Italia Medieval: Odoacro, Ostrogodos y Lombardos

Entre el año 476 y el 774

¿Qué pasó con Italia tras la caída del Imperio romano de occidente en el año 476? Bueno, pues eso es lo que vamos a conocer en los próximos capítulos, porque voy a hablaros de la historia de la Italia Medieval. Es una historia bastante compleja y un tanto liosa, pues básicamente fue un territorio en disputa entre los godos, los bizantinos, los carolingios, los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, los normandos, Odoacro…

Luego está el tema de las repúblicas como Venecia, Génova o Florencia, y también tenemos a los estados pontificios, y finalmente conoceremos el Renacimiento, con los Médici, los Borgia, y todos los artistas de que de ahí surgieron. Es un tema muy interesante, así que preparaos, que empezamos.

Odoacro: El general hérulo que cambió Italia (176-493 d.C.)

¿Quién fue Odoacro y cómo cambió la historia de Italia? Desentrañaremos el misterio detrás de este líder germánico y su papel en la transformación de Italia durante la Edad Media. ¡Sigue leyendo y descubre cómo Odoacro se convirtió en el gobernante de facto de Italia!

El ascenso de Odoacro

En el siglo V d.C., el Imperio Romano estaba sufriendo crisis internas y externas, y se dividió en dos: el Imperio Romano de Occidente y el Imperio de Oriente, también conocido como Imperio Bizantino. Mientras el Imperio de Oriente sobrevivió mil años más, el Imperio Romano de Occidente cayó a manos de los pueblos germánicos.

En este contexto, un germánico llamado Flavio Odoacro (también llamado Odovacar) general de origen hérulo y nacido en Panonia, entró en Italia con sus tropas. En el año 476 d.C., depuso al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo, y se convirtió en gobernante de facto de Italia bajo la autoridad del emperador romano oriental Zenón.

Relación con el emperador Zenón y Julio Nepote

Odoacro envió las insignias imperiales a la corte de Constantinopla y pidió a Zenón que legalizara su posición como patricio del Imperio y dux romano en Italia. Zenón aceptó, pero a cambio, pidió que Odoacro nombrara a Julio Nepote como emperador legítimo de Occidente. A pesar de esto, Nepote solo controló un pequeño territorio en Dalmacia, y cuatro años después, fue asesinado por sus soldados.

El Reino de Odoacro

Tras la muerte de Nepote, Odoacro invadió Dalmacia y fundó el efímero Reino de Odoacro, convirtiéndose en el único rey. Al año siguiente, conquistó la isla de Sicilia, que estaba bajo el control de los vándalos, otro pueblo germánico.

El cisma entre las iglesias cristianas y el origen del cristianismo católico y el ortodoxo

En aquellos años, el papa de Roma era Simplicio, el papa nº 47, y en el año 483 le sucedió el papa Félix III. Este es importante porque excomulgó al patriarca de Constantinopla Acacio, provocando un cisma entre estas iglesias cristianas, que más adelante darían lugar al cristianismo católico, cuyo líder es el papa de Roma, y el cristianismo ortodoxo, cuyo líder es el patriarca de Constantinopla.

Después llegó Gelasio I, el último papa nacido en África hasta la fecha. Este fue el primer papa en plantear el gran dilema de la separación de poderes entre la Iglesia (auctoritas) y los emperadores (potestas), siendo en el derecho romano la actoritas superior a la potestas.

El fin del Reino de Odoacro

El emperador Zenón, descontento con Odoacro, decidió recuperar Italia para el Imperio Bizantino. Envió a sus aliados, los ostrogodos liderados por Teodorico el Amalo (Teodorico el Grande), quienes invadieron Italia y vencieron a las tropas de Odoacro en el año 489 a orillas del río Isozono.

Al año siguiente tomaron Milán y lograron penetrar en la capital, Rávena en febrero del 493. Debido a esto, Odoacro se rindió y pactó un gobierno conjunto con Teodorico, pero poco después, Teodorico lo traicionó y lo asesinó durante un banquete, quedándose con todo su reino.

El legado de Odoacro en Italia

Aunque el Reino de Odoacro fue efímero y su final trágico, su ascenso al poder marcó un punto de inflexión en la historia de Italia. Al derrocar al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo, Odoacro contribuyó al fin del Imperio Romano de Occidente, dando paso a la Edad Media en Italia y a la aparición de diversos reinos y repúblicas, como los estados pontificios y las repúblicas de Venecia, Génova y Florencia.

Además, la disputa entre Odoacro y el emperador Zenón llevó a la invasión de los ostrogodos, quienes bajo el liderazgo de Teodorico el Grande, establecieron su propio reino en Italia y mantuvieron la influencia germánica en la región.

En resumen, la historia de Odoacro es un ejemplo de cómo un líder germánico, nacido en Panonia y con raíces hérulas, cambió el curso de la historia de Italia y del Imperio Romano de Occidente. A través de sus acciones y decisiones, Odoacro dejó un legado que aún hoy en día influye en la rica y compleja historia de Italia.

El Reino Ostrogodo: Una historia intrigante (493-553 d.C.)

En la Edad Media, el Reino Ostrogodo, también conocido como Regnum Italiae, floreció en Italia bajo el gobierno de Teodorico el Grande. Pero, ¿cómo llegó Teodorico a gobernar Italia y qué desafíos tuvo que enfrentar para mantener su reino unido? Acompáñame en este viaje a través de la historia medieval, donde descubriremos la vida de Teodorico y cómo se desarrolló el Reino Ostrogodo.

El comienzo de una era: Teodorico el Grande

Teodorico, con el apoyo del emperador romano Zenón, estableció el Reino Ostrogodo de Italia en 493 d.C. A lo largo de su reinado, mantuvo lazos estrechos con el Imperio Romano, conservando las estructuras administrativas romanas en Italia. La aristocracia romana siguió controlando gran parte de sus tierras, asegurando una transición pacífica.

Rávena: La capital y el legado de Teodorico

Teodorico eligió Rávena como la capital de su reino. Allí construyó el Palacio de Teodorico, cuyos restos aún se conservan. También erigió la Basílica de San Apolinar el Nuevo y el Mausoleo de Teodorico, donde descansaría junto a su hija, Teodegonda.

Alianzas y sucesión

Teodorico buscó alianzas para fortalecer su poder, casando a su hija Teodegonda con Alarico II, rey del Reino Visigodo de Toulouse. El problema fue que en el año 507, Alarico muere en la Batalla de Vouillé. En ella, el rey franco Clodoveo I derrotó al visigodo y se quedó con toda la parte norte de su reino. El Reino visigodo de Toulouse pasó a conocerse como Reino visigodo de Toledo, debido al cambio de capital.

El caso es que el heredero era Amalarico, hijo de Alarico II y nieto de nuestro querido Teodorico el Grande. Para asegurar el poder de su nieto, Teodorico entró en Hispania y se lio a espadazos contra los que querían disputarle el trono. Con ello, Teodorico el Grande controló en la práctica todo este territorio.

Las elecciones papales

Durante el reinado de Teodorico, se debatió el proceso de elección papal. Finalmente, se estableció que los nuevos papas serían elegidos por el voto de 72 obispos en un sínodo, excluyendo a la aristocracia laica.

Personajes destacados como el filósofo y poeta romano Boecio vivieron en esta época. Boecio llegó a ser magister officiorum (primer ministro) de Teodorico, aunque su vida terminó trágicamente al ser ejecutado bajo sospechas de conspiración contra los ostrogodos.

El legado de Teodorico y el declive del Reino Ostrogodo

Teodorico el Grande murió en 526 d.C., dejando el trono de Hispania a Amalarico y el de Italia a otro nieto, Atalarico, que solo tenía 10 años al ascender al trono. La madre de Atalarico, Amalasunta, se encargó de la regencia debido a la corta edad de su hijo. Su padre, Eutarico, un noble visigodo, había muerto tiempo antes.

Después de la muerte de Atalarico, Amalasunta se casó con Teodato, un duque ostrogodo sobrino de Teodorico, quien la asesinó en 535. Este acto desencadenó la reconquista bizantina de Italia, liderada por el emperador Justiniano I y su general Flavio Belisario.

La Guerra Gótica y el fin del Reino Ostrogodo

Esta guerra, conocida como la Guerra Gótica (535-554), resultó en la caída del Reino Ostrogodo, la conquista del Reino Vándalo del Norte de África, Sicilia, Nápoles y Roma. De esta manera se dió la reintegración de Italia al Imperio Romano de Oriente, aunque esta situación no duraría mucho tiempo.

Otra de las razones para la invasión era por la cuestión religiosa, pues los ostrogodos eran en su mayoría cristianos arrianos, considerada por muchos en Constantinopla como una herejía.

La Guerra Gótica fue devastadora y prolongada. Los ostrogodos lucharon valientemente, pero la superioridad bizantina prevaleció. Después de la muerte de Teodato, varios reyes ostrogodos, incluidos Hildibaldo, Erarico y Totila, intentaron resistir a los bizantinos y mantener el control de Italia, pero lo único que consiguieron fue que la ciudad fuera prácticamente reducida a cenizas. De todas formas, Totila logró resistir bastante bien y, de hecho, reconquistó muchas partes de Italia. Pero su suerte no duraría mucho.

Totila fue derrotado en la Batalla de Tagina en 552 por el general bizantino Narsés. Teya, un oficial de Totila y último rey ostrogodo, intentó reorganizar las fuerzas restantes, pero fue asesinado en la Batalla de Mons Lactarius en 553.

Con la muerte de Teya, el Reino Ostrogodo llegó a su fin y Italia fue reintegrada al Imperio Romano de Oriente. A pesar de la caída del Reino Ostrogodo, su historia y legado siguen siendo un fascinante capítulo en la historia medieval. De las alianzas y conquistas de Teodorico el Grande a la resistencia de sus sucesores, el Reino Ostrogodo de Italia nos enseña sobre la perseverancia y la lucha por el poder en una época turbulenta.

Así concluye nuestra aventura por la historia del Reino Ostrogodo. Aunque este poderoso reino ya no existe, su historia y sus hazañas siguen vivas en nuestra memoria, recordándonos que incluso en las épocas más oscuras, siempre hay historias de valor y resistencia que nos inspiran.

El dominio Bizantino y Lombardo (553-774 d.C.)

¿Alguna vez te has preguntado cómo dos culturas tan diferentes como los Bizantinos y los Lombardos convivieron y lucharon en la Italia medieval?

En esta sección descubrirás cómo sus historias se entrelazaron en un fascinante baile de conquistas y alianzas, y cómo dejaron una marca indeleble en la historia de Italia.

El auge del Imperio Bizantino

Bajo el mando del emperador Justiniano I, el Imperio Bizantino experimentó un crecimiento impresionante, llegando a poseer Italia, parte del norte de África y áreas del sur de Hispania. Pero los problemas comenzaron en 568, cuando un pueblo germánico conocido como los Lombardos (o longobardos), liderados por Alboino, invadieron Italia, cambiando para siempre el destino de la península.

Los Lombardos: un pueblo germánico que cambió Italia

Los Lombardos, originarios del norte de Europa, se asentaron en el norte de Italia y establecieron su capital en Pavía, junto al río Tesino. Tras el asesinato de Alboino en 572 y de su sucesor, Clefi (que apenas duró unos meses en el trono antes de ser asesinado) comenzó una década de caos, anarquía y luchas por el poder llamado «Periodo de los Duques», donde los Lombardos se dividieron en 36 ducados semiautónomos.

Los más importantes fueron Friuli, Tuscia, y los ducados de Spoleto y Benevento. Este último fue especialmente importante ya que tuvo mayor autonomía.

Parece ser el asesinato de Alboino fue planeado por su esposa Rosamunda, que le odiaba por haber matado a su padre Cunimundo, el último rey de los gépidos, y por haberla obligado a beber vino de su cráneo.

El rey que unió a los Lombardos

En 584, los Lombardos eligieron a Autario, hijo de Clefi, como su rey para gobernarlos y traer orden. El elegido fue Autario, hijo de Clefi, que fue coronado con la corona de hierro lombarda.

Esta corona se convertiría en un símbolo de poder para muchos reyes de Italia hasta el siglo XIX. Se decía que contenía un clavo de la cruz de Cristo fundido, pero se ha demostrado que era mentira, y de hierro no tiene absolutamente nada.

Aun así, este poder central siempre fue bastante débil, y los duques solían ir a su bola. Existían unos emisarios reales llamados Gastaldi que controlaban a estos duques, pero de forma limitada.

La lucha entre Bizantinos y Lombardos

Durante los siguientes dos siglos, Lombardos y Bizantinos lucharon por el control de Italia. Para administrar mejor el territorio, los Bizantinos crearon en 584 el cargo de exarca, una especie de gobernador militar, que gobernaría el Exarcado de Rávena, donde estaban las importantes ciudades de Rávena y Roma.

En estos años se construyeron iglesias importantes como la Iglesia de San Vital de Rávena, la Basílica de San Apolinar en Classe, o la Iglesia de San Nicola in Carcere en Roma.

De todas formas, con el paso del tiempo, los bizantinos empezaron a perder el poco territorio que les quedaba. Decían que controlaban Roma, pero allí estaba el papa dando órdenes y todos le hacían caso.

Y al otro lado de Italia estaba la ciudad de Venecia medieval, habitada por refugiados que huyeron de la conquista lombarda y que poco a poco se fue configurando como una ciudad-estado independiente.

La importancia del rey Agilulfo y el papa Gregorio Magno

En el año 590, Agilulfo, duque de Turín, se convirtió en rey de los Lombardos y se casó con Teodolinda, viuda de Autario. Agilulfo es famoso por su influencia en la conversión de los Lombardos al catolicismo, aunque este proceso fue gradual.

Durante este tiempo, el papa Gregorio I, o Gregorio Magno, un monje humilde y ascético de la Orden de San Benito, ayudó a reorganizar los territorios eclesiásticos del reino, dedicando las rentas de la Iglesia a la caridad, alimentar a los pobres y otras labores de beneficiencia.

También dice el mito que, durante una época de peste, Gregorio vio sobre el Mausoleo de Adriano al arcángel San Miguel, visión que interpretó como el fin de aquella epidemia. A partir de entones, el lugar sería conocido como Castillo de Sant Angelo, y construyó una iglesia sobre el monumento.

Por último, este papa también recopiló varios cantos religiosos usados en la liturgia cristiana a los que se denominó Canto Gregoriano.

Los reyes Rotario y Astolfo y el inicio del fin de los Lombardos

El rey Rotario es famoso porque conquistó prácticamente toda la zona de Liguria a mediados del siglo VII. Este siglo, para variar, también estuvo lleno de luchas de poder entre facciones lombardas. Y también con los bizantinos y su querella iconoclasta, en la cual empezaron a destruir iconos.

En el año 751, los lombardos dirigidos por su rey Astolfo lograron conquistar el Exarcado de Rávena y el Ducado de Spoleto. La parte sur de Italia, lo único que los bizantinos pudieron retener, sería lo que luego se conocería como el Catapanato de Italia.

Parece ser que el rey Astolfo se vino muy arriba y decidió conquistar la ciudad de Roma, y eso hizo que el papa nº 92, Esteban II, pidiera ayuda al Reino Franco. En el año 756, los francos dirigidos por Pipino el Breve lucharon contra los lombardos y los derrotaron, liberando el antiguo territorio del exarcado bizantino.

Esteban II, reclamó ese territorio para él y Pipino se lo donó, creándose así el Patrimonio de San Pedro, también conocido como los Estados Pontificios. Este estado controlado directamente por el papa de Roma duraría más de mil años, hasta 1870. Luego la sede pasaría a ser la Ciudad del Vaticano.

El final del Reino Lombardo

El último rey lombardo, Desiderio, fue muy ambicioso y provocó una nueva guerra al reclamar los territorios cedidos al papado. El papa Adriano I, aliado con Carlomagno, rey franco, se puso del lado de los ducados de Spoleto y Benevento en busca de independencia.

Otra motivación para la guerra fue que el propio Carlomagno, aliado del papa, había repudiado a la hija de su hija Desiderata.

Desiderio entró en Roma en el año 772, siendo el primer rey lombardo en conseguirlo. Sin embargo, Carlomagno acudió al rescate del papa y derrotó al lombardo en 774.

Carlomagno tomó Pavía, la capital, y se coronó como rey de los Lombardos, usando la famosa corona de hierro.

El legado de los Lombardos y Bizantinos en Italia

Aunque el Reino Lombardo dejó de existir, el norte de Italia pasaría a estar bajo la órbita de los francos carolingios primero y los emperadores del Sacro Imperio después. El legado de los Lombardos y Bizantinos sigue presente en la arquitectura, las iglesias y la historia de Italia.

La Iglesia de San Vital de Rávena, la Basílica de San Apolinar en Classe y la Iglesia de San Nicola in Carcere en Roma son ejemplos notables de las construcciones de esa época, reflejando la influencia de estas dos culturas en la rica historia de Italia.

A partir de aquí, todo el norte de Italia pasaría a estar bajo la órbita de los francos carolingios primero y los emperadores del Sacro Imperio después.