Las Guerras Púnicas, Macedónicas, y las reformas de Graco y Cayo Mario

ANTIGUA ROMA 3: Las Guerras Púnicas y Macedónicas y la Reforma de Cayo Mario

La siguiente historia tiene lugar entre el año 275 a.C. y el 100 a.C.

Roma había logrado expandirse por toda la península itálica tras vencer a Pirro de Epiro gracias a su alianza con Cartago. Pero esta frágil alianza estaba a punto de romperse debido a un grupo de mercenarios itálicos llamados mamertinos.

Estos mamertinos antiguamente bajo las órdenes de los griegos de Siracusa se habían quedado sin curro y decidieron asaltar la ciudad de Messana, actual Mesina, esclavizar a su gente, y convertirla en su base para acciones de piratería. Esta amenaza hizo que Hierón II de Siracusa se aliase con la Cartago de Amílcar Barca y que los mamertinos se aliasen con Roma. Y la guerra comenzó.

LAS GUERRAS PÚNICAS (264-201 a.C.)

La 1ª Guerra Púnica (264-241 a.C.) empezó con los romanos tomando Siracusa tras la rendición de Hierón, así como el asedio de otras ciudades sicilianas. Sin embargo, la mayor parte de esta guerra iba a tomar parte en el mar. La flota romana era una porquería comparada con la cartaginesa, pero afortunadamente un quiquerreme cartaginés quedó encallado y los romanos se lo quedaron, lo estudiaron e hicieron un porrón de copias del mismo.

Ahora con una flota potente, las batallas navales comenzaron a ganar relevancia. Una de las más célebres fue la Batalla del Cabo Ecnomo (256 a.C.), tras la cual una parte de la flota romana logró desembarcar en África. Querían ir directamente a por Cartago, pero las cosas salieron bastante mal. Y encima la flota de refuerzos se hizo trizas contra las rocas por una tormenta.

Todo pintaba mal para Roma, que casi estaba en la bancarrota. Así que optaron por guerra de guerrillas en Sicilia. Pasaron los años sin muchos avances y comprendieron que lo mejor iba a ser vencer a Cartago en su terreno: el agua. Fue en ese momento cuando supuestamente se ideó el corvus, un puente levadizo con ganchos para amarrarse a una nave enemiga, abordarla y usar la infantería romana contra su enemigo.

La cosa funcionó a las mil maravillas, y tras vencer al general Hannón el Grande en la Batalla de las Islas Egadas (241 a.C.) los cartagineses pidieron la paz, una paz con una indemnización tremenda, y que incluía la pérdida de Sicilia, Córcega y más tarde Cerdeña. Además a Amílcar y a Hannón le estalló la Guerra de los Mercenarios (241-238 a.C.), que se rebelaron porque se quedaron sin paga, y tras vencerles, Amílcar decidió tomar Hispania para intentar recuperarse un poco. Su hijo Aníbal Barca sería educado tras esta derrota en el odio a Roma.

Después de esto no hubo paz en la República Romana. Los piratas ilirios de la reina Teuta comenzaron una serie de ataques en el Adriático que conduciría a estos dos pueblos a dos guerras ilíricas. En la 1ª Guerra Ilírica (229-228 a.C.) los romanos echaron a la reina Teuta y pusieron de gobernador a Demetrio de Faros, cuya ambición le llevó a enfrentarse a Grecia con una flota de piratas, y por ende, también a Roma. En esta 2ª Guerra Ilírica (220-219 a.C.) el general romano Lucio Emilio Paulo echó a este traidor con pocas dificultades y a su vuelta fue nombrado cónsul. Demetrio, por su parte, acabó de consejero en la corte del joven Filipo V de Macedonia, y la que liaría con sus consejitos.

Por otro lado, una tribu de origen escita se independizó del Imperio Seléucida en lo que ahora es Turkmenistán. Eran los Partos, unos guerreros muy fieros que molestarían durante mucho tiempo a los griegos seléucidas y después a los romanos.

Para el año 226 a.C. Cartago habían conquistado gran parte del centro sur de Hispania, y Roma también quería una parte de pastel. Ese año se firmó el Tratado del Ebro, que partía el territorio en dos, con la excepción de las ciudades griegas de Emporión y Sagunto que se quedaban como protectorados bajo el amparo de Roma.

Muy poquitos años después estallaría la 2ª Guerra Púnica (218-201 a.C.) cuando Aníbal decidió asaltar Sagunto. Realmente, tanto Roma como Cartago querían mandanga, y la iban a tener. Aníbal iba a cumplir la voluntad de su padre, pero sabía que un ataque por mar sería su perdición, así que cogió a casi 100.000 soldados cartagineses e íberos, 12.000 jinetes y 36 elefantes, y todos fueron hacia Roma atravesando los Alpes. Nadie se esperaría que cruzaran aquellos valles nevados, era un suicidio, pero lo lograron gracias a guías galos que también estaban de los romanos hasta los huevos.

Aníbal fue venciendo batalla tras batalla, lo único que perdió fue un ojo. Venció al cónsul Publio Cornelio Escipión en la Batalla del río Tesino (218 a.C.) y al otro cónsul, Sempronio Longo, en Trebia. En la Batalla del Lago Trasimeno (217 a.C.) el nuevo cónsul Cayo Flaminio y su ejército acabaron muertos, y Quinto Fabio Máximo Verrucoso se convirtió en dictador temporal. Él creó las tácticas fabianas, como pequeñas escaramuzas, pero los senadores querían resultados ya y le cambiaron por Terencio Varrón, que llevaría a Roma a una de sus peores derrotas de su historia.

Los cónsules Varrón y Lucio Emilio Paulo, que como veis fue reelegido, querían acabar con Aníbal de una vez por todas, y fueron con sus ejércitos a la llanura de Cannas. La Batalla de Cannas (216 a.C.) fue una de las más sangrientas de la historia, y una derrota tremenda para Roma, que perdió 50.000 soldados, contra menos de 10.000 bajas enemigas.

A pesar de estas grandes victorias, Aníbal fue incapaz de tomar Roma, ya que no llevaba maquinaría de asedio ni logró que la mayor parte de los pueblos itálicos se unieran a él. Los siguientes años se dedicó a dar vueltas por Italia buscando apoyos, ya que se iba quedando sin soldados y el Consejo de Ancianos cartaginés no quería saber nada de él.

Cornelio Escipión y su hermano Cneo decidieron que en vez de ir a por Aníbal directamente irían a por su hermano, Asdrúbal Barca, que estaba en Cartago Nova a punto de enviarle refuerzos. Sin embargo, las cosas no salieron muy bien para ellos y la palmaron. Entonces llegaría el hijo de primero a poner orden: Publio Cornelio Escipión el Africano. Tomó Cartago Nova e hizo que muchos caudillos hispanos se aliaran con él (Batalla Baécula, 208). Tras sus éxitos en Hispania, el general fue nombrado cónsul, y decidió ir directamente a por Cartago aliado con los númidas del rey Masinia.

La táctica funcionó, y Aníbal tuvo que volverse a su ciudad natal para defenderla. Pero no lo logró, y fue en la Batalla de Zama (202 a.C.) donde fue derrotado. Tras eso Aníbal se tuvo que largar, y acabó de consejero para Antíoco III. Ahora Roma tenía vía libre en el Norte de África y en Hispania, donde comenzarían las Guerras Celtíberas (181-133 a.C.), que acabarían con la toma de Numancia que ya conté en un episodio anterior; y las Guerras Lusitanas (155-139 a.C.), con el enfrentamiento de Roma con Viriato.

LAS GUERRAS MACEDÓNICAS (214-148 a.C.)

Como ya he contado, Demetrio de Faros había acabado de consejero de Filipo V de Macedonia. Al parecer, durante los años de luchas con Aníbal en Italia, el ex gobernador de Iliria le comió la oreja al rey para que comenzara una guerra contra los romanos ahora que estaban débiles, y así comenzó la 1ª Guerra Macedónica (214-205 a.C.).

Filipo V no fue un enemigo muy duro. Roma logró una alianza con la Liga griega de Etolia, enemiga acérrima del macedonio, y también con el recién creado Reino de Pérgamo de Átalo I. Todo acabó con la Paz de Fénice (205 a.C.) y fin.

Pero sólo 5 años después estalló la 2ª Guerra Macedónica (200-197 a.C.), esta vez comenzada por Roma después de que Atenas, Etolia, Rodas y Pérgamo se quejaran al cónsul Tito Quinto Flaminio de que los macedonios no paraban de violar los acuerdos de paz. Pim, pam, Filipo V se rindió tras la Batalla de Cenoscéfalos (197 a.C.) y paz otra vez.

Los griegos estaban encantados con los romanos, que les habían liberado del yugo macedónico. Qué inocentes. Además todos los romanos y griegos y hasta Filipo V se juntaron para echar de Esparta al tirano Nabis y recuperar el este del Peloponeso. En dos años los griegos vieron que Roma no cumplía ninguna de sus promesas de libertad, y muchos comenzaron a hacer manitas con Antíoco III el grande.

Antíoco y sus tropas desembarcaron en Tesalia en el 192 a.C., pero llegaron los romanos y se cargaron a griegos, sirios y lo que hiciera falta, y el rey seléucida se volvió a Asia. Además Pérgamo y Rodas se aliaron con Roma y derrotaron a una flota fenicia-seléucida dirigida por Aníbal. Escipión el Africano derrotó definitivamente a Antíoco III en la Batalla de Magnesia (190 a.C.), y le pidió que le entregase a su némesis, Aníbal, pero este ya había huido a Bitinia, donde supuestamente se suicidaría siete años después.

La 3ª Guerra Macedónica (171-168 a.C.) comenzó en el año 171 a.C., cuando un hijo de Filipo V llamado Perseo se coronó como rey legítimo de Macedonia y ordenó echar a los romanos. El cónsul Lucio Emilio Paulo Macedónico, hijo del muerto en Cannas, fue allí, dio una hostia a Perseo (Batalla de Pidna 168) y le quitó del trono. Macedonia se convirtió entonces en una provincia romana gobernada por este Paulo, que celebró juegos reparó algunas injusticias. Y también castigó a las ciudades que no le habían apoyado, claro está. El historiador griego Polibio fue llevado a Roma como rehén, aunque tuvo muy buena vida.

20 años después, durante la 4ª y última Guerra Macedónica (150-148 a.C.), el supuesto hijo de Perseo, Andrisco, comenzó una rebelión contra sus dominadores. (2ª Batalla de Pidna 148, Quinto Cecilio Metelo) La cosa acabó en fracaso absoluto. Los griegos acabaron igual, ya que tras rebelarse en la Guerra Aquea (146 a.C.), acabaron dominados. Ahora toda la Hélade era parte de Roma.

Además en el Senado romano había un grupo de senadores, liderados por Marco Porcio Catón que no paraban de decir que “Cartago debe ser destruida”. La ciudad tunecina estaba recuperándose económicamente, y era un peligro. Así que los romanos tuvieron que intervenir en la 3ª Guerra Púnica (149-146 a.C.), y el cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano, hijo de Paulo y medio nieto del Africano, redujo la ciudad a cenizas. Este tipo llegó a ser muy célebre, especialmente tras tomar Numancia (133 a.C.) y repitió como cónsul dos veces, y sin pasar por el puesto de pretor, como dictaban las normas del Senado. Esto causó un poquillo de revuelo, pues la mayoría de senadores eran súper estrictos con las normas. 

Por otro lado, el en aquel entonces rey de Partia, Mitrídates I, comenzó a robar territorios a los seleúcidas y creó una nueva capital para su incipiente imperio: Ctesifonte. Seleucia quedó reducida a Siria, Levante y poco más, y tras las revueltas de los Macabeos la cosa iría a peor para los griegos.

LAS REFORMAS DE LOS GRACO (133-121 a.C.)

Roma se había hecho la dueña del Mediterráneo, pero a un coste muy alto. Muchos soldados volvieron de las guerras a su casa y vieron que sus tierras habían sido destruidas o robadas por aristócratas. También con las nuevas conquistas, llegaron más productos del exterior, lo que causó caída de precios. Y que las villas de los ricos usaran mano de obra esclava no ayudaba a una competencia leal.

Muchos romanos se empobrecieron, y se fueron a las grandes urbes a buscar nuevos trabajos. Aquí la clase de las equites, los ecuestres, que antes eran los ricos que podían mantener un caballo, pasaron a ser hombres de negocios de clase media-alta, muchos dedicados a explotar los nuevos territorios, tareas vetadas para los senadores, que sólo podían dedicarse a la actividad agrícola.

Por otro lado, en el Senado se comenzaron a formar dos posturas: la de los nobles ricos, ya fueran patricios o plebeyos, que querían mantener el status quo privilegiado y las tradiciones romanas, los Optimates; y los nobles que querían defender a las clases más desfavorecidas, no siempre de forma altruista, sino para conseguir más poder político. Estos fueron llamados los Populares.

Entonces llegó a política Tiberio Sempronio Graco, un plebeyo adinerado nieto de Escipión Africano que se dedicó a luchar por los derechos de los pobres. En el 133 a.C. llegó a Tribuno de la Plebe y promovió una ley para que se devolviera las tierras ocupadas ilegalmente, limitar el ager publicus y el reparto de estas tierras públicas a cambio de un canon anual. La ley fue aprobada gracias al apoyo del cónsul popular Quinto Mucio Escévola, y menos mal que su principal opositor, Escipión Emiliano, estaba fuera, en Numancia, junto con Cayo Mario y Yugurta. ¿Quiénes son esos? En unos minutos lo sabréis.

Sin embargo, durante un motín en el Capitolio, Tiberio Graco y muchos de sus partidarios acabaron siendo asesinados y la reforma abolida. Pero tiempo después, gracias a la mala fama que adquirió el Senado entre la gente tras estos hechos, su hermano, Cayo Sempronio Graco, retomaría lo que él había empezado. Como tribuno de la plebe (123 a.C.) logró re-aprobar la Ley Sempronia de su hermano entre otras muchas, como precios máximos para el trigo, nuevas obras públicas, creación de nuevas colonias para quitarse población de en medio o conocer la ciudadanía romana a todos los itálicos, que como no la tenían no se podían beneficiar de sus reformas agrarias.  

Los Optimates dirigidos por Livio Druso lograron convencer al pueblo de que si los demás itálicos obtenían esa querida ciudadanía, ellos tendrían menos beneficios. La táctica funcionó y Cayo Graco no fue reelegido tribuno, y decidió usar la violencia para imponer sus ideas. Muchos de sus partidarios le abandonaron y Graco y los suyos, atrincherados en el Aventino, acabaron muertos a manos del cónsul Opimio en el año 121 a.C. Los Senadores más conservadores volvían a tener el poder absoluto, aunque no por mucho tiempo.

LA GUERRA CONTRA YUGURTA (112-105 a.C.)

El rey de Numidia Micipsa murió en el 118 a.C., y su última voluntad fue que su reino fuera dividido entre sus dos ineptos hijos Aderbal y Heimpsal y su sobrino Yugurta, un tipo que había luchado junto a Escipión Emiliano y Cayo Mario en Numancia. ¿Qué pasó? Pues que Yugurta lo quería todo para él y mandó asesinar a sus primos.

Aderbal logró escapar y pedir ayuda a Roma, que intentó poner algo de paz entre los dos primos. Se repartieron el reino, pero al poco tiempo Yugurta invadió la parte de su primo y le mató a él y a sus fieles romanos en Cirta. Esta acción acabó en la declaración de guerra contra Yugurta en el 111 a.C. Este fue a Roma para comprar la paz sobornando a todo dios con oro, pero acabó metiendo la pata y la guerra continuó.

En la Batalla de Suthul (110 a.C.) el cónsul Postumio Albino perdió y al año siguiente llegó a África el cónsul, Quinto Cecilio Metelo. Tras algunos combates, en el 107 a.C. fue relevado por su mano derecha, Cayo Mario, un popular que se convirtió en el héroe de esta guerra. El tipo había luchado en Numancia y como era un homo novus, es decir, el primero de su familia que iba a hacer carrera política, tuvo que casarse con una joven de la familia de los Julio para llegar a cónsul y estar al mando de las tropas.  

Yugurta se había aliado con su suegro, el rey Boco I de Mauretania, la actual Marruecos. Sin embargo, Cayo Mario tenía un arma secreta, a su cuestor Lucio Cornelio Sila. Muy diplomático él, logró hacer que Boco I entregase a Yugurta. La cosa funcionó, y Sila logró capturarle y llevarle a Roma. Recordad a este Sila que va a ser muy importante en el próximo episodio.

LAS REFORMAS DE CAYO MARIO (105-100 a.C.)

Aunque se podría decir que Sila había puesto fin a la Guerra de Yugurta, Cayo Mario se llevó toda la fama, y aquí empezó su enemistad. Tras esto Mario fue a la Galia a luchar contra pueblos cimbrios y teutones en las Guerras Cimbrias (113-101 a.C.). Lo hizo tan bien que repitió en el cargo de cónsul 5 años seguidos (105-100 a.C.), incluso sin estar presente en las elecciones.

Sin embargo, Mario sabía que el gran problema de Roma estaba dentro de sus fronteras. Por ello trató de combatir la corrupción y profesionalizó al ejército. Con esto se creó un ejército permanente, y ahora todos podían alistarse independientemente de la renta. Y es que la crisis había hecho que la gente más pobre no pudiese costearse el armamento, y los ricos evitaban ir a la guerra. ¿Qué hacer? Pues se les iba a pagar, el estipendio famoso, se les iba a dar equipo, iban a poder participar del botín de guerra, y tras 25 años de servicio se les daría una parcela de tierras en las provincias como jubilación, y si el jubilado era itálico se le daba la ciudadanía romana.

Esto suena muy bien, pero también fue una de las causas de la caída de la República romana. Los soldados acabaron siendo más fieles a sus generales que al Senado. De hecho, con el tema de la ciudadanía se volvió a armar follón y sus amigos Apuleyo Saturnino y Servilio Glaucia fueron asesinados, y él se tuvo que pirar a Oriente.

Con la reforma militar de Mario, la legión manipular se cambió por la de cohortes. Una legión eran 6000 soldados, divididos en 10 cohortes de 6 centurias cada una. A su vez las centurias se dividían en contubernios de 8 soldados, que eran los que compartían tienda de campaña en el campamento.

Cada centuria tenía 80 soldados liderados por un centurión, además de un optio, un signifer y un teserario. Cada cohorte eran unos 480 soldados y la primera de todas, que era más grande, era liderada por el Pilus Prior. Finalmente en la legión el cargo máximo era el Legado, un senador al mando de todo. Ya no iba a estar un cónsul o un tribuno militar, este cargo sería el segundo, y luego habría otros tribunos menores. Y por debajo el prefecto castrorum, equites varios y un aquilifer, que llevaba el emblema del águila.

Eso sin contar las tropas auxiliares, conformada por extranjeros, que eran de lo más variada. Arqueros, caballería… quien las comandaba era un Prefecto Cohortis. Estas reformas militares iban a ser importantes, pues se avecinaban cuatro guerras civiles y varias dictaduras que harían caer a la República romana. Especialmente gracias a un tipo que nacería en el año 100 a.C.: Julio César.