MITOLOGÍA VASCA Y NAVARRA
Los vascones, los antecesores de los vascos, vivieron en la zona pirenaica de Navarra, Aragón y el sur de Aquitania desde hace miles de años, para luego ir desplazándose hacia lo que ahora conocemos como País Vasco o Euskadi, con sus tres provincias: Vizcaya, Guipúzcoa y Álava. Para las antiguas tribus vasconas, Amalur era la Madre Tierra. Tuvo dos hijas: Eguzki, el sol, e Ilargi, la luna.
Además también adoraban en cuevas subterráneas a una deidad llamada Mari, y también a su consorte serpiente llamado Sugaar. O Maju en otros sitios. Se pensaba que esta diosa vivía en el Monte Amboto, y que tenía el poder de causar tormentas a voluntad. Mientras que en Vasconia esta diosa a veces era buena con los humanos y otras veces mala, en Aragón era bondad absoluta, y la llamaron Mariuena. Esta divinidad cambiaba cada 7 años de monte, y sus guaridas y cuevas eran protegidas por un toro rojo y llameante llamado Zezengorri.
Mari y Sugaar tuvieron dos hijos, Atarrabi/Atagorri y Mikelatz. Uno era bondadoso mientras que le otro era un poco cabroncete. De nuevo un ejemplo de la enseñanza entre el bien y el mal. Eguzki se casó con Atarrabi y fruto de este matrimonio nacieron otros seres de la mitología vasca.
Si Nepal tiene al Yeti y Estados Unidos al Bigfoot, el País Vasco y Navarra tiene al Basajaun, y su mujer era la Basandere. Este ser era una especie de gigante peludo protector de los pastores y del rebaño, que se piensa que enseñó cosas guays como la agricultura o la herrería a los primeros humanos. O más bien sus conocimientos fueron robados cual Prometeo por un pícaro llamado Martín Txiki, también conocido en las leyendas aragonesas como San Martinico. Según el mito, estos seres habitaban en los bosques de Ataun en Guipúzcoa, en los bosques de Gorbea en Álava, y en la Selva navarra de Irati.
Otro ser gigante era el Tártalo, un cíclope terrorífico que se dedicaba a devorar y mutilar todo lo que veía. Y finalmente destacan los Jentiles (paganos), otros gigantes más bonachones que dedicaban su tiempo libre a levantar piedras para construir grandes monumentos megalíticos (gentizubi). Se creía que estos fueron los primeros habitantes del País Vasco. De hecho, muchos investigadores piensan que que tantas culturas tengan en común este tipo de seres peludos y forzudos es fruto del recuerdo colectivo de nuestra coexistencia con los Neandertales.
Una leyenda cuenta que un día, una intensa luz apareció en el cielo. Aquella luz indicaba el nacimiento de Cristo y el fin del paganismo, y estos seres se escondieron bajo tierra, concretamente bajo el dolmen de Jentillarri. Parece que uno de ellos sobrevivió al convertirse al cristianismo, el famoso Olentzero, un carbonero que trae regalos a los niños en Navidad. O carbón si se han portado mal. En cierto sentido estos mitos acabaron amoldándose al cristianismo a su manera, como ya vimos en la mitología celta o romana. Y fue el cura católico y arqueólogo José Miguel de Barandiarán quien fue pueblo por pueblo recopilando todas las historias del folclore vasco para evitar que se perdieran.
Finalmente está Amilamia. De ellas salieron las Lamias, bellas mujeres con pies de pato o ave. Vivían en los ríos y eran majicas, pero si les robabas sus preciados peines de oro te rajaban de arriba abajo. Se cree que estos seres vendrían de la Mitología Griega, donde las lamias eran una especie de ninfas mitad humanas mitad culebras antecesoras de las vampiresas.
Por supuesto, estas mujeres no estaban solas. Los Mairus o Maides (moros) eran sus compañeros sentimentales. Parece que también eran gigantes constructores de dólmenes, por eso hay quien dice que son básicamente gentiles (mairubaratzak).
El mal era representado por Gaueko, dios de las tinieblas, que a veces adoptaba forma de lobo negro para comer ovejas, pastores y jovencitas en las noches más oscuras. “La noche para los de la noche, y el día para los del día”. Para proteger a los humanos de este ser Amalur les hizo poner en las puertas de su casa una Eguzkilore, la flor sol. Además en estas leyendas también había un terrorífico dragón llamado Herensuge. Se piensa que este bicho dio nombre al actual municipio de Arrasate-Mondragón, porque fue en ese monte donde le dieron muerte.
Los duendecillos vascos eran llamados Ireltxos, Galtxagorris o Mamarros, unos duendecillos del hogar que ayudaban a las gentes en sus tareas cotidianas. Los Inguma, por otro lado, provocaban pesadillas, y los Ximelgorris, hacían todo el mal que podían. Finalmente hay que destacar a Hodei, el genio de las tormentas. Si está todo el día lloviendo, echadle la culpa a él. Aunque se habla de otro dios celeste llamado Urtzi.
Además, especialmente en la zona del norte de Navarra, había mucha brujería. Las Sorguiñas son las brujas, sacerdotisas dedicadas al culto a Mari que hacían todo tipo de pócimas y hechizos. Son muy famosas las cuevas de Zugarramurdi, donde se cree que durante la Edad Media y Moderna estas brujas tenían allí montado un aquelarre. Esta palabra vasca significa “prado del macho cabrío”, ya que el diablo se aparecía bajo la forma de este animal (akerbeltz). El caso es que en el año 1610 la Inquisición abrió un juicio contra estas brujas y fueron quemadas vivas por intentar invocar a Satán.
MITOLOGÍA GALLEGA, ASTURIANA Y CÁNTABRA
Ahora viajemos un poco hacia el oeste, hacia Cantabria, Asturias y Galicia, una tierra ocupada en la era prerromana por tribus celtas, que más tarde fueron romanizadas y después germanizadas, siendo estos últimos los que acabaron imponiendo el cristianismo. Los vascones también sufrieron este proceso de amoldarse a otras culturas, como podemos ver en sus trisqueles y los famosos lauburus, símbolos solares celtas y que encontramos por toda la cornisa cantábrica.
Y es que en todas estas mitologías encontramos mitos muy similares. En la mitología gallega tenemos unas criaturas llamadas Mouras, que son prácticamente las lamias vascas, y en Asturias son llamadas Xanas, y en Cantabria Anjanas. Y Jáncanas en otras partes de España. De hecho, sus consortes, los Mouros, serían unos gigantes constructores de dólmenes, igual que los Mairus vascos.
Un cíclope gigante igual que el Tártaro también es recogido en las leyendas gallegas y asturianas con el nombre de Olláparo o Patarico y en las cántabras como el Ojáncanu. Incluso el Olentzero tiene su equivalente en el Pandigueiro gallego, también llamado Apalpador. Se trata de un carbonero que deja castañas a los niños que han comido bien.
También encontramos malvadas hechiceras invocadoras del diablo como las Meigas, que no deben confundirse con las Bruxas, que son buenas. Un ejemplo de Meigas son las Lavandeiras, unos espíritus de ancianas que lavan la ropa en el río, y si te las encuentras, te piden ayuda y te niegas, te comen. Otras como la Marimanta o el Sacauntos se dedicaban a robar niños en sacos. Realmente estas historias de cocos servían para hacer que los niños se portasen bien, con la amenaza de que si no les iban a raptar.
En estas leyendas había terroríficos dragones como el Cuélebre o Serpe, que exigía devorar doncellas vírgenes. Otros a los que les gustaba stalkear a mujeres para comérselas eran los Xacios gallegos, apuestos hombres cuya parte inferior del cuerpo era de anfibio o de lagarto. Y monstruos marinos había varios, quizás el más célebre fue la Coca de Redondela.
También encontramos perros infernales como el Urco, con grandes cuernos y que sale del mar arrastrando cadenas y que verlo se consideraba un mal augurio. En Euskadi existe el nombre de Urko, pero en principio no hay conexión. Aquí también tenían hasta su propio hombre-lobo, el Lobishome. Por otro lado está el Busgosu, un hombre-cabra que en la mitología cántabra es benefactor y si te pierdes te ayuda, mientras que en Asturias si te ve talando árboles te pega la tuberculosis.
Quizás la historia más terrorífica de Galicia y Asturias la protagoniza la Santa Compaña o Güestia. Se trata de una procesión de almas en pena que avisaban que pronto habría una muerte en el pueblo. La leyenda se repite en Castilla y hasta en Extremadura con el nombre de Estantigua.
Finalmente, duendecillos también hay un montón. Por ejemplo están los Diaños, los Trasnos, los Trasgu y los Sumiciu, que se dedicaban a gastar bromas pesadas en las casas de la gente. Los Tardos te entraban por la noche en casa y te provocaban pesadillas, mientras que los Nubeiros o Nuberus eran seres que controlaban el tiempo, provocaban tormentas y hacían caer rayos, algunas veces solo por tocar los cojones.