Antigua Persia: Partos y Persas Sasánidas

La siguiente historia tiene lugar entre el año 248 a.C. y el 651 d.C.

PERSIA ANTIGUA 2: Partos y Persas Sasánidas

EL IMPERIO DE LOS PARTOS (248 a.C.-224 d.C.)

Durante el siglo II a.C., el pequeño principado parto empezó a expandirse de lo lindo hasta convertirse en un imperio. Especialmente relevante fue el largo reinado de Mitrídates I, quien arrebató territorio al reino grecobactriano, conquistó Media y después Mesopotamia. Allí conquistó la ciudad de Seleucia del Tigris y la vecina Ctesifonte, la cual convertiría en la nueva capital principal. También hubo contactos con la China Han y su emperador Wu, y aquí comenzó un acuerdo comercial que daría origen a la Ruta de la Seda.

En el reino parto, el rey tenía el poder absoluto una vez más, aunque la nobleza fue ganando poder, y de hecho, los soberanos necesitaban la aprobación del synhedrion, o concilio de nobles, sabios y sacerdotes, de los magos, básicamente. Durante bastante tiempo usaron el griego como lengua principal, y la poligamia e incesto siguieron estando a la orden el día entre la familia real. Continuaron dándole caña a la agricultura y ganadería, pero lo que empezó a llenar las arcas del reino fue sin duda el comercio internacional con India, China y Occidente. Estar en medio era la hostia. Una de sus múltiples capitales fue Hecatómpilos, las 100 puertas, en referencia a que era una ciudad cruce de unión de muchísimas rutas caravaneras.

Una nueva época expansionista ocurriría durante el reinado de Mitrídates II, quien redujo al Imperio Seléucida a la nada prácticamente. Pero claro, un enemigo se va, otro que viene. Los partos descubrieron que más allá de Siria había un pueblo con ganas de guerra. Hablo, como no, de la República Romana. Pero Roma las pasaría putas peleando contra ellos. Y es que las tropas favoritas de estos partos eran la caballería ligera, con tíos lanzando flechas a una velocidad increíble; y la caballería pesada, los catafractos, con caballos blindados hasta el ojete con armaduras de escamas y lanzas afiladas. Roma, con apenas tropas de infantería, lo tenía jodido para derrotarles.

Es famosa la derrota de Craso, amiguito de Julio César y de Pompeyo, en la Batalla de Carras en el año 55 a.C. Uno de los hombres más poderosos de Roma fue ejecutado por el rey parto Orodes II, imaginaos el panorama. La crueldad parta era cosa de familia. Su hijo Fraates IV no sólo asesinó a su padre para asegurarse el trono, sino que se cuenta que también se cargó a sus 30 hermanos y a su propio hijo. Eso sí que son ansias de poder.

Ambos imperios se dieron de leches hasta que, agotados, decidieron hacer las paces. Y era normal, pues tanto Roma como Partia estaban pasando por un periodo de luchas intestinas y guerras civiles bastante jodido. Más adelante la República Romana se convirtió en un Imperio y bajo el mando de Nerón hubo bronca por el territorio de Armenia. Al final el romano tomó Tigranocerta, capital armenia, y puso de gobernador a Tigranes /o Tirídates, un príncipe capadocio o arsácida de su confianza. Con el emperador Trajano volvió el conflicto con los partos, y logró arrebatarles Mesopotamia en el año 116 a.C., Ctesifonte incluida. Osroes I de Partia lo tuvo jodido para recuperarlo, pero lo consiguió. No sería hasta el reinado de Marco Aurelio y Lucio Vero cuando los romanos volvieron a tomarla, pero se trajeron de regalo una enfermedad muy chunga que provocó el caos en Italia.

El último emperador romano en enfrentarse con la dinastía de los arsácidas fue Caracalla. Fue en el año 224 d.C. cuando uno de los vasallos de los arsácidas, la familia persa de los Sasán, se levantó contra el control parto y tomó el control del imperio. Habían llegado los sasánidas.

LA PERSIA SASÁNIDA (224-651 d.C.)

Ardashir I venció a los partos de Artabano IV en la Batalla de Hormizdagan (224 a.C.) y aquí comienza la historia del Imperio de la Persia Sasánida. Los sasánidas eran persas, y al parecer se creían descendientes de los aqueménidas. Su objetivo vital era recuperar la gloria del pasado, cuando estaba Ciro el Grande y todo eso.

Durante su reinado y el de su hijo Sapor I la expansión fue bastante rápida. Por el norte llegaron hasta la zona del mar de Aral, entre lo que ahora es Kazajistán y Uzbekistán; y por el este vencieron a los kushanos y se apoderaron de la zona del valle del Indo. Al oeste, como no, estaba el Imperio Romano, pero éste ya empezaba a mostrar síntomas de agotamiento, especialmente en el reinado del joven Alejandro Severo y en la siguiente Anarquía Militar, que duraría medio siglo. Sapor I puede estar orgulloso de haber vencido a tres emperadores romanos, uno de ellos, Valeriano, acabó desollado y su piel expuesta como trofeo en un templo persa. Para conmemorar esto fundó varias ciudades como Gundeshapur y Bishapur, en la provincia de Juzestán.

Durante su reinado llegaron reformas, especialmente destaca una religiosa. Los reyes sasánidas empezaron a creerse dioses, y se intentó crear una iglesia zoroástrica para homogenizar la doctrina, una tradición firme y una jerarquía eclesiástica. Sin embargo, les salió competencia, pues un tal Mani creó el Maniqueísmo, que compartía ideas del zoroastrismo, el cristianismo y el budismo. Decía que la materia era el mal y el espíritu lo único bueno. Sólo librándose el hombre de lo material podría entrar en el Reino de la Luz.

Fueron los primeros veganos oficiales, pues prohibían comer nada animal y también venían las relaciones sexuales como la perpetuación del mal material. A Sapor I le molaba ese rollo, pero su hijo Bahram I ejecutó a Mani y prohibió su movida. El gran sacerdote Kerdir persiguió maniqueos, judíos, cristianos y budistas hasta casi extinguir esas religiones de su territorio.

A partir del año 309 llegó al trono sasánida Sapor II el Grande, y reinó durante 70 añazos el cabrón, casi todo el siglo IV. Durante su reinado pasaron muchas cosas. Armenia, en el 314, se convirtió en el primer estado en abrazar oficialmente la fe cristiana gracias a su rey Tirídates IV, y parecía que Roma iba por el mismo camino. Sin duda, fue un golpe para el zoroastrismo.

Hacia el año 400 llegó el rey Yazdagird I y mantuvo muy buenas relaciones con el Imperio romano de oriente, lo que luego sería conocido como Imperio Bizantino. También promovió la tolerancia a cristianos y judíos; de hecho, en Seleucia del Tigris se celebró el 1º concilio de la iglesia cristiana persa. Pero esta iglesia rompió con la Iglesia Bizantina cuando apareció la herejía del Nestorianismo, que decía que Cristo tenía dos naturalezas a la vez, una humana y otra divina (431). Muchos nestorianos huyeron a Persia y de hecho, este cristianismo caló tanto en el territorio iranio que se convirtió en la religión mayoritaria.

Todo esto enfadó al clero zoroástrico, y el los años finales del reinado de este rey empezaron nuevas persecuciones. Yazdagird II trató de eliminar el cristianismo de Armenia, y los armenios se levantaron en armas. Tras la Batalla de Avarayr (451) los persas mataron a los líderes cristianos armenios y tomaron multitud de esclavos, que fueron deportados.

La paz con los romanos había costado, pero ahora apareció un nuevo enemigo: los hunos blancos o heftalitas. Este pueblo nómada estaba compuesto por fieros guerreros a caballo, pero las estrategias del ejército de Bahram V lograron detener su avance por la zona del río Oxus. Otros enemigos fueron los Kidaritas. Pero cuando el rey Peroz I trató de echarles en el año 470, los heftalitas le derrotaron y le capturaron, se dice que por la ventaja que tenían al usar los estribos, que daba más comodidad y estabilidad al jinete.

Fue Balash I quien en el 484 decretó la libertad de culto en Armenia, mientras que Kavad I comenzó a luchar con nuevos enemigos como los Jázaros, un pueblo nómada túrquico. También tuvo movida con la nobleza persa, por lo que favoreció a un iluminado protocomunista llamado Mazdak que mezclando la tradición mazdeista y maniqueista creó el movimiento mazdakita. Eso sí, el rey persa, en cuanto vio que aquel movimiento estaba jodiendo los pilares que le sostenían en el poder empezó a perseguirles.

De eso se encargó su hijo Cosroes I, quizás el monarca sasánida más famoso, ya que hizo que Persia se recuperara económicamente y la transformó en la gran potencia que había sido siglos antes. Se levantaron nuevas ciudades, nuevas carreteras y nuevas infraestructuras. Aumentaron las tierras cultivables y la artesanía, y el arte y la filosofía lo petó fuerte. Él construyó en Ctesifonte el iwán de Taq-i Kisra, que es prácticamente lo único que ha quedado de esa ciudad.

Reformó el ejército, y ahora el Estado iba a proporcionar armas y catafractos, por lo que la alta nobleza dejó de ir a la guerra para ser sustituida por una clase de pequeña nobleza de caballeros, lo que se tradujo en más efectivos. También desarrollaron catapultas, balistas, arietes y torres móviles. Esto le iba a venir bien, pues los bizantinos de Justiniano I tenían ganas de mandanga. Se habían aliado con los árabes del Reino de Himyar, en la actual Yemen, y el persa logró arrebatarles el tinglado por el 570.

Su hijo Cosroes II lo tuvo jodido al principio, pero logró estabilizarse en el trono y hacia el año 600 traicionó a sus aliados Lájmidas, un poderoso reino de árabes cristianos, y se hizo con su territorio. Entraron a bloque en al-Hira, la capital, y destronaron a su último rey, Numan III. Pero no fue un rey anti-cristiano para nada, de hecho sus dos esposas le rezaban a Jesucristo. En los años siguientes el avance del persa fue imparable, incluso llegó a poner en serio peligro la capital bizantina: Constantinopla.

También se cuenta que cuando logró tomar la ciudad de Jerusalén destrozó muchas iglesias y se llevó a Ctesifonte los restos de la Vera Cruz, la cruz donde Jesucristo había sido crucificado, la cual estaba desde tiempos de Constantino I en la Basílica del Santo Sepulcro. Al parecer, el emperador Heraclio lograría recuperarla más tarde.

Sería este emperador el que haría cambiar el curso de los acontecimientos. Contraatacó a los persas y logró una primera victoria en el 622. Kavad II asesinó a su padre y se hizo con el trono, tratando de alcanzar una paz in extremis con los bizantinos. Aquí empezó el declive sasánida.

En el año 611, en la península arábiga, un tipo llamado Mahoma creó una nueva religión: el Islam. A los que se convirtieron a esta religión se les llamó musulmanes, y su misión era expandir su nueva religión por todas partes, si era a base de espadazos mejor. Y eso pasó. En el año 651 d.C. el Imperio Sasánida fue destrozado por los árabes, quienes establecieron el primero de los Califatos. Y aquí acabó la historia de la Persia Antigua.