El periodo Paleógeno se divide a su vez en tres periodos: Paleoceno, Eoceno y Oligoceno.
Paleoceno (65 – 55 millones de años)
El oxímoron que forma el nombre de esta época, que significa “Viejo-Nuevo” hace referencia a la fauna que apareció tras la extinción de los dinosaurios: nuevos mamíferos, pero ahora extintos. La ausencia de depredadores hizo que los pequeños mamíferos tuvieron manga ancha para poder crecer todo lo que quisieran. Y lo hicieron.
Lo que más había eran roedores, como el Purgatorius, y pequeñas aves que dieron lugar a halcones, lechuzas, patos, palomas, búhos e incluso pingüinos primitivos, como el Waimanu. Muchas de las aves parientes de los dinosaurios siguieron evolucionando hasta convertirse en bichos bastante acojonadores como el Gastornis, antiguamente llamada Diatryma.
El Phenacodus fue uno de los primeros mamíferos ungulados modernos, es decir, con pezuñas, y el Pantolambda fue uno de los primeros mamíferos depredadores de esta nueva época.
Los reptiles habían disminuido mucho después del meteorito, pero algunos sobrevivieron, como el Champsosaurio; o la que está considerada la serpiente más grande jamás conocida: la titanoboa.
El apocalipsis del meteorito acabó con todos los reptiles marinos y los tiburones se convirtieron en los amos y señores de los mares (Otodus). Crecieron los arrecifes de coral y la variedad de peces, como el Enchodus. Dentro de poco llegarían las primeras ballenas.
En cuanto a la flora, mucha había muerto. La Tierra se sumió en un incendio perpetuo durante mucho tiempo, pero la vida se abre camino. Los helechos volvieron a aparecer, y los árboles crecieron de nuevo. Las angiospermas siguen su conquista, aparecen los cactus y también las primeras selvas reconocibles.
El clima por aquel entonces era bastante húmedo y cálido. Había cosas que nos parecerían muy extrañas, como proto-primates colgando de los bosques tropicales en el norte de Estados Unidos o cocodrilos en Groenlandia. Hasta el continente helado que hoy es la Antártida era por aquel entonces un bosque con mucha vida.
Eoceno (55 – 34 millones de años)
Una pequeña extinción mandó a muchas especies del Paleoceno a tomar por culo. Hablo del Máximo Térmico Paleoceno-Eoceno. Fue un episodio de calentamiento global muy rápido y muy intenso, que duró unos 100.000 años. Dicen que pudo ser causado porque se liberó del subsuelo una gran cantidad de metano, una bomba de dióxido de carbono, hablo de gigatoneleadas, de muchos jodidos pedos de diplodocus juntos, que llegaron a la atmósfera y asaron vivos a muchos bichos.
Pero bueno, eso pasó y llegamos al Eoceno, “nuevo amaencer”.
Durante esta época las aves dominan el cotarro por primera vez en la historia, como el mencionado Gastornis o las famosos ‘aves del terror’ de Sudamérica. Estos putos pajarracos se alimentaban de pequeñas comadrejas como el Leptictidium o de los antepasados del caballo, como el Hyracotherium o el Propalaeotherium. Con los que no se metían tanto eran con los antepasados de los rinocerontes como el Arsinoitherium o el Brontotherium.
Los pingüinos se extienden a saco, y destaca un cabronazo de metro setenta llamado Anthropornis, cuyo nombre en griego hace referencia a su afición por ver pelis porno en tugurios de barrios chungos. Y otros que se diversificaron fueron los anseriformes, es decir, patos, ocas, gansos, cisnes… (Presbyornis).
Los mamíferos siguen diversificándose, y aparecen ya por fin cosas conocidas por todos: cerdos y rumiantes como ovejas, vacas, camellos y cabras. Y ahora pueden comer hierba, porque aparece por primera vez en esta época.
También aparecen los primeros proboscídeos, es decir, antepasados de los elefantes, como el Moeritherium, con una especie de trompa pequeña. E importantísimo. Durante este Eoceno aparecen ya algunos de los primates más antiguos que se conocen, como el Godinotia o el Apidium.
Los “dientes carnívoros”, los creodontos, son los depredadores más peligrosos de la época. El Hyaenodon no era mucho de hierba, eso seguro, y el Andrewsarchus tampoco.
Lo más importante de este periodo ocurrió bajo las aguas. Se ve que algunos mamíferos, después de que sus antepasados abandonaran el agua hace 300 millones de años, pensaron que era buena idea volver a ella. No se equivocaron. Es aquí cuando aparecen los primeros cetáceos como el Ambulocetus (ballena que camina). Otro de los eslabones perdidos de la evolución, que prueba de que las ballenas evolucionaron a partir de mamíferos terrestres y que por eso tienen pulmones. Para finales de este Eoceno evolucionaron a cosas más parecidas a lo que son ahora como el Basilosaurio, probablemente el animal más grande de aquella época. (Dorudon). Este bicho que nadó sobre el desierto del Sahara cuando era un manglar aún conservaba pequeñas patitas traseras que iría perdiendo con el tiempo.
De reptiles, sigue habiendo serpientes muy grandes, como la Gigantophis. Sin embargo, más importantes son las cosas pequeñas. Hablo de las hormigas. Hormigas grandes y carnívoras, las hijas de puta. Con los dinosaurios apenas había, pero desde su extinción las cabronas se expanden por el mundo. (Formicium y Titanomyrma) Les ha ido tan bien que el 90% de las especies que aparecieron en esta época perduran todavía.
El clima fue caluroso y muy húmedo. No existían los polos. Había selva y bosques de arriba abajo, salvo alguna sabana y llanuras varias. Pero toda esta felicidad de verano tropical eterno cambió y el clima fue enfriándose por la mitad del Eoceno. Los árboles caducifolios estaban en ventaja para adaptarse a estos cambios climáticos, no así como las especies perennes tropicales, que fueron reduciéndose. Las selvas antárticas comenzaron a llenarse de hielo.
¿Pero qué causó esto? Una teoría de este enfriamiento global es el Evento Azolla, ocurrido hace 48 millones de años, en el Eoceno medio. La Azolla es un helecho de agua dulce que empezó a crecer descontroladamente en el océano ártico. Se juntaron muchos factores que hicieron optima su expansión. 1) Por la disposición de las placas tectónicas, el océano ártico era una jodida piscina. 2) Las numerosas lluvias llenaron esa piscina de agua dulce. 3) Había 20 horas de luz solar en el ártico. Durante 800.000 años esta planta se dedicó a absorber todo el CO2 de la atmósfera, pero el problema estaba en que cuando morían, todas estas lechugas de mar se iban al fondo y quedaban tapadas por sedimentos, fosilizándose sin descomponerse por la anoxia del fondo. Casi el 80% de CO2 de la Tierra quedó atrapado allí hasta que el océano se abrió y cambiaron las condiciones.
El caso es que la Tierra comenzó un proceso de enfriamiento bastante chungo. Empezó a haber algunos glaciares en los polos que culminaría con el congelamiento de la Antártida a inicios del periodo siguiente.
Y a todo esto aún hay que sumarle una jodienda más para acabar el Eoceno. Ninguna época puede acabar feliz por lo que se ve. Hace 34 millones de años ocurre la ‘Gran Ruptura’. Los continentes de Europa y Asia colisionaron, formando los Montes Urales y cerrando el estrecho de Turgai. Fue entonces cuando una horda de invasores asiáticos comenzó a cargarse a prácticamente toda la fauna autóctona europea.
Oligoceno (34 – 23 millones de años)
Después del bukake evolutivo sufrido en el Eoceno, el Oligoceno se quedó bastante escaso de nuevos mamíferos modernos, de hecho eso es lo que significa en griego “oligo”, pocos. Es un periodo de transición entre el paleógeno y el neógeno, entre climas más tropicales a climas más templados, modernos.
Australia y Sudamérica se separaron de la Antártida. El Paso de Drake se abrió por completo y permitió la circulación oceánica alrededor de la Antártida. Esta corriente circumpolar básicamente daba vueltas alrededor del continente y no dejaba que corrientes de agua más cálida se metiesen allí. Eso unido al problema del CO2 de las putas plantas esas del ártico hizo que la Antártida se volviese cada vez más fría. Se formaron glaciares sobre sus bosques, todo se volvió tundra y el nivel del mar disminuyó por todo el planeta.
Aparecieron las estaciones tal y como las conocemos hoy en día. En Asia, Norteamérica y Europa dejó de haber tanta selva y aparecieron muchos bosques templados caducifolios, como los que tenemos ahora, y los pastos de hierba se extendieron por todas partes, así como los desiertos.
Tampoco la orogenia estuvo tranquila, pues las más grandes cordilleras actuales se crearon entre esta época y la siguiente, como la del Himalaya al unirse la India y Asia, o Los Alpes y los Pirineos.
La fauna ya va pareciéndose poco a poco a lo que tenemos ahora. Hay desde pequeños roedores hasta gigantescos mastodontes (que no Mamuts, ojo), pasando por un antepasado del perro, el Cynodictis, del jabalí, como el Entelodonte, caballos como el Mesohippus, rumiantes como el Merycoidodon, monacos como el Aegyptopithecus y camélidos como el Cainotheirum, que más bien parecía un conejo. También continúan viviendo el Arsinoitherium y el Hyaenodon. Los carnívoros creodontos se diversifican y se dividen en canoideos (perros, lobos, comadrejas y hasta osos[Daphoenus]) y feloideos (gatos, tigres o civetas).
Y también existe una cosa muy rara llamada Pyrotherium, que no tiene nada que ver con los elefantes.
Aquí nació el mamífero más grande de la historia, el Paraceratherium (bestia casi cornuda), también llamado Indricoterio o Baluchitherium, relacionado con los rinocerontes actuales, aunque parece más una jirafa, la verdad. Y también destaca el Calicoterio.
En el mar ya hay ballenas, como el Aetiocetus o el Janjucetus, delfines como el Kentriodon, y tiburones muy parecidos a los de hoy en día. Y hacia finales de este periodo aparecen los primeros pinnípedos, es decir, morsas, focas y leones marinos. (Halitherium)
Este periodo acaba con una extinción. Otra, sí, pero no demasiado severa. Eso sí, algunas especies, como los Brontotherium, se fueron a tomar por culo.