como curiosidad, se cuenta que como este rey tenía un problema de estómago y no podía comer mucho seguido, ordenó que muchas tabernas sirvieran pequeños aperitivos, y ese fue el origen de las famosas tapas.
Luego, pese a la oposición del rey, fueron apareciendo cofradías, los antecedentes de los gremios. Estas eran agrupaciones de gente con una misma profesión, organizados en aprendices, oficiales y maestros.
Otra gran contribución de Alfonso X fue la consolidación y financiación a Escuela de Traductores de Toledo, que ya existía desde la época del arzobispo de Toledo Raimundo y Juan Hispalense, uno de los principales traductores de árabe a castellano. Alfonso X estaba muy interesado en la cultura, y patrocinó, supervisó y hasta participó en la traducción al castellano de muchísimas obras literarias, científicas y jurídicas junto con intelectuales latinos, hebreos y musulmanes. Destaca la redacción de la Estoria de España, que abarcaba desde los orígenes bíblicos hasta el reinado de Fernando III. Y también fue importante la General Estoria, sobre la historia universal, aunque no fue terminada.
Una de las obras que escribió este rey, o al menos partes de ella, fueron las Cántigas de Santa María, escritas en galaico-portugués. Hasta tenía conocimientos de astronomía y en su reinado se escribieron las Tablas Alfonsíes, tablas astronómicas realizadas en el firmamento de Toledo. Un cráter lunar fue nombrado Alphonsus como homenaje a este rey.
Finalmente, también hubo tiempo para juegos de mesa. Al final de su reinado se redactó el Libro del Ajedrez, Dados y Tablas, que explicaba juegos de mesa de tradición cristiana y musulmana y que contaba con más de 150 ilustraciones.
A pesar de todo lo que hizo este rey, en el tema político-económico fue un desastre, y la última década de su reinado fue complicada. En 1272 tuvo lugar una gran revuelta de nobles encabezada por su hermano Felipe y los nobles Nuño González de Lara y Lope Díaz III de Haro. Estos rebeldes acabaron largándose de Castilla para irse con el emir granadino Muhammad I, o Alhamar. Tras muchas negociaciones, el hijo del rey Fernando de la Cerda logró hacer que volvieran a Castilla.
Al mismo tiempo, las tensiones entre los castellanos y el reino nazarí de Granada era tal que este último alentó a invadir la península a unos magrebíes llamados benimerines que acababan de tomar el poder de lo que hoy es Marruecos. Los granadinos regalaron a los benimerines Tarifa y Algeciras, donde se hicieron fuertes, y vencieron a los castellanos en la Batalla de Écija, de 1275. En esta batalla murió Nuño González de Lara. Más tarde, los benimerines cercaron Córdoba y Alfonso X envió a su flota comandada por el infante Pedro para conquistar Algeciras. A pesar de todos los esfuerzos, no tuvieron éxito.
Además, Alfonso X intervino en el conflicto sucesorio que se estaba produciendo en el Reino de Navarra y que provocó la Guerra de la Navarrería y la incorporación de Navarra al reino de Francia de Felipe III. Las batallitas fronterizas del castellano con Francia fueron un fracaso.
Y para complicar las cosas, ese año, en Villa Real, o Ciudad Real, Fernando de la Cerda murió de forma repentina, y el rey se quedó sin su heredero. Según el derecho consuetudinario castellano, el derecho de sucesión sería para el segundogénito, Sancho, peeeero, según el derecho introducido en Las Siete Partidas, que parece que no se había promulgado aún, el derecho de ser rey iría para los hijos de Fernando de la Cerda, los llamados Infantes de la Cerda, concretamente para mayor: Alfonso de la Cerda.
Aquí se formaron dos bandos. La poderosa familia de Haro apoyaba a Sancho, mientras que los Lara y los franceses apoyaron a Alfonso de la Cerda, sobrino del rey de Francia. Tras mucho meditar, el rey Alfonso X dio el derecho de sucesión a Sancho, pero tuvo que compensar fuertemente a los Infantes de la Cerda. ¿Cómo? Pues Alfonso X decidió crear un reino en Jaén solo para Alfonso de la Cerda.
Tal fue el revuelo, que su esposa, la reina Violante, que apoyaba que su nieto Alfonso fuera rey, cogió un carro y se piró a Aragón. Y no era el único cabreado: Sancho se rebeló contra su padre en 1282 porque no quería fraccionar el reino, y contó con la ayuda de sus hermanos Pedro y Juan (aunque luego este último se arrepintió mazo).
Ese año, las Cortes de Valladolid entregaron el poder de la Corona a Sancho IV el Bravo, aunque sin ser rey. Alfonso X se refugió en Sevilla, y hasta se alió con los Benimerines para intentar recuperar terreno. Sin embargo, en 1284, Alfonso X murió en Sevilla y su hijo Sancho IV fue coronado oficialmente en Toledo a pesar de haber sido desheredado por alzarse contra él. Ese mismo año, Sancho se casó con la noble María de Molina, y juntos tendrían varios hijos, entre los que destaca Fernando, su heredero.
Durante el reinado de Sancho IV se siguió a tope la labor de traducción y escritura de libros. Destaca la traducción de dos grandes enciclopedias: El Libro del Tesoro y el Lucidario. Otra obra importante fue Castigos y documentos del rey Don Sancho.
También Sancho IV otorgó una licencia para crear un estudio general en Alcalá, y este estudio se convertiría dos siglos más tarde en la Universidad Complutense.
Un personaje importante de su corte fue Don Juan Manuel, nieto de Fernando III y un escritor famoso por haber escrito El Conde Lucanor. Aparte de escritor fue duque y príncipe de Villena y señor de un montón de villas, adelantado mayor de Andalucía y Murcia, así como mayordomo real y tutor de Fernando IV y Alfonso XI.
El reinado de Sancho IV el Bravo fue muy complicado, y estuvo lleno de luchas internas. Uno de sus rivales fue su hermano Juan de Castilla apodado luego “el de Tarifa”, que se rebeló con el apoyo de Lope Díaz III de Haro, señor de Vizcaya, que en un principio era amigo del rey Sancho y éste mismo le había dado muchísimo poder. Durante una asamblea en Alfaro en 1288, ambos discutieron y Lope sacó un puñal, pero los hombres del rey le cortaron rápidamente la mano y Sancho terminó rematando al señor vizcaíno. A su hermano Juan no le mató porque María de Molina se puso en medio, pero fue encerrado en prisión. De todas formas, poco después fue liberado y volvió a ponerse bajo las órdenes del rey. Pero sería un completo error.
Por cierto, tras la ejecución de Lope Díaz III de Haro, su hijo heredó el señorío de Vizcaya. Ese fue Diego López IV de Haro, quien se unió a Navarra y Aragón para combatir al asesino de su padre Sancho IV y reconocer como rey de Castilla a Alfonso de la Cerda. Sin embargo, Sancho IV logró invadir Vizcaya y se cargó a Dieguito.
El poder de Vizcaya pasó entonces a su hermana: María Díaz de Haro, en el año 1289. Esa chica se casó con Juan de Castilla, el de Tarifa, quien sería un personaje muy importante en estos años. En 1292, Sancho IV cedió Vizcaya a Enrique el Senador, hermano de Alfonso X el Sabio que había regresado al reino tras pasar muchos años en una prisión italiana por movidas que no vienen al caso ahora mismo.
Ocupó el cargo un año, y el siguiente señor de Vizcaya sería el tío de María Díaz: Diego López V de Haro. Este Diego era bisnieto de Alfonso IX de León, y se casó en 1282 con Violante de Castilla, hija del rey Alfonso X. Entre 1284 y 1288 fue alférez del rey Sancho IV, y en 1287 ejerció el cargo de adelantado mayor de Castilla. En resumen, que era una de las personas más poderosas del reino, y más adelante fundaría Bilbao, lo que le convierte en el putísimo amo. Luego lo veremos.
También el rey Alfonso III de Aragón decidió apoyar a Alfonso de la Cerda con sus pretensiones sobre la corona castellana, y le coronó rey de Castilla en Jaca, en 1288. Tras dos años de guerra, en 1290, ambos bandos firmaron la paz y Alfonso de la Cerda recibió el Reino de Murcia para él, aunque estaría bajo la autoridad de Sancho.
Ahora vuelve a ser importante Tarifa. En 1292, Sancho IV la recuperó de manos benimerines y se la entregó a un hombre de su confianza: Alonso Pérez de Guzmán, o Guzmán el Bueno, señor de León.
En 1294, Juan de Castilla volvió a rebelarse contra el rey en el Conflicto de Tarifa, del cual vendría su mote. Juan pidió ayuda a los Benimerines y los Nazaríes, y juntos sitiaron la plaza de Tarifa, defendida por este Guzmán el Bueno. Según la leyenda, Juan y los suyos habían capturado al hijito de Guzmán el Bueno, y amenazaron con matarlo si no rendía el castillo. Guzmán entonces lanzó una daga para que lo mataran antes que sucumbir al chantaje de los sitiadores. Y Juan ordenó degollar al menor.
La buena noticia es que ni Juan de Castilla ni los benimerines lograron tomar Tarifa, y estos últimos se volvieron al Magreb mientras Juan se refugiaba en Granada. Seguiría dando mucho por culo durante los siguientes años. Por otra parte, Guzmán el Bueno fue recompensando por el rey con el Señorío de Sanlúcar, que contenía las villas de Sanlúcar de Barrameda, Rota y Chipiona. Y en el futuro recibiría más tierras.
En el año 1295, Sancho IV murió de tuberculosis en el Alcázar de Toledo, y entonces fue coronado su hijo Fernando IV el Emplazado, quien tenía solo 9 años de edad y era considerado ilegítimo por el papado porque sus padres eran primos; de hecho, sus padres tuvieron que falsificar la aprobación papal de la boda. El caso es que, durante esta minoría de edad, su madre María de Molina fue la que se encargó de la regencia.
Los siguientes años son un caos de rebeliones de un montón de nobles. Para empezar, el infante Juan de Castilla el de Tarifa siguió dando por culo, ahora reclamando el trono. Y además contó con el apoyo de los nazaríes, pues se refugiaba en el Reino de Granada, y también con el apoyo del rey portugués Dionisio I.
Por otro lado, Enrique el Senador, hijo de Fernando III y tío de Fernando IV reclamaba la tutela del niño rey.
En un tercer bando estaban los Infantes de la Cerda, liderados por Alfonso de la Cerda, y apoyados por Francia, Aragón y la abuela del rey Violante de Aragón.
Y finalmente estarían los nobles castellanos en general liderados por Juan Núñez II de Lara. Este bando apoyó a los de la Cerda en sus pretensiones y pactó ayuda aragonesa a cambio de regalarles Murcia. En fin, que Castilla en estos años cayó en una anarquía de la leche.
Para complicar las cosas tenemos que hablar del Señorío de Vizcaya. Resulta que, en 1295, Diego López V de Haro, aprovechando toda esta movida, y con el apoyo de Jaime II de Aragón, invadió Vizcaya y arrebató el señorío a Enrique el Senador. Por esto, a Diego López V de Haro se le apodó “el intruso”.
Sin embargo, este tipo es famosísimo porque en el año 1300 fundó la villa de Bilbao, a orillas del río Nervión, que antes de eso era una pequeña aldea marítima. En la Plaza Circular podréis ver una estatua del tipo.
Además, en 1296 se fundó la Hermandad de las Marismas, una federación de los principales puertos del mar Cantábrico, vascos y cántabros mayormente: Santander, San Vicente de la Barquera, Ladero, Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía y Castro Urdiales, siendo en ésta última donde se estableció la sede central. Estos puertos formaban un poder naval del primer orden al servicio de la Corona de Castilla, y esta hermandad fue creada para defender sus intereses comunes frente al poder real y nobiliario.
Pero bueno, abandonemos el norte y volvamos a la trama principal del juego de tronos castellano. Jaime II de Aragón comenzó a invadir Alicante y parte de Murcia, y logró coronar a Alfonso de la Cerda rey de Castilla en Sahagún, al mismo tiempo que Juan de Castilla se proclamaba rey de León.
Finalmente, los portugueses fueron a cercar a Fernando IV en Simancas, pero María de Molina les amenazó con romper pactos entre ellos si atacaban, y los dos bandos acabaron firmando el Tratado de Alcañices, de 1297, y hubo paz. Al ver menguados sus apoyos, el infante Juan, en 1300, durante las Cortes de Valladolid, decidió rendirse y renunció a sus pretensiones al trono.
En 1301, el papa Bonifacio VIII hizo hijo legítimo a Fernando IV, con lo que muchos de los argumentos de los rebeldes ya no tenían sentido. Además, Fernando IV alcanzó su mayoría de edad y comenzó a reinar por su cuenta.
Aun así, en la corte castellana hubo intrigas en tres bandos.
Uno de la reina María de Molina intentando pacificar a todo dios y que su hijo reinase tranquilo; de hecho, logró hacer que Alfonso de la Cerda renunciase al trono a cambio de unas cuantas villas.
Otro bando fue el del anciano Enrique el Senador (quien murió pocos años después) y Diego López V de Haro, que empezaron a envenenar la mente del joven rey para ponerlo en contra de su madre, quien era un obstáculo para sus intereses;
y finalmente tendríamos al bando del joven rey Fernando IV, que ahora se llevaba bien con el infante Juan de Castilla y con Juan Núñez II de Lara, quienes se habían enemistado con los otros dos grupos y también empezaron a lanzarles mierda.
Del año 1304 es importante la Sentencia Arbitral de Torrellas. Fue un acuerdo entre Fernando IV de Castilla y Jaime II de Aragón para lograr la paz entre ambos reinos y delimitar sus fronteras. En él, se estableció la frontera en el río Segura, quedándose Aragón con parte de Alicante, y al año siguiente se ratificó en el Tratado de Elche.
En 1305, Juan de Castilla y María Díaz de Haro, quienes eran marido y mujer, reclamaron Vizcaya y presentaron pruebas de que ellos debían gobernar el señorío en las Cortes de Medina del Campo. Diego López V de Haro llegó a las cortes con sus caballeros más chulo que un ocho y dijo que ni de coña, y que no iba a renunciar a su señorío.
Entre 1306 y 1307, Diego López V de Haro y su aliado el noble castellano Juan Núñez II de Lara declararon la guerra al rey Fernando IV por el control del Señorío de Vizcaya. Al final, Diego y María llegaron a acuerdos, y Diego la reconoció heredera a su muerte. Juan Núñez II no estuvo de acuerdo y se atrincheró en el castillo de Tordehumos, en Valladolid, donde fue asediado por el rey, pero pronto se reconciliaron todos.
Fernando IV tenía la idea de continuar con la conquista de tierras musulmanas, y en 1309 trató de conquistar Algeciras, pero fracasó. Aun así, logró apoderarse de Gibraltar. En estas campañas participaron Juan de Castilla, Don Juan Manuel, Diego López V de Haro y Juan Núñez II de Lara. Y también Guzmán el Bueno, quien murió poco después. Diego López V de Haro también la palmó durante estas conquistas en 1310, y según lo acordado, María Díaz de Haro volvió al gobierno de Vizcaya.
Finalmente, dos poderosas familias del reino, los Benavides y los Carvajales, estaban dándose de hostias todo el rato. Cuando un miembro de los Benavides fue asesinado, un amigo del rey, éste culpó a los Carvajales y los despeñó por la Peña Martos metidos en una jaula de madera. Antes de morir, estos juraron que eran inocentes y que apelaban la decisión del rey y que en 30 días Dios le enjuiciaría a él. Todos se despollaron, pero según la leyenda, el rey Fernando IV murió al cabo de esos 30 días.
En fin, que en 1312, el rey Fernando IV murió en Jaén con solo 26 años, de tuberculosis parece ser. Su hijo de 1 año Alfonso XI el Justiciero fue coronado rey de la Corona de Castilla. Durante su minoría de edad, la regencia fue para su abuela María de Molina y su madre Constanza de Portugal, aunque esta última murió pronto.
Como viene siendo habitual, al ser el rey un niño, hubo una pugna por controlar el papel de tutor. Don Juan Manuel comenzó una rebelión en el sur, y al final acabaron haciendo las paces con él y dándole el título de Adelantado mayor de Murcia.
Por otro lado, entre otros nobles rebeldes estaban el Infante Pedro de Castilla, hermano del rey anterior, y Juan de Castilla el de Tarifa.
Sin embargo, en 1319 se produjo una gran revuelta del Reino Nazarí de Granada, y estos dos fueron allá para luchar contra los musulmanes. Sin embargo, los castellanos fueron derrotados en el hecho conocido como el Desastre de la Vega de Granada o Batalla de Sierra Elvira. El ejército de Ismaíl I atacó a las tropas castellanas y Juan cayó del caballo y se desnucó, y a Pedro le dio una apoplejía y se quedó moñeco tras enterarse de la muerte del otro. En fin, que ambos murieron en un lugar conocido a partir de entonces como el Cerro de los Infantes.
Dos años después murió María de Molina, y la tutoría del pequeño rey fue para Don Juan Manuel. En 1325, ya con catorce años, Alfonso XI el Justiciero ya pudo reinar él solico. Fue apodado así por lo enérgico que fue para mantener controlada a la nobleza y hacer que se respetaran las leyes de la corona. Este sometimiento de la nobleza rebelde fue logrado mediante el enchironamiento de nobles y asesinatos varios.
Durante los años veinte en Vizcaya, María Díaz de Haro fundó las villas de Lequeitio, Ondarroa y la más importante: Portugalete. Esta villa estaba situada en la desembocadura del Nervión, y se hizo popular por ser una parada importante para los comerciantes marítimos y sobre todo por el comercio de hierro de la zona. Los pobladores del lugar se dedicaban a la pesca y también a los viñedos, con los que hacían txakoli, que es un vino blanco un poco acidete. Es famoso el mercado central de la villa, donde tenía lugar toda la actividad comercial. Finalmente, María ordenó la construcción de una pequeña iglesia gótica, la de Santa María, que pronto se quedó pequeña y al siglo siguiente construyeron una más grande.
En 1322 se retiró del gobierno vizcaíno para meterse a monja en el Monasterio de Santa María de la Consolación de Perales, y dejó Vizcaya a su hijo Juan de Haro el Tuerto, uno de los grandes enemigos del rey. Pero su retiro no duraría mucho. Resulta que Juan intentó casarse con una hija del rey aragonés, y Alfonso XI vio una amenaza de rebelión ahí, por lo que lo mandó asesinar cuando estaba en la ciudad de Toro. Así pues, María Díaz de Haro volvió a regir Vizcaya por 3ª vez. Su gobierno duraría hasta 1334, cuando renunció a favor de su nieta también llamada María Díaz de Haro, casada con Juan Núñez III de Lara, hijo de Fernando de la Cerda.
En 1328, Alfonso XI se casó con su prima María de Portugal, y juntos tuvieron a Pedro el Cruel. Sin embargo, el rey tenía una amante andaluza llamada Leonor de Guzmán, de la que no se separó nunca y con la que tuvo otro hijo, Enrique de Trastámara. Esto será muy importante, porque ambos hijos acabarían siendo reyes a base de hostias.
En 1330, Alfonso XI obtuvo una gran victoria contra los nazaríes en la Batalla de Teba, en Málaga. El sultán Muhammad IV tuvo que volverse vasallo de Castilla y pagar parias.
En 1331, Alfonso de la Cerda se sometió al vasallaje del rey y puso fin a sus pretensiones de ser rey, que ya era hora.
Y al año siguiente la Cofradía de Arriaga hizo lo mismo y sus hidalgos entregaron Álava, que pasó a ser un señorío de realengo. El rey también creó la Orden Militar de la Banda, para premiar a los caballeros más leales.
Ahora los rebeldes más destacados del reino eran Don Juan Manuel y Juan Núñez III de Lara.
También en estos años vivió Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, una especie de decano de la provincia de Guadalajara. Pues este tío es famoso por haber escrito el Libro del Buen Amor, que seguramente hayáis tenido que leer en la escuela.
También se pusieron de moda los combates de nobles con toros, que empezó siendo como un entrenamiento de combate, pero acabó como fiesta popular.
Otra cosa importante que hizo Alfonso XI fueron el Ordenamiento de Alcalá, un conjunto de leyes para la Corona de Castilla, y que pretendía acabar con las leyes más regionales y quitar poder a la nobleza, pero tardaría muchísimo en aplicarse.
Y mientras tanto, en 1333, nazaríes y benimerines se unieron para cercar Gibraltar y la conquistaron. Aunque el rey trató de retomarla, fue imposible.
Por suerte, tras muchas batallas, hacia 1337, tanto Juan Núñez como don Juan Manuel acabaron rindiéndose y volvieron a ser fieles al rey.
Alfonso XI, aliado con los portugueses, se lanzó al ataque contra nazaríes y benimerines, y logró una gran victoria en Cádiz, en la Batalla del Salado, de 1340, lo que frenó el intento de invasión de los benimerines.
Gracias al botín obtenido en esta victoria, el rey castellano ordenó construir el Palacio Real de Tordesillas, aunque más tarde fue reconvertido en el Monasterio de Santa Clara.
Las victorias contra los benimerines continuaron para el castellano, y en 1344 logró apoderarse de Algeciras tras un largo asedio. Aquí participaron también aragoneses, genoveses, portugueses y cruzados europeos. También participó el rey navarro Felipe III, quien, por cierto, la palmó aquí.
Mientras tanto, en 1337 comenzó la Guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra. Si queréis saber más, aquí os dejo algunos vídeos hablando de ella. El caso es que los ingleses prohibieron a Flandes el comercio de lana, por lo que los castellanos aprovecharon para exportar la suya, las de ovejas merinas, y gracias a ello hubo un gran crecimiento del comercio exterior.
Pero no todo iban a ser buenas noticias. En esos años llegó a la península un enemigo invisible: la Peste Negra, la cual se extendió por Europa matando a millones de personas. También tengo un vídeo hablando en detalle de todo lo que supuso esta enfermedad, aquí os lo dejo. Una de estas víctimas de la peste negra fue el propio rey, quien falleció por esta enfermedad mientras sitiaba Gibraltar en 1350, en mano de los benimerines.
Le sucedió en el trono su hijo de 15 años Pedro I el Cruel o el Justiciero, dependiendo a quien le preguntes. Éste fue el último rey de la Dinastía de Borgoña. El chaval era bastante joven, y del gobierno se encargó su mano derecha Juan Alfonso de Alburquerque, un aristócrata portugués.
La situación del reino era mala debido a la peste negra, y Pedro I decidió firmar una tregua con nazaríes y benimerines. Luego apresó y más tarde ejecutó a la amante de su padre, Leonor de Guzmán, para evitar conspiraciones con los 7 hijos ilegítimos que había tenido con su padre. El mayor era Enrique, conde de Trastámara, un pequeño territorio situado en Galicia. Este Enrique vio todo esto como un despropósito y desde el norte comenzó una rebelión contra el rey.
En 1351, la ciudad de Burgos se rebeló contra el rey al mando del merino mayor de Castilla Garcilaso II de la Vega, antepasado del poeta del siglo de oro. Pedro I fue para allá y lo mató brutalmente, lo que puso fin al motín. Por cierto, el padre de este tipo fundó la casona que originaría la ciudad de Torrelavega, en Cantabria.
Este asesinato, unido a la redacción del Libro de las Behetrías, usado para registrar los ingresos y propiedades de la nobleza, hizo que estos nobles se levantaran contra Pedro. El monarca se ganó el apelativo de “el cruel” porque se dedicó a ejecutar y asesinar sin compasión a sus opositores.
No todo son muertes en la vida de Pedro I. Se enamoró a saco de una doncella llamada María de Padilla y se convirtió en su amante. No podía casarse con ella porque Alburquerque le había conseguido un matrimonio con Blanca de Borbón, sobrina del rey de Francia. Sin embargo, Pedro I pasaba de ella, (y la envió a un castillo en Sigüenza) para liarse con Padilla. Muchos nobles protestaron por ello, y Albuquerque comenzó a liderar una rebelión contra el rey, a la que se unió Enrique de Trastámara.
Así comenzó la 1ª Guerra Civil Castellana, que duró de 1351 a 1369, es decir, prácticamente todo su reinado.
Pedro I se encargó de Albuquerque y parece que logró envenenarlo. Luego conquistó el territorio de las Encartaciones, y tras eso, expulsó al niño Nuño Díaz de Haro y con ello, Vizcaya, Lerma y Lara se incorporaron a los dominios reales. Nuño murió y sus hermanas (Juana de Lara e Isabel) pasaron a gobernar Vizcaya bajo la tutela del rey castellano.
Esta Juana de Lara se casó con un medio hermano del rey y hermano del Trastámara: Tello de Castilla, y se convirtió en señor consorte de Vizcaya. Esta relación puso en peligro a Juana, y estando en Aguilar de Campoo, en Palencia, llegó Pedro el cruel y la ejecutó en 1359, y ordenó la detención y ejecución de Tello y de su gemelo Fadrique. Este último también acabó sin cabeza.
Sentimiento ninguno, desde luego. Cuenta la leyenda que en esos años ordenó asesinar de un ballestazo a su esposa Blanca y que él mismo se cargó con una lanza al sultán Muhamed VI el Bermejo.
En el año 1356, Pedro I comenzó una guerra contra la Aragón de Pedro IV el Ceremonioso. La causa fue porque estando el rey en Sanlúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz, vio cómo un barco aragonés atacaba a otros italianos allí atracados, genoveses concretamente, aliados de Castilla. Pedro IV se negó a disculpase y estalló la guerra entre ambos que duró una década, la llamada Guerra de los Dos Pedros. En la parte de Aragón hablaré más de ella.
Las encerronas y ejecuciones a nobles se convirtieron en el pan de cada día, y Enrique de Trastámara huyó a Francia, donde se convirtió en mercenario y se hizo colega de Beltrán Duguesclín, líder de las compañías blancas, una banda de mercenarios. Más tarde, acabó en Aragón conspirando junto con Pedro el Ceremonioso en el contexto de la guerra de los dos Pedros.
En el año 1366, Enrique de Trastámara decidió volver a Castilla con sus nuevos amigos mercenarios franchutes, y fue proclamado rey de Castilla con el apoyo de un montón de nobles descontentos con Pedro I. Esto lo consiguió bajo la promesa de conceder títulos y riquezas a los nobles, de ahí que le apodaran “el de las mercedes”.
Los 3 años finales de la 1ª Guerra Civil Castellana son los más importantes y conocidos.
Viendo la que se le venía encima, el rey Pedro salió de Castilla cagando leches y se refugió en Gascuña, territorio en Francia que pertenecía a Inglaterra. Allí se hizo amigo de varios ingleses importantes que estaban dándolo todo en la Guerra de los 100 años, como el Príncipe Negro, Eduardo de Gales, y su hermano Juan de Gante. A estos les prometió que si le ayudaban a recuperar el poder les regalaría Vizcaya y la villa de Castro Urdiales, y a los navarros les prometió Guipúzcoa, Álava y parte de La Rioja.
En 1367, Pedro I se sintió con fuerzas y volvió a Castilla para recuperar lo que era suyo. Los ejércitos de los dos hermanos se enfrentaron en la Batalla de Nájera, y Enrique de Trastámara sufrió una gran derrota, pero consiguió huir a Francia.
Parecía que Pedro I volvía a afianzarse en Castilla, pero como había prometido regalar Vizcaya a los ingleses y no lo cumplió, estos lo abandonaron. Gracias a esto, Enrique de Trastámara tuvo una nueva oportunidad. En el año 1369, Enrique logró cercar a Pedro I en la Fortaleza de Montiel, en Ciudad Real.
Se dice que Pedro I intentó escapar a la desesperada, y para ello contactó con Beltrán Duguesclín, quien le prometió ayudarle en su fuga, pero este le condujo a la tienda del campamento del Trastámara, donde ambos contendientes se encontraron cara a cara. Fue allí donde entre los dos comenzó un duelo a muerte con cuchillos. Parecía que Pedro I iba a ganar, pero mientras peleaban en el suelo, Beltrán le cogió de las piernas al rey y lo volteó, y Enrique de Trastámara lo tuvo más fácil para pegarle varias puñaladas mortales. Duguesclín dijo: “Yo ni pongo, ni quito rey, pero ayudo a mi señor”.
En resumen, que Enrique de Trastámara asesinó a Pedro I y fue así como fue coronado con el nombre de Enrique II. Con él comenzó la Dinastía Trastámara en la Corona de Castilla.