Historia de España: Reino de León, Califato de Córdoba y Sancho III el Mayor, El Condado de Barcelona, Taifas y Almorávides

LOS INICIOS DEL REINO DE LEÓN (910-1037)

Como vimos en un capítulo anterior, el último rey del reino de Asturias fue Alfonso III el Magno. Se había casado con una tal Jimena Garcés, quizás hija de García Iñiguez de Pamplona, pero no se sabe bien. El caso es que tuvo tres hijos que se rebelaron contra él: García I, Ordoño II y Fruela II el Leproso. Estos serían los 3 primeros reyes leoneses.

El Reino de León creo que es un buen ejemplo de eso que siempre digo que no hay que hacer: que el rey a su muerte reparta el territorio del reino entre sus hijos. En los próximos minutos esto va a ocurrir unas cuantas veces y nunca sale bien. 

A ver, tenemos que entender que en aquella época no existía ese sentimiento nacional de “hay que mantener unido el reino y la patria”. No, el territorio de un reino en aquella época era más como una propiedad, un patrimonio del monarca y podía hacer lo que quisiera con ello. De todas formas, pensar que con estos repartos habría paz entre los hijos es bastante ingenuo, la verdad.

En fin. Empecemos con la historia. Ya conté que, en el año 909, Alfonso III se enteró de una conspiración que había urdido su primogénito, García, junto con su esposa Jimena, y el conde de Castilla Munio Núñez, padre de la esposa de García, Muniadona.

García fue apresado en el Castillo de Gauzón, pero sus otros hijos le obligaron a abdicar en el 910, y el territorio del Reino de Asturias fue repartido entre estos 3 hijos. El Reino de León fue para García I, y estableció como capital la ciudad de León, una antigua ciudad de fundación romana con potentes murallas, y este reino pasaría a ser el supremo. Subordinado a él estarían el Reino de Asturias, controlado por Fruela II, y Ordoño II se quedó con el Reino de Galicia.

García I dedicó muchos esfuerzos en asegurar la línea del río Duero, la frontera con el territorio musulmán. Su suegro, Munio Núñez, conde de Castilla, repobló la ciudad de Roa. Gonzalo Téllez, conde de Lantarón y Cerezo, repobló Osma y fundó el monasterio de San Pedro de Arlanza, mientras García I fundaba el Monasterio de San Pedro de Eslonza.

Finalmente, Gonzalo Fernández, conde de Burgos, repobló Haza, Clunia y San Esteban de Gormaz. Este Gonzalo fue quien, hacia el año 900, levantó el Castillo de Lara y fundó la Dinastía Lara. Pronto nacería su hijo Fernán González, que será muy importante. 

Volviendo al Reino de León, este García I duró muy poquito. En el 914 murió y entonces Ordoño II fue proclamado nuevo rey de León. Este duró una década en el trono y fue un rey enérgico y batallador. Realizó bastantes campañas contra los musulmanes.

Parece que en su primera expedición militar llegó hasta la ciudad de Mérida, donde logró hacer que los valíes de ese territorio se sometieran a él y le pagaran tributo y un gran botín. Gracias a esto pudo financiar la construcción de una iglesia en la ciudad de León, donde estaba su palacete y en el mismo lugar en el que después se levantaría la catedral gótica de Santa María de Regla.

El emir Abderramán III se enfadó tanto que envió a sus tropas contra este Reino de León. Tras arrasar unas cuantas localidades, establecieron su campamento en San Esteban de Gormaz, en Soria. Sin embargo, fueron emboscados de pronto por las tropas de Ordoño II, y esa fue la Batalla de Castromoros, del año 917. Según las crónicas cristianas, las bajas musulmanas fueron innumerables, y los leoneses lograron una victoria de la leche.

Ante tal victoria, Sancho Garcés I, rey de Pamplona, se puso cachondo y se alió con el leonés. Juntos fueron hacia La Rioja y tomaron Nájera. Tras eso fueron a por los Banu Qasi y les arrebataron bastante territorio.

Sin embargo, los éxitos no duraron. Abderramán III estaba muy cabreado. En el 920 organizó un gran ejército y se dirigió a la zona. Tomó Osma, San Esteban de Gormaz, Tudela, Calahorra… y ahora se dirigía hacia Pamplona.

Entonces tuvo lugar la Batalla de Valdejunquera. Los leoneses y navarros sufrieron una derrota brutal, y la ciudad de Pamplona acabó siendo destruida y gran parte de su población exiliada al emirato. Por ello, en el 923, el rey Sancho, con ayuda de Ordoño, reconquistó el territorio riojano y trasladó la capital a Nájera, pasando este reino a conocerse como Reino de Pamplona-Nájera. Fue en ese momento cuando se fundó el Monasterio de Santa Coloma. Según el mito, Santa Coloma fue una joven cuyos padres le obligaron a convertirse al islam, pero como no quería huyó a una cueva y vivió con un oso. Al menos hasta que la capturaron y la decapitaron.

Ordoño II culpó de esta derrota a 4 condes de la Castilla fragmentada, por no acudir a la batalla, y los encarceló una temporada, aunque luego parece que les restituyó.

En el año 924, Ordoño II murió en León. Con su primera esposa, Elvira, había tenido varios hijos. Sin embargo, su hermano Fruela II el Leproso usurpó el trono. Sin embargo, como su mote indica, estaba leproso y murió un año más tarde.

Su hijo Alfonso Froilaz, apodado el Jorobado, heredó el trono, pero, igual que su padre, sólo duró un año. Sus primos, los tres hijos de Ordoño II, comenzaron una breve guerra civil y le echaron rapidito del poder. Al parecer, no le cuentan con el ordinal en el nombre porque nunca fue ungido como rey.

En fin, que, a principios del año 926, Sancho Ordoñez, como primogénito, fue a nombrarse rey supremo en León, pero su hermano Alfonso IV el Monje logró expulsarle y fue este quien fue coronado rey. Ramiro, el hermano menor, se quedó con el territorio de Portucalense, y estableció su capital en Viseo. Por su parte, Sancho Ordoñez se quedó con Galicia. Allí mantuvo gran amistad con Gutierre Menéndez, el magnate galaico más poderoso. Éste tenía un palacio en Villanueva de los Infantes, y Sancho regaló a esta familia las tierras cercanas de Villare, donde construirían el Monasterio de Celanova.

Todo parecía en orden, pero… ya sabéis que estos repartos no suelen durar mucho en el tiempo. Sancho murió en el 929, y Alfonso IV se quedó con sus territorios. También justo en ese año, el emir Abderramán III convirtió el emirato en el Califato de Córdoba, ya lo veremos. El caso es que, en el 931, falleció la esposa del rey leones, Oneca Sánchez, y Alfonso, súper triste, decidió retirarse a un monasterio, por lo que su hermano menor, Ramiro II, llegó al trono leonés.

Aunque para complicar la situación, poco después Alfonso IV dijo que ya no quería ser monje, que eso era un coñazo, y trató de recuperar el trono con ayuda de su primo Alfonso Froilaz y otros de sus primos, quienes dominaban la zona de Asturias todavía. Ramiro II dijo que “ni de coña se iba a ir del trono”, y tras unos pocos enfrentamientos, Alfonso IV fue hecho prisionero y encerrado en el monasterio de Ruiforco de Torío, en León. Y Alfonso Froilaz y sus hermanos corrieron la misma suerte. A todos ellos, como era costumbre, se les sacó los ojos.

Eran mejores los tiempos de los visigodos cuando sólo te cortaban el pelo para quitarte el poder. Bueno, en realidad esos también se mataban bastante. En fin, que Ramiro II el Grande reinó durante 20 años y fue un reinado muy fructífero. Parece que él ordenó la construcción del Castillo de Peñafiel, en Valladolid, el cual es recomendable ver de frente, porque si lo miras de lado pierde un poco.

La primera gran conquista de Ramiro II fue la fortaleza omeya de Magerit, actual Madrid. Abderramán III contratacó con varias aceifas en los siguientes años, y recuperó Madrid, pero Ramiro II obtuvo grandes victorias. Tanto es así que, por su ferocidad en batalla, los musulmanes terminaron apodándole El Diablo.

Tuvo de mano derecha a otro guerrero bastante pro, el conde de Castilla Fernán González. Este tenía su base de poder en el Castillo de Lara de los Infantes, y parece ser que hacia el año 931 logró reunir bajo su poder los condaditos de Burgos, Lara, Lantarón, Cerezo y Álava, y es mencionado como conde de Castilla. Pero de una Castilla unificada. Por cierto, para tomar el control de Álava tuvo que desterrar a la familia Vela, descendientes de Vela Jimenez, y esto será importante más adelante.

En el 934, el ejército califal logró penetrar en zonas de Castilla, Álava y de Pamplona, arrasando todo a su paso, y Abderramán III obtuvo la sumisión de su tía Toda Aznárez, reina regente de Pamplona. Ramiro II fue para allá y logró vencerles en Osma, en Burgos, con ayuda de Fernán González.

Abderramán III culpó de esta derrota a su ayudante, el valí de Zaragoza Abu Yahya, de la dinastía yemení de los Tuyibíes, y éste, hasta los huevos del califa, decidió reunirse con Ramiro II y se sometió a él. El califa estaba cabreadísimo, se había quedado sin Zaragoza, por lo que mandó nuevas aceifas contra los cristianos.

Pero sin duda, el combate más importante del rey Ramiro II fue la Batalla de Simancas, del año 939. En esta batalla el rey leonés se alió con castellanos de Fernán y los navarros de García Sánchez I, y todos juntos aniquilaron al ejército califal de Córdoba gracias a una fosa-trampa y 4 días de intensos combates. Se cuenta que días antes de la batalla hubo un eclipse de sol, y también que Abderramán III escapó vivo de puro milagro, dejando en su campamento grandísimas riquezas de las que se apoderaron los cristianos. Destaca un lujoso ejemplar del Corán que pertenecía al califa, y según las crónicas, acabaría recuperándolo íntegro años después.

Gracias a esta victoria, la frontera del Reino de León avanzó del río Duero al río Tormes y al Sistema Central, que es una cordillera situada por el centro de la península. Con la Sierra de Gredos o la Sierra de Guadarrama haciendo de frontera. En esos años se repoblaron ciudades como Ledesma, Salamanca o Sepúlveda.

Durante su reinado, Ramiro II embelleció la capital de León, y levantó un nuevo y suntuoso palacio real. Junto al palacio, levantó el monasterio de San Salvador de Palat del Rey, que tenía una iglesia, considerada ésta la iglesia cristiana más antigua conocida de la ciudad de León. Su primera abadesa fue su hija Elvira Ramírez.

Otra construcción del León del siglo X es la Catedral de Santa María, que antes habían sido unas termas romanas, luego el palacio de Ordoño II y luego éste cedió el terreno para la iglesia esta.

Además, se construyeron muchos monasterios por toda la ciudad, como el de San Juan Bautista, San Martín, el de Santiago, el de San Marcelo o el de Santa Marina.

También existía un templito dedicado a Juan el Bautista que en el futuro sería la Basílica de San Isidoro, pero eso no existiría hasta el reinado de Fernando I.

Como ya he dicho, durante estos tiempos, desde las ciudades hasta las pequeñas comunidades rurales empezaron a querer tener un sistema de gobierno local para tomar decisiones sobre problemas del día a día. Así nacieron los concejos, o concilium, como una forma local de autogobierno. Al principio eran comunes los concejos abiertos, donde todos los vecinos tenían voz, pero luego evolucionaron en concejos cerrados, donde una parte de los vecinos representaba al resto, siendo liderados generalmente por un alcalde.

Los núcleos de población en aquella época solían ser ciudades amuralladas y casas de ciudadanos surgiendo en torno a una iglesia o catedral. Tanto dentro como fuera podía haber un castillo, donde vivía el noble o aristócrata que controlaba el lugar, aunque otras veces podían vivir en un palacio tras las murallas.

Otras poblaciones tenían un ayuntamiento, el lugar donde se reunía el concejo de la ciudad, el órgano que tomaba decisiones políticas en la zona.

Muy importante es la plaza del mercado, donde la población se reunía diariamente para comprar productos de todo tipo y pasar un buen rato. Por toda la ciudad podían verse multitud de talleres de artesanos. Aquí podemos ver un ejemplo de casa-taller. La primera planta era la tienda y el taller, y en la planta de arriba solía estar el dormitorio y la cocina. También podía haber alguna habitación dedicada a otras actividades, como el telar y la despensa. Muchas de estas viviendas podían tener un jardín en la parte trasera que incluía pozo de agua.

Otras construcciones importantes eran los hospitales, las hospederías, para alojar a peregrinos y visitantes, conventos, puertos, y a las afueras solían localizarse algunos monasterios. En el próximo siglo aparecerán las primeras universidades.

En los últimos años del reinado de Ramiro II, su gran amigo el conde de Castilla Fernán González empezó a darle la espalda. Hubo varias razones: no le envió ayuda cuando la necesitaba, y el rey violó una tregua con el califato para hacer una incursión de saqueo. Pero la rebelión en sí estalló por sentirse agraviado cuando el rey nombró a Ansur Fernández como conde de Monzón, un nuevo condado situado entre Castilla y León. Ocupaba una estrecha franja en lo que hoy es el este de la provincia de Palencia. Ansur pasaría a dominar todo esto desde su fortaleza de Monzón de los Campos.

Este condado nuevo tampoco gustó a Diego Muñoz, conde de Saldaña, otro condadito entre Monzón y León. Este Diego pertenecía a la familia de los Banu Gómez, descendientes de un tal Munio Gómez, quienes también controlaban el condadito de Liébana.

Por todo esto, en el año 943, Fernán González y Diego Muñoz, empezaron una guerra contra Ramiro II para independizar Castilla. Los dos no tardaron mucho en ser capturados y encerrados en una prisión. El condado de Castilla pasó entonces a manos de Ansur y del infante Sancho, hijo del rey. Pero bueno, tras dos años, Ramiro II le liberó y casó a su hijo Ordoño con la hija de Fernán, Urraca Fernández.

¿Pero qué pasó luego? Pues que Fernán quería recuperar su condado, y se refugió en la parte oriental de Castilla liándola pardísima y tomando algunas poblaciones. Se piensa que Fernán hizo algún pacto con el califato para que atacaran León mientras a él le dejaban tranquilo. Y es que en esos años hubo muchas aceifas que solo molestaron a León.

Al final, gracias a todo esto, Fernán recuperó mucho territorio y Ramiro se vio obligado a restituirle los viejos honores de conde. Fernán volvía a ser conde de Castilla, y esta vez su puesto sería hereditario. Durante sus años de gobierno, muchísimas villas de Castilla fueron repobladas, reconstruidas y se crearon importantes mercados.

La última campaña del rey Ramiro II ocurrió en el 950. Logró llegar al valle del río Tajo y derrotó a las tropas del califa en Talavera de la Reina, en la provincia de Toledo, y obtuvo un botín bastante majo. Poco después, bastante enfermo, terminó abdicando y muriendo.

Su hijo mayor, Ordoño III, le sucedió en el trono en el 951. Pero aquí vuelve a ver otra vez lío entre hermanos y primos por el poder. Para empezar, su medio hermano Sancho I el Craso quería echarle, y para ello se alió con el conde Fernán González y García Sánchez I de Pamplona. Ordoño III logró ganar a todos en Sahagún, pero terminó muriendo tras 5 años de reinado.

Sancho I el Craso sentó su culo en el trono leonés. El apodo de “craso” viene porque estaba muy muy gordo y no podía ni subirse al caballo.

Además, Sancho era partidario de romper la tregua con el califato, por lo que los nobles leoneses y castellanos, encabezados por Fernán González, le derrocaron y nombraron rey a su primo Ordoño IV el Malo.

Este duraría poquito. Resulta que Sancho el Gordo huyó a Pamplona con su abuela, la reina Toda Aznárez, y pidió su ayuda para recuperar el trono leonés. Ya vimos que esta Toda estaba emparentada con Abderramán III, y le llamó para hacer un trato: 10 fortalezas a cambio de que pusiera en forma a Sancho. Y Sancho viajó al califato para someterse a un tratamiento de adelgazamiento, ya que allí había un médico judío llamado Hasday ibn Saprut que era un puto crack. Se dice que la dieta fue básicamente no comer en 40 días y solo beber infusiones.

Parece que la cosa funcionó, Sancho I se puso mamadísimo, y el califa, junto con los pamploneses, enviaron un ejército al Reino de León para reponer a Sancho I. Y lo lograron, y Ordoño IV acabó huyendo. Pero por supuesto, esto no fue gratis, y León tuvo que ceder algunas fortalezas al califa.

Sancho I reinó los siguientes 6 años entre varias rebeliones menores y la independencia cada vez mayor del Condado de Castilla, regido por Fernán González; de hecho, el territorio que controlaba de facto iba desde el mar cantábrico hasta más al sur del río Duero.

Un monasterio famoso que fundó Sancho fue el de San Pelayo, en León, dedicado al mártir San Pelayo, un religioso gallego torturado y ejecutado por Abderramán III.

Sancho I acabó muriendo al comer una manzana. Vaya, qué irónico que muriese comiendo fruta. Es broma, parece que estaba envenenada. ¿Quién fue su asesino? Nadie lo sabe. Se sospecha de Gonzalo Menéndez, conde rebelde de Portucalense, pero no hay nada seguro.

Sancho fue sucedido por su hijo Ramiro III, pero tenía solo 5 años de edad y sus regentes fueron su tía Elvira y su madre Teresa. Lo primero que hicieron fue firmar un tratado de paz con el nuevo califa cordobés, Al-Hakam II. Y es que nuevos enemigos se aproximaban al reino. En el año 968, otra vez los malditos vikingos, liderados esta vez por un caudillo llamado Gunderedo, empezaron a saquear las costas gallegas. San Rosendo, hijo de Gutierre Menéndez, y la nobleza gallega lucharon contra ellos y les vencieron en el 970 por la ría de Ferrol. Se cuenta que todos los prisioneros vikingos fueron ejecutados sin compasión.

En el 970, el conde de Castilla Fernán González murió, y su cuerpo fue enterrado en el Monasterio de San Pedro de Arlanza, en Burgos. Su hijo con Sancha de Pamplona, García Fernández, sería el nuevo conde.

En el 975, los leoneses intentaron tomar el castillo de San Esteban de Gormaz, pero los musulmanes les machacaron y tocó retirada. Y los años siguientes serían mucho peores, pues con la subida al trono del califa Hisham II, también llegó su mejor general: Almanzor. Este tipo era imparable, y comenzó a ganar batalla tras batalla a los cristianos. Consiguió tomar Zamora, Rueda, Atienza y Sepúlveda hacia el año 980.

El rey logró su mayoría de edad, pero los nobles del reino vieron que la cosa no mejoraba. Por esto, en el 981, el conde Gonzalo Menéndez y la nobleza gallego-portuguesa se declaró rebelde y proclamó rey en Santiago de Compostela a Bermudo II el Gotoso, hijo de Ordoño III y nieto de Fernán González. Así, el reino se dividió en dos durante los siguientes 4 años, cuando Ramiro III acabó muriendo.

Bermudo II el Gotoso fue apodado así porque padecía gota, una especie de artritis. Desde luego, esta enfermedad no le iba a ayudar en nada en su reinado. El condado de Castilla, liderado por su conde García Fernández, estaba en rebelión, y no era el único. Bermudo II tuvo que pedir sopitas al califato de Córdoba y los ejércitos del Almanzor ocuparon muchas partes del Reino de León para proteger al rey de sus propios nobles. Y claro, Castilla pasó entonces a ser un condado muy castigado por el líder musulmán, y García lo pasó realmente mal. Para aumentar sus efectivos, creó una ordenanza en la cual aquellos campesinos que tuvieran un caballo serían equiparados automáticamente con los infanzones, o nobles de segunda.

Eso sí, luego Bermudo II se arrepintió de haber dejado instalarse en el reino a varias tropas musulmanas, y les echó a la fuerza en el año 987. Por esto, Almanzor se pilló un cabreo de la hostia y destruyó la ciudad de Coímbra, en Portugal. Luego se dirigió a León, y también la sitió y arrasó.

El pobre Bermudo II huyó cagando leches y Almanzor le fue persiguiendo por todo el Bierzo y Galicia, y destruyendo todo a su paso. Finalmente, Almanzor llegó hasta Santiago de Compostela, ciudad que saqueó. Aunque eso sí, parece que respetó la tumba de Santiago, y gracias a ello continuó existiendo el Camino de Santiago. Almanzor se conformó con un souvenir muy curioso: las campanas de la iglesia, que parece ser que le gustaron un montonazo y se las llevó a Córdoba.

En el año 994, el conde de Castilla seguía siendo García Fernández, pero su esposa Ava de Ribagorza y su hijo Sancho García parece que conspiraron contra él y el conde terminó en una prisión cordobesa hasta su muerte al año siguiente. Y Sancho heredó el condado e hizo un pacto con Almanzor para que les dejaran en paz. En ese pacto se comprometía a entregarle a una de sus hermanas. De todas formas, gracias a la paz, bajó mucho los impuestos y le apodaron “Sancho el de los buenos fueros”. 

Por otro lado, en el año 999, la gota que padecía Bermudo II se agravó y ya no podía cabalgar. Tenía que ir en litera todo el rato. Poco después acabó muriendo.

Su hijo Alfonso V le sucedió y reinó casi 30 años. Como solo tenía 5 añitos, sus dos regentes fueron su madre Elvira, hija del conde de Castilla, y su ayo, el conde gallego Menendo González, hijo de Gonzalo Menéndez. Estos organizaron en el año 1000, junto con tropas castellanas, vasconas y pamplonesas la Batalla de Cervera, en la que los cristianos estuvieron realmente cerca de derrotar a Almanzor. De 1002 sería la Batalla de Calatañazor, la gran victoria cristiana contra Almanzor, pero parece que tiene mucho de leyenda. De todas formas, ese año, Almanzor murió y el Califato de Córdoba comenzó una lenta descomposición. 

En el año 1008, Alfonso V cumplió 14 años y con eso ya era mayor de edad. Hubo mucha inestabilidad política, pero parece que Elvira logró mantener la paz con Castilla. Al menos hasta 1014, cuando un miembro de la familia Banu Gómez se levantó en armas contra el rey con el apoyo de Sancho García, conde de Castilla. Hubo una pequeña guerra hasta que Sancho la palmó en el 1017.

Fue ese mismo año, con todo ya más o menos bajo control, cuando Alfonso V reunió a la Curia Regia en la Catedral de León y dijo que era hora de crear un nuevo marco jurídico. Así se promulgó el Fuero de León, del 1017, un conjunto de preceptos y normas con los que se buscaba poner fin a tanto caos y establecer un poder central del rey más estable. Trataba temas como el derecho a la propiedad privada, el derecho a la seguridad personal, el derecho a la herencia de hombres y mujeres y garantías judiciales. Algunos consideran a este Fuero de León como la primera declaración de derechos de la historia europea.

Parece que a Alfonso V las cosas le fueron bien y sus años de reinado se caracterizaron por una reorganización del gobierno y por la reconstrucción de muchas ciudades y pueblos destruidos por Almanzor y los suyos, haciendo especial énfasis en la capital: León. Pero todo se fue a la mierda en el año 1028, cuando el rey murió de un flechazo sitiando Viseu, en Portugal.

Su hijo de 11 años Bermudo III le sucedió en el trono, y este fue el último rey de la Dinastía astur-leonesa. Ese mismo año, 1028, sucedió una movida mu chunga. Resulta que el conde de Castilla García Sánchez iba a casarse con Sancha, la hermana de Bermudo. Sin embargo, tres hermanos de la familia Vela, desterrados de Álava hacía mucho tiempo, aprovecharon para vengarse de los Lara y asesinaron a este García Sánchez, último miembro del linaje Lara. Luego los castellanos agarraron a estos tres tipos, les llevaron hasta el Castillo de Monzón y los quemaron vivos.

Este asesinato de García hizo que el poderoso rey Sancho III el mayor de Pamplona acabase tomando el control de Castilla por su matrimonio con Munia, hermana del fallecido. Además, casó a su hija Jimena con Bermudo III, y con esto también se hizo con el control de gran parte del reino leonés. Resumen: un follón de tres pares de narices. Por ello, creo que lo mejor es verlo en un capítulo aparte.

CALIFATO DE CÓRDOBA (929-1031)

A diferencia del tema anterior, el Reino de León, la historia del Califato de Córdoba es bastante más sencilla. Fue un periodo que duró poco más de un siglo y donde hubo 3 califas importantísimos que marcaron la época de apogeo, y luego 9 califas no duraron ni un suspiro y que son muy poco relevantes.

Empecemos por el principio. Abderramán III llevaba siendo emir desde el año 912, pero en el 929, tras una serie de victorias, decidió romper con el Califato abasí de Bagdad y se autoproclamó califa, máxima autoridad religiosa. Así nació este califato omeya de Córdoba. En total, Abderramán III estuvo en el poder 50 añazos. Se dice de él que, bajo su reinado, Córdoba se convirtió en un verdadero faro de la civilización y de la cultura. Se desarrolló el arte, la ciencia y fue un periodo de bastante bonanza económica.

Y es que parece que Abderramán III era un chaval bastante inteligente. Después del asesinato de su padre por su abuelo, el emir Abdalá I, él pasó toda su infancia en el harén familiar, todo el día rodeado de concubinas, esclavas y eunucos. Su juventud la dedicó a estudiar mucho, aunque cuando llegó al trono tenía cero de experiencia militar.

También se cuenta de él que era poco devoto en lo religioso y nada fanático. Fue el más tolerante de los gobernantes de Al-Ándalus y dejó de perseguir a mozárabes y judíos y hasta permitió que ocupasen puestos importantes en su gobierno, especialmente a los muladíes, es decir, los conversos, quizás para ganarse su favor, pues parece que eran muy revoltosillos. De todas formas, esta tolerancia no era para nada bien vista entre los malikíes, miembros de una de las escuelas de derecho islámico suní. A estos se les oponía el filósofo cordobés ibn Massarra, seguidor de un movimiento llamado Mutazilismo, que proponía más libertad de pensamiento y más racionalidad, lo que fue considerado como herejía.

A pesar de los años de tolerancia, los árabes eran los que tenían la hegemonía total. Especialmente los baladíes, los árabes descendientes de los llegados durante la conquista. Luego estarían los sirios, que llegaron después. Por debajo, seguían estando, los bereberes.

Por otro lado, de Abderramán III se cuenta que el lujo y la pompa le gustaba cosa mala, y bebía mucho alcohol, y solía maltratar a sus súbditos. Por ejemplo, se cuenta que quemó la cara de una de sus concubinas por negarse a besarle. También parece que con los años se fue volviendo más cruel y sanguinario, especialmente a partir de la derrota de Simancas que luego veremos.

Antes de meternos en materia, estaría bien conocer cómo era una ciudad andalusí, es decir, de Al-Ándalus. El núcleo principal estaba generalmente rodeado por murallas, y en lo alto de una colina estaba la Alcazaba, es decir, la fortaleza del gobernante de la ciudad. También existe el Alcázar, pero éste es más bien un palacio o castillo donde vivían los príncipes o aristócratas y podía estar en una ciudad o fuera de ella.

El lugar más importante para la población musulmana era la mezquita, donde iban a rezar todos los días. Si había varias por la zona, la mezquita aljama era la mayor. Luego estaba el zoco, que es como el ágora, un mercado lleno de callejuelas y tiendas donde tenían lugar las actividades comerciales.

Entre las tiendas destaca la Alcaicería, un lugar autorizado a comerciar con un producto caro y difícil de conseguir: la seda. Las Alhóndigas eran unos grandes almacenes donde los comerciantes guardaban sus mercancías y a veces podían residir en ellas temporalmente. Y los baños públicos eran como spas donde la gente se aseaba y se cortaba el pelo.

En los barrios judíos, las juderías, donde los judíos vivían apartados a su rollo, podemos encontrar sinagogas, que eran donde esta gente rezaba. También tenían como sus propios administradores, en unos edificios llamados aljamas.

Finalmente, fuera de la ciudad encontramos los arrabales, barrios extramuros. Y también las Alquerías, casas de campo o granjas un poco alejadas de la ciudad. Algo parecido serían las Almunias, solo que serían como más lujosas. Eran casas de campos con bellos jardines y huertos.

La ciudad de Córdoba, la capital, creció una barbaridad, y Albderramán III creó nuevos barrios y amplió la mezquita, añadiéndole un minarete o alminar, que es una torre que servía para llamar al rezo a los musulmanes. También creó un canal de agua que iba desde Sierra Morena hasta los jardines del Alcázar de la Noria, situado en el oeste de Córdoba. Se estima que en estos años, Córdoba llegó a tener cerca de 200.000 habitantes, siendo una de las ciudades más pobladas de Europa.

Además, el califa levantó una escuela de Medicina, y gracias al contacto con bizantinos montó una escuela de traductores de griego y hebreo al árabe. Desde estas tierras griegas se empezaron a traer muchísimas obras clásicas de un montón de temas diferentes, y Abderramán III creó bastantes bibliotecas. Una obra importante que se tradujo fue De Materia Medica, del greco-romano Dioscórides, y que fue el principal manual de farmacopea de la Edad Media.

Por cierto, muchas de estas obras se escribían en papel, siendo la ciudad de Játiva, o Xátiva, en Valencia, la pionera en la fabricación de papel de Europa Occidental.

La obra más importante de Abderramán III fue el lujoso complejo palaciego de Medina Azahara, erigido a las afueras de la capital a partir del año 936. Esta fue la residencia oficial del califa y la sede de la administración pública. Era básicamente como una mansión Playboy.

En fin, comencemos con la historia de Abderramán III como califa. Sus primeras campañas estuvieron dirigidas a sojuzgar a las marcas fronterizas rebeldes de su nuevo califato, que como ya dije, en esas marcas gobernaban linajes de valíes que se habían vuelto muy autónomos. La primera marca en ser sometida fue la Marca Inferior tras la toma de Mérida y de Badajoz en el 930.

Luego llegó el turno de la Marca Media. El califa sometió a la ciudad de Toledo a 2 años de asedio. Los leoneses de Ramiro II intentaron ayudar al valí rebelde, pero el califa logró derrotarles a todos y retomar Toledo.

De todas formas, Ramiro II el Grande se convertiría en un rival muy a la altura. En el 933 las tropas leonesas lograron tomar la ciudad de Madrid y Abderramán III sufrió una derrota bastante seria en la Batalla de Osma. Luego el califa llegó a Pamplona y acordó con su tía Toda Aznárez un pacto de respeto mutuo. Acto seguido, Abderramán fue a atacar Castilla y arrasó muchos pueblos.

Finalmente, en la Marca Superior, concretamente en Zaragoza, gobernaba el valí Al-Tuyibí, quien se levantó contra Abderramán III. Y contó con el apoyo de las poblaciones vecinas e incluso de los reinos cristianos, tanto leoneses como pamploneses. Hasta el 937, el califa no pudo someter a Al-Tuyibí y reconquistar Zaragoza.

Ahora pasemos al año 939. Es aquí cuando ocurrió la Batalla de Simancas, el mayor descalabro de Abderramán III y donde el propio califa estuvo a punto de perder la vida. De hecho, se cuenta que, a partir de esta batalla, el califa dejó de dirigir las batallas personalmente. Le cabreó tanto la derrota que se dice que a su vuelta a Córdoba ordenó crucificar a todos los que, según su criterio, habían tenido algo de culpa.

El caso es que esta victoria cristiana en Simancas hizo que la frontera del Reino de León se expandiese por el valle del río Tormes hasta las montañas del Sistema Central. Salamanca, Ledesma, Sepúlveda o Zamora fueron fortificadas hasta el extremo y se creó una especie de equilibrio de poder.

Durante unos años hubo calma y tranquilidad en el Califato, y al tener el control de las marcas, la recaudación de impuestos aumentó mucho, y el Califato llegó a ingresar al año unos 6 millones de dinares, que era muchísimo; durante el emirato nunca llegaron al millón. Los dinares eran monedas de oro, pero la moneda más común fue el dirhem de plata.

Con toda esta pasta, ahora era tiempo de hacer muy necesarias reformas administrativas. Reestableció el cargo de Hayib, que es una especie de chambelán o mano derecha, o primer ministro. Luego también siguieron existiendo los visires, y bajo ellos los valíes o gobernadores y después los cadíes o alcaldes-jueces.

Creó nuevas coras o provincias dividiéndolas en cachos más pequeños, para reducir el poder de estos valíes. Reformó también el ejército, donde destacan los yund, o regimientos sirios establecidos en cada provincia… los Silenciosos o Mudos, eslavos en su mayoría que no hablaban árabe… y los mercenarios, generalmente de origen bereber, cristiano y sudanés.

Otra cosa importante fue la construcción de una flota potente. Por ello se crearon atarazanas, que son astilleros para fabricar barcos, siendo los más importantes los de Algeciras, Sevilla, Almería y Tarragona.

Los barcos no sólo eran de guerra. También se construyeron muchos barcos de pesca, actividad muy importante, y por supuesto, también barcos mercantes para comerciar con el Imperio Bizantino o con el Califato Abasí. Y es que, en esta época, gracias a la ampliación y mejora del regadío, hubo abundantes cosechas y se redujo la hambruna. La cría de los Caballos de Jérez los convirtieron en los mejores de todo Al-Ándalus. Se introdujeron nuevos productos y se mejoró la industria. Destaca la minería, la fabricación de vidrio, la textilería o la cerámica.

A pesar de la paz con los cristianos, durante los años 40 hubo algunas aceifas. Especialmente durante el periodo en el que el conde de Castilla Fernán González tenía la pugna con Ramiro II. En el 950, Ramiro II falleció, y hubo una crisis sucesoria muy grave que fue aprovechada por Abderramán para intensificar las incursiones. Al otro lado de la península, el conde de Barcelona Borrell II pidió paz y amistad al califa y tuvo que reconocer su superioridad y pagarle dineritos jugosos para que le dejase tranquilo.

Ahora hablemos del segundo frente problemático de Abderramán III. Como ya conté, en el Magreb surgió unos años antes el Califato Fatimí, que profesaba el islam chiíta y que tenían la capital en Kairuán, en lo que hoy es Túnez. Estos cortaron la ruta comercial con Sudan, territorio del cual el califa exportaba oro y también esclavos.

Y no solo eso. Los fatimíes también buscaban expandirse por la península, así que Abderramán, durante los años 20 y 30, fortificó Algeciras, levantó el Castillo de Tarifa y tomó Ceuta y Melilla, y más tarde Tanger.

Durante los años 40 hubo un montón de batallas en lo que hoy es Marruecos, donde Abderramán III parecía que iba ganando. Sin embargo, en el 955, estos fatimíes asaltaron el puerto de Pechina, donde se encontraba la mayor base portuaria del califa, y arrasaron la gran mayoría de barcos. Ahí fue cuando los omeya empezaron a perder terreno en el norte africano.

Por este ataque, Abderramán III decidió amurallar este puerto de Pechina, o Almería, llamado en aquellos tiempos Al-Mariyat. El califa incluso decidió construir una alcazaba enorme sobre una de sus colinas, y fue allí desde donde fue gobernada por una clase de aristócratas comerciantes. Tras Córdoba, Almería convirtió en la segunda ciudad más potente de Al-Ándalus.

En el año 958, Abderramán III recibió en Córdoba a Toda Aznárez y a su nieto, el ex rey de León Sancho I el Gordo. Como conté en el capítulo del Reino de León, le sometieron a una dieta express y luego le ayudó a recuperar el trono en el 960. Por todo esto, los reinos cristianos de la península se volvieron en la práctica clientes políticos del Califato.

En el año 961, Abderramán III murió a la edad de 73 años dejando tras de sí uno de los estados más poderosos de la Europa Occidental. Y a pesar de eso, en sus memorias escribió que, de todos los días de su vida, sólo había sido realmente feliz en 14.

El siguiente califa fue su hijo Al-Hakám II, o Alhakén, quien tenía ya 47 años. La verdad es que el chaval siguió los pasos de su padre, y estuvo muy interesado en las artes y en la cultura. Mantuvo la paz interna y la prosperidad en Al-Ándalus y fueron años realmente buenos para el califato. De él se decía que era entre rubito y pelirrojo y que tenía prognatismo, que es la mandíbula un poco salida. Su salud tampoco parecía ser la mejor del mundo.

Cuando Al-Hakám II llegó al trono todavía no tenía hijos, y algunos piensan que su poco interés en las mujeres se debía a que era homosexual, pero no se sabe bien. Al final, presionado por todos, logró tener un hijo con una concubina de origen vascón llamada Subh, o Aurora, y de ahí saldría su heredero, Hisham II. Gracias a ello, Subh obtuvo mucha influencia en la corte.

Otros personajes importantes de su corte fueron el general Gálib, un liberto de origen eslavo y encargado de la defensa del reino, y que ya había participado en varias campañas de su padre… y el chambelán Yafar al-Mushafi, que controlaba la administración.

En el año 961, el primero de su reinado, Al-Hakám II, reclamó a Sancho I varias fortalezas que había prometido entregar a cambio de devolverle al trono de León. Sin embargo, Sancho se hizo el longuis, y Al-Hakám II acogió en Córdoba al depuesto Ordoño IV para intentar devolverle el trono. Lo que pasa es que este Ordoño IV murió, y Sancho I formó una alianza con García Sánchez I de Pamplona, el conde castellano Fernán González, y el conde de Barcelona Borrel II.

En el año 963, el califa comenzó una ofensiva militar en la que logró tomar San Esteban de Gormaz, Atienza y Calahorra, y los cristianos tuvieron que retirarse. En ese tiempo, el califa construyó algunas fortalezas, como por ejemplo, el Castillo de Burgalimar, en Baños de la Encina, en la provincia de Jaén.  

Con el norte pacificado, los esfuerzos de Al-Hakám II se trasladaron al sur, al Magreb. El califa buscaba quitarse de encima a los fatimíes para acceder al comercio con los reinos subsaharianos de África, de los cuales hablé en este otro vídeo de aquí, tema muy interesante, por cierto. El caso es que en esta campaña hubo derrotas y victorias, pero todo quedó bastante parecido.

Aprovechando que las tropas cordobesas estaban por África, los cristianos, dirigidos por Ramiro III de León y el conde de Castilla García Fernández, emprendieron un ataque contra algunas fortalezas musulmanes. Sin embargo, el general Gálib regresó a to’ correr al norte y logró vencer en la Batalla de Gormaz del 975, entre otras. 

En los últimos años de su vida, el califa tuvo un ataque de hemiplejía y estuvo bastante jodido hasta su muerte en el 976. Su hijo Hisham II era todavía un niño cuando llegó al trono, y acabó siendo una marioneta. ¿Una marioneta en manos de quien? Pues del chambelán Al-Mushafi, de la reina madre Subh, del General Gálib, y de un nuevo personaje llamado Muhammad ibn Abi Amir, mejor conocido por su sobrenombre: Almanzor.

Este Almanzor había ganado mucha popularidad en la administración califal, y fue nombrado inspector de la ceca de Córdoba y administrador de los bienes del califa. Pronto comenzó a conspirar para hacerse con el poder absoluto del califato. Parece que tuvo un lio con Subh y luego casó al general Gálib con su hija. Todos juntos lograron eliminar al chambelán acusándolo de traición. Acabó ejecutado en el 977.

Por otro lado, los alfaquíes no se fiaban de él, y dudaba de su religiosidad, porque al parecer, a Almanzor le gustaba la filosofía. Para ganarse a este bando, Almanzor quemó la biblioteca de Medina Azahara, donde se conservaban más de 40.000 obras, muchas de las cuales, estos alfaquíes consideraban herejías.

Tras eso, el general Gábil se opuso a su poder total y ambos empezaron a guerrear. En el 981 encontraron su cuerpo en un barranco. Se dice que murió de muerte natural porque era muy viejito, pero no se sabe qué pasó.

El caso es que Almanzor logró hacerse con el cargo de chambelán o hayib, y aquí comenzó la llamada Dictadura Amirí, que duraría unos 30 años. El pequeño Hisham II terminó encerrado junto con su madre en el palacio de Medina Alzahira. Esta fue la llamada “ciudad resplandeciente”, una pequeña población palatina en las cercanías de Córdoba construido por Almanzor. Allí instaló su residencia oficial y fue 2ª centro administrativo del Califato.

En fin, vamos a ver qué hizo este Almanzor para aterrorizar tanto a los reinos cristianos. Se dice que durante su mandato realizó unas 40 razzias o aceifas, campañas breves pero muy salvajes cuya intención era saquear y generar un estado de inseguridad permanente a los cristianos. De todas formas, aunque fueron golpes muy duros, las fronteras apenas cambiaron.

La zona más afectada por estas aceifas fue el Valle del río Duero. En el 981 atacó los arrabales de Zamora y conquistó Simancas, en la provincia de Valladolid. Ramiro III intentó hacerle frente, pero fracasó, y los condes gallegos y portugueses buscaron pactar con Almanzor.

En el 982 ocurrió la “campaña de las 3 naciones”, porque fue contra castellanos, pamploneses y francos de la Marca Hispánica. Tras una serie de victorias, el rey pamplonés Sancho II entregó a su hija Urraca para que Almanzor se casara con ella. Y de ahí salió Abderramán Sanchuelo, que luego será importante.

La destrucción de Sepúlveda en el 985 hizo que Ramiro III se sometiera al general musulmán, y poco después murió del disgusto. El nuevo rey leonés, Bermudo II el Gotoso se sometió también y hubo unos años de calma, pero con algunas tropas califales instaladas por el reino. Ese mismo año, Almanzor también atacó duramente Barcelona. Capturó la ciudad y saqueó el monasterio de Sant Cugat del Vallés. Ahí fue cuando el conde de Barcelona Borrell II dijo que pasaba de los francos porque no le habían ayudado una mierda.

Fue en el 987, cuando Bermudo II se rebeló y echó a las tropas califales de su territorio. Como reacción, Almanzor lanzó una brutal aceifa contra Coímbra. Luego asaltó Zamora, Toro, León y Astorga. Bermudo II huyó de allí hasta refugiarse con los condes gallegos.

El siguiente objetivo fue Castilla, donde se refugiaba el traidor de su hijo Abdalá, y después se dirigió a Pamplona. En el 994 arrasó la zona por completo y Sancho II declaró la sumisión de su reino al califato.

En otra campaña contra Castilla, el conde castellano García Fernández acabó malherido y murió en el 995. Su sucesor, Sancho García, entregó a una de sus hermanas como concubina a Almanzor.

En el 996, Almanzor lanzó un nuevo ataque contra León, ciudad que acabó destruida y con las murallas hechas mierda. Al año siguiente logró llegar hasta Santiago de Compostela, ciudad que arrasó con violencia. Quemó el templo prerrománico dedicado a Santiago, solo respetando su sepulcro. Eso sí, como le gustaron mucho las campanas de la iglesia, decidió llevárselas hasta el califato.

En el año 999, Bermudo II murió y subió al trono el pequeño Alfonso V. Aun así, León, junto con los castellanos de Sancho García y los pamploneses de García Sánchez II, formaron una alianza anticordobesa. Los dos ejércitos se enfrentaron en la Batalla de Cervera, en el año 1000. Almanzor fue el ganador, pero a un precio bastante alto, y sus tropas acabaron huyendo.

La última aceifa de Almanzor fue en 1002, mientras ya estaba el hombre bastante pachucho por su artritis gotosa. Quería vengarse de Sancho de Castilla por lo de Cervera, pues parece que él fue el artífice de aquella alianza. Atacó Castilla y saqueó el monasterio de San Millán de la Cogolla.  

Luego está el mito de la Batalla de Calatañazor, ocurrida en el 1002 en lo que hoy es Soria. Según se cuenta, fue una gran derrota para el general musulmán y no le quedó otra que retirarse. No se sabe si esta batalla existió, pero justo ese año Almanzor enfermó y terminó muriendo de camino a Córdoba en Medinaceli.

Almanzor fue sucedido en el cargo de hayib por su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, mientras el califa seguía recluido a pesar de tener ya casi 40 años de edad. Abd al-Malik se tuvo que enfrentar a enormes rebeliones ocurridas tras la muerte de su padre, y se cuenta que la guardia eslava, los mudos, fueron prácticamente aniquilados.

En 1008, este Abd al-Malik murió, y su hermano ocupó su lugar: Abderramán Sanchuelo, que era nieto del rey Sancho Garcés II de Pamplona. Este Sanchuelo intentó que el califa le nombrara sucesor como califa, y esto, entre otras causas, como los altísimos impuestos para mantener la dictadura o la presencia de tropas bereberes por todas partes, provocó en el 1009 un gran levantamiento popular conocido como la Revolución Cordobesa.

Un bisnieto de Abderramán III llamado Muhammad II al-Mahdi, aprovechó la situación y depuso a Hisham II. Luego mató a Sanchuelo, lo que puso fin a la Dictadura Amirí.

Desde este golpe de estado hasta el final del califato pasamos a un periodo de muchísima inestabilidad política conocido como la Gran Fitna de Al-Ándalus. Una fitna es básicamente una guerra civil. En estos 22 años se sucedieron una serie de califas que duraron muy poquito.

Toda la grandeza y esplendor de la Córdoba andalusí se fue a tomar por culo prácticamente de la noche a la mañana. La capital fue saqueada en repetidas ocasiones, hubo matanza de bereberes, y el Alcázar y Medina Azahara fueron completamente destruidos, y la capital se trasladó a Málaga durante un tiempo.

Voy a comentar este parte muy rápido. Las tropas bereberes se rebelaron con ayuda de los castellanos y alzaron como nuevo califa a Sulaiman al-Mustaín. Muhamad II pidió ayuda a los barceloneses y recuperó el control del califato, aunque estos barceloneses saquearon la capital y se fueron. Luego Hisham II consiguió volver a ser califa unos pocos años. Pero los bereberes de al-Mustain entraron en Córdoba matando a todo el mundo, incluyendo a Hisham II.

El califato fue desintegrándose en pequeños poderes locales independientes, lo que luego serían llamados Reinos de Taifas. Pero el califato todavía duraría unos años más. Del norte de África llegó al-Nasir, de la dinastía de los Hammudíes, quien asesinó a al-Mustaín y se autoproclamó califa 2 años.

Los califas se sucedieron durante varios años hasta que, durante el califato de Hisham III, concretamente en el año 1031, se produjo un levantamiento popular en Córdoba que depuso a este último califa. Los omeyas fueron expulsados y este ya fue el fin total del Califato Omeya de Córdoba.

SANCHO III EL MAYOR E HIJOS (1004-1065)

Como ya conté en un capítulo anterior, en el año 1004 llegó al trono del Reino de Pamplona el rey Sancho Garcés III, mejor conocido como Sancho III el Mayor, y que se convertiría en el rey más poderoso de la época y es famoso por intentar unir a todos los reinos cristianos en uno solo. 

Se crio en Nájera, y su infancia la pasó al cuidado de su madre Jimena, que era una noble leonesa, y de su abuela Urraca, quien era hija del conde castellano Fernán González. Mientras tanto, su padre García Sánchez II el Temblón luchaba contra Almanzor a tiempo completo.

Pero bueno, el padre murió en el año 1000, y como Sancho III era menor de edad, su primo Sancho Ramírez de Viguera se encargó de la regencia 4 años. Tras eso, ya Sancho pudo gobernar a tope a la tierna edad de 12 años.

Su reino estaba compuesto por 3 regiones: uno era el territorio del Reino de Pamplona, que fue ampliado hacia Guipúzcoa y el Baztán. Luego estaban las tierras riojanas, con Nájera como núcleo principal… y finalmente el condado de Aragón. Su residencia la fijó en Nájera, desplazando la importancia de Pamplona, que la pobre ciudad ya había sido destruida un montón de veces.

En esa época, el Califato Cordobés comenzó a desintegrarse, lo que se tradujo en unas cuántas décadas de paz para los cristianos. El único problemilla que Sancho III tuvo fue que, en el 1006, Abd al-Malik, el hijo de Almanzor, tomó el control de los condados de Sobrarbe y Ribagorza, pero su control duraría poco.

Este Sancho extendió sus relaciones diplomáticas a diferentes países de Europa, como Francia, el Sacro Imperio Romano Germánico o los Estados Pontificios.

Además, gracias al camino de Santiago fue conociendo nuevas corrientes intelectuales y artísticas que venían del norte, y Sancho favoreció la extensión de la Reforma Cluniacense, es decir, de la Orden de Cluny, que era una nueva forma de entender la vida monástica. Parece que esta gente empezó a poner de moda por el territorio el estilo arquitectónico Románico. Algunos ejemplos de este arte en la zona son la Catedral de San Pedro de Jaca; el Real Monasterio de San Juan de la Peña, también en Jaca; el Castillo de Loarre, en Huesca y un largo etc.

Por cierto, este rey creó una nueva ruta de Santiago que pasaba por ciudades de su reino como Puente la Reina, Estella, Logroño, Nájera, Santo Domingo de la Calzada y Villafranca Montes de Oca.

Ahora llegamos al meollo del reinado de este Sancho III. En el año 1015, Sancho III se anexionó las tierras del condado de Sobrarbe, asoladas por el califato. Dos años después hizo lo mismo con Ribagorza. Después, en el 1018, fruto del desmembramiento del califato, surgió la Taifa de Zaragoza, un territorio controlado por la familia de los Tuyibíes. Su primer emir, Mundir I, murió en el 1022, y Sancho III fue para allá a darse de leches. No ganó prácticamente nuevos territorios, pero consolidó su poder sobre Sobrarbe y Ribagorza e hizo buenas relaciones con el conde de Barcelona, hasta el punto de reconocer su superioridad.

En el año 1032, murió su amigo el duque de Vasconia o Gascuña Sancho Guillermo. Sancho III intentó meter mano ahí también, pero esta vez no logró nada, y el ducado fue a parar a un tal Eudes, aunque, al igual que el conde de Barcelona, también reconoció en cierto modo su supremacía.

Ahora vamos con el condado de Castilla. Allí gobernaba el conde Sancho García, con el que se llevaba muy bien. De hecho, se casó con su hija Munia, o Muniadona. De aquí saldrían varios hijos importantes: García Sánchez, Fernando, Gonzalo y Jimena, quien se casó con el rey de León Bermudo III. Antes de esto, ya había tenido un hijo con una noble pamplonesa llamada Sancha de Aibar, Ramiro, que también tendrá su importancia, pues acabaría siendo el 1º rey de Aragón.

En el 1028, Alfonso V de León, cuya hermana Urraca se había casado con él, se murió en un asedio… y llegó al trono el joven Bermudo III, de 10 añitos, hijo de un matrimonio anterior. Realmente quien tuvo el control del reino como regente fue la madrastra, la reina madre Urraca. Aquí ya la cosa se complica, porque este hecho provocó un montón se sublevaciones por todo el reino, Galicia, y también Castilla, contrarios a la reina por su influencia pamplonesa.  

Debido a esto, al año siguiente, en el 1029, se acordó una boda. García Sánchez de Castilla fue a casarse con Sancha de León, hermana del rey, y la dote serían las tierras entre los ríos Cea y Pisuerga, lo que le daría más poder. Sin embargo, García fue asesinado por la familia Vela, debido a una antigua venganza que ya expliqué. El caso es que este hecho hizo que la dinastía Lara, la gobernante en Castilla, se quedara sin heredero.

Entonces llegó Sancho III de Pamplona y dijo: “Oye, que mi esposa Munia es la hermana del muerto… y creo que yo debería heredar Castilla”.

Y así fue como el rey de Pamplona-Nájera se quedó con Castilla (incluyendo Vizcaya y Álava), así como los condaditos de Monzón, Saldaña, Carrión y Cea, y puso como conde de este territorio a su hijo Fernando, haciendo el paripé de que conservaban su autonomía. Pero básicamente, era Sancho III quien mandaba.

Que el condado de Castilla, que siempre había sido parte del Reino de León, ahora formara parte del Reino de Pamplona-Nájera, cabreó un poco a los leoneses. Pero bueno, Bermudo III y su madrastra, la reina madre Urraca, seguían intentando controlar las sublevaciones de su territorio.

Debido a estos problemas internos, Urraca pidió ayuda a su hermano Sancho III y éste entró en el Reino León. Sancho tomó las ciudades de Zamora, Astorga y finalmente León en el 1034. A Bermudo III no le quedó otra que retirarse a Galicia.

Fue así, como Sancho III, el llamado Rey Ibérico, obtuvo influencia en todos los reinos cristianos de la península ibérica. De todas formas, para calmar las aguas, Sancho propuso una boda. Su hijo Fernando, gobernante de Castilla, se casó con la hermana de Bermudo, la infanta Sancha. Además, luego Bermudo III se casó con Jimena, hija de Sancho.

*Parece que estos acuerdos aliviaron un poco la tensión entre el rey pamplonés y el leonés. Parece que Sancho III le devolvió las tierras orientales de León menos la parte entre el río Cea y Pisuerga, y luego se retiró.

O quizás, tras alcanzar la mayoría de edad, Bermudo III las reclamase en plan a malas, no queda claro. Lo seguro es que, en el año 1035, Sancho III murió, y sus territorios fueron repartidos entre sus hijos.

Su primogénito, García Sánchez III, se quedó con el Reino de Pamplona-Nájera, y la parte oriental del condado de Castilla, incluyendo gran parte de Vizcaya y Álava. En su territorio riojano construyó el Monasterio de San Millán de Yuso, y el Monasterio de Santa María la Real de Nájera.

El pobre Fernando heredó un Condado de Castilla bastante menguado. Le habían quitado Castilla la Vieja, Trasmiera, Vizcaya y Álava, que estas dos formaban el condado de Álava. Luego, como reyes subordinados, Ramiro, el hijo bastardo, recibió el condado de Aragón, y el pequeño Gonzalo Sánchez se quedó con Sobrarbe y Ribagorza.

Todo bien, ¿no? Pues no, porque los hermanos se iban a matar entre ellos. 1045, un gascón se cargó a Gonzalo de un lanzazo en un puente y su herencia fue a parar a su hermano Ramiro I, que lo unificó todo en el Reino de Aragón, siendo éste su primer rey. Pero esa historia la dejo para otro capítulo.

De quien hay que hablar ahora es de Fernando I el Magno. El tipo estaba cabreado por el trocito de Castilla que le había quedado. Fernando estaba casado con Sancha, la hermana del rey leonés Bermudo III y éste con su hermana Jimena.

Estos matrimonios devolvieron a Bermudo III las tierras arrebatadas por su padre, menos las situadas entre el Cea y el Pisuerga. Y esta reclamación empezó a provocar tensiones entre los dos tipos.

Este parentesco hizo ver a Fernando I que tenía derecho sobre el Reino de León, y en el año 1037, decidió quedárselo todo. Así, empezó una guerra contra Bermudo III. Fue un conflicto rápido. En la Batalla de Tamarón (1037), las tropas castellanas se unieron a las pamplonesas del rey García y dieron una paliza monumental a Bermudo III, pero acabó atravesado por una lanza y la palmó con apenas 20 añitos.

Al no tener hijos, todo el Reino de León, junto con Castilla, fue para Fernando I. Al año siguiente, Fernandito entró en León y fue ungido rey en la Iglesia de Santa María de León por el obispo Servando.

De todas formas, sus primeros años como rey no fueron sencillos, pues muchos nobles leoneses no le veían con buenos ojos. Entre ellos podríamos destacar a Fernando Flaínez, quien era tío del futuro Cid. Eso sí, gracias a su esposa Sancha, que parece que era bastante maja y tenía bastante más labia que su marido, logró calmar bastante la situación.

Tras años de luchas por el territorio, para el año 1050 terminó de someter a todos estos nobles rebeldes. Una vez con todo pacificado, Fernando I y la reina Sancha confirmaron el Fuero de León y se adaptaron a los usos y costumbres del reino. Además, en el 1055, también celebró el Concilio de Coyanza, en el cual se abandonó el rito cristiano visigodo para adoptar el romano. Y obligó a los monasterios a adoptar la regla benedictina.

Además, también se fueron introduciendo en el reino corrientes europeístas como la Orden de Cluny y también las primeras muestras de arte románico en el territorio leonés. Algunos ejemplos son la Iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada, en Urueña, en Valladolid… la Cripta de San Antolín de la Catedral de Palencia… Y sobre todo el pórtico real de la Colegiata de San Isidoro de León, nombre que recibió porque fue allí donde depositaron los restos de San Isidoro de Sevilla, devuelto por el califato como tributo. Además, bajo la iglesia se creó el Panteón Real de los Reyes de León, donde muchos de estos monarcas serían enterrados.

Durante estos años también estuvo de mal rollo con su hermano García III de Pamplona. La disputa era territorial, por los trocicos que su padre había quitado a Castilla para integrarlos en Pamplona. Se cuenta, que por el año 1054 o así, Fernando se puso pachucho y su hermano fue a hacerle una visita, pero era una trampa y Fernando le apresó en el Castillo de Cea. Sin embargo, García III pudo escapar y así comenzó la guerra abierta entre ambos hermanos.

Fue entonces cuando ocurrió la Batalla de Atapuerca, del 1054. Los nobles leoneses atacaron el campamento de los pamploneses cerca de Burgos y dieron muerte al rey García III, a pesar de que Fernando I había ordenado capturarle vivo. Aun así, gracias a esta victoria, Fernando I expandió su territorio y restauró la integridad de Castilla. Pero no se quedó con el Reino de Pamplona-Nájera, pues quedó en manos de Sancho Garcés IV, hijo del fallecido. De todas formas, este continuó unos años más la guerra, hasta el 1062, cuando acabó desistiendo.

Mientras tanto, Fernando I impulsó la expansión cristiana por la península, aprovechando que Al-Ándalus estaba muy dividida en los Reinos de Taifas. Se tomaron algunos territorios nuevos, y en los años 50 cayeron Lamego y Viseo, San Esteban de Gormaz, y finalmente Coímbra en el 1064. Gracias a estas victorias surgió el tema de las Parias. Las parias era un impuesto que estas taifas tenían que pagar a los cristianos para no ser atacadas.

En una de estas parias, el sultán del reino taifa de Denia, regaló al rey Fernando I una copa de ónice. Luego su hija Urraca le añadió toda esta ornamentación de joyas y la guardó en la Iglesia de San Isidoro. Este es el Cáliz de Doña Urraca, y hay teorías, bastante controvertidas, todo sea dicho, de que este sería el verdadero Santo Grial, la copa usada por Jesucristo en la última cena. 

Por el 1062, Fernando I consiguió que la taifa de Zaragoza, aliada de los pamploneses, cambiase de bando y se rindiese a él. Después atravesó la Sierra de Guadarrama y fue a por la taifa de Toledo. Se plantó frente a Complutum, la actual Alcalá de Henares, y ésta pidió ayuda al rey taifa de allí, al-Mamún, quien, al comprender que esta en inferioridad, ofreció ricos presentes y su sumisión a Fernando.

Al año siguiente, Fernando I logró penetrar en las taifas de Badajoz y de Sevilla, las cuales también aceptaron el pago de parias.

En el año 1063, Fernando I envió a su hijo Sancho II a la taifa de Zaragoza. Resulta que su emir, al-Muqtadir estaba siendo atacado por Ramiro I de Aragón, su hermanastro. El infante Sancho II fue para allá y en Graus venció a Ramiro I y este primer rey aragonés acabó muerto. En esta batalla, por cierto, participó un joven Rodrigo Díaz de Vivar, alias el Cid, del que luego hablaré en detalle.

Luego Fernando I fue a por al-Muqtadir porque no le estaba pagando las parias que le correspondían, y decidió seguir hasta el reino taifa de Valencia. Allí, el emir al-Dawla logró resistir el asedio a la ciudad y Fernando I se volvió a su casa bastante enfermito.

El rey de León murió en el año 1065, e igual que hizo su padre, repartió todo entre sus hijos. A Alfonso VI el Bravo le entregó el extenso Reino de León y las parias de Toledo. Para el mayor, Sancho II el Fuerte, convirtió el condado de Castilla en Reino, y éste reinó sobre el nuevo Reino de Castilla, y obtuvo las parias de Zaragoza. Al hermano menor, García II, le dio Galicia, que también fue elevada a categoría de reino, y las parias de Badajoz y de Sevilla. Finalmente, a sus dos hijas, Urraca y Elvira, les dio los monasterios de Zamora y Toro.

Este reparto, obviamente, tuvo como consecuencia 7 años de guerra entre los hermanos. Pero eso lo veremos, en otro capítulo.

CONDADOS CATALANES: RAMONES Y BERENGERES (992-1164)

Volvemos a los Condados Catalanes. Lo último que habíamos visto fue a Borrell II cagarse en todo cuando Almanzor destruyó Barcelona. Y como los francos no le ayudaron, rompió lazos con ellos, aunque los condados seguían perteneciendo a la Marca Hispánica de los franceses.

Ahora vamos a ver a los siguientes 7 condes hasta la unificación con el Reino de Aragón y la creación de la Corona de Aragón. Son casi 2 siglos de Ramones Berengueres y Berengueres Ramón. Es un lio, y una falta de imaginación tremenda a la hora de poner nombres a tus hijos, pero es lo que hay.

En el año 992 llegó a conde de Barcelona, Gerona y Osona Ramón Borrell. Al igual que su padre, tuvo que hacer frente a varios ataques del pesado de Almanzor hasta que este la palmó en el 1002.

Ramón Borrell se casó con Ermesenda de Carcasona, una mujer enérgica que no se separaba de su marido ni en las expediciones militares, y con quien tuvo a su sucesor, Berenguer Ramón I. Además, en estos años impulsó la construcción de la Catedral de Barcelona, posiblemente construida en estilo románico.

En el año 1010, viendo que el Califato estaba yéndose a tomar por saco, decidió organizar una expedición a Córdoba junto con su hermano Ermengol I, conde de Urgell y otra gente, incluyendo musulmanes partidarios de Muhámad II al Mahdi, que quería volver a ser nombrado califa, lo cual consiguió, pero por poco tiempo.

También quiso extender el condado de Barcelona hacia el sur, pero fue imposible debido al poder de la Taifa de Zaragoza, y de algunas plazas musulmanes como la ciudad de Tarragona, Lérida o Lleida, o Barbastro.

En el 1017 murió y fue sucedido por su hijo Berenguer Ramón I, aunque compartió el poder con su madre Ermesenda. Se considera a este un reinado pacífico. Mantuvo buenas relaciones con otros condes catalanes, con el Papa y hasta viajó a Roma en el 1032.

De todas formas, tanta paz con los musulmanes no gustaba a la mayoría de nobles y aristócratas catalanes, que querían gloria y botín. La paz sólo beneficiaba al conde por las parias y a los comerciantes, pero a ellos no, así que muchos empezaron a actuar al margen.

Berenguer se casó con Sancha, la hija de Sancho García, conde de Castilla, y de ahí salió el siguiente conde: Ramón Berenguer I. Éste heredó Gerona y Barcelona, pero su hermano Sancho recibió el Penedés, creándose el condado fronterizo del Panadés; y el otro hermano, Guillermo, recibió Osona. De todas formas, los 3 eran menores y quedaron bajo la tutela de su abuela Ermesenda.

Pero centrémonos en Ramón I, apodado el Viejo, quien gobernó 41 años. En aquellos años, los condes estaban muy desacreditados, y muchos nobles empezaron a pasar de ellos y a tomar el control de fortalezas del territorio y dejarlas en herencia como si fuera su feudo; así, sin permiso del conde.

Entre estos rebeldes estaba Mir Geribert, cuya familia poseía castillos como el Castillo Viejo, el Castillo Bisbal, o del Obispado y el Castillo del Puerto, situado en la montaña de Montjuic, desde donde se dominaba la ciudad de Barcelona. En la frontera, Mir Geribert se hizo con los Castillos de Subirats y el de Ribes. Con todo este poder se proclamó príncipe de Olérdola, la población más importante del Panandés.

Como ya dije, estos nobles querían sacar tajada de las parias o poder ponerse a conquistar y saquear a los musulmanes, también poder poner impuestos a sus súbditos, pero otra cosa por la que protestaban era porque el Monasterio de Sant Cugat del Vallés se proclamaba por defecto propietario de las zonas fronterizas conquistadas por estos nobles debido a una ley del año catapún. Finalmente, estos nobles, que eran jóvenes y rebeldes, rechazaban el Liber Iudiciorum porque lo veían muy antiguo y muy pro-condal, y a ellos no les convenían esos reglamentos.

Ermesenda trató de poner orden, pero al final, Ramón I, poco a poco, fue accediendo a las pretensiones de estos nobles, y en el 1041, reconoció a Mir Geribert como gobernante del Panadés. Aunque luego Ramón hizo las paces con su abuela, y los nobles volvieron a rebelarse. Intentaron dar un golpe de estado, pero la población de Barcelona impidió que tuvieran éxito.

En esos años, Ramón I comenzó a redactar las Observaciones de Barcelona, o Usatges, la base para una especie de constitución. Era un recopilatorio de usos y costumbres basados en el derecho romano, el visigodo y consuetudinario.

Ramón I murió en el 1076 y, con su esposa Almodis de la Marca, tuvo dos hijos importantes, posiblemente mellizos: Ramón Berenguer II, a quien llamaban el cabeza de estopa porque tenía un pelazo muy muy rubio… y Berenguer Ramón II el Fratricida. Ambos se supone que debían gobernar a la vez, pero parece que no se llevaban del todo bien y por el apodo del segundo os podéis imaginar el final.

Se repartieron sus territorios y quedaron en residir de forma alternativa durante 6 meses en el palacio condal de Barcelona. Prometieron repartirse las nuevas conquistas, aunque no fueron muchas. Berenguer II se enfrentó con el Cid en la Batalla de Almenar, en el 1082, y acabó derrotado y preso, aunque fue liberado poco después.

Ese mismo año, Ramón II estaba de caza por el bosque de Perxa del Astor, y parece que fue asesinado no se sabe por quién, pero todo apuntaba a su hermanito Berenguer II, de ahí que le llamasen el fratricida. Para demostrar que era inocente participó en una justa en la corte de Alfonso VI de León pero perdió, por lo que fue considerado culpable.

Lo cierto era que, gracias a ello, Berenguer II se hizo conde único, y gobernó en solitario los siguientes 14 años. En esos años, entró otra vez en conflicto con las taifas de la zona y como el Cid era mercenario y trabajaba para ellas, pues acabó derrotando y capturando a este conde en otras dos ocasiones.

Harto ya de todo, en el año 1097 decidió pirarse a participar a la 1ª Cruzada para ver si volvía con prestigio o algo así, pero jamás volvió. Se piensa que murió durante el asedio de Jerusalén en el 1099, pero no se sabe exactamente qué pasó con él.

Su sobrino Ramón Berenguer III el Grande fue nombrado nuevo conde de Barcelona. En aquel tiempo, el mar Mediterráneo estaba lleno de piratas musulmanes, y uno de sus nidos era Mallorca. El papa Pascual II autorizó a italianos y catalanes una mini-cruzada contra ellos, y Ramón III fue a tomar las islas Baleares.

Su flota partió de Barcelona en el año 1114, y su primera conquista fue la isla de Ibiza. Tras eso fueron a Mallorca y asediaron la ciudad de Palma, la capital, la cual tardó muchos meses en caer. De todas formas, Ramón III no consolidó estas conquistas ni hizo repoblamientos. Se tuvo que largar cagando leches a su condado porque estaban llegando los Almorávides, unos musulmanes muy fanáticos que pretendían conquistar toda la península. En 1116, una flota de estos almorávides conquistó Mallorca, y los pocos cristianos que quedaban tuvieron que evacuar.

De esta época existe un documento pisano llamado Liber Maiolichinus, que narra esta conquista de Mallorca. Es aquí donde se encuentra la referencia más antigua al nombre de Cataluña, llamada Catalaunia. También a Ramón III le llaman Dux Catalanensis.

Otra cosa que hizo Ramón III fue buscar alianzas matrimoniales para controlar condados vecinos más pequeños. En 1111 heredó el condado de Besalú por haber casado a su pequeña hija Jimena con el conde de allí, Bernardo III. Luego fue a por el Condado de Cerdaña, que ahora incluía Berga y Conflent. No sé sabe cómo Ramón III heredó todo eso, pero ocurrió en 1117.

También se dedicó a repoblar con colonos las zonas de Urgell y Tarragona, y en la ciudad de Tarragona restableció la sede eclesiástica para dejar de depender de Narbona. Al frente de esta sede puso al obispo de Barcelona Olegario. Para evitar ataques de almorávides estableció un principado militar liderado por el caballero normando Robert Bordet.

Ramón III se casó con María Rodríguez, una de las hijas del Cid Campeador, y juntos tuvieron a Ximena de Osona. Luego se casó con Dulce de Provenza, y tuvieron a Berenguela, futura esposa de Alfonso VII de León, y a dos gemelos: Ramón Berenguer IV y Berenguer Ramón I de Provenza. En su lecho de muerte, en el 1131, Ramón III fue admitido en la Orden de los Templarios, convirtiéndose así en el primer gobernante de la península en pertenecer a esta orden.

Para acabar este capítulo tenemos que pasar a Ramón Berenguer IV el Santo. Sin duda, lo más destacable de su reinado fue su matrimonio, en el año 1137, con Petronila de Aragón, hija del rey de Aragón Ramiro II el Monje. Cuando se acordó este enlace, Petronila tenía 1 año de edad y Ramón IV 24 años. De todas formas, la boda no se celebró hasta en 1150, cuando la chavala ya tenía 14 años, y tuvo lugar en Lérida. Fue así, con este enlace, como el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona se unieron dinásticamente, aunque hasta el ascenso al trono de su hijo no podemos hablar de la Corona de Aragón.

La parejita residió en el Palacio Condal de San Pedro de Vilamajor, en la provincia de Barcelona, mandado construir por los condes mellizos tiempo atrás. Actualmente, de este palacio sólo queda la Torre Roja, de 25 metros de altura.

En el año 1140, Ramón IV firmó con Alfonso VII de León el Acuerdo de Carrión, un pacto de ayuda mutua en el que también le prestaba vasallaje y se planeaba una posible invasión del Reino de Pamplona, pero nunca ocurrió.

En el año 1148, Ramón IV y el conde Ermengol VI de Urgel conquistaron la Taifa de Tortosa, y fundó el Monasterio de Santa María de Poblet. Al año siguiente, en el 1149, la ciudad de Lérida, o Lleida. Otros territorios más al sur también fueron conquistados, y todo eso sería llamado luego Cataluña Nueva, en contraposición con los antiguos condados, que era la Cataluña Vieja.

Y en el 1151, Ramón firmó con Alfonso VII de León el Tratado de Tudilén, en el cual se repartían las futuras conquistas de Al-Ándalus. La Corona de Aragón se iba a quedar con Valencia, Denia y Murcia, y el rey leonés con el resto.

Ramón IV el Santo murió en el año 1164. Le sucedió su hijo Alfonso II el Casto, y con su ascenso al trono, se completó la unión dinastía de los dos territorios. De hecho, el 1164 es la fecha de inicio oficial de la Corona de Aragón.

PRIMEROS REINOS DE TAIFAS Y AMORÁVIDES (1031-1144)

En el capítulo del Califato de Córdoba, vimos que, tras la muerte del último hijo de Almanzor en 1009, muchos valíes de todo Al-Ándalus se levantaron en armas contra el poder central en la llamada Fitna, o guerra civil. Poco a poco, esos valíes rebeldes se fueron independizando y creando los llamados Reinos de Taifas, pequeños estados independientes que se disgregaron del Califato cordobés.

No es que aparecieran todas las taifas de golpe, sino que fue un proceso paulatino. Los primeros en separarse fueron los gobernantes de la zona de Zaragoza, que crearon la Taifa de Zaragoza.

Seguidamente, hacia el 1010, otras taifas surgieron por toda la parte este de la península, como la Taifa de Toledo, la de Valencia, la de Denia o la de Murcia. Poco después se independizó la Taifa de Badajoz y finalmente, por todo el sur surgieron otras taifas más pequeñitas como Huelva, Niebla, Carmona o Sevilla. Y así siguieron hasta el año 1031, fecha en la que Hisham III murió y el Califato de Córdoba desapareció.

En total se cuentan unos 20 o 30 reinos de taifas, regidos por clanes de diferentes etnias, como árabes, bereberes e incluso eslavos. Lógicamente no voy a hablaros de todos. Sólo me centraré en los más importantes.  

Por cierto, tampoco penséis que este fue un periodo mega decadente. Algunas taifas buscaban imitar al califato y se preocuparon por el arte, la ciencia y la cultura. Floreció la filosofía, la poesía, progresan las matemáticas y la astronomía y se desarrolló una arquitectura de estilo manierista. Iremos viendo ejemplos de todo esto.

En la Taifa de Zaragoza reinaron primero la familia de los Tuyibíes y después, a partir de 1039, la de los Hudíes. Aparte de la ciudad de Zaragoza, los hudíes dominaron también Tudela, Calatayud, Huesca, Lérida y Tortosa.

La época de mayor esplendor de esta taifa tuvo lugar bajo los gobiernos de estos tres reyes: Al-Muqtadir, Al-Mutaman y Al-Mustaín II. El primero de ellos es célebre por ordenar construir un suntuoso palacio fortificado en la ciudad de Zaragoza: el Palacio de la Aljafería, que se construyó a las afueras de la ciudad, y que es el único gran edificio que sigue en pie de esta época de taifas. Aparte, en la corte se dieron cita a muchos poetas, músicos y filósofos, como ibn Bayya, mejor conocido como Avempace, considerado el iniciador de la filosofía hispano-árabe. En el futuro, Averroes o el hebreo Maimónides seguirían su camino.

En el 1060 se anexionó la Taifa de Tortosa, y luego, en el 1076 conquistó Denia, incluyendo las islas Baleares y obtuvo el vasallaje de Valencia. Luego, durante los años 80, este Al-Muqtadir contrató un mercenario cristiano llamado Rodrigo Díaz de Vivar, alias el Cid, o Sidi, que en árabe significa “señor”.

En la zona oeste se hicieron con el poder tribus bereberes muy arabizadas. Destaca el clan de los aftasíes en Badajoz, los ziríes en Granada, los hamudíes en Algeciras y Málaga, y en la Taifa de Sevilla gobernaron los abadíes.

Esta Taifa de Sevilla es una de las más importantes. Surgió en el 1023, y poco a poco la ciudad de Sevilla se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de Al-Ándalus. Tuvo escritores y poetas muy importantes como ibn Al-Abbar, ibn Zaydun o ibn Hamdís. Incluso los propios emires le daban bien a escribir versecillos.

Estos emires fueron 3, pero los importantes son los dos últimos. Al-Mutadid accedió al trono en el 1042, año en el que este pequeño reino de taifa experimentó una gran expansión y empezó a comerse a otros reinos de taifas más pequeñitos.

Su hijo, Al-Mutamid, logró conquistar, en el año 1070, la Taifa de Córdoba, la antigua capital y que tras la caída del califato se había convertido en una pseudo-república, la 1ª del mundo islámico. Al parecer, era un consejo de ministros y jueces quien elegían al jeque más prominente para que gobernara, pero siempre bajo control de este consejo. 

En los años siguientes, Al-Mutamid conquistó la taifa de Murcia, llegando a controlar un territorio amplísimo. Aunque eso no le impidió que tuviese que seguir pagando parias a los reinos cristianos del norte. Un día se negó, y Alfonso VI puso en sitio la ciudad de Sevilla.

Finalmente podríamos hablar de la Taifa de Toledo, que ocupó gran parte de lo que hoy es Castilla-La Mancha. Allí reinó la dinastía bereber de los Banu Dil-Nun, y su rey más importante fue Al-Mamún. En el año 1064 fue a socorrer a la taifa vecina de Valencia y se la anexionó completa, y más tarde, en el 1075, robó a los sevillanos el control de la taifa de Córdoba. El problema es que ese mismo año le envenenaron y subió al poder su nieto Al-Cadir.

Este perdió Valencia, Córdoba… y en el año 1081, el rey leonés Alfonso VI puso en sitio la ciudad de Toledo. Tras cuatro años, Al-Cadir y la ciudad se rindieron, y Toledo, la antigua capital visigoda, volvió a ser cristiana tras unos 370 años bajo poder musulmán.

Algunos reinos de taifas, como Badajoz o Sevilla, estaban realmente preocupados por el avance cristiano y el pago de parias, por lo que pidieron ayuda a un sultanato establecido en el norte de África: los Almorávides. Estos eran unos monjes-guerreros ermitaños y nómadas que vivían en el Sáhara, y profesaban un islam muy rigorista, muy radical.

Fue ahí, en Sagrajas, en el 1086, donde estos almorávides lograron detener el avance cristiano y los taifas se libraron de las parias. Claro, con esto, los reyes de taifas estaban contentos, pero el Tasufin éste vio que estos reyezuelos eran débiles y dados al lujo, la buena vida y esas mierdas. Por todo esto, el líder almorávide empezó a conquistar todos estos reinitos y a expulsar a filósofos, artistas y poetas. El propio emir sevillano Al-Mutamid, quien les había pedido ayuda, acabó exiliado en el Magreb hasta su muerte.

En el año 1094, el Cid logró conquistar Valencia y allí se creó un reino propio, que resistió el embate de los almorávides hasta el año 1099, cuando el Cid murió. La ciudad fue evacuada por su viuda, Jimena Díaz, en el año 1102.

Ali ibn Yusuf fue el nuevo líder almorávide, y este se encargó de someter a la Taifa de Zaragoza y las islas Baleares. Para el año 1116, los almorávides ya controlaban todo Al-Ándalus y las taifas habían desaparecido por completo. Durante los siguientes 30 años, estos almorávides dominarían el mundo musulmán de la península ibérica.  

Pero estos sí que fueron años de gran decadencia. Los almorávides no tenían nada de experiencia organizando reinos extensos, y entre ellos también surgían discrepancias. Además, los cristianos estaban todo el día molestando por todas partes. Pero lo más irónico de todo fue que estos mega fundamentalistas islámicos que iban de tipos duros y de anti-lujos y placeres, acabaron rendidos ante los lujosos palacios, los sillones cómodos, la buena comida, los perfumes, la siesta…

Poco a poco, el gobierno almorávide se fue acomodando y su economía acabó hundida por completo. El descontento general de la población hizo que algunas familias andalusíes poderosas se alzaran contra estos almorávides. Así, en el año 1147 el Imperio de los almorávides se derrumbó en bloque y así surgieron los Segundos Reinos de Taifas, que veremos en el siguiente capítulo.