La siguiente historia tiene lugar entre el año 1525 y el 1553 d.C.
A continuación, voy a seguir hablando de la conquista española de América, pero con un aliciente divertido: la búsqueda de ciudades perdidas misteriosas llenas de oro, como son, por ejemplo, el mito de El Dorado o de Cíbola.
Desde los primeros tiempos de la conquista ya se hablaba de ciudades repletas de oro. En parte, aquello era cierto. Tenochtitlan y sobre todo Cuzco eran ciudades muy lujosas, y tras sus respectivas conquistas, muchos exploradores españoles pensaron que tendría que haber más. Esa ilusión los llevó a fantasear con otros grandes imperios inexistentes llenos de riquezas.
También se cree que los propios gobernantes de los virreinatos fomentaban estas ideas para que más aventureros exploraran y conquistaran; y por supuesto, parece que muchas tribus nativas decían: “cerca de aquí hay una tribu que tiene mucho oro, id allí”. Todo esto para que los españoles fueran a molestar a una tribu rival.
El origen del mito de El Dorado (1525-1546)
Pero… ¿existió El Dorado? ¿Cómo surgió este mito? Actualmente se piensa que el Dorado como tal son un conjunto de fábulas diferentes mezcladas, pero parece que existió una base real, y para ello tenemos que viajar a lo que hoy es Colombia.
Allí vivían los Muiscas, o los Chibchas, quienes llegaron por el año 700 al altiplano cundiboyacense. Con el paso de los siglos se impusieron a otras tribus que había alrededor hasta formar una cultura más desarrollada.
Así, hacia el año 1450, se creó la Confederación Muisca, una agrupación de tribus chibchas para defenderse de otras etnias de alrededor. Esta confederación se dividía en el Zipazgo de Bacatá, con capital en lo que luego será Bogotá; y en el Zacazgo de Hunza. Gobernaban un zipa y un zaque respectivamente, cargos que vienen a ser como rey o cacique. Aparte estaba el territorio sagrado de Iraca y Tundama, regido por una casta sacerdotal.
Estos muiscas tenían una ceremonia sagrada para coronar al nuevo rey. Iban en procesión a la Laguna de Guatavita y embadurnaban al nuevo monarca en polvo de oro hasta parecer un premio Oscar. Luego le subían a una balsa y en el lago empezaba a tirar un montón de ofrendas de oro y gemas. Finalmente se tiraba al agua y se quitaba el polvo de oro. Todas esas ofrendas iban para uno de sus dioses, Sua, el sol, quien vivía en aquel lago y requería oro para no enfadarse.
La conquista de Colombia
Ahora volvamos al periodo de conquista. No sé si os acordaréis de Rodrigo de Bastidas. Bueno, pues este conquistador fundó, en 1525, la ciudad de Santa Marta, en la Bahía de Gaira, la primera ciudad fija de los españoles en el territorio colombiano. Recordemos que todo ese territorio costero en Tierra Firme era llamado Nueva Andalucía.
El caso es que a Santa Marta llegaron 50 colonos españoles, tanto hombres como mujeres, para comenzar a poblar el lugar. Bastidas solicitó amistad con las tribus de la zona, y los gaira y los taganga aceptaron, pero los taironas no, y comenzaron a atacar el poblado.
Bastidas insistía en llegar a un acuerdo pacífico con los taironas, y prohibía esclavizar a nadie. Parece que tenía un pasado esclavista del que se arrepentía. Algunos colonos, hartos de su pacifismo, y también jodidos por una epidemia, conjuraron contra él y trataron de matarle mientras estaba enfermo. Bastidas no murió y apresó a los conjurados, que acabaron en la horca.
Ahora toca hablar de Pedro de Heredia. Éste fue el fundador de Cartagena de Indias en 1533. Allí tuvo algunas luchas con los nativos y también llegó a acuerdos de paz. Acabó enrollado con una nativa mokaná bautizada como Catalina, y ésta le dijo que nunca explorara la selva, que era muy peligrosa. Pedro le hizo caso, pero su hermano Alonso de Heredia no, e hizo diversas exploraciones al interior, pero no encontró nada interesante.
En 1537 llegó el turno del explorador Gonzalo Jiménez de Quesada. Acompañado por 500 soldados españoles, Quesada remontó el río Magdalena y llegaron a la sabana de Bogotá, donde se toparon con la Confederación Muisca. Esta gente tenía figuritas de oro, esmeraldas y otras piedras preciosas, especialmente en el sagrado Templo del Sol, en Sogamoso, pero tampoco era una cantidad muy loca. Eso sí, los nativos les hablaron del ritual con oro de la laguna de Guatavita, aunque ya hacía tiempo que no se realizaba.
Quesada vio que aquel lugar prometía, así que fundó, en 1538, la aldea de Santa Fe de Bogotá en medio del territorio de la confederación. Esto no fue bien visto por el zipa Zaquesazipa, y ordenó atacarles. Tras unos meses de luchas, emboscadas, flechazos y espadazos, Quesada logró aliarse con los panches, enemigos acérrimos de los muiscas, y juntos lograron someterles.
Quesada terminó de fundar Bogotá y llamó a todo aquel territorio gobernación de Nueva Granada, porque le recordó mucho a su Granada natal, aunque otros dicen que era de Córdoba. No se sabe bien.
Estableció encomiendas, pero incluyendo cacicazgos completos, con la intención de no romper las unidades familiares y sociopolíticas de los chibchas.
Ahora pasamos a Sebastián de Belalcázar, que quizás os suene del capítulo anterior, ya que en 1534 conquistó Quito, en Ecuador, con ayuda de Diego de Almagro. Fue en esa zona donde Sebas empezó a escuchar historias de rituales con mucho oro más al norte. Montó una expedición y, cuando llegó a la sabana de Bogotá, se topó con Quesada. Se le habían adelantado.
Otro que llegó a la zona al mismo tiempo fue Nicolás de Federman, un explorador alemán. El tipo quiso reclamar la zona, pero al final el beneficiado fue Belalcázar.
La Venezuela alemana de los Welser
De todas formas, quedémonos con Federman. Este alemán había sido contratado por los Welser, una familia de banqueros del Sacro Imperio, para explorar la zona de Venezuela. Resulta que el emperador Carlos andaba mal de pasta por todo el tema de ser nombrado emperador, y se había endeudado con estos banqueros alemanes. Para saldar sus deudas les otorgó la gobernación del territorio y las riquezas que allí encontraran, aunque le tenían que pagar el quinto real.
Ya que estamos, vamos a conocer un poco de la historia de Venezuela. Este territorio estuvo lleno de conflictos durante los primeros años de conquista, especialmente en lo que se llamó Provincia de Margarita. Allí se creó Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua, y en tierra se creó el asentamiento de Cumaná. Por un lado, muchos conquistadores querían esclavizar a los nativos para tenerles trabajando pillando perlas, y por otro, religiosos como Bartolomé de las Casas o Pedro de Córdoba se oponían a ello.
En 1527, el gobernador de Santo Domingo envió al militar Juan Martín de Ampués a combatir a los tratantes de esclavos de allí. Ampués entabló amistad con los nativos caquetíos, liderados por Manaure, y fundó la ciudad de Coro.
Luego, hacia 1529, el emperador Carlos arrendó el lugar a los alemanes estos y su primer gobernador fue Ambrosio Alfínger. Ese mismo año luchó contra las tribus del lago Maracaibo y fundó Nueva Nuremberg, que luego sería Maracaibo.
De todas formas, estos alemanes no tenían ninguna intención de asentarse permanentemente allí. Solo querían buscar ciudades de oro y ya. Si los nativos eran pacíficos genial, pero si les molestaban lo más mínimo ellos no hacían esclavos. Los masacraban a todos.
Pero ahora volvamos a Colombia y a El Dorado. Belalcázar se quedó bastante decepcionado, pero tras eso hizo algo que le gustaba mucho: fundar ciudades. Así fundó La Asunción de Popayán… La Villaviciosa de la Concepción de Pasto, actual San Juan de Pasto… la Villa de Neiva… Villa de Buenaventura… San Jorge de Cartago… y junto con el capitán Jorge Robledo fundó Santafé de Antioquía en 1541. Luego le acusaron de haber matado a Robledo por movidas con sus jurisdicciones, le condenaron a muerte, y murió en 1551 en Cartajena de Indias cuando iba a zarpar hacia España para apelar.
En fin, con la conquista del territorio muisca, los conquistadores empezaron a desaguar la Laguna de Guatavita. Algo de oro encontraron, pero mucho menos del que esperaba. ¿Con esto quedaba resuelto el misterio de El Dorado? Ni de coña. La esperanza nunca se pierde. Ahora todo parecía indicar que la ciudad petada de oro estaba en algún lugar de la selva del Amazonas, concretamente en la región de Omagua, entre Perú, Colombia, Venezuela y Brasil.
Durante los años siguientes, Nicolás de Federman, Ambrosio Alfínger y Jorge de Espira exploraron la selva amazónica en busca de ciudades perdidas. Lo gracioso e irónico de todo esto es que ni en la zona muisca ni en la zona amazónica existían minas de oro. Muchas tribus del norte sudamericano consiguieron oro por intercambio o conquista de otros pueblos, los cuales lo conseguían en minas que estaban en Venezuela mayormente. Y los europeos no se coscaron de esto hasta bastante tiempo después.
Como es evidente, ninguna de las expediciones alemanas tuvo éxito, y en los años 40 le llegó el turno a Philip von Hutten, o Felipe de Utre. Según pasaba el tiempo, los alemanes veían que lo del Dorado era un mito, y que no valía la pena adentrarse en la selva. Luego un maremoto destruyó Nueva Cádiz de Cubagua y ya los colonos se hartaron bastante del lugar.
En 1546, Hutten estaba desaparecido, pensaron que había muerto luchando contra los Omaguas, y Juan de Carvajal fue nombrado gobernador interino de Coro. Este tipo comenzó a desmantelar la ciudad para crear una propia: El Tocuyo. Y es que Coro estaba en decadencia, ya que los Welser no estaban desarrollando nada, y Carvajal quería asentarse en un lugar bueno donde prosperar, lejos de los intereses alemanes y de su mierda de gestión.
Cuando Hutten y Bartolomé Welser, el heredero de la familia banquera, reaparecieron, se enfadaron con Carvajal y éste acabó matándolos. Poco después, Carvajal fue arrestado y ejecutado, pero aún así, los Welser perdieron el derecho de explotación y Venezuela volvió a manos españolas.
Exploraciones por el Orinoco y el Amazonas
El conquistador zamorano Diego de Ordás también buscó El Dorado. Este tío había participado en la conquista de Tenochtitlan y fue el primer europeo en subir a la cima del volcán Popocatépetl. En 1531 comenzó un viaje remontando el río Orinoco con varias embarcaciones pequeñas, y llegó hasta el río Meta, aunque no encontró nada.
Ahora hablemos de la expedición de Francisco de Orellana, quizás la más importante relacionada con El Dorado. Orellana era pariente de Francisco Pizarro, y participó en la conquista del Perú, donde perdió un ojo. Durante la guerra civil apoyó a los pizarristas y fue nombrado teniente de gobernador de Guayaquil, población en el actual Ecuador.
En 1541 se unió a Gonzalo Pizarro para explorar el Amazonas desde Ecuador. Salieron de Quito rumbo al este. Atravesaron los Andes, y desde Zumaco se internaron por el río Coca hasta el Napo, y las pasaron putas en la selva.
La mitad de la expedición murió y Gonzalo dio a Orellana 60 hombres y un pequeño bergantín que construyeron, el San Pedro, y le dijo que se adelantara y buscara comida. Orellana nunca pudo volver debido a las corrientes, y Gonzalo se cansó de esperar y volvió al Perú.
Pero Orellana no estaba muerto como se creía, solo explorando el Amazonas. Su viaje fue una epopeya tremenda que duró 8 largos y angustiosos meses. Se enfrentaron a multitud de peligros, desde animales salvajes a tribus cabreadas, y también tuvieron que construir otro bergantín, el Victoria.
Fue Orellana quien llamó Amazonas a este río, y la razón es que la expedición, entre el río Negro y el Tapajós, fue atacada por una tribu de mujeres guerreras, lo que les recordó a las amazonas de la mitología griega.
También se cuenta que Orellana tuvo contacto con las civilizaciones de ciudades circulares del Amazonas profundo, en la zona de Xingú. Una de ellas, Kuhikugu, se piensa que podría haber dado forma a la famosa ciudad perdida de Z, la que buscó el explorador Percy Fawcett.
Tras sortear todos estos peligros, en agosto de 1542, Orellana llegó a la desembocadura del Amazonas y logró salir al Océano Atlántico.
Habiendo sobrevivido a tremendo viaje, Orellana regresó a España para que le permitieran colonizar la zona. Tras recibir permiso, volvió al delta del Amazonas y trató de establecerse, pero todo fue un desastre. En 1546, Orellana y varios de sus hombres fueron atacados por indios caribes y acabaron muertos parece ser que por flechas envenenadas.
Tras el viaje de Orellana hubo muchísimas expediciones más, pero todas fracasaron. Es famosa la de Lope de Aguirre hacia 1560, pero de esa ya hablaré más adelante.
Las 7 ciudades de Cíbola (1536-1543)
Ahora tenemos que olvidarnos de América del Sur para viajar a Norteamérica. En un capítulo anterior conocimos el loco viaje de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Tras casi 8 años perdidos por América del Norte, en 1536, él y tres compañeros suyos lograron llegar hasta el Virreinato de Nueva España. Poco después, Vaca escribió toda su historia en un libro titulado Naufragios.
En este libro, Vaca mencionó que los nativos le habían contado que más al norte había ciudades llenas de oro y riquezas. Muchos relacionaron esto con el mito de las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira, cuyo origen ya conté en los primeros capítulos.
El virrey de Nueva España Antonio de Mendoza, pronto organizó una expedición para intentar descubrir alguna de estas ciudades perdidas. El líder fue un franciscano galo llamado Marcos de Niza, y estuvo acompañado por Estebanico, uno de los cuatro supervivientes del viaje de Vaca.
En 1539, la expedición llegó a un lugar llamado Vacapa, que se cree que estaba ubicada por lo que hoy es el estado mexicano de Sonora. Allí los españoles spoilearon la serie de Vikings a los nativos. No, es broma. Lo que pasó fue que Estebanico habló con los nativos y le contaron que aquellas leyendas de ciudades de oro eran ciertas, y que fueran más al norte.
Siguieron avanzando y llegaron a Hawikuh, en Nuevo México, en el actual Estados Unidos. Parece que allí fueron atacados por nativos zuñi, y muchos expedicionarios murieron, incluyendo Estebanico.
A su regreso, Marcos de Niza dijo que había avistado a lo lejos una gran ciudad llena de oro. Era mentira. Se cree que mintió para que le dieran una nueva oportunidad.
La Expedición de Francisco Vázquez de Coronado
El bulo de Niza convenció al virrey, y pronto se organizó una expedición mucho más pepina, la del salmantino Francisco Vázquez de Coronado, sobrino político del virrey.
En 1540, Coronado y Niza partieron de Culiacán rumbo norte por tierra con 340 hombres y 800 nativos aliados, como tlascaltecas y tarascos, y un montón de carros y cabezas de ganado. A su vez, partiría por mar una flota al mando de Fernando de Alarcón llena de víveres y provisiones. Estos llegaron hasta Yuma, entre California y Arizona.
Coronado atravesó el desierto de Sonora y se adentró en lo que luego serían los Estados Unidos tras cruzar el río de San Pedro. Atravesaron parte de Arizona, que como su propio nombre indica, es una zona árida de cojones. Hay una teoría, no sé hasta qué punto cierta, que dice que el lugar fue bautizado así por conquistadores vascos, ya que, en euskera, “aritz ona” significa “buen roble”, por ser lo único destacable que habría.
Llegaron hasta Hawikuh, en territorio de la tribu de los zuñi, donde supuestamente estaba Cíbola, y vieron que allí no había nada de valor, solo casas de adobe y nativos que vivían malamente. Coronado se enfadó muchísimo con Niza y le acusó de ser un mentiroso. Tristán de Luna y Arellano, otro capitán de la expedición, hizo algunas pequeñas exploraciones en el territorio, pero no encontró ninguna ciudad de oro.
El segundo al mando, García López de Cárdenas, también comandó una mini expedición hacia el norte, y entró en contacto con los indios hopi. Tras eso llegó hasta el Gran Cañón del Colorado, siendo el primer europeo en ver aquel magnífico paisaje.
A su vuelta, continuaron el viaje hacia el este. Cerca de lo que hoy es Santa Fe, en Nuevo México, a orillas de Río Grande, encontraron un poblado llamado Tigüex, de los nativos tihua, cuyo líder era Xauían. Los españoles vieron que aquella zona era relativamente próspera, pues gracias al río, los tihua habían desarrollado campos de maíz. Coronado solicitó a esta gente víveres, estos se negaron y entonces los españoles tomaron el pueblo por la fuerza, y lo bautizaron como Alcanfor.
Esto provocó el levantamiento de otros nativos de la zona, y así comenzó la llamada Guerra de Tiguex, que duró varios meses. La derrota de los nativos tihua acabó con el asedio de la Fortaleza de Moho en marzo de 1541.
Poco después, el capitán Hernández de Alvarado se hizo amigo de un cacique indígena de un pueblo llamado Pecos. Como el tipo tenía mostacho, algo inusual en los americanos, le apodaron Bigotes. Éste les presentó a varias tribus a lo largo del Río Grande. Luego les proporcionó un nuevo guía al que llamaron Turco, por un gorrito que usaba que a los españoles les recordó a los fez, típicos de los otomanos.
El Turco contó a los españoles de la existencia de un rico país al noreste llamado Quivira, en lo que hoy es Kansas, y decidieron investigar el lugar. Tras una larga caminata, no encontraron absolutamente nada. Solo una llanura infinita y a los indios Wichita, o Quiviras, con poblados austeros y sin riquezas de ningún tipo. La expedición, completamente desmoralizada, decidió volverse a casa.
El viaje de vuelta tampoco fue sencillo, pues tuvieron que atravesar el norte de Texas por el Cañón de Palo Duro, o Gran Barranca. También se tuvieron que enfrentar a otros nativos tihua e indios pueblo como los de Pecos, quienes decidieron rebelarse contra los españoles. Los nativos perdieron y Pecos fue asediada. Coronado también se cayó del caballo y se metió un leñazo en la cabeza que le dejó un poco turulato de por vida.
En 1542, la expedición logró llegar a Nueva España, y Coronado acabó siendo nombrado gobernador de Nueva Galicia hasta 1544. Tras eso se retiró a Ciudad de México y murió en 1554.
La Expedición de Rodríguez Cabrillo por California
El marinero Juan Rodríguez Cabrillo, natural de Palma del Río, también exploró el norte buscando la ciudad de Cíbola. Su expedición zarpó de Barra de Navidad, en Jalisco, con 3 naves, en junio de 1542.
Tras tres meses de viaje bordeando la costa encontraron un puerto seguro, al que nombraron San Miguel, y luego allí se construiría la ciudad de San Diego, en el estado de California, donde el rex se escapó al final de El Mundo Perdido. Seis días después llegaron a una nueva bahía a la que llamaron San Pedro, donde después se fundaría El Puerto de Los Ángeles y Santa Mónica.
En octubre descubrieron las Islas de Santa Bárbara, y alcanzaron Punta Concepción. Tras atravesar los fuertes vientos de la zona llegaron hasta la Bahía de Monterrey, al sur de lo que hoy es San Francisco.
Cabrillo se calló de su caballo y murió en enero de 1543, y se cuenta que fue sepultado en la Isla de Santa Catalina, frente a Los Ángeles. El nuevo capitán fue Bartolomé Ferrelo, y con él la expedición llegó hasta el cabo Mendocino, llamado así por el Virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, patrocinador de la expedición. Tras haber descubierto prácticamente toda la costa de California, se volvieron.
La Expedición de Hernando de Soto por Norteamérica
Para acabar con América del Norte os contaré la expedición también por Norteamérica de Hernando de Soto. Ya vimos que este tipo había participado en la conquista de Nicaragua, del Yucatán y también del Imperio Inca. Era un militar muy crack, pero también un cabronazo tremendo, especialmente con los nativos.
De ser pobre en su Extremadura natal, Soto se hizo inmensamente rico, y en España se casó con Isabel de Bobadilla, hija de Pedrarias Dávila. Soto fue nombrado gobernador de Cuba, y pronto se le antojó realizar una conquista épica. Esa conquista iba a ser Florida.
Su expedición partió en 1539 con 9 barcos y 700 personas. Desembarcó en la Bahía de Tampa y fundó una aldea llamada Espíritu Santo. Tras eso comenzó a explorar al norte de Florida, y se encontró una tierra sin riquezas, llena de pantanos, caimanes y mosquitos. Y por supuesto, los constantes ataques de los nativos no le hicieron fácil el camino.
En un poblado de los indios uzita se encontró y rescató a Juan Ortiz, superviviente de la expedición de Narváez. Este tipo fue importante pues ayudó como intérprete con muchas de las tribus que se fueron encontrando.
La expedición se asentó durante el invierno en Anhaica, en la zona de los Apalaches, y luego continuaron hacia el norte. Se adentraron en los montes Apalaches y atravesaron los actuales estados de Georgia y Carolina del Sur.
Parece que Soto iba tras el tesoro de Cofitachequi, una población más al norte donde los nativos del sur decían que había grandes tesoros. Sin embargo, cuando llegaron a Cofitachequi se dieron cuenta de que los rumores eran falsos. Allí no había ningún tesoro.
Soto secuestró a una señora local, pero por el camino se escapó y ella y los confitachequios comenzaron una guerra de guerrillas contra los españoles hasta que estos salieron de su territorio.
Tras este revés, pusieron rumbo hacia Carolina del Norte y después cruzaron hacia Alabama, donde se toparon con el Cacicazgo de Coosa. Soto tuvo que tomar de rehén al cacique para poder atravesarlo sin peligro. Meses después los españoles acabaron en un nuevo cacicazgo, el de Tascalusa, de indios choctaw.
Es importante saber que Hernando de Soto acababa de descubrir lo que quedaba de la Cultura Misisipiana, una civilización en decadencia que tiempo atrás había creado grandes urbes como Cahokia. Tras su colapso, algunas tribus migraron a Georgia, siendo conocidos como Seminolas, y otros a las praderas, convirtiéndose en cazadores de bisontes. Si queréis saber más, id a este vídeo de aquí.
Ahora volvamos a la historia. Se cuenta que en la ciudad de Atahachi, Soto se presentó ante el cacique Tuscalusa como una deidad, y ordenó que le rindiera tributo. Algunos cronistas afirman que a Hernandito se le había empezado a ir la cabeza seriamente.
Tuscalusa le dijo que le haría regalos to guapos si le acompañaba a una aldea cercana llamada Mabila, que allí había de todo. Soto aceptó, y viajaron al lugar, y allí los españoles se sorprendieron al ver que el lugar estaba bien fortificado con empalizadas. En el poblado, Soto y los suyos se dieron rápidamente cuenta de que aquello era una trampa, y pronto comenzó una batalla del copón. Muchos españoles lograron escapar, pero decidieron volver para rescatar a los que todavía quedaban dentro, protegidos dentro de chozas y casas. Así Soto comenzó el asedio de Mabila, que cayó a finales de 1540.
Pero aquella fue una victoria pírrica, porque los españoles y sus aliados nativos murieron a saco, tanto heridos como enfermos, y además perdieron muchísimos caballos y provisiones. La gran mayoría quería volver a casa.
Soto les obligó a continuar, y la expedición llegó hasta Tennessee, donde fueron atacados una noche por los indios chickasaw. Mataron a 40 españoles, aunque estos contraatacaron e hicieron huir a los nativos.
El 8 de mayo de 1541, Hernando de Soto alcanzó el río Misisipi. El caudaloso río era un enorme obstáculo en su camino, y él y sus 400 hombres tuvieron que cruzarlo en balsas con extremo cuidado.
Tras atravesar el Misisipi, Soto exploró el actual estado de Arkansas, y se estableció durante el frío invierno en el poblado nativo de Autiamique, a orillas del río Arkansas, en territorio cherokee. Desde este pueblo, Soto realizó diferentes incursiones de exploración hacia el oeste, sin encontrar nada interesante. La tropa estaba completamente desmoralizada, y además Juan Ortiz, el intérprete, había muerto, haciendo más complicada la comunicación con los nativos del Misisipi.
El 21 de mayo de 1542, en el pueblo indígena de Guachoya, Hernando de Soto enfermó y la palmó. Se cuenta que los españoles ocultaron su cuerpo y lo hundieron en el Misisipi, pues los nativos pensaban que el extremeño era inmortal, y eso les daba puntos de carisma y respeto, y hacía que muchas tribus no les atacasen.
El nuevo líder de la expedición fue Luis de Moscoso, un sobrino de Pedro de Alvarado. Parece que Luis exploró zonas de Luisiana y Texas, para después volver al río Misisipi. Allí ordenó construir unos barcos, y él y los 300 supervivientes que quedaban navegaron por el Misisipi hasta el Golfo de México, y de ahí hasta el río Pánuco, para finalmente llegar a Ciudad de México.
LA SIERRA DE LA PLATA Y LA CONQUISTA DE CHILE Y ARGENTINA (1526-1553)
La Conquista de Argentina y de Paraguay
La última ciudad perdida que nos queda por mencionar es La Sierra de la Plata. Y es que durante mucho tiempo se contaba que, en el cono sur de América, existía una montaña repleta de plata por dentro, y donde reinaba un poderoso rey.
Este mito llegó a conocimiento europeo hacia 1526. En ese año, el cartógrafo veneciano Sebastián Caboto, hijo de Juan Caboto, viajó en una expedición castellana para repetir el viaje de Magallanes. Sin embargo, en una parada en la costa de Santa Catarina, en Brasil, se topó con algunas tribus de guaraníes carios, y estos les contaron que cerca había europeos. Y efectivamente, eran los supervivientes de la expedición de Díaz de Solís, amigos de Alejo García.
Estos supervivientes enseñaron a Caboto todas las riquezas que habían conseguido saqueando supuestamente puestos fronterizos incaicos, y le indicaron que podría acceder a esa zona rica desde un estuario más al sur. Este estuario fue llamado Río de la Plata por este mito. Y, de hecho, “Argentina” viene de “Argentum”, “plata” en latín. Realmente en Argentina plata no había, y el nombre deriva del mito.
Viendo que aquello parecía tener futuro, Caboto y su tripulación, entre la que estaba un tipo llamado Francisco César, se internaron en el Río de la Plata y ascendieron por el río Paraná. En lo que hoy es la ciudad de Rosario, Caboto levantó el Fuerte Sancti Spiritu, el primer asentamiento europeo de la zona.
Luego continuaron hacia lo que hoy es Paraguay, pero en la confluencia entre el río Paraná y su afluente el río Paraguay las fuertes corrientes le impidieron seguir ascendiendo. Por ello exploraron la zona a pie, pero fueron atacados por los nativos locales y tuvieron que volverse a Sancti Spiritu.
Allí se encontró con el capitán de otra expedición, Diego García de Moguer, y juntos decidieron enviar a Francisco César a explorar el interior de la selva. Se cuenta que César logró llegar hasta la región de Charcas, al sur de Bolivia, y que allí había escuchado rumores de ciudades llenas de oro y plata y con minas importantes. Aquí nacería el mito de La Ciudad de los Césares, llamada así por él, y también conocida como Trapalanda. Y este relato se fusionó con el mito de la Sierra de la Plata.
Justo cuando iban a organizar una nueva expedición, un grupo de nativos rodeó el fuerte y lo destruyeron. Caboto y Diego García lograron huir con vida y jamás regresaron a América.
A pesar de todo, el emperador Carlos autorizó enviar a la zona 14 barcos llenos de colonos para crear asentamientos en la zona. Así, en 1536 llegó al lugar el adelantado Pedro de Mendoza, y levantó una villa llamada Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, en honor a una patrona de los navegantes. Ese lugar acabaría convirtiéndose en Buenos Aires. También uno de sus hombres, Juan de Ayolas, fundó Corpus Christi en las ruinas de Sancti Spiritu. También fundó el Fuerte de Candelaria, en Paraguay.
Pedro, Juan y 400 hombres fueron a explorar la selva del norte y desaparecieron. Entonces un capitán que estaba en Buenos Aires, Juan de Salazar Espinosa, fue en su búsqueda. El tipo logró llegar hasta la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay y desde allí ascendió hasta la confluencia del Paraguay con el río Pilcomayo. Allí, en 1537, fundó el Fuerte de Nuestra Señora de la Asunción, que hoy en día es Asunción, la capital de Paraguay.
Pronto apareció por allí Juan de Ayolas y unos pocos supervivientes. Estaban en un estado deplorable, pero lograron sobrevivir. Hizo un nuevo intento de expedición, pero acabó muerto a manos de las tribus del lugar.
Mientras tanto, el ambicioso y cruel Domingo Martínez de Irala, a cargo del Fuerte de Asunción, intentaba convencer a algunos colonos de Buenos Aires que fueran a poblar con él aquella zona.
Lo cierto es que no le hizo falta insistir mucho, pues los ataques de los nativos querandíes sobre Buenos Aires terminaron por hacer huir a los españoles. La ciudad quedó destruida y no sería reconstruida hasta 40 años después, con Juan de Garay.
Llegó el año 1541 y aquí tenemos que volver a hablar de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Resulta que el emperador le designó como gobernador interino del Río de la Plata y el tipo se dirigió hacia allí. Sin embargo, cuando paró en Santa Catarina y escuchó de primera mano las leyendas de la montaña plateada decidió internarse en la selva. Esta expedición duró 5 meses, y en ella atravesó los estados brasileños de Santa Catarina y Paraná, llegó a la frontera de Paraguay y Argentina, y descubrió las famosas Cataratas del Iguazú. Aunque otros piensan que en realidad vio los Saltos del Guairá.
Al año siguiente llegó a Asunción y comenzó a gobernar el territorio, y prohibió gastar recursos en buscar quiméricos tesoros por la selva.
De aquí se cuenta la historia de la India Juliana, una sirvienta guaraní que asesinó a su amo español porque la maltrataba. Confesó el crimen, pero aún así, los españoles la liberaron. Cuando llegó Cabeza de Vaca impuso un régimen más estricto. Por un lado, luchó contra los abusos de los encomenderos, pero por otro, aplicó las leyes de forma más severa. Juliana se jactaba de haber matado a su amo, e instaba a otras mujeres indígenas a hacer lo mismo. Alvar, al enterarse del crimen y de la impunidad de Juliana, terminó ejecutándola en 1542.
Otro problema del gobierno de Alvar es que tuvo movida con Irala, quien se creía el dueño del lugar. Irala montó una revuelta, apresaron a Cabeza de Vaca, pues su gobierno fue bastante impopular, y en 1544 le metieron en un barco de vuelta a España.
En los años siguientes, Irala, obsesionado con el mito de la Sierra de la Plata, lideró más expediciones. Exploró Mato-Grosso, en el centro brasileño… la región del Gran Chaco… el Altiplano Boliviano… El rey le acabó nombrando gobernador de la Gobernación del Río de la Plata y del Uruguay, pero con la condición de que dejase de montar expediciones que solo provocaban la muerte de mazo de gente.
La Sierra de la Plata parecía solo un mito, hasta que, en 1545, un tipo llamado Diego Huallpa descubrió el Cerro Rico de Potosí, en Bolivia. Aquella montaña estaba llena de plata por dentro, y posiblemente fuera el origen de la leyenda. El lugar pronto acabó bajo la jurisdicción del Virreinato del Perú, se fundó el asentamiento de Villa Imperial de Potosí y se empezaron a establecer minas para extraer este valioso recurso.
Aparte de todo esto, en 1534 tuvo lugar la expedición de Simón de Alcazaba y Sotomayor. A este tipo le nombraron adelantado y gobernador de Nueva León, es decir, la Patagonia y la Tierra del Fuego. En la caleta Hornos, en la Bahía Gil, fundó el Puerto de los Leones, que duró muy poco. Alcazaba y 200 de sus hombres fueron guiados por aborígenes tehuelches al interior buscando una ciudad de oro, pero no encontraron nada y Simón acabó asesinado por sus hombres.
Pedro de Valdivia y la Conquista de Chile
Desde Cuzco también comenzaron a realizarse exploraciones hacia el sur. Tras la fracasada expedición de Almagro, Chile era para muchos conquistadores una tierra maldita. No había riquezas, y las tribus de la zona eran muy combativas.
Pronto a los españoles les llegaron rumores de una ciudad perdida llena de riquezas en el sur de Chile o de Argentina. Algunos la denominaron Paititi, y su fundación pudo haber sido cosa de mitimaes nativos que se escondieron de los incas, o tal vez por incas huidos de Cuzco. En fin, que rumores había muchos, pero pruebas de todo esto, ninguna.
En 1541 destaca la expedición de Pedro de Valdivia. Fue hacia Chile con 11 soldados españoles, una mujer, Inés Suárez, y 1000 nativos auxiliares. Aunque más adelante se le unirían otros contingentes.
Y también estaba su gran rival y enemigo, Pedro Sánchez de la Hoz, secretario de Pizarro y adelantado de la Terra Australis, quien compitió con Valdivia por hacerse con el control de Chile.
Inés Suarez es un personaje histórico bastante interesante. La chica era de Plasencia, y viajó a América en 1537 buscando a su marido, Juan de Málaga. Parece que el tipo aún estaba vivo cuando Inés llegó a América, pero justo palmó en la Batalla de las Salinas, y como compensación, a la viuda le dieron una pequeña encomienda en Cuzco. Su vecino era Pedro de Valdivia, y ambos se hicieron bastante amigos. Cuando Valdivia decidió explorar el sur, Inés decidió irse con él.
Valdivia e Inés se adentraron en el Desierto de Atacama, el desierto más seco del planeta, y llegaron al fértil valle de Copiapó. Como él era extremeño y aquel lugar le recordó a donde nació, decidió bautizar la región como Nueva Extremadura. El nombre de Chile dicen que vendría del aimara, y “chilli” vendría a significar “donde se acaba la tierra”.
Más al sur, en el valle del río Aconcagua, Valdivia se enfrentó a los Picunches, liderados por el cacique Michimalonco. Estos fueron derrotados y Valdivia siguió con su viaje.
Tras llegar a la mitad de lo que hoy es Chile, vio más vegetación y menos desierto. A los pies del Cerro Santa Lucía y a orillas del río Mapocho, Valdivia decidió fundar una ciudad: Santiago de Nueva Extremadura, que hoy es Santiago de Chile, la capital de este país. Mientras tanto, Valparaíso fue designada como el puerto oficial de la ciudad.
Mientras organizaban la nueva ciudad, Valdivia se enteró del asesinato de Pizarro, y decidió proclamarse como 1º Gobernador de Chile, para evitar que luego le quitaran sus conquistas.
Valdivia y los suyos tuvieron que enfrentarse a los pueblos de alrededor mientras fundaban la ciudad, y lograron capturar a siete caciques. En septiembre de 1541, se enteraron de que miles de nativos hostiles dirigidos por Michimalonco, y aliados con los diaguitas, estaban escondidos por los bosques cercanos dispuestos a atacar Santiago. Los españoles se prepararon, y una noche comenzó el ataque. Las flechas incendiarias de los nativos consiguieron prender fuego a muchas casas.
Inés Suárez tuvo un papel decisivo durante este asedio. La chavala vio que la única salvación de los españoles estaba en los 7 caciques presos. Decidió decapitarles con una espada y arrojar sus cabezas a los nativos para causar pánico entre ellos. Y eso ocurrió. Los nativos se acojonaron y acabaron huyendo.
Todo acabó y Santiago fue reconstruida, y se crearon plantaciones para mantener a aquella pequeña población. Valdivia e Inés estuvieron liados, lo cual fue mal visto por algunos, pues Valdivia estaba casado con Marina Ortiz de Gaete, que estaba en España. El conquistador tuvo que enfrentarse a un juicio de residencia, y el virrey interino Pedro de la Gasca le obligó a cortar relaciones con Inés y a traer a su mujer a América. Valdivia acató la sentencia, e Inés acabó casada con el capitán Rodrigo de Quiroga. Ambos vivieron una vida tranquila en Santiago y construyeron edificios como el Templo de la Merced y la Ermita de Monserrat.
Con la región más o menos pacificada, Valdivia fundó otras ciudades, como La Serena en 1544. El problema fue que, tras internarse más al sur del río Bio-bío, se tuvo que enfrentar a los mapuches o araucanos, liderados por el toqui Malloquete. Así comenzó la conocida como Guerra de Arauco, que duró de forma intermitente un montonazo de tiempo.
Ahora entra en la historia Lautaro. Este era el hijo de un cacique mapuche, y había sido capturado tiempo atrás por los españoles. Había servido como paje de Valdivia, cuidando de sus caballos y cosas así, y en ese tiempo aprendió muchas estrategias militares de los españoles. Parece ser que en un principio se llevaba bien con Valdivia, que era como su hijo, pero la obsesión de Valdivia de conquistar la Araucanía y las tropelías que cometió contra su gente, le hicieron cambiar de bando. Un día, ya crecido, se fugó con un caballo y se unió a Caupolicán, quien era el líder de la resistencia araucana en la región.
En esta guerra, Valdivia tuvo algunas victorias iniciales, como en las batallas de Andalién o en la de Penco, de 1550. Eso le permitió fundar ciudades más al sur, como Concepción, La Imperial, Valdivia, Villarica o Los Confines.
Sin embargo, su suerte acabó en 1553, con la Batalla de Tucapel. En esta batalla, Valdivia, quien estaba ya viejo y gordo, se enfrentó a las fuerzas de Lautaro y acabó derrotado y capturado. Se cuenta que el líder mapuche le llevó a su poblado, le abrió el pecho y devoró su corazón, ya que con este ritual obtenían las fortalezas del devorado.
La mitad sur de Chile y Argentina no sería conquistada hasta después de las independencias, ya lo veremos más adelante. Creo que con este último capítulo podemos dar por concluida la conquista en sí. Es verdad que aún quedan algunas regiones por conquistar, pero eso fue en épocas más tardías, y todo lo veremos en los capítulos dedicados al Virreinato de Nueva España y al del Perú.