La siguiente historia tiene lugar entre el año 1600 y el 1700 d.C.
Ahora vamos a conocer la historia del Virreinato del Perú durante el siglo 17. Este siglo empezó tranquilamente hasta que… pumbaaa.
En febrero de 1600, el volcán Huaynaputina, al sur del Perú, entró en erupción. Se estima que fue la mayor explosión registrada en la historia del continente. Las ciudades de Arequipa y Moquegua fueron cubiertas de ceniza casi un mes, y se piensa que la erupción pudo haber alterado el clima, causando una tremenda hambruna en Rusia.
El primer virrey de este periodo fue Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey, elegido en 1604 tras haber sido virrey en Nueva España. Este virrey inició varias actividades repobladoras, y modernizó muchos pueblos y ciudades, y reparó poblaciones afectadas por los volcanes que habían entrado en erupción en la última década. Se dedicó a alojar a los nativos en poblaciones modernizadas en contra de criterio de algunos criollos españoles y de algunos nativos que se resistían a vivir en pueblos de rollo español.
También envió al comisionado Francisco de Alfaro a las distantes regiones de Tucumán, Paraguay y Buenos Aires para evitar que los nativos fueran usados como sirvientes y jornaleros sin libertad, ya que en estas zonas tan alejadas no se cumplía la ley y todo era un poco como el salvaje oeste.
En 1605, el ya mencionado marinero Pedro Fernández de Quirós tuvo la misión de encontrar la Terra Australis Ignota, el mítico 5º continente que aún no se había descubierto, pero del que existían algunos rumores que circulaban entre los navegantes portugueses.
Quirós se lanzó a la aventura y alcanzó las islas Nueva Hébridas, o Vanuatu. La isla más grande de Vanuatu se llama Espíritu Santo porque Quirós la llamó así, concretamente Austrialia del Espíritu Santo, uniendo la palabra “austral”, es decir, del sur, y “Austria”, porque esa era la Dinastía reinante en España. Luego se darían cuenta de que aquella isla no era lo que estaban buscando y ese nombre acabaría siendo para Australia.
Por cierto, su segundo al mando, Luis Báez de Torres, se separó de Quirós por una tormenta y acabó recorriendo parte del Sudeste Asiático, hasta que ambos se reencontraron en Manila. Durante este viaje, Torres se convirtió supuestamente en el primer europeo en avistar Australia. Y el estrecho de Torres, entre Australia y Nueva Guinea, se llama así por él. Todavía quedaba la Antártida por descubrir, pero eso es otra historia.
En el año 1606 se fundó la Feria de Portobelo, en la costa panameña. Fue el puerto con más afluencia de intercambios comerciales entre España y América. Por allí pasaba la plata extraída en el Perú, entre otras riquezas y productos variados, como cochinilla (que servía como tinte carmín), índigo de plantas (para tinte azul), cuero o cacao.
El marqués de Montesclaros, Juan de Mendoza y Luna, conocido como el virrey-poeta, también había sido virrey de Nueva España antes de serlo del Perú.
De su mandato destacan varias cosas. Realizó el primer censo de Lima, el censo de Caravantes, siendo Francisco López de Caravantes un contable amigo de virrey que buscaba reformar la Hacienda y hacerla más eficiente. Y escribió Noticia General de las Provincias del Perú, Tierra Firme y Chile, donde describía la organización económica del virreinato.
Este virrey inició la construcción del Puente de Piedra sobre el río Rímac, que pasa por Lima y el Callao.
Y finalmente ordenó la construcción de la Alameda de los Descalzos, un jardín público en Lima que llegaba hasta el Convento de los Descalzos, llamado así por la cantidad de monjes franciscanos que paseaban por la zona prácticamente descalzos.
Como ya dije, a este virrey le molaba mucho la poesía y el teatro, y viendo que solo había un teatro en Lima, el Corral de Santo Domingo, decidió crear otro, el Teatro de San Andrés. Eso sí, como vio que la competencia dañaba a ambos, decidió que mientras en uno hubiera actuaciones, los comediantes del otro tendrían que irse de gira por las provincias.
La mayor parte de los beneficios de este teatro fueron destinados al anexo hospital de San Andrés. Y tiempo después se creó un tercer teatro, el Teatro de San Agustín.
El siguiente virrey fue Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache y emparentado con los Borgia italianos.
Durante todo su gobierno se tuvo que enfrentar a la piratería neerlandesa, dirigida por marineros como Jacob Le Maire o Willem Schouten.
En uno de estos ataques, ocurrido en 1615 en Lima, fue famosa una mujer religiosa llamada Isabel Flores, luego conocida como Rosa de Lima, quien reunió a muchas mujeres en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario para orar por la salvación de Lima. Luego, Rosa se subió al altar, se cortó el vestido, y arengó a las demás mujeres a defender el sagrario de los piratas que intentaban saquear el lugar.
Días después, el capitán pirata murió en su barco misteriosamente y una tormenta obligó a los piratas a largarse. Los limeños lo atribuyeron todo esto a un milagro de Rosa.
Tras esta serie de ataques, ya con todo en calma, el virrey comenzó la construcción de varios colegios. El Colegio del Príncipe en Lima, creado en 1620, sirvió para la educación de los hijos de nativos de la nobleza. Y luego, en Cuzco, construyó el Colegio San Francisco de Borja, para hijos de caciques quechuas… y el de San Bernardo, para hijos de españoles, criollos y mestizos.
En Lima también destaca la Iglesia y el Monasterio de Santa Catalina de Siena, un complejo religioso regentado por las Madres Dominicas. Y en Arequipa hay otro llamado igual, pero en vez de azul, con paredes rojas.
Por su parte, en el territorio argentino los jesuitas fundaban la Universidad de Córdoba hacia 1613… y en Bolivia, en 1624, se fundó la Universidad de San Francisco Javier de Chuquisaca, con sede en Sucre.
Otra institución educativa importante fundada en esos años fue la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Santiago, la primera universidad de Chile, de 1622 y fundada por los dominicos. Allí se impartían clases de latín, gramática, retórica, poética, metafísica, lógica, filosofía, ética…
Un dominico famoso de esta época es Diego de Hojeda, que se dedicó a la poesía religiosa y fue el autor del famoso poema épico La Cristiada.
Tres años después, los jesuitas construyeron otra también en Santiago de Chile: la Universidad Pontificia Colegio Máximo de San Miguel. Entre estas dos órdenes, la jesuita y la dominica, hubo bastantes tiranteces, como no podía ser de otra manera.
Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, fue durante casi 10 años virrey en Nueva España para después serlo 8 en el Perú, desde 1621.
Durante su reinado destaca un conflicto civil en las minas de Potosí, la llamada Guerra entre Vicuñas y Vascongados. Allí, los vascos y riojanos destacaban como buenos metalúrgicos, sobresaliendo la familia de los Verasategui y los Oyanume, que se volvieron ricos al hacerse con el control de varias minas de la zona. Los andaluces y extremeños, llamados vicuñas porque llevaban sombreros de piel de vicuña, protestaron bastante por este trato de favoritismo por parte de la Corona, y también por la corrupción que existía.
Por esta razón hubo una guerra callejera con decenas de muertos en la Villa Imperial, que se prolongó algunos años. Por ejemplo, en 1622, el asesinato a puñaladas de un joven vasco con fama de pendenciero llamado Juan de Urbieta hizo que los vascos salieran a las calles diciendo que iban a matar a todos los que no hablaran euskera. El virrey y el alcalde de la villa Manuel de Guevara lograron poner paz y orden, aunque los favorecidos fueron los vascos.
En 1625, el virrey tuvo que enviar a sus tropas a El Callao, el puerto más importante del Perú, cerca de Lima. Y es que estaba siendo atacado por el pirata neerlandés Jacques L’Hermite Clerk. Éste intentó hacerse con un cargamento de plata, pero le salió el tiro por la culata. Luego atacó el puerto de Guayaquil, pero el pirata acabó muriendo de escorbuto.
En 1629, el nuevo virrey del Perú fue Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla.
Fueron diez años relativamente tranquilos donde se descubrieron nuevas minas, como la mina de plata de Cerro de Pasco, en Perú.
También se cuenta que los sacerdotes jesuitas encontraron un buen remedio natural contra las fiebres producidas por la malaria. Esa era la corteza de quina, un árbol que se encontraba en la zona de los Andes. De hecho, el médico del virrey, Juan de Vega, logró curar a la virreina de esta enfermedad.
También destacan las predicaciones del sacerdote jesuita Pedro Claver en Cartagena de Indias. En aquel puerto entraban esclavos negros en el virreinato, en unas condiciones un poco lamentables, y este jesuita se dedicó a defenderles y cuidarles llevándoles comida y atendiendo a los enfermos. En esa época se construyó en la ciudad una iglesia que en el futuro llevaría su nombre, la Iglesia de San Pedro Claver.
En Venezuela se fueron creando pueblos de indios como Turmero, Guarenas, Choroní, Baruta, La Victoria… y el catalán Joan Orpí, considerado como el último conquistador de Venezuela, quien derrotó a los cumanagotos, fundó Nueva Barcelona en 1638.
En este territorio se empezó a hacer muy importante el cultivo de cacao, así como el de caña de azúcar, tabaco, sal y cuero.
Para defenderse de los piratas se construyeron fortalezas, como la de Araya… el Castillo de San Antonio de la Eminencia en Cumaná… el Castillo de San Carlos de Borromeo, en Isla de Margarita… o el Castillo de San Carlos de la Barra, en la entrada del Lago Maracaibo.
Mientras tanto, Caracas sufriría un terremoto de la leche en 1641, dejando la ciudad prácticamente en ruinas.
Volvamos a Argentina. En 1630 estalló la 2ª Guerra Calchaquí, que duró 12 años y que fue dirigida por el curaca diaguita Juan de Chalimín. Durante este tiempo, los españoles intentaban expandirse por el Tucumán, y las tribus calchaquíes y la confederación diaguita del sur argentino contraatacaron y volvieron a destruir algunas ciudades. Tras años de luchas, los españoles terminaron capturando a Chalimín y lo ejecutaron, y su resistencia fue menguando.
Mientras tanto, en Paraguay, los jesuitas creaban muchas misiones por todo el territorio, en mitad de la selva, destacando las misiones de Guayrá, o de la Pinería. Eran básicamente reducciones creadas por religiosos entre las tribus de los guaycurúes y los guaraníes, entre otros pueblos, la gran mayoría de ellos nómadas. En estos poblados, los nativos no eran encomendados, y trabajaban libres en favor de su comunidad a la par que eran evangelizados y aprendían oficios. Destaca la de San Ignacio Miní, de la que solo quedan ruinas.
Esto viene porque en 1603, el gobernador del Río de la Plata Hernandarias había legislado en favor de los indígenas promoviendo la supresión de mitas y encomiendas. Pero claro, muchos encomenderos se resistieron, a excepción de estas reducciones jesuíticas que, gracias al aislamiento y su autosuficiencia, pudieron funcionar de forma bastante autónoma.
El problema es que estas misiones sufrieron los constantes ataques de los Bandeirantes, que eran aventureros portugueses de Sao Paulo, quienes cazaban nativos para venderlos como esclavos a las haciendas portuguesas en el Brasil.
Por ello, algunas de estos poblados se reubicaron en el Alto Paraná y el Río Uruguay, y tuvieron bastante éxito. Destaca el éxodo de más de 1000 km que hizo el padre Antonio Ruiz de Montoya en 1628 junto con 12.000 indígenas y 700 balsas. A este señor se le atribuye la primera gramática y diccionario de guaraní.
Aún así los ataques continuaron, pero los jesuitas decidieron defenderse. Liderando a los guerreros guaraníes lograron una gran victoria contra los portugueses en la Batalla de Mbororé, de 1641. Estos ejércitos de guaraníes van a ser importantes más adelante.
En 1639, fue nombrado nuevo virrey Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera.
Este virrey es famoso por haber adjudicado muchas tierras a nativos, a los cuales cedía su propiedad. Eso sí, ellos no podían vender estas tierras a nadie más. Esto se hacía para que no quedaran expuestos a la avaricia de gente más poderosa, y se las compraran con argucias, pero generaba problemas con las herencias, o cuando se extinguía la familia de un propietario, o por el abandono por falta de recursos en épocas de malas cosechas. Este virrey trató de solucionar esto reorganizando este tipo de propiedades, y creando nuevos contratos con papel sellado, que era el oficial para temas burocráticos.
Las constantes incursiones de los piratas seguían día sí y día también, y Leiva financió la construcción de fuertes y murallas por todo el territorio. Por ejemplo, ordenó construir una muralla de 4 km de largo rodeado El Callao. También construyó enormes galeones en los astilleros de Guayaquil.
Pronto también destacaría el Castillo de San Felipe de Barajas, construido sobre un cerro en Cartagena de Indias. Esta ciudad fue completamente amurallada y esta era la entrada, ahora llamada Torre del Reloj porque pocos años después se levantó eso, una torre con un reloj.
También el virrey creó fuertes en Arica y Valdivia, en Chile, y alguno más en la zona de Buenos Aires, ya que algunos piratas estaban intentando establecer colonias en las costas del cono sur.
En esos años, el gobernador de Chile Alonso de Rivera, un militar veterano de la Guerra de Flandes, reformó las fuerzas españolas en la frontera con la Araucanía y creó el Tercio de Arauco, un ejército permanente y profesional formado por soldados españoles, criollos y nativos auxiliares, mayormente mapuches aliados. En total, unos 1500 combatientes.
Como consecuencia de la creación de este ejército, surgieron por toda la capitanía general de Chile multitud de fábricas artesanales y talleres para confeccionar uniformes y otras ropas. También se crearon nuevas herrerías, zapaterías, carpinterías… que dieron empleo a mucha gente.
Hablando de Chile, en estos años, en la ciudad de Santiago, vivió un personaje famoso: Catalina de los Ríos y Lisperguer, mejor conocida como La Quintrala. Esta mujer fue una terrateniente chilena que era muy bella, descendiente de españoles, alemanes e incas, pero también era terriblemente cruel con sus sirvientes.
Se cuenta que a los 18 años asesinó a su enfermo padre envenenándolo, y heredó un patrimonio bastante extenso, destacando la Hacienda de El Ingenio.
Luego se casó con un militar llamado Alonso Campofrío, descendiente de los condes de Urgel, y tuvieron un hijo que murió con 10 años.
Catalina tuvo muchísimos líos amorosos, como Enrique Enríquez, de la Orden de Malta, a quien apuñaló por haber jugado con sus sentimientos. Y posteriormente culpó a uno de sus esclavos, el cual fue ejecutado. También se dice que se cargó a puñaladas a un caballero de Santiago tras haber tenido una cita amorosa con ella.
Otro de los rumores que corría era que estaba venga a meter fichas a un fraile llamado Pedro de Figueroa, quien parece que era su amor platónico. Y que tiempo después estuvo de concubina con un obispo de Chile, Juan Pérez Espinosa.
La Quintrala se pasaba el día a caballo por su finca, y su deporte favorito era maltratar a las personas que trabajaban para ella, como sirvientes y otros familiares suyos. Acumuló tantas denuncias que, en 1660, la Real Audiencia chilena investigó el asunto. Las pruebas eran tantas que la chica fue llevada a juicio, y se le acusó de la autoría de unos 40 crímenes.
Entre ellos, estaba el ocultismo y realizar pactos con el diablo. Al parecer, estas cosas las habría aprendido de una esclava negra dada a la santería y prácticas del estilo originarias de África. Rollo vudú.
Gracias a sobornos varios, logró alargar bastante el juicio y quedar libre, pero dos años después volvió a ser enjuiciada. Justo ese año la Quintrala cayó enferma y terminó muriendo con 61 años. Con el tiempo fue creándose un mito en torno a su figura, y no se puede saber con certeza si todo lo que se cuenta de ella es verdad o no.
Otra historia curiosa ocurrida en este tiempo es la de Catalina de Erauso, una donostiarra conocida como la Monja Alférez. Pronto escapó del convento en el que estaba y viajó por España, y luego por los virreinatos de América bajo identidades masculinas, haciéndose llamar muchos nombres masculinos diferentes, siendo el más conocido Antonio de Erauso. Tuvo diferentes empleos, y también varias relaciones con mujeres a las que dejó plantadas en el altar para robarles la dote.
También luchó en la Guerra de Arauco en los tiempos del gobierno de Pedro Osores de Ulloa. Se cuenta que Erauso luchó contra los mapuches defendiendo la ciudad de Valdivia, y recibió el grado de alférez. El problema es que su crueldad con los indígenas le impidió seguir avanzando en la carrera militar.
Tras años dando tumbos y metiéndose en problemas, Erauso acabó arrestado y condenado a muerte varias veces, pero logró sobrevivir con argucias varias. En una de ellas, acabó confesando que era una mujer, y le dejaron libre. Aunque eso sí, parece ser que acabó teniendo una audiencia con el papa Urbano VIII para que le dejaran seguir viviendo como hombre. Finalmente se instaló en Orizaba, en Veracruz, y estableció un negocio como arriero.
Aunque no hay dudas de que esta persona existió, y parece que era transgénero, sí que hay ciertas dudas sobre la veracidad de algunas de sus aventuras, porque son bastante locas.
Tiempo después, en 1641, tuvo lugar el Parlamento de Quilín, o de Quillín, o Paces de Quillén. Esto fue una reunión pacífica y masiva entre españoles y mapuches para que hubiera paz entre ambas naciones.
El marqués de Baides y gobernador de Chile Francisco López de Zúñiga reunió los toquis Lientur y Butapichún, y a los loncos Chicaguala y Lincopichón. Se acordó la paz y se entregaron regalos y se intercambiaron prisioneros. En los acuerdos, los mapuches reconocían al rey de España como su señor, pero conservarían absoluta libertad de su territorio, sin que nadie pudiera esclavizarlos ni molestarlos. Los españoles también se comprometían a destruir sus fuertes al sur del río Biobío, mientras que los mapuches dejarían entrar a sus poblados a misioneros para predicar el cristianismo. Y se crearía el cargo de Capitán de Amigos, un funcionario colonial chileno que viviría entre los mapuches y haría de mediador y supervisor.
Durante el mandato del virrey Leiva, en 1640, Portugal se independizó de España, y lo mismo pasó con Brasil. Esto creó un sentimiento de antipatía hacia los portugueses afincados en los virreinatos, y la Inquisición de Lima empezó a perseguirles por judaizantes. Algunos sí que eran judíos, pero en general, esa fue una excusa para expulsarles.
El caso es que, por esos años, los bandeirantes portugueses empezaron una silenciosa invasión de la región amazónica, violando con ello el Tratado de Tordesillas y tratados posteriores. También se expandieron hacia el sur, hacia la Banda Oriental, lo que hoy es Uruguay. Allí, en 1680, estos portugueses al mando de Manuel de Lobos, fundaron la Colonia del Sacramento, que se convertiría en un foco del comercio ilícito.
Llegamos a 1648, más o menos la mitad de este siglo 17. Aquí comenzó a gobernar el virrey García Sarmiento de Sotomayor.
En estos años, alrededor de la ciudad de San Francisco de Borja, en la zona de la Amazonía norte peruana, se crearon diferentes misiones jesuitas, conocidas como Misiones de Maynas. Que se irían expandiendo del río Marañón al Amazonas hasta Iquitos.
Y en 1653, en Santafé de Bogotá, el dominico fray Cristóbal de Torres fundó la Universidad del Rosario, en la que se impartieron cátedras de leyes, teología y medicina.
Luis Enríquez de Guzmán fue el virrey a partir de 1655, y pocos meses después de tomar posesión de su cargo ocurrió un violento terremoto se destruyó parte de Lima y el Callao.
Para empeorar las cosas, en Chile, se reactivó la guerra con los mapuches. Entre 1655 y 1660, ocurrió la sublevación del Mestizo Alejo. Este tipo era hijo de un lonco mapuche, Curivilú, y una española secuestrada. Entre los mapuches era habitual las malocas, correrías donde entraban a territorio enemigo a robar animales y mujeres.
Alejo, o Ñamku, se crio entre mapuches, pero 5 años después fueron rescatados por los españoles, y mataron al cacique.
Alejo acabó en el Tercio de Arauco como arcabucero, pero nunca pudo ascender por mostrar simpatías por el bando contrario. Se había criado con ellos, era algo normal. Pero se sintió rechazado y acabó desertando. Y no solo eso, también enseñó tácticas militares españolas a los mapuches y acabó como toqui, que vendría a ser líder militar.
Alejo obtuvo varias victorias contra los españoles. Sin embargo, estos usaron a su madre para que le dijera: “para ya con tus movidas, vuelve a casa”, y también una epidemia de viruela provocó estragos entre sus huestes.
Alejo acabó jodido, pero siguió combatiendo a los españoles. En 1660, Alejo y los suyos capturaron dos jóvenes españolas y las convirtieron en sus concubinas. Esto despertó celos en las esposas mapuches del muchacho y le asesinaron por despecho mientras dormía. Estas dos chicas mapuches fueron exiliadas a territorio español y acabaron recibiendo un premio por el gobernador, así como una pensión vitalicia.
A mediados de este siglo la producción de la mina del Cerro Rico del Potosí había entrado en declive. Ya apenas quedaba nada. Eso sí, hacia 1657, se encontraron unas minas de minerales de Laicacota, cuya explotación originó el auge de la ciudad de Puno, al sur de Perú, a orillas del Lago Titicaca.
También se descubrió la falsificación de monedas de plata del Potosí. Resulta que los monederos, en vista de que el azogue iba a agotarse, decidieron sustituirlo por cobre, y crearon monedas falsas mezclando la plata con este cobre, lo que no fue complicado ya que las cecas estaban en manos de empresarios privados, como Francisco Gómez de la Rocha, y sin control real. Aunque bueno, se acabó descubriendo y los responsables de la estafa, ejecutados.
De estos años es muy interesante contar la historia de Pedro Bohórquez, aunque no se sabe hasta qué punto esto leyenda o realidad. Este tipo era un andaluz que llegó al Perú intentando hacer fortuna, aunque no lo consiguió. En el 39 convenció al virrey de liderar una expedición para buscar Paititi, la ciudad perdida inca, pero fue un rotundo fracaso. Pedro fue encarcelado en Chile, aunque logró huir, atravesó los Andes, y llegó a San Miguel de Tucumán en 1656.
Allí vio que la situación de los españoles era bastante jodida, por el ataque casi constante de los Calchaquíes. Se contaba que estos tipos habían estado sometidos a los incas y conocían unas minas de oro mu wapas, pero como no conseguían evangelizarlos, era imposible conseguir la información.
Pues no se sabe cómo, pero el Pedro este, que era de piel algo morenita, llegó hasta ellos y les contó que él era el último descendiente de los incas, de nombre Inca Hualpa, y que les ayudaría a librarse del dominio español si le decían dónde estaban las minas y le hacían su rey. Y coló y le hicieron su rey.
Luego Pedro fue a hablar con el gobernador de Tucumán, el catalán Alonso Mercado y Villacorta. Llegó rodeado de caciques calchaquíes y siendo llevado en una litera de oro, y los españoles se quedaron flipando. Pedro les pidió reconocimiento como monarca local a cambio de la información sobre las minas.
Así, durante dos años, este tipo engañó a todo dios y pudo establecer la capital de su reino en Tolombón, la cual fortificó y hasta rodeó de cañones construidos con madera.
Cuando se vio amenazado por el gobernador, quien había pedido su cabeza, Pedro atacó a los españoles con su ejército de indígenas. Así, en 1658, estalló la 3ª Guerra Calchaquí, en la cual, este falso inca logró hacerse con el control del Fuerte San Bernardo, lo que hoy es Coronel Moldes.
De esta guerra también destaca en otro frente el líder de los Quilmes Felipe Calchaquí. Y es que, Alonso Mercado implementó el extrañamiento, una serie de repartos y deportaciones a los nativos capturados con el fin de desarraigarlos y evitar futuras rebeliones. Y lo cierto es que funcionó. Una de estas reducciones famosas fue la de Quilmes, cerca de Buenos Aires.
Por su parte, Pedro Bohórquez mantuvo el control de la región durante 8 años, hasta que en 1667 decidió rendirse y volver al Perú. Sobre su final no existe nada seguro. Unos dicen que acabó ejecutado y otros que le dejaron reincorporarse en la vida limeña.
El virrey nº18 del Perú fue Diego de Benavides. Este virrey apoyó mucho a Juan de Padilla, un juez penal de la Audiencia de Lima nacido en Nazca famoso por su defensa de los derechos de los nativos, especialmente los que trabajaban en las minas y obrajes.
Gracias a sus denuncias y consejos, el virrey Benavides promulgó la Ordenanza de Obrajes de 1664, que establecían un aumento del salario de los trabajadores y respeto a los descansos reglamentados y a la duración de la jornada etc. Y para que todo esto se cumpliera estableció que, en los juicios de residencia de los corregidores, éstos tuvieran que demostrar que habían mantenido al día el registro de visitas, incidencias y quejas de los trabajadores, siendo responsables por omisión si no podían aportar pruebas de que se habían cumplido las ordenanzas.
Gracias a ello, se fomentaron este tipo de empresas, y por ejemplo, los nativos de Latacunga y Ambato, en Ecuador, establecieron potentes y ricos obrajes por su cuenta con los que ganaron mucho dinero.
En 1667 comenzó a reinar el virrey Pedro Antonio Fernández de Castro, conde de Lemos. Este tipo tuvo fama de ser extremadamente religioso, justiciero e inflexible con la ley. Hizo todo lo posible por abolir la mita minera, pero no lo logró. Aunque sí que redujo los mitayos de 4115 a 1816.
También tuvo que enfrentarse a la poderosa familia Salcedo, la cual había prosperado con las minas peruanas. Resulta que, en esos años, esta familia había encontrado las minas de Laycacota. Sin embargo, un grupo de poderosos mestizos y otro grupo de vascos lucharon por controlar este preciado lugar. Ante el caos que se formó en el lugar, el virrey tuvo que ir allí personalmente para poner algo de orden.
Mientras resolvía la situación, su esposa Ana Francisca de Borja y Doria ocupó el cargo de virreina gobernadora, ejerciendo enteramente la autoridad real. Se la considera la primera virreina mujer del Perú con poderes plenos.
En estos años, estos virreyes ordenaron la construcción de muchos edificios en Lima, destacando un hospital para indios convalecientes y un hospicio para prostitutas arrepentidas, la Casa de las Amparadas. Otro edificio a destacar es la Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados, situada justo detrás del Palacio de Gobierno virreinal, en Lima.
En el 68 fue beatificada Santa Rosa de Lima, la monja ya mencionada durante uno de los ataques piratas de Lima. Fue la primera mujer nacida en América en ser consagrada como santa católica, y fue patrona de Lima. Esta religiosa destacó por su labor caritativa, ayudando a enfermos y pobres de Lima, y por ser defensora de los derechos de los pueblos indígenas y esclavos africanos.
El fraile San Martín de Porres Velázquez, hijo de un noble burgalés y una mujer negra, fue el primer santo mulato de América. Fundó el Asilo de Santa Cruz en Lima, donde dio albergue a mendigos y huérfanos que encontraba por las calles de la ciudad. Se le representa con una escoba como símbolo de la humildad con la que vivió su vida.
También destaca Francisco del Castillo, un jesuita que se dedicó a evangelizar a nativos y también a negros, muchos de los cuales, tras ser liberados, optaron por llevar una vida religiosa en conventos y monasterios.
Y para acabar con el tema religioso, podría destacar al Señor de Pachacamilla, o Señor de los Milagros, una imagen de Cristo pintada en el Santuario de las Nazarenas de Lima, obra de un antiguo esclavo negro.
Su veneración llegó porque tras el terremoto de 1655, justo esa pared quedó intacta, y lo atribuyeron a un milagro. Y es que encima, en 1687 volvió a haber un terremoto y esa pared volvió a quedar intacta. Y ahora, todos los años, una copia se saca en procesión.
1746 es un año recordado porque Perú sufrió uno de los terremotos más destructivos de su historia. Sin embargo, según se cuenta, nada más la imagen de este cristo salió en procesión, la tierra dejó de temblar.
En cuanto a literatura en el virreinato peruano de este siglo, podemos destacar varias figuras. Amarilis parece que fue el seudónimo de María Rojas Garay, que escribió un poema a Lope de Vega expresándole su amor y admiración.
Luego está Juan de Espinosa Medrano, apodado como Lunajero o Doctor Sublime. Fue un fraile mestizo cuyas obras, tanto en español, latín o quechua, tuvieron bastante fama. Sus obras más famosas son Apologético en Favor de Don Luis de Góngora, y El Robo de Proserpina y el Sueño de Endimión, escrita en quechua.
Finalmente destaca Juan del Valle y Caviedes, conocido como “El Poeta de la Ribera”. Destaca su obra Diente del Parnaso.
En pintura destaca Gregorio Vázquez de Arce, nacido en Bogotá, uno de los pintores más importantes del barroco hispanoamericano. En la Escuela Quiteña destaca Miguel de Santiago, pintor mestizo que fue alumno de Sánchez Gallque, que fue el que pintó Los Negros de Esmeraldas. Finalmente, en la Escuela Cuzqueña destaca Luis de Riaño.
A partir de 1668 comenzaron los ataques del corsario inglés Henry Morgan. Y es que hay que saber que, en aquella época, los ingleses habían tomado la Isla de la Tortuga, donde se creó la Cofradía de los Hermanos de la Costa, y luego la isla Jamaica, cuya capital fue Port Royal. Se cuenta que esta población estuvo plagada de prostíbulos y tabernas donde los bucaneros se gastaban su botín. Y había peleas constantes.
El caso es que el pirata Morgan fue a liarla en la zona panameña, y logró saquear Portobelo en 1668, y Panamá en 1671. Se cuenta que los españoles soltaron una manada de toros y vacas contra los atacantes, pero el plan no funcionó porque los animales se ralentizaron por el terreno fangoso, y los piratas aniquilaron a todos, robaron un montonazo de cosas valiosas y prácticamente destruyeron la ciudad. Se decidió reconstruir la ciudad en un lugar nuevo, que sería Nueva Panamá, dejando abandonada la llamada Panamá la Vieja.
La virreina envió una flota y refuerzos para frenar nuevos ataques piratas, y también reforzó el puerto de El Callao.
En 1672 murió el virrey Pedro Antonio, y como virrey interino fue nombrado Álvaro de Ibarra, un magistrado y clérigo criollo peruano, quien fue de los pocos nacidos en América en ocupar el cargo de virrey.
Dos años después llegó al Perú el virrey oficial, Baltasar de la Cueva, conde de Castellar.
Fue elegido por ser el mejor financiero de la Corte española, y su gobierno se caracterizó por medidas económicas novedosas. Por ejemplo, adoptó medidas severas para reducir considerablemente el gasto público. También estableció por primera vez un presupuesto general anual, y estipuló que todos los movimientos de las cuentas debían llevar su firma, algo que ayudó a controlar más los movimientos del dinero de la Hacienda Real y a evitar la corrupción.
De todas formas, a pesar de todas sus reformas económicas, parece que muchos comerciantes limeños entraron en quiebra, lo que causó muchísimas quejas, y la Corona destituyó al virrey de forma fulminante. Aunque luego hubo un juicio y Baltasar quedó absuelto y pasó el resto de sus días siendo un miembro del Consejo de Indias.
En el año 1678, Melchor de Liñán y Cisneros fue nombrado arzobispo de Lima y también virrey del Perú, aunque de forma interina.
Se cuenta que su máxima preocupación fue la protección de los indios, y durante su corta gestión se dedicó a aplicar la Recopilación de Leyes de Indias de forma severa. La esclavitud estaba prohibida con los nativos, menos con africanos y los prisioneros de guerra. En la zona peruana ya no había guerras de conquista, pero sí en el cono sur. Por ello, Liñán prohibió que se esclavizara a los nativos mapuches apresados en la frontera de Chile. Otra cosa es que la tan alejada Chile le hicieran caso.
Este virrey favoreció muchos a los jesuitas, y en 1680 tuvo que enfrentarse a una revuelta organizada por monjes franciscanos de origen criollo de Cuzco, y monjas dominicas de Quito, quienes se oponían al nombramiento de prelados venidos de España.
La década de los 80 estuvo marcada por el gobierno del virrey Melchor de Navarra y Rocafull, duque consorte de Palata.
Como ya conté, una parte de los nativos eran asalariados, y otra parte eran propietarios de tierras, y vivían de las ventas de sus productos. Pues bien, resulta que este virrey se enteró de que algunos clérigos estaban cobrando a estos nativos por sacramentos, como misas, bautizos o funerales, lo cual era una práctica abusiva porque eso era gratis.
Su Provisión de febrero de 1683 hizo más sencillo que los nativos pudieran denunciar a sus corregidores este tipo de abusos, y muchos clérigos protestaron, entre ellos Melchor de Liñan.
Este virrey construyó nuevas fortificaciones en Lima, Trujillo y Callao, para protegerse de los envites del pirata inglés Edward Davis. Sin embargo, su gozo en un pozo. Llegó el doble terremoto de octubre de 1687 y lo tiró todo abajo. Incluyendo el palacio virreinal. De hecho, el propio virrey tuvo que vivir durante meses bajo una toldería construida en la Plaza Mayor.
Y llegamos al último virrey de este siglo 17. Tras haber sido virrey de Nueva España, en 1689, llegó al poder del Perú Melchor Portocarrero Lasso de la Vega, conde de Monclova, quien estuvo en ese cargo hasta 1705. Le apodaron Brazo de Plata porque perdió un brazo durante una batalla y lo sustituyó por una prótesis metálica, de ahí el apodo.
Entre las primeras acciones de este virrey están la reconstrucción de muchos lugares de Lima, como el Palacio Virreinal, la Catedral, la Real Audiencia o el Cabildo… así como el puerto de El Callao, que se mejoró enormemente.
Otras de sus obras fueron la Beatería de Nuestra Señora de Copacabana, un colegio para hijas de nobles indígenas que quedó al gobierno de una princesa llamada Francisca Machipula. Otro colegio fue el Beaterío de las Amparadas o Arrepentidas de Lima, que recogía huérfanas para evitar que cayesen en la prostitución. Finalmente, el virrey fundó el Hospital de los Incurables, al cargo de religiosos bethelemitas.
Ah, y en 1692 convirtió en universidad el Colegio de San Antonio Abad, en Cuzco, que fue una institución en competencia con la Universidad de Lima. En Lima salían muchos médicos graduados sin distinción de razas ni castas, y muchos mestizos e indígenas tuvieron negocios médicos exitosos. Los blancos menos exitosos protestaron e hicieron al virrey firmar una ley para que mestizos y nativos no pudieran acceder a la universidad. Sin embargo, esto duró apenas unos meses y todo quedó igual.
Finalmente, el virrey aprobó una subida de salario por jornada a los mineros, que pasó de 4 reales a 7.
En el año 1692, Port Royal, la capital inglesa en Jamaica, fue destruida por un fortísimo terremoto, y prácticamente hundió en el mar toda la población. Los supervivientes se instalaron un poco más al oeste, y esta nueva capital fue Kingston.
En 1696, nuevos corsarios, ahora franceses, comenzaron a atacar la zona de Cartagena de Indias y el Darién en el contexto de la Guerra de los 9 Años. De aquí es famosa la expedición de Cartagena de Indias de 1697, en la cual, el francés Jean-Bernard de Pointis logró saquear esta ciudad en lo que hoy es Colombia, y hubo cientos de muertos.
Por su parte, el Proyecto Darién fue un intento fracasado por parte del Reino de Escocia por establecer una colonia en el istmo de Panamá. Las tropas españolas les echaron rápido de allí.
Hablando del Darién, el virrey pronto tuvo ideas de crear un canal en aquel lugar para que los barcos pudieran pasar fácilmente del Atlántico al Pacífico, sin tener que rodear todo el continente, pero el proyecto quedó en nada.
En 1698 se produjo en Quito uno de los mayores terremotos de su historia, que mató a unas 3000 personas y que causó una epidemia de viruela que afectó a miles de personas más. Desde luego, este final de siglo estaba siendo bastante movidito.
Fue durante el mandado de este virrey cuando comenzó la Guerra de Sucesión Española, que acabó con la extinción de la Casa de Austria en España y el advenimiento de los Borbones, tema que conoceremos a partir del siguiente capítulo.