ANTIGUA GRECIA 5: Alejandro Magno y la Conquista de Persia
La siguiente historia tiene lugar, entre el año 336 y el 323 a.C.
Tras la invasión macedonia, Filipo II reunió a muchísimas polis griegas en el Congreso de Corinto, al que Esparta no fue. Básicamente les dijo que les quería todos unidos, y para ello creó la Liga de Corinto, o Liga Helénica. Debían dejar a un lado sus diferencias y luchar contra su amenaza común, que era Persia. Sin embargo, Filipo II fue asesinado por uno de sus guardias dos años después (Pausanias, durante la boda de su hija Cleopatra), y como Filipo Arrideo, su primer hijo, tenía deficiencia mental, fue sucedido por otro de sus hijos: Alejandro III.
*ALEJANDRO MAGNO Y EL DOMINIO MACEDONIO (336-323 a.C.)
Alejandro Magno, hijo de una princesa de Epiro llamada Olimpia, fue educado nada más y nada menos que por Aristóteles, y a los 16 años ya era gobernador de Tracia. Luchó en la Batalla de Queronea (338 a.C.) y, poco después de tomar parte en las negociaciones de Corinto, heredó el trono de Macedonia. Lo primero que hizo fue sofocar todas las revueltas de ilirios y tracios y de los tebanos, que se habían sublevado aprovechando el asesinato del rey. Tras eso, Grecia se le hizo pequeña al chaval y, junto a su caballo Bucéfalo (cabeza de buey), partió hacia Anatolia cruzando el Helesponto para luchar a los persas de Darío III a la edad de 20 años.
Pero el chaval no fue solo. Mientras que Antípatro se quedó en Macedonia manteniendo la autoridad, varios generales y amigos suyos le acompañaron en su viaje. Su segundo al mando era Parmenión, cuyo hijo era Filotas. También estaba Hefestión, su mejor amigo y puede que amante, Ptolomeo, que acabaría de faraón en Egipto, Pérdicas, Clito, Casandro, Antígono el tuerto, Crátero, Lisímaco y Seleuco. Bajo su mando había 40.000 soldados y una escuadra de 200 naves que les mantendrían en comunicación con Europa.
La primera parada de Alejandro fue Troya, donde visitó la tumba de su héroe Aquiles, y justo después tuvo la primera batalla contra los persas en Gránico (334), donde Clito salvó a Alejandro in extremis cuando un persa estaba a punto de cortarle la cabeza. Los macedonios ganaron y los persas huyeron, así que siguieron con el viaje.
Llegó a Éfeso, donde ordenó la reconstrucción del Templo de Artemisa, una de las 7 maravillas del mundo antiguo y que fue acabado en el año 323 a.C. Mileto y Halicarnaso se resistieron pero acabaron sucumbiendo. Cuando llegó a Gordio se hizo eco de la leyenda del rey Gordias, antiguo rey de Frigia,que había atado su carro al templo de Zeus con un nudo tan complicado que el que lo lograse soltar conquistaría toda Asia. Cuando Alejandro lo vio lo partió con su espada.
Su siguiente paso fue llegar a Siria, y fue allí donde tuvo un rifirrafe en la Batalla de Issos (333) con Darío III en persona, que no tuvo nada que hacer y salió corriendo. Eso sí, Alejandro capturó a su familia, aunque les trató bastante bien. De hecho no tenía nada en contra de sus enemigos, si se rendían les perdonaba. Cerca del lugar de la batalla fundó una ciudad, Alejandreta, que aparece en Indiana Jones y la última cruzada. Una ciudad que se le hizo bola al macedonio fue la fenicia Tiro, a la que asedió durante ocho meses. Tuvo que construir un puente de tierra para poder llegar a la isla donde estaba construida, por eso que ahora sea una península.
Finalmente llegó a Egipto y liberó a los egipcios del yugo persa. Fue recibido como un libertador y tras visitar el santuario de Zeus-Amón en el Oasis de Siwa fue coronado faraón de Egipto. El sitio le encantó y se quedó medio año allí para disfrutar un poco de la vida y para planear la construcción de la ciudad de Alejandría. No sería la única, fundó más de 50 ciudades con el mismo nombre, pero ninguna fue tan próspera como esta.
Tras su bien merecido descanso, siguió con su conquista a los persas. Se dirigió a Mesopotamia y volvió a enfrentarse cara a cara con Darío tras la Batalla de Gaugamela (331), lugar cerquita de Mosul en la actual Irak. Con el ejército persa derrotado, lo único que hizo Darío fue huir hacia el este. Ahora, con el camino despejado, el macedonio entró victorioso en Babilonia, donde fue recibido con jolgorio por parte de la población. Allí quedó maravillado por el esplendor de la ciudad: la puerta de Ishtar, los jardines colgantes, el Zigurat Etemenanki… Le gustó tanto que pensó en quedarse a vivir allí tras sus conquistas. Las siguientes ciudades en caer fueron Susa, Pasargada y finalmente acabó tomando la capital persa, Persépolis, donde incendió el palacio real.
Darío seguía huyendo, y sus nobles, liderados por el sátrapa de Bactria, Bessos, acabaron asesinándolo, y este se hizo nombrar rey de Persia con el nombre de Artajerjes V. A Alejandro eso le pareció muy poco digno, y persiguió a Bessos por la satrapía de Partia hasta la Bactriana donde consiguió darle caza y le cortó la cabeza.
Fue en esta región donde colocó como sátrapa a un general amigo de su padre, Clito. Sin embargo, en una noche de borrachera, le dijo a Alejandro que era un flipao y que iba de divo, y el Magno le clavó una lanza en el pecho (328). Además, debido a sus creencias de que algunos conspiraban contra él ordenó matar a Filotas y después a su padre Parmenio, que se había quedado en Ecbatana.
Con mejor humor, asedió la fortaleza de la Roca Sogdiana en Maracanda, se casó con la princesa bactriana Roxana y la dejó preñada (327). Y es que Alejandro Magno estaba obsesionado con el helenismo. Quería, y obligaba en algunos casos, a que sus soldados griegos se casaran con los persas para helenizarlos. Que ambas culturas se mezclasen y formaran parte del gran imperio que deseaba. Algunos de sus generales se enfadaron un poco por esto. Incluso tuvo algunos motines. Pero nada que un par de ejecuciones no solucionen.
Finalmente el chaval, tras atravesar el macizo del Hindú Kush, llegó hasta la región de Punyab, entre la India y Pakistán. El lugar dejó pasmados a los griegos. No conocían la selva, ni muchos de los animales que allí vieron. Tras aliarse con el rey de Taxila derrotó en la Batalla del río Hidaspes (326 a.C.) al Rey Poros y su ejército de elefantes así como a tribus indias varias. Se dice que más que victoria fue un empate técnico, pero como Poros había combatido bien contra él, Alejandro le dejó como sátrapa de la región. Eso sí, lamentablemente su caballo Bucéfalo murió en combate y como homenaje, Alejandro fundó una ciudad con su nombre. Y eso no es todo. Poco después, en un enfrentamiento contra la tribu de los malios, Alejandro casi muere de un flechazo.
El joven rey llegó hasta el Río Hífasis, ahora Beas, afluente del Indo, y fue ahí donde todos sus soldados se plantaron. Estaban demasiado lejos de casa, y todos querían volver a la vida normal, ver a sus mujeres e hijos. Alejandro quería llegar al final del mundo, pero tuvo que ceder.
El camino de vuelta no fue nada fácil, la travesía por el desierto de Gedrosia fue tremenda. Pero eso no le mató. Parece que debió de pillar malaria, y eso fue lo que acabó con el rey macedonio. Poco antes, también por enfermedad, había fallecido su amigo Hefestión. El Magno acabó sus últimos días en Babilonia, enfermito, y con el destino del imperio en un limbo bastante serio. Era el año 323 a.C. y Alejandro la palmó con 33 años. Su hijo Alejandro IV estaba a punto de nacer, y no había sucesor claro. Se iba a liar pero bien.
[Sus últimas palabras quedaron un poco en el aire. Se dice que dijo “a Crátero” (Krater’oi) o “Krate’roi”, que en griego significaba “al más fuerte”.]