La siguiente historia tiene lugar entre el año 1493 y el 1506 d.C.
En el anterior capítulo vimos cómo Cristóbal Colón emprendió un viaje en el que llegó hasta un continente desconocido para los europeos. Sin embargo, Colón hizo 3 viajes más. ¿Qué descubrió en ellos? Vamos a verlo.
El segundo viaje de Colón (25 de septiembre de 1493 – 11 de junio de 1496)
La noticia del descubrimiento de Colón corrió como la pólvora por Europa. Isabel la Católica sabía que esto iba a causar fricciones con Juan II de Portugal, así que maniobró rápidamente y logró que el papa Alejandro VI, o Rodrigo Borgia, le concediera las Bulas Alejandrinas, que le daba a Castilla el monopolio de las tierras descubiertas y la obligación de evangelizarlas.
*Si queréis conocer la historia de los Borgia, que es súper interesante, aquí os dejo los videos.
Poco después, los portugueses quisieron meter mano a los acuerdos, y el resultado fue el Tratado de Tordesillas, de 1494, por el cual se delimitaban los territorios de ambas potencias en el Atlántico.
El segundo viaje de Colón, organizado por el archidiácono de la Catedral de Sevilla Juan Rodríguez de Fonseca, comenzó en Cádiz en septiembre de 1493, y en esta expedición participaron 17 barcos: 13 carabelas y 4 naos… cargados con 1200 personas, además de caballos, yeguas, cerdos, cabras, ovejas, vacas, plantas y semillas. La idea era ya la de poblar aquellas tierras lejanas y crear asentamientos estables.
Algunos tripulantes famosos fueron Diego Colón, hermano de Cristóbal… Juan de la Cosa… el etnógrafo Ramón Pané, el primer español en aprender lengua taína y en estudiar su cultura… el cartógrafo Antonio de Torres… los conquistadores Alonso de Ojeda y Juan Ponce de León… y fray Bernardo Boyl junto a un grupo de frailes franciscanos, los cuales tenían permiso papal para levantar iglesias y predicar el cristianismo.
El otro hermano de Colón, Bartolomé Colón, llegó desde Francia después de la partida, y le dieron 4 carabelas para zarpar y encontrarse con su hermano ya en el Nuevo Mundo.
Gracias a nuevos cálculos, Colón logró recorrer el Atlántico desde Canarias en 20 días. Diez días menos que el viaje anterior.
La primera isla que avistaron fue la Isla Dominica, aunque otros dicen que llegó a La Deseada, en el archipiélago de Guadalupe. Poco a poco, hacia el norte, fueron descubriendo muchas islas que componen las Antillas Menores: Marigalante, Montserrat, Antigua, San Cristóbal y el Archipiélago de las Once Mil Vírgenes.
En algunas de estas islas se tuvieron que enfrentar con algunos caribes que les empezaron a lanzar flechas desde la selva cuando se fueron acercando.
Poco después se toparon con la isla de Borikén, como la llamaban los nativos de la zona. Colón la bautizó como la isla de San Juan Bautista, y su ciudad principal sería Puerto Rico, aunque con el paso de los años esto se invirtió, y ahora la isla es Puerto Rico y la capital es San Juan.
Más tarde, Colón arribó a La Española, y mientras él y los suyos se acercaban al Fuerte Navidad empezaron a ver a algunos de los españoles que se quedaron muertos y atados como en cruces. Todos habían sido asesinados. ¿Qué había ocurrido? Según contaron los taínos, un grupo de vizcaínos liderados por un tal Chacho se enfadaron con Arana y decidieron internarse en territorio de Caonabo para pillar oro y mujeres, a pesar de que los taínos ya les habían regalado varias muchachas de su tribu.
Por otra parte, varios de los que se quedaron en el campamento murieron de sífilis, una enfermedad transmitida por el sexo con las nativas. Ante este momento de debilidad, pronto llegó Caonabo e incendió el sitio. Mató a los españoles que quedaban, a otros taínos y luego se piró.
Guacanagarix se excusó diciendo que le habían herido en una pierna y no pudo defender a los españoles, pero cuando le examinaron la tenía bien. Aquí se dice que Colón pensó que el taíno le estaba mintiendo, pero lo dejó pasar. No le convenía meterse en movidas.
Una teoría dice que fue Guacanagarix quien les atacó por haberse propasado con sus mujeres, o que todo había sido un ataque de falsa bandera para que los españoles fueran a cargarse a la tribu enemiga.
Viendo la situación, Colón decidió fundar un nuevo asentamiento llamado Isabela, en honor a la reina, una decisión terrible ya que el lugar estaba en una ruta típica de huracanes. Allí ordenó asentarse a los nuevos colonos, y también trataron de predicar la fe católica entre los nativos.
El problema del idioma hizo que muchos nativos no entendiesen ni papa de esto del catolicismo, aunque pronto empezaron a enseñarles español para que la comunicación fuera más fluida. También el calor sofocante y las tormentas dificultó las tareas de construcción, y el clima tropical tampoco favorecía el cultivo de las semillas traídas desde Europa. Eso sin contar con las diferentes enfermedades que afectaban tanto a españoles como a nativos, sífilis por un lado y viruela por el otro, y el tema de las serpientes venenosas y mosquitos gigantescos que no paraban de joder todo el maldito día.
El 3º asentamiento español de América fue la Fortaleza de Santo Tomás, cuyas obras estuvieron a cargo del catalán Pedro de Margarit.
Poco después también se fundó otro asentamiento en el interior de la isla, Concepción de la Vega, con el objetivo de extraer el poco oro que había y fundirlo, así como el cultivo y el procesamiento de la caña de azúcar.
Finalmente, en la costa sur, Bartolomé Colón fundó La Nueva Isabela, la cual cambiaría su nombre a Santo Domingo más adelante, en honor al santo patrono del padre de los Colón, Doménico Colombo.
Cristóbal Colón pasó los siguientes dos años en aquel territorio, pero no estuvo quieto ni un momento. Él quería explorar y encontrar el reino del gran Khan y sus riquezas, que pensaba que estaba cerca, así que cogió tres carabelas y puso rumbo al oeste. Así exploró la costa sur de Cuba, y después la isla de Jamaica, a la que llamó Santiago. No encontró nada interesante, y empezaba a desesperarse.
Una vez de vuelta a Isabela, Colón se dedicó a su papel de gobernador y virrey de las tierras descubiertas. Parece ser que Colón organizando cosas no era muy bueno, y muchos protestaron contra él.
Además, el caudillo de los caribes Caonabo atacó la Fortaleza de Santo Tomás. Alonso de Ojeda fue enviado con 15 hombres para ir a por él, y finalmente logró capturarlo. La leyenda cuenta que Ojeda le dijo “mira qué pulseritas tan bonitas tengo para ti”, se las puso y eran grilletes.
Alonso de Ojeda era un tipo bastante inteligente, pero también bastante cruel, especialmente con los nativos. A Caonabo luego le subieron a un barco para llevarlo a España, pero se hundió, y el líder taíno la palmó.
El caso es que, de los 5 cacicazgos indígenas de la isla de La Española, cuatro decidieron atacar a los españoles, estando estos aliados solamente con los taínos de Guacanagarix. Uno de los líderes de esta alianza fue Manicatex, el hermano de Caonabo, y también fue importante Anacaona, una de las viudas de Caonabo y hermano de otro caudillo taíno, Bohechío, que gobernaba en Jaragua.
Así se produjo la Batalla de la Vega Real, o del Santo Cerro, de 1495, con una victoria española tan rotunda que logró pacificar toda la isla.
Según Bartolomé de las Casas, en esta batalla solo 400 españoles vencieron a unos 10.000 indígenas. De todas formas, ya vamos a ir viendo que este Bartolomé otra cosa no, pero exagerar las cifras era algo que le apasionaba. Aunque no era al único.
Muchos de estos nativos derrotados fueron hechos prisioneros, y Colón les puso a trabajar en las minas de oro de la zona, aunque bastantes lograron escapar al interior de la isla. Según los mandatos de los Reyes, no se podía esclavizar a nadie, y algunos españoles como fray Bernardo Boil o Pedro Margarit regresaron a España para denunciar a Colón y a sus hermanos.
Para contrarrestar todo esto, Colón se subió a La Niña y volvió a España en junio de 1496, y trató de justificarse diciendo que bueno, que aquellos nativos eran prisioneros de guerra y bla bla bla. Como curiosidad, junto a La Niña iba otro barco llamado India, o Santa Cruz, que fue el primer barco europeo construido en América.
Por cierto, al año siguiente, un marino genovés llamado Juan Caboto, que en aquel tiempo trabajaba para Inglaterra, descubrió nuevas tierras en Norteamérica, concretamente Terranova. El tipo hizo varios viajes más, pero en el tercero, sus barcos desaparecieron y nunca más se supo de él.
El tercer viaje de Colón (30 de mayo de 1498 – 25 de noviembre de 1500)
Los Reyes Católicos empezaron a dudar de las capacidades de Colón en cuanto a gobernanza, pero le dieron una nueva oportunidad debido a los avances de los portugueses. Recientemente Vasco de Gama había establecido una ruta con la India, y eso puso nerviositos a los reyes católicos.
Así pues, la tercera expedición de Colón a América zarpó de Sanlúcar de Barrameda en mayo de 1498, y estuvo compuesta por 8 barcos y una tripulación de 226 personas.
Uno de ellos era el ya mencionado fraile Bartolomé de Las Casas, del que en otro capítulo hablaré más en detalle.
La misión de este viaje era abastecer a los colonos de La Española y descubrir de una vez por todas una ruta hacia Japón o la India.
Tras un largo tramo de calor extremo y calma chicha (es decir, una zona sin viento ni oleaje), los españoles lograron llegar al Nuevo Mundo. El primer sitio con el que se toparon fue la Isla de Trinidad, donde dicen que encontraron a unos nativos bastante más blancos de piel que los caribeños.
Días después, Cristóbal Colón pisó por primera vez el continente americano. Hasta entonces había estado solo en islas. Esto ocurrió en Macuro, en la península de Paria, en lo que hoy es Venezuela. Allí trabó amistad con los nativos locales, de la etnia kariña, quienes le dieron a probar una especie de vino hecho con maíz o alguna fruta tropical. También hubo más intercambios de objetos hechos de oro y plata, que para los nativos no tenían tanto valor como para los europeos, y los cambiaron por cascabeles, cuentas de vidrio, o espejitos, objetos que les llamaron mucho la atención.
Estos nativos le hicieron de guía hasta la desembocadura del río Orinoco, donde exploraron algunas islas de la zona. Aquel lugar le pareció tan bonito que Colón pensó que había llegado al Paraíso Terrenal de la Biblia, donde estaba el Gran Árbol de la Vida.
Aquí Colón comenzó a decir que la Tierra tenía forma de pera o de teta con pezón. De hecho, a esto se le llamó “teoría pezoniana”. Con esta teoría, Colón trataba de justificar sus errores de cálculo, y que ese Paraíso estaba más alto, más cercano al cielo. Nadie le tomó mucho en serio, aunque, más tarde se descubriría que la Tierra no era una esfera perfecta, sino que estaba achatada por los polos, lo que explicaba por qué algunos cálculos no salieran del todo bien.
Tras bordear el golfo de Paria, los españoles exploraron algunas islas más: Coche, Cubagua y otra llamada Paraguachoa, a la que Colón bautizó como La Asunción y que sería renombrada como Isla Margarita. Allí parece que encontraron muchas perlas.
El día 19 de agosto de 1498, Cristóbal Colón regresó a La Española tras casi 3 años de ausencia. Ahora la capital era Santo Domingo, gobernada por su hermano Bartolomé, quien no paraba de recibir ataques de una pequeña resistencia dirigida por Anacaona.
Aparte, Bartolomé había impuesto un régimen bastante autoritario tanto sobre los colonos españoles como sobre los nativos. A estos les siguió esclavizando y les obligó a realizar trabajos forzados por toda la isla. Para el colmo, estos nativos no tenían defensas contra virus como la viruela, y murieron muchísimos.
Algunos nativos protestaban por estas condiciones, y también muchos españoles estaban hasta los huevos de Bartolomé y su gestión desastrosa. Todo esto provocó una gran sublevación, liderada por Francisco Roldán, el alcalde mayor. Estos robaron las provisiones de la ciudad y se echaron al monte, donde acabaron viviendo con los nativos a cuerpo de rey, con harenes de mujeres, imitando la tradición taína de los caciques.
Cristóbal Colón llegó in extremis a la isla y consiguió aplacar a estos rebeldes a finales de 1498. Prometió mejoras salariales, repartos de tierra y libertad para regresar a España. Suavizó el tema de la esclavitud, pero permitió el uso de nativos como servicio personal para los españoles y siguió habiendo trabajos forzados.
De todas formas, las quejas del mal gobierno de los hermanos Colón no cesaron. La Reina Isabel, hasta los ovarios de todo aquel descontrol, en una comisión de juristas y teólogos declaró que los nativos eran súbditos de la corona, es decir, personas libres, y que esclavizarlos era pecado. Sin embargo, tratar de imponer la ley en un lugar a 6.700 kilómetros de distancia fue una tarea complicada. Los Colón no hicieron ni caso y siguieron vendiendo esclavos. Se excusaron en que solo esclavizaban a los caníbales, ya que en Europa los caníbales no tenían consideración de personas.
De todas formas, debido a este caos, la reina envió en 1500 a Francisco de Bobadilla, quien fue nombrado administrador real de las nuevas tierras.
Lo primero que hizo este tipo nada más llegar fue arrestar a Cristóbal Colón y su hermano, y parece que también a su hijo Diego.
Les acusó de mal gobierno, de falsear las cuentas de oro y perlas recaudados, de esclavizar a los nativos, y también de evitar convertir a nativos al cristianismo, porque claro, si se convertían, ya sí que no podían esclavizarles.
En fin, que en noviembre de 1500, les metieron a todos en un barco de vuelta a España. Colón de hecho viajó engrilletado todo el viaje, aunque al llegar a España le liberaron. El problema era que Colón había perdido todo su prestigio y todos sus títulos y poderes. Ya no iba a poder volver a América.
Los Viajes Andaluces (1499 – 1502)
Tras la caída en desgracia de Colón, desde 1499, la Corona pasó a administrar las nuevas tierras, y envió nuevas expediciones al Nuevo Mundo lideradas por otros nuevos exploradores, lo que se conoce como “Viajes Andaluces”. Vamos a ver rápidamente algunas de ellas.
Una de estas nuevas expediciones fue la de Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa. La idea era explorar ese Paraíso Terrenal descrito por Colón, y la flotilla llegó a la actual Venezuela, donde creó la efímera Gobernación de Coquibacoa.
Una cosa importante de este viaje es que el cartógrafo Juan de la Cosa dibujó en 1500 el mapa más antiguo conservado en el que aparece el territorio americano.
En este viaje iba un italiano llamado Américo Vespuccio. Se cuenta que las cabañas con palafitos de los nativos de allí, los Añú, le recordaron a Venecia, de ahí que llamase a la zona Venezziola, o “pequeña Venecia”. Por cierto, de este Américo también se cuenta que fue el primero en darse cuenta de que aquello era un continente completamente nuevo separado de Las Indias Orientales, y debido a su obra Mundus Novus, que encandiló a editores y humanistas alemanes, ese continente fue nombrado América en su honor.
Alonso de Ojeda hizo la misma ruta en 1502 y llegó hasta la península de la Guajira, donde fundó la colonia de Santa Cruz, considerado el primer poblado en territorio de la actual Colombia y el primero en tierra firme. De todas formas, la aldea no duró debido a los enfrentamientos con los indígenas y entre los propios españoles.
La expedición de Cristóbal Guerra y Pedro Alonso Niño también exploró la zona venezolana con una sola carabela, pero tuvieron más suerte, porque encontraron muchas perlas. En la isla de Margarita parece que los tripulantes se dedicaron a cambiar cualquier cosa con los nativos por todas las perlas que tenían, y en la costa de Curiana encontraron moderadas cantidades de oro.
Por su parte, la expedición de Vicente Yáñez Pinzón de 1499 llegó hasta un lugar al que llamó Rostro Hermoso, que luego sería conocido como Ponta de Mucuripe, en Fortaleza, en Brasil. Días después, bordeando la costa hacia el norte, Vicente Pinzón logró llegar hasta el río Amazonas, convirtiéndose en el primer europeo en llegar a aquel lugar, y también en el descubridor de lo que luego se conocería como Brasil.
De todas formas, pronto fueron atacados por nativos, quienes empezaron a tirarles flechas y lanzas, matando a 12 marineros. Vicente y los suyos no se achantaron y lograron cargarse también a algunos nativos, y a otros los capturaron y les hicieron esclavos. Sin embargo, en el viaje de vuelta perdieron, debido a las fuertes tormentas, dos de los cuatro barcos y la mitad de la tripulación.
Justo en ese momento, por la zona, también llegó otro explorador español: Diego de Lepe, quien siguió básicamente la misma ruta que Pinzón, pero con días de retraso.
Para los portugueses, el primero que llegó a Brasil fue el explorador portugués Pedro Álvares Cabral en 1500. Técnicamente no es cierto, pero sí que lo que hoy conocemos como Brasil nace a partir de su llegada, pues reivindicó aquellas tierras para Portugal levantando una enorme Vera Cruz. Y es que la línea marcada por el Tratado de Tordesillas dejaba claro que ese territorio iba a ser propiedad de Portugal.
Otro viaje de exploración a Brasil fue el de Alonso Vélez de Mendoza y Luis Guerra. Estos recorrieron la costa brasileña, pero hacia el sur, y parece que llegaron hasta el Cabo de Santa Marta, en la costa de Santa Catarina.
El último viaje que nos interesa ahora es uno de 1501, llevado a cabo por Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa. Uno de los tripulantes sería el luego famoso Vasco Núñez de Balboa.
Primero llegaron a Isla Verde, y luego fueron bordeando la costa norte sudamericana, donde descubrieron la desembocadura del río Magdalena. Tras atravesar el golfo de Urabá llegaron hasta la zona del Darién, en Panamá. Allí consiguieron bastantes objetos de oro, pero más tarde naufragaron y fueron arrestados por Francisco de Bobadilla, aunque lograron recuperar gran parte de la mercancía, y llevarla a España.
En 1502, el nuevo gobernador de La Española fue el fraile Nicolás de Ovando, quien llevó a la isla 2500 colonos españoles. Ovando parece que fue un gobernante bastante eficaz y la isla comenzó a prosperar.
Y para conseguir esta tranquilidad tuvo que acabar de una vez por todas con la rebelión de las tribus indígenas de la isla. Se cargó a muchos caciques, entre ellos a Anacaona, la cual fue ahorcada en esos años. Tras esto, se estableció el Régimen de Encomiendas, del que hablaré en un próximo capítulo.
En 1503 se creó en Sevilla la Casa de Contratación de Indias, destinada a fomentar el tráfico marítimo entre España y el Nuevo Mundo y regular el comercio. También se formaba a los pilotos de barcos y se confeccionaban mapas y cartas de navegación. En sus almacenes se reunían todas las mercancías que se exportaban e importaban de las Indias, y se controlaba la compra, venta y transporte de las mismas.
Por último, en algún momento indeterminado, 1505 posiblemente, el marinero Juan Bermúdez, quien ya había formado parte de anteriores expediciones, fue a llevar pertrechos a La Española, y a la vuelta decidió usar una ruta nueva usando el impulso una corriente conocida como la Corriente del Golfo, y además descubrió unas islas nuevas, las Islas Bermudas, que se llaman así por él. Aunque él las llamó Islas Garza por su barco.
Todos estos viajes estuvieron geniales en cuanto a descubrimientos geográficos, pero fueron un desastre a nivel económico, pues apenas encontraron nada de valor.
El cuarto y último viaje de Colón – (9 de mayo de 1502 – 7 de noviembre de 1504)
Pero ahora volvamos a Cristóbal Colón, porque aún realizaría un último viaje a América antes de morir. Ya conté que su reputación estaba por los suelos, así que, para lavar su imagen, su amigo Pedro Mártir redactó una biografía suya en 1501 ensalzando sus hazañas, y luego Colón legó el 10% de sus rentas a la ciudad de Génova. Gracias a ello se ganó el favor de sus gobernantes y le financiaron un nuevo viaje, con arreglo de la Corona Hispánica de por medio, claro está.
La única condición era que no pisara La Española y que se dedicara solo a lo que se le daba bien: navegar y explorar. Y si encontraba un paso hacia Asia quizás recuperaría parte de su honor. Aunque eso nunca sucedió.
Así, el último viaje de Colón partió de Cádiz con 4 navíos y 144 tripulantes en mayo de 1502. Con él llevó a su hermano Bartolomé y a su hijo Hernando Colón, de 13 años.
Tras una travesía de casi un mes por el Atlántico, llegaron a la Isla de Martinica, donde descansaron un par de días. Después, debido a un problema en una carabela, emprendieron rumbo norte hacia Santo Domingo, pero gobernador Nicolás de Ovando, no les dejó atracar por orden de los reyes.
Colón observó el cielo y dedujo que pronto llegaría un huracán potente. Ovando no le creyó y le negó la entrada, por lo que el genovés decidió largarse y refugiar sus cuatro barcos en una bahía al sur de la isla. E hizo muy bien.
Cuando el huracán llegó, ellos salieron casi intactos, pero en Santo Domingo todo acabó destruido. Murieron casi 500 personas, y la gran mayoría de barcos del puerto estaban completamente destrozados. Aquí murieron, por cierto, Francisco de Bobadilla y Francisco Roldán.
Una vez superada la tormenta, era hora de comenzar la aventura para llegar a La India. Tras bordear Jamaica y Cuba, Colón y su flota acabaron arribando a una islita frente a la costa de la actual Honduras a la que llamaron Guanaja. Desde allí llegaron a Punta Castilla, ya en territorio continental.
Bordeando la costa, navegaron hasta el río Cariay, en la actual Costa Rica, y siguieron hacia el sur, hasta la desembocadura del Río Belén, en Veraguas, Panamá, donde encontraron un poblado de nativos, los guaymíes. Su líder, El Quibián, les acogió y les enseñó muchos adornos de oro. Colón empezó a babear. En esa zona había oro, eso eran buenas noticias.
Colón y sus hombres se fueron a explorar por las cercanías, y otro grupo de nativos le contaron que cerca de allí podría encontrar un paso para llegar al Gran Océano, es decir, al Océano Pacífico. Cristóbal Colón podría haber sido el primer europeo también en descubrir el Océano Pacífico, pero él quería encontrar una ruta marítima. Eso de adentrarse en la selva le daba bastante miedo. Él era marinero, no George de la Jungla.
Y es que se empezaba a ver que América era un muro terrestre que le impediría llegar hasta la India. Decepcionado, Colón pensó que quizás si volvía con mucho oro la reina volvería a confiar en él.
Por esta razón, levantó allí cerca el asentamiento de Santa María de Belén, considerado el segundo en Tierra Firme, y nombró a su hermano Bartolomé como su adelantado.
Sin embargo, El Quibián no vio con buenos ojos que aquellos extranjeros se instalaran al lado de su aldea de forma permanente, y empezó a hablar con otras tribus sobre matarlos a todos.
Los españoles apresaron rápidamente al cacique, pero éste escapó tirándose al agua mientras le transportaban en una canoa. Pensaron que se ahogaría, pero no. Sobrevivió y llamó a otras tribus vecinas para comenzar una guerra.
Los españoles, a pesar de ir armados con espadas y arcabuces, no pudieron hacer nada contra los nativos, quienes eran diez veces más. Muchos españoles fueron masacrados, y el resto tuvo que largarse cagando leches.
Huyeron en sus barcos, pero éstos estaban ya bastante viejos y desvencijados. Sobre todo debido a la broma, que es un molusco que se comía la madera. Para empeorar aún más las cosas, una fuerte tormenta les pilló por sorpresa.
La pequeña flota acabó embarrancada en la costa de Jamaica. Colón y los 110 supervivientes lograron montarse un campamento, pero tenían pocas esperanzas de ser rescatados. Por la zona había nativos que por suerte no eran agresivos, y tuvieron buenas relaciones. Con ellos intercambiaron bagatelas a cambio de comida.
Pronto el grupo de supervivientes tuvo un plan para regresar a casa. El escribano Diego Méndez de Segura se iba a embarcar en una canoa acompañado de varios nativos y trataría de llegar a la Española y pedir ayuda a Ovando.
A los españoles aquella idea les parecía suicida, pero estaban desesperados. Así que Diego se puso en marcha y el tío, tras 5 días remando con los nativos, logró llegar. El problema era que el gobernador le dijo que no tenía intención ninguna de ayudar a Colón, y arrestó a Diego unos meses.
Mientras tanto, las relaciones con los nativos se jodieron porque los hermanos Porras, desesperados, acabaron robando comida a los nativos. Por esto, los nativos negaron nuevos alimentos a todo el grupo de náufragos. Lo que pasó a continuación parece de película, pero se cuenta que Colón echó mano a sus conocimientos astronómicos para predecir un eclipse lunar. Sabiendo esto, dijo a los nativos que los dioses estaban enfadados con ellos por negarles alimento, ocurrió el eclipse y estos se acojonaron muchísimo, y sus relaciones volvieron a la normalidad.
Por el contrario, los Colón y los Porras acabaron liándose a espadazos en la isla, aunque más tarde hicieron las paces. Cristóbal estaba decepcionado y desengañado, y aparte de agriársele mucho el carácter, su salud se resintió mucho. Estaba desarrollando artritis, cataratas y gota.
Pasaron los meses y un barco de Ovando llegó, pero sólo les dejó un cerdo y un vinito en plan de burla. De todas formas, poco después ya por fin llegó un barco de rescate enviado por Diego Méndez. Así Cristóbal, Bartolomé, su hijo Hernando, y el resto de supervivientes lograron volver a La Española, donde muchos de ellos se quedaron a vivir.
Colón no fue uno de ellos, y en 1504 volvió a España. Su expedición había fracasado. Ni riquezas, ni Cipango, ni nada de nada. Y ese año murió la Reina Isabel, que era la única que le defendía. El tipo acabó un poco tarumba, medio ciego, y murió dos años después en Valladolid, el 20 de mayo de 1506, con 54 años.
Su cuerpo fue primero enterrado en el Convento de San Francisco de Valladolid y luego en la Capilla de Santa Ana del Monasterio de la Cartuja de Sevilla. En 1523 sus restos se trasladaron a la Catedral de Santo Domingo, en República Dominicana, y unos siglos después, debido a la toma francesa, se llevaron a la Habana en Cuba, y finalmente, en 1899, su cuerpo acabó en la Catedral de Sevilla.
O al menos un 15% de su esqueleto, ya que el resto seguiría en una urna en Santo Domingo, en el llamado Faro de Colón, construido en 1992, justo 500 años después del descubrimiento de América.