El Virreinato del Perú en el siglo XVI

La siguiente historia tiene lugar entre el año 1542 y el 1600 d.C.

En vídeos anteriores vimos cómo Francisco Pizarro logró conquistar todo el Perú. Sin embargo, hubo una guerra civil entre los pizarristas y los almagristas (seguidores de Diego de Almagro, otro conquistador).

Pizarro ganó la contienda, pero acabó asesinado en 1541, y hubo otra nueva guerra civil entre los conquistadores.

El emperador Carlos tenía que poner orden, así que creó el Virreinato del Perú en 1542, y nombró un virrey que se encargaría de la estabilidad del territorio. Ese fue Blasco Núñez Vela.

La Real Audiencia de Panamá fue trasladada a Lima, la nueva capital del virreinato. Además, el emperador impuso las Leyes Nuevas, para proteger los derechos de los nativos y abolir el régimen de la encomienda, que llevaba instalada en América prácticamente desde la conquista.

Los encomenderos del Perú dijeron que ni de coña iban a acatar aquellas leyes. Ellos querían encomiendas a perpetuidad, heredable, creando algo parecido a un sistema feudal, y se levantaron liderados por Gonzalo Pizarro en la Gran Rebelión de los Encomenderos. Todos juntos lograron expulsar al virrey en septiembre de 1544.

Sin embargo, durante su viaje de regreso, el virrey Blasco decidió dar media vuelta, desembarcar en Tumbes, y avanzar hacia Quito con un ejército. Quería volver a recuperar Perú, pero Gonzalo Pizarro logró vencerle en la Batalla de Iñaquito, en noviembre de 1546. Tras esta derrota, el virrey Blasco acabó capturado y decapitado.

Así, Gonzalo Pizarro fue proclamado gobernador del Perú y se declaró en rebeldía contra la Corona y sus leyes. Además, se casó con una familiar del rey inca Paullu Inca, y con ello se ganó a las élites indígenas cuzqueñas, que le apoyaron en su guerra contra España.

Por cierto, este Paullu Inca era un rey inca reconocido por los propios españoles, hijo de Huayna Capac, aunque no tenía un poder efectivo más allá de su comunidad. Se dice de él que se convirtió en un ferviente cristiano y construyó la Iglesia de San Cristóbal de Cuzco.

Cerca estaba la Plaza de Armas de Cuzco, con la Catedral de Cuzco, el templo principal de la ciudad, y también la Iglesia de la Compañía de Jesús, que data de 1576.

Aparte de Paullu Inca y la nobleza incaica, como ya conté anteriormente, existían también los Incas de Vilcabamba, liderados por Manco Inca. Estos eran incas rebeldes que se habían escondido en las montañas de Vilcabamba. De vez en cuando realizaban ataques furtivos contra poblaciones tomadas por los españoles y sus aliados.

Estos incas de Vilcabamba lograron tomar como prisioneros a algunos españoles, y les obligaron a enseñarles las tácticas de guerra españolas.

Sin embargo, en 1545, uno de los almagristas que estaba refugiado en Vilcabamba logró asesinar a Manco Inca. Su hijo Sayri Túpac le sucedió en el poder, y continuó la rebelión, aunque pronto comenzaría negociaciones de paz.

Paullu Inca estuvo muy involucrado en esta reconciliación, y hubiese tenido éxito de no ser por su muerte en 1549. Tras este Paullu Inca ya no hubo más sapas incas en Cuzco, y todo el poder pasó al virrey. Y muchos antiguos Yanaconas, es decir, sirvientes del inca, pasaron a ser sirvientes de los españoles, y muchos acabaron como maestros de diferentes oficios o como tropas auxiliares.

De todas formas, Carlos Inca, hijo de Paullu, se convirtió en regidor de Cuzco, y residió con su corte en el Palacio de Colcampata, junto con su esposa española María Amarilla de Esquivel. Desde allí controlaba sus negocios relacionados con la coca y la contratación de indios para trabajar en las minas del Cerro Rico de Potosí.

Su primo Alonso Tito Atauchi también fue muy importante. Fue el único hijo sobreviviente de el rey Huáscar, y propietario de grandes tierras en el valle de Urubamba. Por su lealtad al bando realista fue nombrado Alcalde Mayor de los Cuatro Suyos, para poder administrar justicia entre sus vasallos, y se casó con una dama española de nombre Constanza de Castilla Cava, descendiente del rey Pedro I. uno de sus hijos sería gobernador y cacique principal de Paucartambo.

También se creó el Alferazgo Real de Indios Nobles, o Cabildo de los Indios Nobles, una institución virreinal creada en Cuzco para representar a la nobleza incaica. Esta institución tuvo 24 electores, dos por cada panaca o linaje. Estos electores elegían a un alférez real, que tenía poder político sobre los nativos, presidiendo juicios y cabildos.  

En la serie del corpus cusqueño podemos ver al Alférez Real presidiendo una procesión vestido con la mascapaicha portando el estandarte real junto a los españoles celebrando algunas festividades.

Mientras tanto, exploradores como Jiménez de Quesada tomaba lo que hoy es Colombia, Pedro de Valdivia conquistaba Chile, Orellana exploraba el Amazonas, y Domingo Martínez de Irala lograba establecer el primer enlace directo entre la zona del Río de la Plata y el Altiplano atravesando Paraguay y Bolivia. En donde, por cierto, se encontró la mayor mina de plata del territorio: El Cerro Rico de Potosí.

Por cierto, el territorio que hoy es Colombia, parte de Venezuela y Panamá, fue conocido como Nuevo Reino de Granada o Gobernación de Nueva Granada, con Real Audiencia en Santafé de Bogotá, pero dependiente del Virreinato del Perú. Luego sería un virreinato independiente, pero falta mucho para eso.

El emperador Carlos estaba muy cabreado con la rebelión del Pizarro, así que envió a Pedro de la Gasca con el título de “pacificador” para intentar poner orden. Básicamente el tío se dedicó a repartir indultos a los encomenderos que se levantaran contra Pizarro y su lugarteniente, Francisco de Carvajal, conocido como el demonio de los Andes por sus enemigos.

Así, el bando realista logró acumular muchos partidarios para su causa. Aunque los pizarristas tuvieron algunos éxitos iniciales, como en la Batalla de Huarina, el ejército realista derrotó a los rebeldes en la Batalla de Jaquijahuana en 1548. Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal fueron apresados y decapitados en Cuzco poco después.

Con todo pacificado, el 2º virrey del Perú fue Antonio de Mendoza, quien ya había sido virrey de Nueva España. Duró 10 meses y murió. Le siguió en el cargo Andrés Hurtado de Mendoza.

Un hecho famoso de estos años es la fundación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, que comenzó a funcionar oficialmente en 1553. Primero solo fue para el estudio de teología, pero hacia 1560 se amplió con la enseñanza de Leyes, Medicina, Filosofía, Artes, e incluso hubo una cátedra de Lengua General de los indios, para el estudio de las lenguas andinas como el quechua.

También se construyó la Catedral de Lima, de estilo renacentista con adornos platerescos y torres neoclásicas. También se creó el Convento de San Francisco de Lima, la Iglesia de San Sebastián, los hospitales de San Andrés y de Nuestra Señora de la Caridad, el Hospital de San Lázaro, especializado en tratar la lepra (que afectaba sobre todo a los esclavos negros), y finalmente varios puertos y colegios, así como un sistema de alcantarillado en Lima.

También es importante la ciudad de Arequipa, en el sur peruano, considerada una de las ciudades virreinales más bellas, gracias sobre todo a su Plaza de Armas y a la Catedral de Arequipa, construida con una piedra de origen volcánico llamada ignimbrita. Porque sí, justo al lado de la ciudad está el volcán Misti.

En esa época todavía quedaban algunos focos de españoles rebeldes, esta vez de conquistadores que se sentían desplazados por no haber obtenido ni tierras ni honores. Destaca la rebelión de Francisco Hernández Girón… pero en 1554, fue derrotado en la Batalla de Pucará y acabó decapitado.

Ahora hablemos de la Guerra de Arauco. Tras la muerte de Pedro de Valdivia, el nuevo gobernador de Chile fue Francisco de Villagra. Los españoles sufrían de forma constante ataques de los mapuches, liderados por Lautaro. 

A pesar de que su pueblo había sufrido una hambruna tremenda, Lautaro logró reclutar muchísimos guerreros entre otras etnias de la zona, como los picunches, los promaucahues, los pehuenches, los cuncos o los huiliches. El tipo estableció una rígida disciplina, y aquellos que no se plegaran a su causa, los quemaba vivos delante de sus familiares.

Adaptando la caballería europea, lanzó varios ataques que aterraron a los españoles, como la conquista de Concepción en 1555. Sin embargo, en medio de un ataque, un cacique aliado suyo llamado Chillicán desertó con sus tropas, pues veía que Lautaro se estaba convirtiendo en un cruel autócrata.

Lautaro siguió con su guerra, y en 1557 tuvo lugar la Batalla de Mataquito. Francisco de Villagra, con 57 jinetes españoles y 400 aliados nativos, atacó el campamento de Lautaro y le dieron muerte con una lanza, y su cabeza fue exhibida en Santiago como símbolo de victoria.

El nuevo líder mapuche fue Caupolicán.

Mientras tanto, el joven hijo del virrey, García Hurtado de Mendoza, quien luego también sería virrey, fue nombrado Gobernador de Chile. Tuvo importantes victorias en la Batalla de Lagunillas, de 1557, y en la Batalla de Millarapue, la primera gran derrota del cacique Caupolicán.

Al año siguiente, Caupolicán atacó el Fuerte de Tucapel, pero fue capturado y acabó empalado. Eso permitió a Mendoza llegar hasta la Isla Grande de Chiloé.

Por cierto, un compañero de García fue Alonso de Ercilla, el escritor de un poema épico llamado La Araucana, que narró los primeros años de la conquista de Chile.

También García ordenó la expedición de Juan Ladrillero en 1557 para que explorara la zona del Estrecho de Magallanes. Este Ladrillero fundó Buenaventura, en Colombia.

Tras la muerte de Caupolicán le siguió el turno al líder araucano Colocolo. Este reunió una fuerza de 15.000 guerreros para atacar el Fuerte de Arauco en 1563. Fue un asedio salvaje que duró 42 días, y en el que los españoles tuvieron que comerse los caballos para sobrevivir. Afortunadamente para ellos, unas lluvias torrenciales y una epidemia de diarrea hizo a los mapuches abandonar el sitio entre retortijones, y Colocolo acabó palmando.

El virrey peruano patrocinó una serie de expediciones por todo el territorio. Gómez Arias Dávila exploró la región amazónica de Rupa Rupa. Ñuflo de Chávez exploró Bolivia y fundó Santa Cruz de la Sierra. Diego de Rojas, gobernador de la provincia de Charcas, exploró el Tucumán, el noroeste argentino, aunque palmó por el camino por una flecha envenenada. Juan de Salinas Loyola atravesó la Cordillera del Cóndor, entre Ecuador y Perú, y descubrió el Pongo de Manseriche y el río Ucayali, una ruta hacia el Amazonas.

Y finalmente, Pedro de Ursúa partió en 1560 por el río Marañón hacia Omagua, en el Amazonas, donde se pensaba que estaba la mítica ciudad de El Dorado. Sin embargo, solo encontraron lluvia, selva, bichos y ciénagas. Ursúa obligaba a todos a continuar a pesar de que estaban teniendo bajas por un tubo.  

De esta expedición destaca su lugarteniente, el guipuzcoano Lope de Aguirre, el llamado “rebelde loco”. Y es que este tipo asesinó a Ursúa, y después a su sucesor, Fernando de Guzmán, y se autoproclamó príncipe del Perú, Tierra Firme y Chile… y se declaró en rebeldía contra la Corona. Junto a sus hombres logró llegar hasta el Atlántico atravesando el río Orinoco, y luchó contra infinidad de tribus hostiles.

Después, cual pirata, tomó el control de la Isla Margarita y fue dejando un reguero de sangre y caos por lo que hoy es Venezuela.

Las autoridades españolas fueron a darle caza a él y a los suyos, quienes fueron conocidos como los marañones. Cuando Aguirre se vio acorralado, mató a puñaladas a su propia hija Elvira, que había tenido con una nativa, porque no quería que cayera en manos de sus enemigos. 

En 1561 estos marañones tuvieron una batalla contra los realistas, y muchos hombres de Aguirre se cambiaron de bando ante la promesa de indulto. Aguirre fue traicionado en Barquisimeto, y sus propios hombres lo ejecutaron a tiros. Dicen que su cuerpo se lo dieron de comer a los perros.

En el cono sur, los españoles siguieron avanzando, y se fundaron algunas poblaciones en la región del Tucumán: Santiago del Estero, la 1ª ciudad española en lo que hoy es Argentina, Córdoba de Calchaquí, Londres (llamada así por el matrimonio de Felipe II con María Tudor de Inglaterra), San Miguel de Tucumán y Salta.

De todas formas, pronto algunas de ellas acabaron destruidas por tribus locales como los diaguitas, juríes, catamarqueños, sonogates… Esta fue la 1ª Guerra Calchaquí, ocurrida en 1560. Los calchaquíes era un nombre genérico para muchas de estas tribus, y fueron lideradas por Juan Calchaquí, y su centro de operaciones fue Tolombón.

En 1566, tras un lustro de luchas, todo se fue calmando. Así pues, la Gobernación de Nueva Andalucía del Río de la Plata, que era como se llamaba a toda esa zona, pasó oficialmente a ser parte del Virreinato del Perú.

En los siguientes años se fundaron nuevas ciudades. Ruy Díaz de Melgarejo fundo en Paraguay Villa Rica del Espíritu Santo… y Juan de Garay fundó Santa Fe de la Vera Cruz, en lo que hoy es Argentina. Este Juan de Garay acabó como gobernador del territorio, y en 1580 llevó a cabo la 2ª fundación de Buenos Aires, esta vez la definitiva, y construyó el edificio del Cabildo. Y luego fundó Concepción y Corrientes. Y más tarde destacarían Córdoba, Mendoza y San Salvador de Jujuy.

Más al sur estaba el territorio de La Pampa, una planicie habitada por algunas tribus a las que tuvieron que hacer frente, como charrúas, querandíes, puelches, ranqueles o indios pampa. Los españoles dedicaron estas tierras al pastoreo de ganado.

Dos años después, salió de Lima la expedición de Álvaro de Mendaña y Neira, cuyo uno de sus dos capitanes fue Pedro Sarmiento de Gamboa. Ambos lograron llegar hasta las islas Salomón, al este de Nueva Guinea. Allí esperaban encontrar islas repletas de oro, pero no encontraron nada y se volvieron para casa.

En 1595, Mendaña repetiría su exploración por el Pacífico, esta vez acompañado por su esposa Isabel Barreto, y también por el portugués Pedro Fernández de Quirós. La idea era colonizar las Islas Salomón. El problema es que se desviaron un poco, y sus barcos acabaron en las Islas Marquesas, y después llegaron a las Islas de Santa Cruz.

Decidieron asentarse allí, pero la hostilidad de los nativos y una epidemia de malaria causó estragos. Mendaña murió y el título de Adelantada de la Mar del Sur fue para su esposa, la única mujer en la historia con tal título.

Al final, Quirós y Barreto decidieron que lo mejor que podían hacer era intentar volver a casa. Así, todos abandonaron la isla y llegaron medio muertos a Filipinas en febrero de 1595.

Finalmente, en 1540 parece que un navegante llamado Alonso de Camargo fue a colonizar la Tierra del Fuego. Su expedición se desvió y acabó descubriendo las Islas Malvinas. A la vuelta, un potente huracán dispersó sus naves en el cono sur. Aunque Alonso sobrevivió, el resto de barcos desaparecieron, y se dice que los supervivientes crearon una ciudad muy rica por la zona, que sería uno de los muchos orígenes del mito de la Ciudad de los Césares o Trapalanda.

El 4º virrey del Perú fue Diego López de Zúñiga y Velasco, que tampoco duró vivo mucho tiempo. Dicen que murió de un ataque al corazón, pero otros dicen que este virrey tenía un lio amoroso con una noble, y un día se intentó colar en su casa por un balcón. Sin embargo, los sirvientes de la tía esta lo mataron de un golpe creyendo que era un ladrón.

En fin, que tras casi 40 años de caos administrativo en el Perú, llegó el 5º virrey: Francisco de Toledo. Gobernó entre 1569 y 1581, 12 añitos, y fue conocido como “el Solón del Perú”. Se cuenta que el tipo se recorrió todo el virreinato a caballo para conocer los problemas de cada zona, y una vez con toda la información, creó las famosas Reformas de Toledo, gracias a las cuales, el virreinato peruano logró encontrar un marco político-administrativo y jurídico estable que regiría el lugar durante décadas.

Tras un censo de la población, el virrey estableció las Reducciones. Resulta que muchos nativos vivían en pequeñas aldeas muy aisladas, y lo que se hizo fue crear pueblos (las reducciones) para agrupar a familias de nativos en un número más o menos fijo, unos 400 nativos.

Tener a un gran número de nativos en un lugar fijo era lo más eficiente a la hora de organizar el entramado social y económico. Por ejemplo, al ser un número más o menos fijo, ya se sabía la cantidad de impuestos que tenía que entregar cada reducción. También era más sencillo controlar a la población para su evangelización, su educación, y para facilitar los repartimientos, es decir, la organización para que esta gente trabajase en los campos agrícolas, las granjas ganaderas, las haciendas, las minas o en obras públicas.

Muchas veces estos repartimientos se hacían de forma forzada, aunque se les pagase un salario. Por lo que se dice que era una semi-esclavitud camuflada.

En estas reducciones no vivían blancos a excepción de los curas que se dedicaban a la evangelización y a la educación.

Y aquí tenemos a varias figuras clave. Por un lado, tenemos a los Corregidores de Indios, quienes se dedicaban a recaudar los impuestos entre los nativos bajo su mando y a supervisar estas reducciones y a organizar a los jornaleros. Este puesto era para un cacique o curaca aliado de los españoles.

Muchos corregidores de indios podían ser a la vez Varayoc, que viene a ser como un alcalde indígena.

También el término Corregidor hacía referencia a los gobernadores provinciales, siendo los Corregimientos, subdivisiones del virreinato.

Aparte, el virreinato del Perú contó con 7 Reales Audiencias, que se encargaban de la administración de justicia. Era como un tribunal supremo.

Francisco de Toledo también creó nuevas ciudades, que en un principio fueron reducciones, como Huancayo en Perú, Córdoba de la Nueva Andalucía en lo que hoy es Argentina… o Tarija y Cochabamba en lo que hoy es Bolivia. En Bolivia también destaca la fundación de Sucre, por Pedro Anzúrez, La Paz, por Alonso de Mendoza, y Santa Cruz de la Sierra, por Ñuflo de Chavez.

En las ciudades vivieron tanto españoles como indígenas no sometidos a los repartimientos ni encomiendas, y tenían sus negocios y talleres propios.

En algunos sitios podían rendir cuentas y pagar tributo a nobles indígenas locales, o directamente eran gobernados por un Cabildo Municipal, que viene a ser como un Ayuntamiento. Dentro del Cabildo estaban los alcaldes, que solían ser españoles o criollos.

Luego también estaban las misiones, que eran pequeños poblados en zonas alejadas e inhóspitas, donde los religiosos convivían con los nativos prácticamente sin interferencias del poder civil, ni de los colonos españoles, ni de las diócesis.

También Francisco de Toledo impuso la distribución del trabajo indígena mediante la Mita. La mita no era algo nuevo, pues Moches, Sicán, Chimúes y los Incas ya la usaron en el pasado.

Se trataba de un sistema de trabajos forzados en el que 1/7 de los varones de una reducción, de entre 18 y 50 años, estaban obligados a trabajar en las minas del virreinato 1 año de cada 6. Y dentro de ese año, trabajaban durante 3 semanas y otras 3 descansaban a lo largo de ese año.

Aunque con el tiempo las condiciones fueron mejorando, durante gran parte de este siglo 16, los mitayos, o trabajadores de la mita, eran obligados a currar entre 12 y 15 horas al día, y hubo muchas muertes debido a las malas condiciones de trabajo, derrumbes y otros accidentes. Otros lograban huir y se escondían en las montañas. Se calcula, que al año se reclutaban unos 13.000 mitayos.

Por otro lado, también existían los indios mingas, quienes se ofrecían a trabajar en las minas de forma voluntaria a cambio de un salario sensiblemente superior al de los mitayos.

Por último, estaban los indios de faltriquera, que eludían la mita pagando un soborno a los corregidores.

Muchos de estos corregidores, y los que organizaban el trabajo en la mita, eran en su gran mayoría jefes políticos indígenas, quienes pasaron a ser llamados capitanes de mita. De hecho, tanto en Perú como en Nueva España hubo muchos caciques indígenas propietarios tanto de minas como de encomiendas.

Estos fueron sobre todo aquellos grupos de nativos que ayudaron a los españoles a luchar contra los incas de Atahualpa… y su nobleza y parte de su población quedó libre del trabajo en las encomiendas y de la mita. Por ejemplo, los Cañaris, quienes gozaron de tierras propias en el valle de Yucay, así como la nobleza incaica, los Huancas, los Chachapoyas, los Chancas, los Yungas… etc.

Esta mita proveyó de mano de obra a las minas de plata del Potosí, y el Virreinato del Perú se convirtió en uno de los centros más importantes del mundo en producción de plata.

1/5 de esa producción era el famoso Quinto Real, que era lo que se iba a España, a llenar las arcas del rey, que más tarde bajaría y sería 1/10.

La gran mayoría de trabajadores vivían en la Villa Imperial de Potosí, una ciudad creada para eso, para que la gente viviera. Allí también se creó La Casa de la Moneda del Potosí, donde se fabricaban monedas de plata, el famoso real de a ocho, la moneda global de aquella época. Y también se creó el Rio de la Rivera, un río artificial para llevar a cabo labores mineras y de tratamiento de plata.

En diez años, la plata más pura del Potosí se agotó. Sin embargo, se inventó el Método de Patios, un nuevo proceso para purificar el mineral de plata usando azogue, o mercurio. ¿Y de dónde sacaron mercurio? Pues de unas minas en Perú, las de Huancavelica. Gracias a este nuevo método, se quintuplicó la producción de plata.

Al menos hasta 1650, ya que, en esa época, la producción decayó bastante.

Esta mina de Huancavelica era conocida por los incas y otros pueblos prehispánicos porque de ahí sacaban cinabrio, un mineral que usaban para maquillarse. Lo que no sabían era que tanto el cinabrio como el mercurio eran muy tóxicos, y claro, mucha gente palmó por envenenamiento, tanto en época prehispánica como en la colonial.

De todas formas, en el Perú no solo existió el trabajo en la mina. Esto solo ocupó el 10% de la economía del virreinato.

La agricultura siguió siendo la labor más importante, así como la ganadería, y las obras públicas. Pero no podemos olvidar los obrajes, tanto urbanos como rurales. Aquí se fabricaban productos textiles. Aparte también surgieron industrias artesanales de vidrio, armas, pólvora, velas, jabones, herramientas, porcelana, barcos, orfebrería… Y en estos trabajos podemos encontrar tanto a nativos, como a mestizos, como a españoles.

Tampoco podemos olvidar el comercio interior por todo el continente. Existían importantes rutas comerciales para exportar e importar una gran variedad de productos a las diferentes regiones virreinales.

Aunque eso sí, el comercio exterior solo podía realizarse con España, no con ninguna otra nación. Y dentro de España, fueron algunas compañías privilegiadas las que tuvieron monopolios de diferentes productos, como la Compañía Guipuzcoana y la de Barcelona.

Finalmente, muchos nativos aliados de los españoles acabaron engrosando las filas del ejército para continuar con las conquistas del continente americano.

Del gobierno del virrey Toledo destaca la creación del Colegio Real y Mayor de San Felipe y San Marcos, en Lima, una institución educativa para que estudiaran los hijos de los conquistadores y personas importantes del virreinato.

Otra cosa importante son las recopilaciones de la historia de los incas, realizadas por Juan Polo de Ondegardo y Pedro Sarmiento de Gamboa, en sus obras Relación del Linaje de los Incas e Historia Índica. Aquí se recogió la historia de los incas, sus dioses, sus mitos, sus construcciones y mucha más información de interés, contando además con ilustraciones.

Por cierto, este Sarmiento de Gamboa había tenido una vida muy loca de marinero. A finales de este siglo acabó como Gobernador de las Tierras del Estrecho de la Madre de Dios, es decir, del Estrecho de Magallanes.

Allí fundó hacia 1584 ciudades como Nombre de Jesús y Rey Felipe, pero debido a la escasez de alimentos y las condiciones climáticas extremas, acabaron rebautizando a esta última como Puerto del Hambre. Sarmiento decidió volver a España para reabastecer a las colonias, pero acabó capturado por la flota del corsario Walter Raleigh y conducido ante la reina Isabel I de Inglaterra, que le dejó volver a España para que llevase un mensaje al rey Felipe II.

Los colonos que se quedaron desaparecieron sin dejar rastro menos uno, que fue rescatado en el 87 por el corsario Thomas Cavendish.

El padre José de Acosta también redactó algunos libros sobre la historia del lugar, Historia Natural y Moral de las Indias, y predicó el catolicismo en lengua quechua y aimara.

Por otro lado, Felipe Guamán Poma de Ayala fue un cronista amerindio de ascendencia incaica que se dedicó a recorrer todo el virreinato durante varios años, y escribió Primer Nueva Crónica y Buen Gobierno, un tocho de 1180 páginas con ilustraciones que describían con mucho detalle la sociedad peruana de aquella época. Y también hablaba de la historia de los incas.

El religioso sevillano Domingo de Santo Tomás es famoso por haber escrito en 1560 la primera Gramática Quechua, y por ello fue apodado como el Nebrija indiano. 

Pero quizás el personaje del ámbito cultural más importante de estos años fue Gómez Suarez de Figueroa, mejor conocido como Inca Garcilaso de la Vega, sobrino-nieto del famoso poeta Garcilaso de la Vega. Este fue un escritor e historiador mestizo de ascendencia hispano-incaica, nacido en Cuzco. Se le considera el primer mestizo cultural de América, pues supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales, alcanzando gran renombre intelectual. Su obra cumbre fue Comentarios Reales de los Incas, publicada en 1609, y en ella contó la cultura y las costumbres de los incas, así como la historia de otros pueblos del Antiguo Perú. Otras obras suyas fueron Historia General del Perú y La Florida del Inca, que narraba la conquista del Perú y de Florida respectivamente.

Hacia 1558, Sayri Tupac se cansó de la rebelión de Vilcabamba y decidió abrir negociaciones con el gobierno virreinal. Incluso viajó a Lima para pactar un alto el fuego y trasladar sus derechos como soberano del Tahuantinsuyo al nuevo rey de España, Felipe II. A cambio, Sayri fue recompensado con propiedades y riquezas, como tierras en Oropesa y el valle del Yucay, y se convirtió en uno de los encomenderos más ricos del Perú.

Su tía Beatriz Huaylas le insertó en la nobleza incaica de la ciudad, y el tipo acabó bautizado junto a su esposa, Cusi Huarcay, quien era también su hermana. Hubo que convencer al papa para que permitiera aquello, y al final todo salió guay.

Sin embargo, los incas de Vilcabamba se sintieron traicionados, y se dice que lograron envenenar y asesinar a Sayri, aunque realmente no se sabe quién se lo cargó.

El caso es que alzaron como nuevo rey rebelde de Vilcamaba a su medio-hermano Titu Cusi Yupanqui. Titu siguió la rebelión violenta contra los españoles varios años, pero él también acabó cansado de luchar, y en 1566 firmó el Tratado de Acobamba. En él se ponía fin a las hostilidades y Titu y los suyos tendrían autonomía propia en Vilcabamba, así como varias encomiendas. Titu obtuvo el reconocimiento como sapa inca, y fue bautizado. También se autorizó la entrada de misioneros cristianos en Vilcabamba.

Sin embargo, en 1570, parece que una pulmonía se llevó a Titu a la tumba, y como el misionero Diego de Ortiz le dio brebajes, los incas pensaron que lo había envenenado. Esto hizo que los incas mataran a este misionero y a otros españoles que en aquel momento estaban en Vilcabamba. Así se reactivó la rebelión, esta vez liderada por Túpac Amaru I, el más joven de los hermanos de Titu e hijo de Manco Inca.

Tras dos años de batallas, el virrey Toledo decidió acabar con estos incas rebeldes a sangre y fuego, y los soldados españoles lograron destruir Vilcabamba y capturar al último inca de Vilcabamba, Túpac Amaru I, quien acabó degollado en la plaza de Cuzco.

Eso sí, como ya dije, la nobleza incaica siguió existiendo y prosperando por todo el Perú, teniendo grandes riquezas y palacios por Cuzco y por el Valle del Yucay, con sus encomiendas, el Alferazgo real, y también dirigían los principales negocios comerciales de la zona. Estaban exentos de pagar impuestos y los hijos de esta nobleza iban a los colegios de los españoles a estudiar la lengua, la religión cristiana, y ciencias, a la par que mantenían su cultura y su lengua. Además, el rey de España fue nombrado por esta nobleza como el nuevo y legítimo emperador inca.   

Por cierto, Francisca Pizarro Yupanqui, hija de Pizarro y la princesa Inés Huaylas, acabó en España, y se casó con Hernando Pizarro, y juntos tuvieron 5 hijos. Francisquita, como se la conoció allí, vivió en el Palacio de la Conquista, en la Plaza Mayor de Trujillo, en Cáceres, y tuvo una vida cortesana, y hasta Tirso de Molina le dedicó una obra.

De todas formas, entre algunos andinos existió un movimiento conocido como Taki Ongoy, o Taki Unquy, movimiento creado por el huamanguino Juan Chocne. Su objetivo era que las divinidades andinas derrotaran al dios católico a través de rituales chamánicos que requerían entrar en un éxtasis místico, realizar una danza y un ayuno. Con ello esperaban poder derrotar a los españoles, y volver a sus cultos de huacas tradicionales.

El visitador Cristóbal de Albornoz reprimió el movimiento y para 1572 fue declinando. De todas formas, dicen que el mito del Inkarri viene de aquí, y que mezclaba la creencia en la reconquista incaica y rollito mesiánico propio del cristianismo.

Los de Vilcabamba no fueron los únicos rebeldes contra el poder español. También tenemos a los Moxos, y también a los Chiriguanos, tribus guaraníes que habitaban las montañas de Charcas, o del Gran Chaco. Mucho tiempo antes, estos chiriguanos habían emigrado de la zona del río Paraguay, y ya en Charcas, lograron someter a los indios chasíes mientras combatían a los incas. Ahora también combatieron a los españoles y les impidieron una comunicación efectiva con la región rioplatense, ya que estaban en el medio, y se mantuvieron independientes muchísimos años.

Una cosa importante que ocurrió en la península ibérica es que, en 1580, el rey portugués Enrique I murió sin herederos, y se produjo una crisis sucesoria tremenda. Mientras se debatía toda esta movida, el rey español Felipe II decidió invadir Portugal y hacer valer sus derechos, y tras la Batalla de Alcántara, Felipe II fue reconocido rey de Portugal, y todas sus posesiones en Brasil también se anexionaron a la Monarquía Hispánica, aunque sin dejar de formar parte de Portugal. Así, durante los siguientes 60 años, España dominaría todo esto, convirtiéndose en el mayor imperio del planeta Tierra en aquella época. El imperio en el que nunca se ponía el sol.  

En 1581, Francisco de Toledo dejó el cargo de virrey a Martín Enríquez de Almansa, anterior virrey en Nueva España.

Este tipo es famoso por haber abierto colegios de los jesuitas en Lima, por haber puesto en marcha un sistema de postas para enviar correo similar a los chasquis incas, impuso el calendario gregoriano, y tuvo que enfrentarse a varios terremotos, uno en Arequipa y otro en Lima.

En el 85 fue nombrado virrey Fernando Torres y Portugal.

Fueron años malos, pues una epidemia de sarampión se extendió desde Cuzco hasta Quito, y mató a miles de personas, sobre todo indígenas. Luego, en el 86, hubo un terrible terremoto que vino acompañado de un tsunami, que asoló gran parte de la costa de Lima. El Palacio Virreinal de Lima quedó destruido y tuvo que ser reconstruido.

*Si os interesa el tema de cuáles han sido los tsunamis más grandes de la historia, en este vídeo os lo cuento todo.

En 1589 fue nombrado nuevo virrey del Perú García Hurtado de Mendoza, y estuvo 8 años en el poder.

En esos años se descubrieron varios yacimientos de plata, destacando la Mina de Orcococha, en la sierra peruana, donde se creó la población de Castrovirreyna, en honor a su esposa, la virreina Teresa de Castro.

El virrey también se tuvo que enfrentar a las correrías del corsario Richard Hawkins, quien atacó Valparaíso y Valdivia. Luego fue apresado por los españoles y llevado a España.

Después, en 1595, sería Francis Drake quien atacaría el virreinato, concretamente Nombre de Dios, en Panamá, que acabó destruida y el puerto se trasladó a Portobelo. Poco después, el inglés acabó muriendo de disentería en una playa panameña.

Por cierto, como curiosidad, hacia 1589, Jerónimo Sánchez de Carranza fue nombrado gobernador de Honduras. Quizás el nombre no os suene, pero está considerado como el padre de la esgrima española, y se cuenta que logró echar a piratas franceses de su propia casa a estocadas.

El último virrey de este capítulo fue Luis de Velasco, quien también ocupó el trono virreinal durante 8 años, y quien ya había gobernado en Nueva España.

Cuando este virrey llegó al poder, se dio cuenta de que la producción en las minas había decaído. La causa era que había un desorden tremendo en la organización de la mita. No se cumplían las ordenanzas, ni en lo respectivo al buen trato al indio, ni a la limitación de meses que tenía que trabajar el mitayo, ni en el pago de su salario. Aparte de que los mineros huían a mansalva.

Luis de Velasco decidió poner orden, y exigió que los pagos fuesen al contado y que se respetaran las horas de trabajo y descanso. También redujo los impuestos a los mineros y les subió el sueldo, para hacer más deseable el trabajo allí. También en Haciendas y Obrajes hizo muchas reformas para que los encomenderos respetaran la ley, y en gran medida lo consiguió, sobre todo en las ciudades, donde había más control.

Para asegurarse de que se cumplían las condiciones de trabajo de los nativos, el virrey nombró corregidores de su confianza, así como “protectores de naturales”, que recogían las denuncias y quejas de los nativos.

Poco después, en 1593, el rey Felipe II estableció por Edicto Real la jornada de 8 horas para obreros de fortificaciones y fábricas, tanto de España como de América, y los mineros tendrían una jornada reducida de 7 horas.

Para finales del siglo 17, ya apenas quedaba mita (es decir, trabajo forzado), y casi todo el trabajo en las minas era libre, y además, con unos salarios de los más altos del mundo en aquella época.  

Durante este periodo destaca la progresiva importancia de la Escuela Cuzqueña de pintura, un estilo que comenzó el jesuita italiano Bernardo Bitti hacia 1583. De esta escuela saldrían pintores famosos de ascendencia indígena como Diego Cusi Huamán, Diego Quispe Tito y Basilio Santa Cruz, y obras como la serie del Corpus Cristi.

También es importante Francisco Tito Yupanqui, noble inca que esculpió la imagen de la Virgen de Copacabana, la devoción mariana más importante de Bolivia.

Un personaje importante de esta época es Alonso de Illescas. Era un esclavo negro cuyo barco naufragó en la Provincia de Esmeraldas, en Ecuador, y se convirtió en un cimarrón junto con otros esclavos africanos. Trabó amistad con el cacique de una tribu local, se casó con su hija, y cuando pudo se lo cargó para hacerse con el control del territorio.

Así formó su propio cacicazgo, el llamado Reino de los Zambos, que se mantendría independiente durante muchísimo tiempo. Años después, Illescas se convirtió al cristianismo al encontrarse y trabar amistad con un sacerdote, Miguel Cabello de Balboa.

Pronto se mezclaron con nativos locales y dieron lugar a los llamados “zambos de esmeraldas”. Es famoso el cuadro de los Mulatos de Esmeraldas, donde son representados Francisco de Arobe y sus hijos, caciques del territorio de la Bahía de San Mateo. Este Francisco de Arobe viajó a Quito en 1599 y las autoridades españolas le reconocieron como gobernador del territorio esmeraldeño.

Para acabar el capítulo, la Guerra de Arauco parecía haber acabado, pero no. Tras un periodo de paz, hacia 1578, el conflicto se reactivó tras una serie de desastres naturales que los mapuches interpretaron como una señal de sus dioses.

Diferentes gobernadores, como Rodrigo de Quiroga, y Alonso de Sotomayor, tuvieron victorias y derrotas, y la guerra se estancó bastante, y fue muy esporádica.

De 1598 destaca la Batalla de Curalaba, en la cual los toquis mapuche Pelantaro y Anganamón tuvieron una victoria decisiva sobre las tropas españolas del gobernador Martín García Óñez de Loyola, cuya cabeza acabó decorando una punta de lanza.

A esto le siguió una rebelión bastante tocha en la cual los mapuches recuperaron el control de todo el territorio al sur del río Biobío, destrozando un total de 7 ciudades que estaban al sur de este río. Fue el 2º gran levantamiento de los mapuches desde Lautaro.

A partir de este punto los virreyes peruanos decidieron que no valía la pena tratar de expandirse más al sur, y decidieron simplemente limitarse a defender sus posiciones. Se destinó bastante dinero a mantener esta línea defensiva, y muchos criminales, desertores y delincuentes que querían una remisión de sus penas, podían optar por servir en la frontera, formando una especie de ejército.

Aun así, como ya digo, no fue una guerra continua, y hubo bastantes periodos de paz entre españoles y araucanos, que permitió algunos intercambios comerciales y culturales. En los próximos capítulos, hablaré más de ello.

Por cierto, el fuerte de Castro, en la isla de Chiloé, cayó bajo el control de corsarios neerlandeses liderados por Baltazar de Cordés, y aliados con los Huilliches, que era un subgrupo dentro de los mapuches.

La población española de la isla permaneció cautiva, pero destacó la resistencia de Inés de Bazán, que se dedicó a sabotear las armas holandesas. Los españoles llegaron al rescate y en 1600 lograron recuperar la isla y echar a los piratas.  

Y con esto acabamos este siglo 16 en América. Ahora, en el siguiente capítulo, toca volver al Virreinato de Nueva España, pero durante el siglo 17.