Los Borgia: El Auge de César Borgia

La siguiente historia tiene lugar entre el año 1498 y el 1521 d.C.

ITALIA MODERNA 4: LOS BORGIA (parte 2)

LAS CONQUISTAS DE CÉSAR BORGIA (1498-1521)

La 1ª Guerra Italiana había acabado. La Liga Santa liderada por el papa Borgia Alejandro VI había expulsado de la península al rey de Francia Carlos VIII, y luego éste se había matao con un dintel maligno.

Italia quedó en paz, pero claro, el papa estaba triste por el asesinato de su hijo Juan. ¿Quién lo mató? ¿Fue su celoso hermano César? ¿Fue la familia de los Orsini? ¿Fueron los Sforza? Probablemente nunca lo sepamos.

Lo que sí sabemos es que el papa Borgia pensó que aquello había sido una venganza de Dios por sus pecados. Por ello emprendió una reforma de la Iglesia. El colegio cardenalicio fue reducido a 24 miembros, los cuales pasarían a tener una renta menor. Prohibió la venta de oficios religiosos y creó una institución de asesores papales para reducir el poder de éste y evitar que hubiese corruptelas. De todas formas, gran parte de estas propuestas acabaron en agua de borrajas, pues cuando al papa se le pasó el duelo volvió a su mierda de siempre.

Y con su mierda de siempre me refiero a fiestas como el Banquete de las Castañas, una orgía organizada por el papa y su hijo César Borgia que supuestamente ocurrió por estas fechas, aunque también es cierto que muchos historiadores piensan que esta orgía en concreto es una trola. Pero bueno, se cuenta que hubo un concurso entre los invitados por ver quien eyaculaba con más las cortesanas, y hubo premios y cosas sexuales con castañas.

Lucrecia Borgia, ahora divorciada de Giovanni Sforza, fue casada con Alfonso de Aragón, príncipe de Salerno y medio hermano del actual rey de Nápoles: Ferrante II. Este tipo duró poquito en el trono, y el nuevo rey napolitano fue su tío Federico I, o Fadrique I. Aunque en la serie de Los Borgia es un jovenzuelo, en realidad tenía ya 50 años.

Por otro lado, Guidobaldo de Montefeltro, el duque de Urbino, empezó a llevarse mal con el papa porque cuando estuvo preso por los Orsini durante la guerra contra Francia, los Borgia no pagaron ningún rescate por él. Aquí comenzó una rivalidad que se haría más grande con el tiempo.

Ahora pasamos a la Francia de Luis XII. Este rey no solo reclamaba Nápoles, sino que también quería Milán, pues era hijo de una Visconti, y decía que los Sforza eran unos usurpadores. Este rey tenía movida con el Ducado de Bretaña y quería casarse con la heredera de este ducado, Ana de Bretaña, pero para ello necesitaba primero divorciarse de su actual esposa, y pidió el favor al papa Alejandro VI. A cambio ofreció ayuda militar al papa si la necesitaba y prometió entregarle a su hijo César el Ducado de Valentinois. Al ambicioso César, ahora que había dejado el cardenalato, esta idea de ser noble con sus ducados y sus cositas nobiliarias le molaba cantidad.

El pacto se llevó a cabo y César se fue a vivir a Francia. Allí asombró a la corte francesa con sus esplendorosos y lujosos trajes, y muestras de arte renacentista. El chaval se integró perfectamente en aquel ambiente pomposo, con fiestas, cacerías y torneos cada dos por tres. Poco después, el joven Borgia acabó casado con una de las primas del rey: Carlota de Albret, la hermana del rey de Navarra Juan III.

Un personaje importante es Micheletto, el capitán del ejército de César Borgia, conocido como el Verdugo de Valentino, pues se cree que también trabajaba como asesino a sueldo para el Borgia. Se le atribuyen diversos asesinatos, aunque claro, es complicado de demostrar.    

En julio de 1499, el rey Luis XII, acompañado por César Borgia, se dirigió con sus tropas a Italia. Empezaba así la 2ª Guerra Italiana. ¿El objetivo? Invadir Milán con el apoyo de los venecianos. Ludovico Sforza se preparó para el asalto junto con su hermano el cardenal Ascanio Sforza, y pidieron ayuda a Maximiliano I de Alemania, pero este pasó completamente del tema porque el norte de Italia le daba alergia. Los alemanes ya habían aprendido que eso de cruzar los Alpes no les sentaba nada bien.

Las tropas francesas primero tomaron la República de Génova, y tras eso ya se pusieron a conquistar el Ducado Milanés. Luis XII y César Borgia entraron en Milán aclamados como libertadores y con mucha pompa.

Con todo conseguido, Luis XII se volvió a Francia, pero César se quedó con las tropas francesas para ayudar a su padre el papa a controlar los territorios vasallos de los Estados Pontificios que estaban rebeldes, como Ímola y Forli, gobernadas ambas por Caterina Sforza. Estas ciudades se negaban a pagar impuestos y se habían puesto bajo la protección de Venecia.

Catalina Sforza, o Caterina, realmente era la regente del hijo que había tenido con Girolamo Riario, Ottaviano Riario. Para defender sus dos ciudades había contratado a varios condotieros, aunque de poco sirvieron, y las tropas de César Borgia lograron penetrar sus murallas. Se cuenta que Catalina se fortificó en su fortaleza y aguantó allí un tiempo, pero finalmente, en 1500, lograron apresarla antes de que se intentase suicidar ahorcándose, y acabó encarcelada en el castillo de Sant’Angelo. Así, César Borgia obtuvo los títulos de señor de Ímola y Forli, el nombramiento de vicario de la Romaña, el nombramiento como capitán general de los ejércitos papales y finalmente instaló su residencia y base de operaciones en la ciudad de Césena.

Al poco tiempo, Ludovico Sforza llegó a Italia con un ejército que había contratado en Alemania con intención de recuperar Milán, pero tuvo cero éxito. Fue traicionado en Novara y acabó el resto de sus días en una prisión francesa.

En el año 1500, el papa decidió aliarse con Hungría y con Venecia para convocar una cruzada contra los turcos otomanos, cuyos barcos causaban bastantes problemas en el Mediterráneo Oriental. Poco después, un rayo cayó sobre el Palacio Vaticano durante una audiencia y, aunque aquello provocó un derrumbe que mató a varias personas, Rodrigo Borgia sobrevivió de pura chiripa. Ya van tres milagretes.

Uno que no tuvo tanta suerte fue Alfonso de Aragón, el marido de Lucrecia, pues fue herido de gravedad en las escalinatas de la Basílica de San Pedro por un grupo de hombres armados. No murió en aquel momento, y pareció recuperarse en el palacio de los Borgia, pero un mes después, apareció misteriosamente asesinado en la habitación donde se recuperaba. ¿Fue algo ordenado por César? Puede ser, pues esta relación con un napolitano no convenía mucho a los Borgia ahora que estaban aliados con los franceses, y el papa quería buscar a su hija un nuevo matrimonio más interesante. Desde luego, la leyenda negra dice que fue un asesinato por celos, pues como ya dije, se cuenta que a César le molaba su hermana pero ésta era muy feliz con el atractivo Alfonso. La cosa es que culparon a unos médicos napolitanos de la corte, y estos hechos tensionaron más aún las relaciones entre Roma y Nápoles.

En fin, que tras todo esto, César siguió con sus campañas sometiendo a los rebeldes de la Romaña que quedaban, como Nepi, Pésaro y Rímini, gobernada por Pandolfo Malatesta. Todas estas nuevas conquistas fueron realizadas prácticamente sin disparar un solo tiro, por cierto.

Luego le tocó el turno a la ciudad de Faenza, gobernada por Astorre Manfredi, quien no tenía ninguna gana de rendirse. Tras varios meses de asedio, le echaron a cañonazos, y César obtuvo los títulos de señor de Rímini y de Faenza. El fakin César ya tenía una colección de títulos bastante considerable.

Con esto, César pasó a vivir una temporada tranquilamente a su palacete de Césena. Se cuenta que por su corte pasaron personajes tan importantes como Leonardo da Vinci, contratado como asesor militar, o Nicolás Maquiavelo. Éste Maquiavelo, quien anteriormente había sido un político importante en Florencia, veía a César Borgia como un auténtico príncipe, un modelo a seguir en lo que a gobernanza se refiere, y se dice que se inspiró en él para escribir su famosa obra “El Príncipe”. Otros dicen que en quien se inspiró fue en Fernando el Católico. Hay muchas teorías.

Mientras tanto, se produjo una alianza inesperada. En el Tratado de Granada, de 1500, el rey Luis XII y los Reyes Católicos pactaron invadir y repartirse el Reino de Nápoles. El papa dijo: “Pues vale, haced lo que queráis, a mí me la suda, yo os doy permiso y bendisiones”.

César estaba obligado a ayudar a los franceses, pero antes, en una maniobra un poco arriesgada, atravesó Florencia y conquistó y se hizo señor de la ciudad portuaria de Piombino, que era parte de un ducadito independiente que integraba también la isla de Elba. Ya sabéis, donde estaría confinado Napoleón tres siglos después.

Con esta conquista, en 1501 acabó la 2ª Guerra Italiana y justo comenzó la 3ª, también conocida como Guerra de Nápoles. El nombre lo dice todo, el objetivo era conquistar Nápoles.

La primera ciudad en caer bajo el poder del ejército galo de César fue Cápua. Mientras tanto, las tropas hispanas dirigidas por el Gran Capitán desembarcaban en el sur de la península. En agosto, la capital, Nápoles, quedaba rodeada con su rey, Federico I, escondido en el Castel Nuovo. Ya no había nada que hacer, y el rey napolitano decidió exiliarse a Francia. Nápoles había sido conquistada y troceada.

En ese tiempo, Lucrecia Borgia preparaba su tercer matrimonio, esta vez con un condotiero fanático de la artillería: Alfonso d’Este, el heredero al ducado de Ferrara, pues era hijo del duque Hércules d’Este. Ferrara era una de las ciudades más importantes de Italia, y tenerla bajo control era realmente importante. Se cuenta que este matrimonio había sido planeado fríamente por la propia Lucrecia, que era una tía bastante inteligente. Incluso estuvo un tiempo al cargo de los negocios pontificios gobernando los territorios de la Iglesia.

Una vez se trasladó a Ferrara a vivir con su marido, Lucrecia se convirtió en mecenas de artes en la ciudad y se dice que tuvo una relación platónica o algo así con el cardenal y poeta Pietro Bembo. Tuvo una vida bastante tranquilita, alejada de las intrigas de su familia, las cuales parece que no le interesaban mucho. 

Y es que ella también tiene una leyenda negra mu chunga que la acusa de espiar y asesinar a diestro y siniestro, y que incluso tenía un anillo hueco con veneno con el que envenenaba a quien no le bailara el agua. Esto parece que no es cierto, igual que lo del incesto, que fueron más rumores propagados por sus enemigos más que otra cosa, especialmente por el despechado Giovanni Sforza.   

El papa Alejandro VI ya estaba bastante mayor, tenía casi 70 años, y decidió reorganizar bien los territorios papales. A César le nombró Duque de Romaña y se quedó con todos los territorios conquistados dentro de los Estados Pontificios. Luego, al resto de la familia les dio diferentes ducados por toda Italia, con la intención de asegurar aquellos lugares y que pudieran ser heredados. Sin embargo, dentro de los Estados Pontificios aún había algunos enclaves que se resistían a la autoridad papal, y ahora era el momento de acabar con ellos.

El primer objetivo fue la ciudad de Camerino, donde Julio César Varano había asesinado a su hermano y se había hecho con el control. Sin embargo, César Borgia, a mitad de camino, se desvió hacia Urbino, ya que el duque de allí, Guidobaldo de Montefeltro, aunque decía que le apoyaba, por la espalda estaba apoyando al bando rebelde. Así que, con un par de cañonazos, primero cayó una y después la otra.

Todo parecía en calma, ¿no? Pues no. Resulta que Francia y España discutieron por la región de Basilicata, y se desató la guerra entre ambas potencias por el control del sur italiano. Esta gente no aprende, parece ser. Los franceses, aliados con las tropas papales, empezaron ganando, y el Gran Capitán y las fuerzas españolas tuvieron que fortificarse en Barletta. De aquí es famoso el Desafío de Barletta de 1503, un duelo entre 13 caballeros franceses y 13 caballeros italianos, aliados de los españoles, ganando estos últimos.

La situación fue complicándose para los Borgia cuando el cardenal Gianbatista Orsini empezó a aliarse con otros enemigos de los Borgia y crear un frente común. Muchos eran antiguos nobles italianos exiliados y también condotieros que en aquel momento dirigían las tropas de los Borgia. Todos juntos se sublevaron en los Estados Pontificios. Aun así, César Borgia se enteró de todo, comenzó a mandarles cartas falsas para confundirles, y la desunión y antiguas rencillas entre ellos mismos acabó destruyendo esta liga rebelde. Muchos fueron encarcelados y ajusticiados sin piedad por César.

Con esto, ya todos los Estados Pontificios estaban bajo control Borgia, menos Bolonia y Ravena, que habían quedado en manos venecianas. Estos venecianos, por cierto, pronto harían las paces con los turcos para poder meterse de lleno en los conflictos italianos en contra de los Borgia.

La situación en Italia seguía jodida, porque ahora las tropas españolas ascendían por la península y estaban dando una paliza tremenda a los franceses. Destaca la Batalla de Ceriñola, donde el ejército francés sufrió una auténtica debacle. Gracias a esta victoria, el Gran Capitán obtuvo el puesto de virrey del Reino de Nápoles.

En agosto de 1503, Rodrigo y César fueron a cenar con un cardenal y parece ser que los dos acabaron envenenados, pues cayeron enfermos con los mismos síntomas pocos días después. César se recuperó, pero el papa, con 72 años, terminó muriendo.

También dicen que más que envenenamiento podría haber sido un brote de malaria, pero no se sabe. Fuera lo que fuera, la muerte del papa significaba problemas para los Borgia. Muchos. Su autoridad se tambaleaba. La situación era tensa de cojones, y los cardenales dijeron al aún convaleciente César que se alejase de la ciudad para no interferir en la nueva elección de papa. Tras el cónclave, el elegido fue Francesco Piccolomini, con el nombre de Pío III, un aliado de los Borgia.

El problema era que, aprovechando la situación, Urbino, Camerino, Pésaro, Faenza, Piombino y Rímini fueron retomadas por sus antiguos gobernantes, expulsados por César Borgia tiempo antes. Aparte, los españoles seguían tomando parte del norte del Reino de Nápoles. Tras la Batalla de Garellano de 1503, y la toma de Gaeta en 1504, se concluía la toma definitiva de Nápoles en poder de la Monarquía Hispánica. Francia fue expulsada del sur italiano y sólo se quedó con Milán.

¿Podía ir algo más mal? Pues sí, porque el viejales de Pío III la palmó de pronto; solo duró 26 días como pontífice. El nuevo papa fue Giuliano della Róvere, quien adoptó el nombre de Julio II, conocido como el Papa Terrible. Ya conté en el capítulo anterior que se llevaba mal con los Borgia, aunque en este tiempo su relación era bastante mejor. Sin embargo, nada más ser nombrado papa se volvió contra ellos.

Hay que saber que este papa era familiar de Guidobaldo de Montefeltro, quien había recuperado el ducado de Urbino y a quien Julio II nombró capitán general de los ejércitos de la Iglesia.

Poco a poco, entre los dos fueron expropiando territorios a los debilitados Borgia. Muchos miembros de esta familia huyeron de Roma, pero no César, ni Jofré, que decidió quedarse con su enfermo hermano. César, todavía bastante jodido por el envenenamiento, y sabiendo que ya no había nada que hacer y que su vida corría peligro, decidió ceder todas sus posesiones al nuevo papa y huir a Nápoles. Allí fue recibido por el Gran Capitán, pero acabó arrestado por Fernando el Católico.

Por cierto, se cuenta que este Gran Capitán acabó enrollado con Sancha, la esposa de Jofré Borgia, matrimonio que ahora vivían en Nápoles. Tiempo antes se especuló que la chavala había estado enrollada con su cuñado Juan de Borgia, antes de que le asesinaran claro está, no seáis malpensados.  

El caso es que César Borgia estuvo prisionero en el Castillo de Chinchilla, cerca de Albacete, y luego le trasladaron al Castillo de la Mota de Medina del Campo. Desde allí se mandó cartitas con su cuñado Juan III de Albret, el rey de Navarra, quien odiaba también a Fernando el Católico. Parece que, en 1506, César Borgia logró huir de la prisión descolgándose por una ventana gracias a una soga y robando un caballo. Perseguido por los castellanos, César logró llegar a Medina del Campo, luego a Santander, y disfrazado de mercader navegó con unos marineros vascos hasta Castro Urdiales, y luego pilló unas mulas para llegar hasta Pamplona, su antigua sede episcopal. Allí, el rey Juan le nombró capitán de sus ejércitos y le mandó ir a liberar la ciudad de Viana, tomaba por rebeldes navarros beamonteses. Fue allí donde César Borgia murió en batalla. Y no, no le asesinó Ezio Auditore.

Mientras tanto, Lucrecia Borgia estaba tranqui en Ferrarra con su marido Alfonso de Este, pero en 1505 murió su suegro, el duque, y Alfonso y otros familiares suyos lucharon por el control de aquel ducado. Pero bueno, Alfonso ganó, y mientras éste estaba luchando batallitas en el extranjero, Lucrecia se hizo popular en Ferrara y gobernó con bastante buena mano.

Por otro lado, el papa Julio II tuvo fama de haberse alejado de los problemas espirituales y religiosos, para actuar como un auténtico jefe de Estado, y se metió mucho en política y guerras. Sus planes eran unificar toda Italia bajo el control de la Santa Sede.

Pero aparte fue también un gran mecenas de arte. Fue este papa quien decidió que había llegado el momento de tirar abajo la vieja basílica de San Pedro del Vaticano y crear una nueva muchísimo más grande y lujosa, proyectada por el arquitecto Bramante. Fue así como comenzó la construcción de la actual basílica, que es la que podemos ver actualmente. Uno de sus artistas favoritos fue Rafael, quien se encargó de decorar varias estancias del Palacio Apostólico, ahora conocidas como las Estancias de Rafael. También durante su gobierno, Miguel Ángel terminó de pintar la bóveda de la Capilla Sixtina.

Mucho del dinero para esta construcción fue sacado de la venta de indulgencias, un certificado que el Pontífice vendía a la gente que decía que sus pecados quedaban perdonados y que alcanzarían el paraíso. Y servía tanto para gente viva como para muerta.

En 1506, este papa Julio II se puso a conquistar las ciudades rebeldes dentro de los Estados Pontificios, Perusa y Bolonia, que cayeron en pocos meses.

Ahora la gran amenaza del papa era la República de Venecia. Para hacerle frente creó, en 1508, la Liga de Cambrai, una alianza entre el papado, el rey Luis XII de Francia, el emperador germano Maximiliano I de Habsburgo, Florencia, España y mucha más peña. Uno de los comandantes de toda esta tropa fue Alfonso de Este, el marido de Lucrecia Borgia, aunque más tarde se pasó al bando francés.

Venecia comenzó perdiendo muy fuerte, pues sufrió un descalabro brutal en la Batalla de Agnadello, de 1509, lo que hizo que los venecianos devolvieran al papa varios territorios romañolos robados tiempo antes. Se firmó la paz y el papa se retiró de la Liga, dejando tirados a todos sus liados, que se volvieron a casa con las manos vacías.

De todas formas, esta Guerra de Cambrai duró hasta 1516. Y es que ahora resulta que Julio II se alió con Venecia para expulsar a Francia de Génova y Milán. La Liga fue restituida en 1510 y se unieron a ella España, Inglaterra y el Sacro Imperio.

Luis XII contraatacó y convocó un concilio en la ciudad de Pisa, que tenía como objetivo provocar la caída de este papa terrible. Sin embargo, este concilio no tuvo éxito, y la guerra continuó. En la Batalla de Rávena, de 1512, los franceses mostraron una gran superioridad sobre la Liga, pero el líder del ejército francés Gastón de Foix acabó palmando, y sin el liderazgo de este noble, la cosa no fue nada bien para Francia. Fueron perdiendo territorios hasta que el Ducado de Milán fue recuperado por Maximiliano Sforza, el hijo de Ludovico Sforza.

En la Batalla de Novara, de 1513, las fuerzas de la Liga Santa aniquilaron casi por completo al ejército francés, que se tuvo que retirar de Italia. Tras esto, como la República de Florencia de Piero Soderini había apoyado a los franceses, el papa apoyó a los Medici para que recuperaran el poder del lugar, y así fue como el cardenal Giovanni de Medici se convirtió en señor de Florencia. Este tipo sería el siguiente papa de Roma tras la muerte de Julio II, nombrado en el año 1513 con el nombre de León X.

El nuevo rey de Francia fue Francisco I, y éste decidió aliarse con Venecia para recuperar Milán, algo que consiguió tras la Batalla de Marignano, de 1515. El papa León X decidió poner fin a este conflicto y ambos bandos firmaron la paz en el Concordato de Bolonia, de 1516. Con esto se acabó la 4ª Guerra Italiana o Guerra de Cambrai. Francia retendría Milán, pero a cambio renunció al galicanismo, es decir, a la independencia de la Iglesia de Francia respecto al papa.

Por otro lado, en España y el Sacro Imperio comenzó a gobernar el archiconocido emperador Carlos I de España y V de Alemania, quien se haría tremendamente poderoso. El papa se alió con él para expulsar a los franceses de Milán, algo que lograron en 1521. El Ducado de Milán fue a parar pues a manos de Francesco II Sforza. Esto comenzó una nueva guerra en Italia, que veremos en un próximo capítulo. 

Finalmente, Jofré Borgia murió en 1517 con 36 años. Dos años después, en 1519, con casi 40 años, Lucrecia Borgia también la palmó, en el parto de su octavo hijo. Con la muerte de ambos acabó la dinastía de los Borgia.